Otra vez un endeudamiento. Según lo expresado por el ministro de Economía, esta vez es por 20.000 millones de dólares, que es el préstamo solicitado al Fondo Monetario Internacional (FMI). De otorgarse, el país quedará condicionado por la dependencia económica y la colonización. No se trata de un préstamo que el gobierno de Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, pidan para mejorar las condiciones de vida de los argentinos, sino para sostener un plan que ya fracasó y para que les permita, en los estertores de su agonía, llegar a las elecciones sin devaluar; para que la inflación (que ahora descubren, luego de negarlo, que es producto de una economía bimonetaria) no corone una derrota electoral de su fuerza. La historia también nos recuerda que la institución creada en 1944, a fines de la Segunda Guerra Mundial, ayuda a los países desarrollados y perjudica a los países pobres.
Lo sabía muy bien el Presidente Juan Domingo Perón, quien tomó la decisión de no dejar ingresar al organismo. En una entrevista durante su exilio en España, concedida al escritor, periodista y caricaturista uruguayo Carlos María Gutiérrez, Perón enfatizó: “Nosotros le negamos la entrada al FMI porque dejar entrar al Fondo es dejarse robar, literalmente”. Lejos las imposiciones del organismo internacional, el gobierno peronista tuvo independencia para fijar tipos de cambio selectivos, así como el control del comercio exterior y los aranceles protectores de la industria que impulsó y que le permitió utilizar parte de la renta agraria diferencial para generar crecimiento económico y bienestar social. Los golpistas de 1955 interrumpieron ese desarrollo.
Al menos cuatro de las etapas en las que nuestro país sufrió el endeudamiento con el FMI, que son las más gravosas, dan cuenta del resultado catastrófico para los gobiernos que se aferraron a sus recetas y para la sociedad, que encontró su vida deteriorada, con índices de pobreza e indigencia en aumento:
- El endeudamiento externo con el FMI durante la última dictadura cívico militar del 24 de marzo de 1976, que benefició a empresas y grupos económicos que apoyaron aquel golpe. El periodista y escritor Rodolfo Walsh, en su carta abierta de 1977, explicó: “Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales”. Esa deuda fue la que condicionó y erosionó luego al gobierno democrático de Raúl Alfonsín, porque siguió el mismo camino de imposición que le fijó el organismo y tuvo que entregar su mandato antes de tiempo.
- El endeudamiento con el FMI de Menem-Cavallo para sostener la ficción un peso-un dólar, que también fue mantenido con el dinero del remate de las empresas estatales, que cuando se esfumó, terminó estallando en el 2001, luego de que el gobierno de la Alianza, que no se salió de esa condicionalidad, apostara al mismo modelo de convertibilidad, nombrara nuevamente como ministro de Economía a Domingo Cavallo y se aferrara a un nuevo endeudamiento del FMI, que le soltó la mano. Así, terminó el gobierno de Fernando de la Rúa, que intentó sostenerse en el poder con represión y muerte en las calles.
- El endeudamiento con el FMI más grande de la historia por 44.500 millones de dólares durante el gobierno de Mauricio Macri en 2018, que no le permitió ser reelecto, pero que terminó condicionando al gobierno del Frente de Todos, dado que su Presidente, Alberto Fernández, con su ministro de Economía, Martín Guzmán, lejos estuvieron de hacer una negociación sabia. Ese condicionamiento trajo la devaluación que exigió el FMI del 60% y que el ministro Sergio Massa negoció del 20%, concretada el 14 de agosto de 2023, lo que erosionó los ya magros ingresos de la ciudadanía y evaporó la ilusión de que Massa sea elegido Presidente por el Frente de Todos en segunda vuelta.
Las distintas etapas del endeudamiento con el FMI trajeron consigo la fuga de capitales. Para entender quiénes nos condenan al atraso y con qué instrumentos, resulta valiosa la investigación-libro, Fuga de divisas en la Argentina. Informe final. Comisión Especial de la Cámara de Diputados 2001, que presidió el entonces diputado Eduardo Di Cola. “A la luz de los acontecimientos del año 2001, resulta innegable que la fuga de capitales constituye un problema macroeconómico central en la economía argentina y que está vinculado al endeudamiento externo de los últimos 30 años. Con impactos sociales nefastos, la transferencia de riqueza nacional al extranjero contó con la complicidad de un Estado inerte”, describe el primer párrafo de la contratapa del libro.
