La calle

Sobre la muestra y nuevo libro de fotos de Rafael Calviño

 

Primero fue el ganado, dibujando senderos en sus caminatas. Después los pastores. Pero para la caída de Tarquinio el Soberbio en el siglo VI AC, los caminos etruscos que unían Volci con Tarquinia y Caere con Roma ya se habían transformado en vías importantes. En nuestro país, el Malón Grande integrado por Catriel, Pincén, Renquecuá y Baigorrita, comandado por el cacique Calfucurá, arrasó en 1875 con 400.000 cabezas de ganado de Tandil, Azul, Tapalqué y Alvear. Reunieron el lote en Carué para luego llevarlas al oeste y venderlas en Chile. El gigantesco arréo marchó a través de las denominadas “Rastrilladas”, caminos que cavaba el ganado en su andar, horadando el suelo de la pampa. Hoy, sobre ellos reposan, asfaltadas, algunas de las rutas por las que transitamos.

Salvo escasas excepciones, las ciudades de la Argentina no fueron fundadas sobre ninguna memoria previa dibujada por el tiempo, como lo eran Vías Sacras y Rastrilladas. Fueron creadas de la nada y ordenadas según un diseño español, en cuya plaza comparten hasta hoy jerarquía el poder militar, civil y religioso. Buenos Aires misma fue fundada sobre esa amnesia. Y es de esa amnesia de la cual nace.

Será por eso que La calle, de Rafael Calviño, se me hace un ensayo fotográfico tan especial, ya que pone en valor del “no lugar” más presente en la vida de nuestra ciudad: ese espacio común, que es todos y de nadie al mismo tiempo, cuyo retrato cambia continuamente y que Calviño asume como el sujeto de un peregrinar por la ciudad que realizó entre los años 2001 y 2004 en busca de estas imágenes.

El paseo por nuestras calles que propone Calviño se inicia con un busto de la República envuelto en una bandera argentina y sigue con una enorme bandera desplegada en pleno centro por gente de carne y hueso.

 

Calle Defensa, San Telmo, Buenos Aires. Julio de 2001. Foto: Rafael Calviño.

 

Diagonal Norte y San Martín. Foto: Rafael Calviño.

 

Es como si Calviño quisiera reafirmar de entrada que es de la República de lo cual hablan sus fotografías y que nosotros somos esa República. Después hay otras fotografías: la soledad de los peatones, la soledad de un automóvil tras las rejas o la de una cuna de hospital vacía.

 

Moreno y Piedras, abril de 2003. Foto: Rafael Calviño.

 

Buenos Aires, junio de 2002. Foto: Rafael Calviño.

 

Museo del Inmigrante, septiembre de 2002. Foto: Rafael Calviño.

 

Aunque esta soledad no parece resultar suficiente a la indagación de Calviño y entonces agrega fotografías extremadamente simbólicas como la de un retrato de un Presidente tirado a la basura, multiplicando aún más las preguntas.

 

Correo Argentino en el Barrio de Belgrano agosto de 2004. Foto: Rafael Calviño.

 

Está claro que la calle, sitio de encuentros y desencuentros argentinos, parece representar para Rafael Calviño mucho más que un sitio físico y se revela en este ensayo como una excusa para intentar reavivar aquella amnesia fundacional a la cual me refería. Es el olvido y la ausencia presente en cada fotografía lo que hace de este trabajo uno de los más misteriosos y personales que se hayan realizado durante los últimos años en el fotoperiodismo argentino.

Aunque hay algo más. Esta indagación en imágenes sobre una época de crisis pretérita, cobra un nuevo sentido merced al tiempo negro en que se encuentra hoy la Argentina. Y este salto temporal, al tiempo que la vigencia de las fotografías, aquello que vuelve a La calle un ensayo doblemente actual y doblemente político. Por un lado, las imágenes pretéritas intentan recordar y reparar amnesias. Por otro, reiteran dolores y hasta explican conceptos actuales.

Hay una fotografía, entre muchas, que puede ilustrar esto último. Se trata de un afiche donde se ve a una pareja mirando cuadros en una galería de arte. Delante, en primer plano, duerme una persona en situación de calle. Por una parte esta fotografía se vuelve eterna en una Buenos Aires que repite desde siempre y hasta ahonda cada vez más las diferencias sociales. Por la otra, nos remite al concepto de condición de clases y explica, sin eufemismos, la naturaleza y la razón de un concepto como el de “la grieta”.

 

Estación de subte Uruguay, 20 de diciembre de 2001. Foto: Rafael Calviño.

 

Está claro que ninguna de estas fotografías es gratuita, como tampoco la de una fina mujer que mira la villa desde un anuncio publicitario o el velo que tapa una representación de la Plaza de Mayo. Este rompecabezas está armado con precisión y pone en evidencia el tiempo oscuro que vive hoy la Argentina. La prueba está en que termina donde empieza: con la Casa de Gobierno, con la República. Aunque esta vez lo que Calviño retrata de ella no es su busto, como en la primera fotografía de la serie, sino una manguera de bombero húmeda y zigzagueante saliendo de la puerta, que asemeja una culebra saliendo del nido. Un símbolo claro y suficiente.

Algo más. La modernidad directa y sencilla de este ensayo no sólo está ligada a la personalidad de este gran fotógrafo argentino que ha unido siempre trabajo, humildad y compromiso político, sino que se enlaza con la forma en que Calviño planificó la edición del libro inminente que lo recoge. Al igual que el espacio de la calle que fotografió Rafael Calviño, la edición de su libro también tendrá forma comunitaria. La cosa es así: uno puede entrar a la siguiente página y allí encontrará la manera de comprar anticipadamente ejemplares de su obra idea.me/lacalle. El libro será editado con esos fondos reunidos por la editorial Plata Negra. Apúrense, el plazo para tener ejemplares numerados y firmados por el autor a precios únicos vence a fin de mes.

 

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