La chica del Galicia, Vivita y coleando
Una entrevista descontracturada con Paola Barrientos, la actriz
Actriz de teatro, cine y televisión, egresada de la Escuela Municipal de Arte Dramático, con formación en danza clásica y contemporánea y especializaciones con los maestros Marta Serrano y Ciro Zorzoli, Paola Barrientos será hasta quien sabe cuando “la chica del Galicia”. Como Claudia y durante nueve años, protagonizó una cantidad de spots publicitarios que, todos juntos, bien podrían haberse convertido en un largometraje o, por lo menos, en una comedia tipo sitcom. Con Marcos (el actor Gonzalo Suárez) eran una pareja de treinta y pocos, que, mientras promocionaban una tarjeta bancaria, dirimían sus diferencias de criterio en la conducción económica del hogar y en la forma de administrar sus consumos, en un estilo original y paródico.
Pero llegó un día en que desafiando lo que cualquier actor ansía – aquí y en el resto del planeta de la actuación – o sea, un trabajo seguro, con continuidad y máxima visibilidad, la actriz desplumó a lo que hoy todavía define como “la gallina de los huevos de oro”. Entre fines de 2017 y principios del año siguiente Paola se plantó y dijo “basta, hasta aquí. Finalmente era un trabajo” y abandonó la posición. En un tiempo de vacas más que flacas esa renuncia originó numerosas interpretaciones, incluso políticas, pero casi todas le pifiaron a la verdad. Esas suposiciones se basaban en que, desde varios años antes, Paola se había identificado con el kirchnerismo y que semejante elección habría generado una grieta insalvable entre los propósitos ideológicos de la actriz y los fines de la institución bancaria.
Sostiene Barrientos: “Por suerte, soy una persona muy cuestionadora. Mientras el vínculo duró – que fue importantísimo para mí y lo agradeceré toda la vida – me permití varias alertas rojas. Pensé en cosas como el lugar de la mujer; en el consumo como único motivo posible de felicidad; en la cuestión del tener y el ser y, con mucha frecuencia, en el temor de quedar cristalizada en ese personaje”. Se apresura a aclarar que con el banco ni con las agencias de publicidad tuvo problemas, mucho menos políticos, y expone el nudo de su decisión. La intérprete concreta: “Lo que me empezó a hacer un ruido insoportable fue el tema de los créditos UVA. No podía creer que gente con conocimiento, como un amigo mio, abogado, se metiera en esto. Era como la siniestra 1050 (se refiere a la Circular 1050 del Banco Central aplicada en los años iniciales de la dictadura) en la que mucha gente creyó para tener su vivienda y quedó en la calle, sin nada. Sabía como iba a terminar y el tiempo me dio la razón. Los bancos, todos, grandes, medianos, chicos, quedaron en el medio de ese despojo que tantos dolores de cabeza todavía le provoca a muchas familias. No quería que, además, contaran con mi sonrisa. Esa fue la verdadera, y única razón de mi renuncia “.
Tarascones a la vida
La campaña, sorprendentemente extensa en el tiempo le otorgó una exposición sumamente redituable. Mientras protagonizaba esa comedia de enredos, la Claudia del Galicia trabajó incansablemente. Desde ese gran éxito que fue Estado de ira, a su Vicky Lauría, psicóloga en la tira Graduados (2012) o a la Miranda Bettini de Viudas e hijas de rock and roll (2014). En el interín participó en las dos temporadas de la miniserie El jardín de bronce, basada en la novela de Gustavo Malajovich. También anotó su nombre en la película La afinadora de árboles, de Natalia Smirnoff, en el ciclo Invocaciones con Fantasmatic Stanislavsky asi como en la excelente Tarascones. El 8 de enero estrena en el Multiteatro Comafi, de la avenida Corrientes, Paraanormales la pieza de Matías del Federico con dirección de Daniel Veronese.
Guarda un especial afecto por Tarascones con la que un elenco de talentosas actrices cumplió cuatro exitosas temporadas, inicialmente en el Nacional Cervantes, luego en salas comerciales y últimamente en cooperativa. ” En algún momento le vamos a encontrar el hueco para volver a hacerla. Las pelucas y la escenografía están muy bien guardadas”, afirma. ¿Qué hubiera opinado su personaje en la revulsiva obra de Gonzalo Demaría acerca de su decisión de plantar bandera? “Zulema es uno de esos seres que solo habla a partir de sus conveniencias. No tiene moral, ni ética, ni ideología. Seguro que habría estado en completo desacuerdo. Y me hubiera dicho, ‘Querida, andá y decile que te arrepentiste. Volvé a hacerlo, así me regalás ese whisky importado que tanto me gusta’ “.