En su segundo párrafo, señala: “Como recuerda Horacio Verbitsky, todos se sorprenden al saber que por cada dólar de deuda argentina hay invertido en el exterior otro dólar originado aquí. O, en realidad, el mismo dólar, lo cual caracteriza el principal problema argentino: una burguesía predatoria que, a diferencia de la brasileña, no invierte en su país si no es mediante subsidios estatales y realiza su acumulación más allá de las fronteras. Este uno a uno que comenzó con la dictadura militar y sobrevivió a la convertibilidad es la clave oculta del derrumbe nacional. De allí participan tanto los grupos económicos locales como los extranjeros que se comportan aquí de un modo distinto al que las regulaciones los fuerzan en sus propios países. El capital más concentrado es también el más propenso a este comportamiento antisocial”.
El director de este semanario digital precisó que “el endeudamiento y la fuga son los dos brazos de la pinza que estrangula la posibilidad del desarrollo nacional y ocurren bajo todos los gobiernos, aquí y en muchos otros países del mundo. La diferencia está en que durante el kirchnerismo sucedió en contra de la voluntad del gobierno, que buscó impedirlo, y desde que asumió Macrì el Estado tomó todas las medidas para favorecerlos”. En este sentido, reveló la fuga de capitales que se desarrolló durante el gobierno de Macri. El descubrimiento de Horacio Verbitsky, esa lista revelada, es otra muestra que nos permite inferir qué pasará —con Luis Caputo nuevamente, si llega a tener entre sus manos 20.000 millones de dólares—, con ese dinero que entre y quiénes serán los beneficiados.
La historia también nos enseña que no existió como único camino el del sometimiento. El 15 de diciembre de 2005, el Presidente Néstor Kirchner anunció el plan de desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Había considerado la posibilidad de poner fin a esa dependencia, aunque el ministro de economía Roberto Lavagna no estaba de acuerdo con cancelar la deuda. La decisión de Kirchner se enmarcaba en un contexto donde el Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tomaba esa decisión. Eso llevó a la ruptura del Presidente argentino con Lavagna, quien abandonó el cargo el 20 de noviembre de ese año. El 3 de enero de 2006 se comunicó que la cancelación de la deuda había concluido. A partir de ese hito, los funcionarios del FMI abandonaron las oficinas que ocupaban en el Ministerio de Economía como si se tratara de un país colonial.
En esa etapa, la recuperación de independencia económica trajo soberanía política, lo que permitió que el kirchnerismo sacara a la mayor cantidad de argentinos de la pobreza y creara más clase media, como informó el Banco Mundial. Una plaza repleta ovacionando a Cristina al concluir su mandato coronó ese proceso.
Pero esa soberanía política y económica recuperada por el gobierno de Néstor Kirchner y continuada en los dos mandatos de Cristina se interrumpió con la llegada del Presidente Mauricio Macri. Como detallaron Eduardo Basualdo, Mariano Barrera, Leandro Bona, Mariana González, Pablo Manzanelli y Andrés Wainer en el libro Endeudar y fugar, “asumió una importancia histórica el inédito ciclo de endeudamiento externo político del gobierno de Cambiemos, cuyos registros anuales no sólo superan en promedio a los de la primera variante de la valorización financiera y sus sub-períodos, sino que también lo hacen respecto del pico máximo de endeudamiento de la última dictadura militar” (2017: 191).
Ese condicionamiento que dejó la deuda de Macri, sumado a los resultados de la negociación con el FMI llevada adelante por el entonces ministro de Economía Martín Guzmán (ahora es consultado en los medios y aparece en TV para explicar lo dañino del endeudamiento de Caputo) nos dejó con la soga al cuello. La negociación con el organismo que hizo Guzmán en su momento “no fue dura” ni trajo “beneficios”, como advirtió Máximo Kirchner al renunciar a la presidencia del bloque del Frente de Todos en la Cámara de Diputados el 31 de enero de 2022, por estar en disconformidad con el acuerdo, que trajo como resultado la falta de soberanía política y económica que tuvo el gobierno del Frente de Todos y su posterior derrota electoral.
Por cuarta vez, el sometimiento al FMI será para sostener un plan que el propio organismo sabe que es inconsistente. No traerá más que penar a la sociedad. CFK escribió en su cuenta en X otro de sus “Che Milei”. Esta vez para sumar lo que el organismo le dio a Macri y lo que Milei ahora pide. “Macri se los patinó en un año y medio de gobierno y vos te los vas a fumar de acá a las elecciones de este año”, señaló. Este nuevo endeudamiento que se concretará en el gobierno de Javier Milei, que se asume alumno ejemplar en respetar estrictamente el programa del FMI luego de las elecciones, donde la extracción de excedentes fiscales y externos serán utilizados para pagar nueva deuda, promoverá la hegemonía del capitalismo financiero sobre la soberanía productiva. Si el proceso de sumisión y entrega en el que estamos no es prontamente revertido, las consecuencias serán irreparables.
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