La crueldad como espectáculo

Israel, Estados Unidos y la Argentina, hacia la distopía del autoritarismo

 

Según los registros históricos, el emperador bizantino Basilio II lanzó en el año 1014 una campaña militar destinada a la conquista de Bulgaria. En la batalla de Clidio, las fuerzas búlgaras fueron derrotadas y el emperador decidió vengar la rebeldía de los búlgaros mediante un atroz procedimiento. Los 15.000 prisioneros capturados fueron encadenados en grupos de 100 soldados. El emperador dispuso cegar por completo a 99 de cada 100 y dejó a un prisionero tuerto al frente para que condujera al grupo de regreso a sus tierras. Esta es solo una muestra de las innumerables atrocidades que se han cometido a lo largo de la historia de la humanidad. Frans de Waal, en El mono que llevamos adentro (Tusquets Editores), relata que cuando se intentó reintroducir en la selva a chimpancés criados en cautiverio, los chimpancés salvajes residentes reaccionaron mordiendo y golpeando con saña al visitante hasta matarlo. Añade que, por desgracia, este espantoso comportamiento no es diferente al de nuestra propia especie. “Tenemos por costumbre deshumanizar a nuestros enemigos, igual que los chimpancés, tratándolos como si pertenecieran a una especie inferior”. La separación entre el grupo propio y el ajeno permite diferenciar dos tipos de agresión: una intragrupal, más contenida, y otra intergrupal, desmedida y letal. Lo novedoso es que los actuales episodios de deshumanización que ahora nos dejan consternados se llevan a cabo en el seno de modernas democracias consideradas “civilizadas”.  

 

 

Continúa el genocidio en Gaza

El gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu ha reiniciado la semana pasada la política genocida en la Franja de Gaza. Los bombardeos nocturnos de los cazas israelíes arrojan toneladas de bombas sobre las tiendas de campaña y los pocos edificios de viviendas que aún se mantienen en pie, con el indisimulado propósito de causar el máximo sufrimiento a una población inerme. Alentado por las declaraciones de Donald Trump y el tragicómico propósito de convertir la Franja en una “Riviera turística”, el gobierno de Netanyahu confía en poder provocar el desplazamiento forzado de más de un millón de gazatíes en una operación de limpieza étnica cuya finalidad se proclama sin embozo. El número de víctimas mortales ha aumentado hasta casi los 50.000, a los que debe añadirse miles de personas desaparecidas y, con probabilidad, muertas debajo de los escombros. Según Ofxam, las cifras más conservadoras apuntan a que más de 6.000 mujeres y 11.000 niñas y niños han perdido la vida en Gaza a manos del ejército israelí durante los últimos 12 meses. El diario español El País, uno de los pocos medios occidentales que refleja con regularidad el sufrimiento de los palestinos, afirma en un editorial que “Netanyahu ha actuado con completa unilateralidad y con una intensidad letal contra la población civil pocas veces vista durante más de un año de conflicto. Lo ha hecho además atacando zonas que previamente habían sido declaradas como ‘seguras’ por el mismo Ejército israelí y adonde durante los meses anteriores se había animado a instalarse a centenares de miles de refugiados que habían perdido sus casas a causa de los bombardeos israelíes”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha señalado que Israel no solo está interesado en Gaza, sino también en Cisjordania. De allí que denunciara que existe la posibilidad de que “Israel se sienta envalentonado por sus éxitos militares para pensar que es el momento de anexionarse Cisjordania y mantener Gaza en un limbo”. Lo cierto es que Israel ha continuado las operaciones militares y de seguridad en la ocupada Cisjordania, convirtiendo en extremadamente angustiosa la vida cotidiana de los tres millones de palestinos que residen en esta región. Miles de personas han sido forzadas a abandonar los campos de refugiados de Yenín, Tulkarem y otros en el norte de Cisjordania. Philippe Lazzarini, comisionado general de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) ha denunciado que “las operaciones militares israelíes han causado la destrucción sistemática de las infraestructuras civiles y viviendas, con el objetivo de cambiar de forma permanente las características de las ciudades palestinas y los campos de refugiados a un nivel que no se justifica por ningún supuesto objetivo militar o de imposición de la ley”. 