Como cualquier hija de vecino (ella y su familia son originalmente de San Fernando) la macrisis le exigió resignaciones diversas, reacomodamiento de prioridades, a veces momentáneas, a veces permanentes, del círculo virtuoso del consumo. “Por ejemplo, ya no pude ir más a desayunar a ese bolichito precioso en la costa, cerca de mi casa. Y de ese modo, involuntariamente de mi parte, mi ausencia la paga el mozo que nos atendía, la camarera que prepara ricas cosas o el dueño que no junta el dinero necesario para pagar el alquiler. Y este hecho de mi vida cotidiana, también es aplicable al teatro. Sebastián Blutrach (dueño del teatro Picadero y presidente de los empresarios teatrales) contó que en 2018 se hicieron más funciones durante el año, pero con una reducción de público cercana al 30 por ciento. Y en este año teatral se repite el gráfico vigente en la distribución general de la riqueza: con tres o cuatro obras en la punta de la pirámide y, abajo, casi todos los demás tratando de sacar la cabeza, para no quedar sumergidos”, describe.
Respecto a su trabajo publicitario, reconoce la labor creativa de Martín Mercado y revela que algunas de las piezas que menos le gustaron (“Incluso hasta por cuestiones de género”) fueron las que más repercusión tuvieron. En cambio, otras que imaginó como de veloz aceptación se perdieron en la intrascendencia. Eso en él debe. En el haber incluye el privilegio de un trabajo continuado, la posibilidad de juntar algún dinero y el milagro -así lo expresa- de no haber quedado “recontra pegada” a la campaña publicitaria.
Es la política
Paola le cuenta a El Cohete a la luna que proviene de una familia radical, pero no gorila. En esa casa de “medio pelo, pero sin pretensiones”, cada mañana se leía Clarín. A su papá, de origen humilde y posteriormente recibido de médico ella lo acompañó a desafiliarse del radicalismo y posteriormente a fichar por el peronismo. “No tuve una juventud politizada. Diría que todo lo contrario. Quedé adentro del universo de los que pensaban que los políticos son todos lo mismo y, seguramente, en 2001, estuve en alguna plaza gritando para que se vayan todos. En el 2003 no lo voté a Néstor (Kirchner): algunos gestos suyos me gustaron, pero siempre con reticencias. Pero eso sí, con Cristina entré como un caballo. Me sensibilizó mucho lo que empezó a pasar a partir del conflicto con los dirigentes del campo. Le debo también a un programa como 678 la ayuda de empezar a ver más claro algunos paradigmas muy establecidos. Cuando Cristina terminó su presidencia extrañé mucho sus cadenas, tan criticadas, en las que expresaba con lucidez y de modo tan simple cosas tan complejas”, se sincera. Y añade: “Ahora soy peronista. Que significa saber más, que es acercarse a Leonardo Favio en Sinfonía de un sentimiento, leer a Arturo Jauretche, comprender la historia”.
En los años recientes tuvo apariciones públicas que dejaron en claro desde donde hablaba. Su archivo resiste con fotos en donde se la ve apoyando a Mariano Recalde cuando le tocó competir electoralmente con Horacio Rodríguez Larreta; repudiando la decisión del macrismo de volver al Fondo Monetario; con su marido, en la presentación del libro de Cristina Sinceramente.Y tantos pronunciamientos más. “Sí – acepta – en estos años tuve una vida pública muy activa. Pero sin choripán”. Actriz en plena actividad y evolución, no parece que su adhesión partidaria haya influido negativamente en su carrera. Aunque no descarta que, sin saberlo, haya estado incluída en una oscura lista de indeseables. Confiesa que en un par de entregas de premios (un Martín Fierro, en el Colón, embarazada de más de siete meses y en un Tato) la pasó mal. “En el teatro, me sentí como dentro de una emboscada. Y en el otro, (Jorge) Lanata intentó bajarme el precio mencionándome como ‘la gordita del Galicia’ ", recuerda.
“En esta pelea también la ligó mi pareja. Lo atacaron con el viejo yeite de vincular acciones militantes con algún tipo de ventaja económica “, explica. A Conrado Geiger (periodista, guionista, humorista, musicalizador) le pegó abajo un ejército de trolls. Lo acusaron de ser “tesorero de Madres de Plaza de Mayo” (colaboró en alguna ocasión con Abuelas de Plaza de Mayo en el programa cultural Música por la identidad en la que él y los músicos participaron ad honorem) y más descabellado todavía lo mencionaron como “alto ejecutivo del Banco Galicia, que ayudó a Máximo Kirchner en cuentas y plazos fijos que tenía en la entidad”. Nada verdadero.
Barrientos afirma que su interés por la política no la movilizó para el lado de tentarse con cargos o funciones. “Siento mucha admiración por esos generosos colegas que ocupan espacios en el gremio o en otros lugares que nos favorecen. Y siento enorme orgullo por lo que en estos años hizo el colectivo actoral al que pertenezco. Empezando por la labor de Actrices Argentinas, porque sostuvieron una línea de pensamiento y se hicieron cargo”, concluye.
Paola Barrientos termina de ensayar lo que será su próximo estreno, en el que compartirá el elenco con Gonzalo Suárez, el Marcos de la campaña, que, ahora con otra actriz, sigue animando los cortos del banco. Estamos en un bar, vecino al teatro, sobre la calle Corrientes. A la hora de liquidar la consumición , El cohete a la luna se adelanta y se hace cargo.
-Mirá que todavía tengo tarjeta del Galicia, avisa.
Nos reímos.
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