 

 

El drama de los inmigrantes en Estados Unidos

El gobierno de Donald Trump, con la excusa de controlar la inmigración irregular, ha montado un espectáculo de crueldad inusitada para infundir el pánico entre los inmigrantes residentes en Estados Unidos, tanto entre los que están en situación regular como aquellos en situación irregular. Se ha valido para ello de la complicidad del Presidente autócrata de El Salvador, Nayib Bukele, quien se ha ofrecido a recibir —previo pago de importantes indemnizaciones— a prisioneros esposados y rapados, forzados a bajar la cabeza, que han sido llevados con gran aparatosidad y a punta de pistola, del aeropuerto a la cárcel. Donald Trump se ha valido de una ley del siglo XVIII contra “enemigos extranjeros” que fuera usada durante la Segunda Guerra Mundial para internar a estadounidenses de origen japonés. El juez federal James Boasberg dio la orden de detener la deportación de cientos de venezolanos por la vía rápida a El Salvador, pero el traslado no se detuvo y Trump reaccionó pidiendo que el juez fuera sometido a un juicio político. En uno de sus mensajes en redes sociales, arremetió contra Boasberg caracterizándolo como “un juez lunático de la izquierda radical, un alborotador y agitador que fue tristemente nombrado por Barack Hussein Obama, no fue elegido Presidente”, siguiendo el estilo literario de Javier Milei en la Argentina. La deriva autoritaria de Trump amenaza con provocar una crisis constitucional y pone en peligro el sistema de checks and balances de la democracia estadounidense. Más de 1.000 académicos de Derecho de todo el país firmaron una carta, coordinada por Kent Greenfield, profesor de la Facultad de Derecho del Boston College, en la que denuncian la gran cantidad de decretos y acciones ilegales del Presidente Trump. “Creemos que estamos en una crisis constitucional. El Presidente ha firmado una serie de órdenes ejecutivas que están más allá de su autoridad constitucional o estatutaria”, sostienen.

 

 

El desparpajo de Milei

En la Argentina, Javier Milei insiste en imitar miméticamente los desplantes de Trump. También ha anunciado el propósito de solicitar la destitución de la jueza que dispuso la libertad de los detenidos en la manifestación de jubilados del miércoles 12 de marzo. El drama de los jubilados, que son el pato de la boda en el ajuste a la “casta” prometido por Milei, refleja la extrema insensibilidad del Presidente ante el dolor ajeno. A esto se debe sumar la motosierra aplicada a las actividades científicas, artísticas y a la salud y educación pública. De este modo se provoca el aumento del desamparo de las personas con menos recursos de la sociedad. La despreocupación por el cambio climático es otra muestra de insensibilidad frente a un fenómeno que dejará huellas indelebles si no se detiene a tiempo. En el fondo, la política de Milei busca la jibarización del Estado de bienestar, que es el enemigo declarado de las derechas corporativas que buscan reducir al mínimo la carga impositiva para que aumenten aún más sus desmesurados beneficios. 

 

 

¿Un mundo sin reglas?

Las enormes pérdidas humanas producidas en el curso de las dos guerras mundiales del siglo XX abrieron una nueva etapa con la conformación de las Naciones Unidas y un nuevo orden internacional dirigido a limitar las posibilidades de que los conflictos derivaran en guerras sangrientas. La conformación de poderosos Estados del bienestar en los países centrales permitió que la lucha de clases se encausara en los marcos de democracias que habilitaban la participación de los trabajadores en partidos políticos que promovían reformas del sistema capitalista dirigidas a ampliar derechos y libertades. Todo ese andamiaje institucional que permitió el ascenso social y la mejora en las condiciones de trabajo se encuentra ahora en riesgo frente a la deriva autoritaria propiciada por los barones del tecno-feudalismo capitalista que consideran posible retroceder a las épocas de auge de la hegemonía del mercado sin controles democráticos. 

La cuestión que se debate ahora es si el mundo se ha embarcado en un nuevo ciclo de violencias que nos haría retroceder a los oprobiosos derramamientos de sangre del siglo XX. La deshumanización de las personas consideradas como enemigos en Estados Unidos, la obstinada negativa a reconocer los derechos de la población palestina en Medio Oriente y la destrucción del orden internacional no son buenos augurios. La tentación de usar el poder de las armas, el anhelo de venganza, la ambición de poder y dinero nos pueden instalar frente a escenarios que jamás hubiéramos imaginado. La “chimpanización del mundo es una distopía que debería convocar a todas las fuerzas progresistas a plantar cara a quienes, bajo variados pretextos, solo desean la reconversión de las democracias en baronías autoritarias.  

 

 

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