La avaricia en tiempos de pandemia
Conexiones entre la crisis sanitaria y las desigualdades del presente
En todos los tiempos y las culturas, la avaricia, ese afán insaciable por acumular riqueza sin límites, ha sido objeto de críticas y sanciones, pues genera comportamientos predatorios que derivan en el empobrecimiento de los unos por los otros y en el caos social. El drama griego del rey Midas de Frigia sintetiza la destrucción engendrada por esta forma de codicia. Cuenta la leyenda que, no contento con la enorme riqueza que tenía, el rey le pidió a un dios que le concediera el don de convertir en oro todo lo que tocaba. Satisfecho su ruego, el rey Midas descubrió que su deseo lo conducía a la muerte por inanición, porque al tocar los alimentos los convertía en oro.
Tiempo después, Aristóteles se refería al rey Midas para señalar la esencia ridícula de una riqueza que, a pesar de su abundancia, no podía salvar al ser humano de la muerte por el hambre. Por ese entonces, la filosofía griega discutía la índole del dinero y de la riqueza monetaria. Creados para satisfacer las necesidades más inmediatas de la vida, se convirtieron mágicamente en un fin en sí mismo, en objeto de deseo insaciable. Más tarde, los romanos aludirían a la naturaleza fantasmagórica del dinero, utilizando la metáfora del agua del mar: cuanto más se bebe, más sed se tiene.
Así, desde tiempos muy remotos la acumulación de riqueza y dinero sin límite estuvo asociada a la destrucción de la vida, tanto de los individuos como de las sociedades. Mucha agua ha corrido desde ese entonces, y hoy nos encontramos en un mundo donde esta acumulación configura el imperativo categórico que rige a las relaciones sociales a lo ancho y a lo largo del planeta. Impuesto con fuerza de ley, este imperativo también penetra en las subjetividades de un modo subliminal. Su iridiscencia oscurece el peligro de muerte y de desintegración social que conlleva. La búsqueda de cooperación y reciprocidad social, que desde tiempos inmemoriales han puesto límite a la voracidad humana, se esfuma cual pluma al viento. La pandemia, sin embargo, ha logrado penetrar esa oscuridad e impone la reflexión sobre el significado de la vida en el actual contexto social y geopolítico.
India: la irracionalidad de un capitalismo en crisis
El drama que hoy vive la India conecta su crisis sanitaria con los conflictos locales y geopolíticos del presente. Con una historia y una cultura milenaria, la India responde por el 60% de la producción mundial de vacunas contra el Covid-19. Desde el inicio de la pandemia ha jugado un rol fundamental en esta función. Su gobierno, sin embargo, ha privilegiado la exportación de estas vacunas a la inoculación de su población y ha dado prioridad a la campaña electoral en curso, minimizando las medidas de prevención y desdeñando todo plan de centralizar la lucha contra la pandemia. El colapso del sistema de salud, el enorme mercado negro de insumos, remedios y vacunas y la desarticulación de la producción de vacunas fogonearon un crecimiento exponencial de infectados y muertes diarios.
El Primer Ministro, Narendra Modi, ha pedido ayuda inmediata a los Estados Unidos y a las potencias europeas. También le ha requerido a Twitter y a otros monopolios tecnológicos norteamericanos que censuren la opinión de sus rivales políticos y las críticas a su manejo de la pandemia (apnews.com, 24/04/2021; zerohedge.com, 25 y 29/04/2021). Todos sus pedidos fueron concedidos. La India integra la masa continental más grande del planeta, Eurasia. Junto con Japón, Corea del Sur y Australia, constituye un caballo de Troya en un territorio liderado por China y Rusia y forma parte de las alianzas impulsadas por ambas potencias para integrar a la región.
Alimentos: concentración y digitalización de su producción
La presión mundial para que Estados Unidos libere las patentes de las vacunas y facilite su producción en varios países ha desatado la cerrada oposición de las corporaciones farmacéuticas. Lideradas por Bill Gates, buscan preservar las patentes y el poder monopólico sobre la producción y distribución de las vacunas. Las definiciones explícitas del fundador de Microsoft contradicen el halo filantrópico que ha cultivado hasta ahora. También son coherentes con la caracterización que hiciera de él un juez que intervino en un litigio contra las prácticas monopólicas de esta corporación tecnológica, para quien el magnate tendría “un concepto napoleónico de sí mismo y una voracidad que deriva del poder y del éxito absoluto” (juez Thomas Penfield Jackson, abcnews.go.com, 07/01/2006; zerohedge.com, 27 y 28/04/2021).
Con una enorme fortuna dispersa en diversos rubros y sectores, Bill Gates encarna la acumulación sin límites de riqueza y poder por parte de una pequeña elite de mega corporaciones tecnológicas. Hoy es el principal latifundista de los Estados Unidos y con fuertes inversiones en Bayer y otras corporaciones transnacionales se ha convertido en el adalid de la cuarta revolución industrial propugnada por el Foro Económico Mundial para “salvar” al capitalismo de la crisis actual (wef.org, 2020-2021). Gates busca digitalizar rápidamente a las cadenas de valor global de la producción de alimentos. Esto significa la fusión de las corporaciones de agronegocios, que tradicionalmente han controlado a estas cadenas, con los monopolios tecnológicos que dominan la cosecha de datos, su procesamiento, almacenamiento y monetización al infinito. Esta fusión implica un avance de la concentración de la propiedad privada y del control sobre un recurso mundial estratégico: los alimentos. Además de acaparar tierras, agua, rentas y riqueza acumulada, un pequeño núcleo de mega monopolios también puede controlar la biodiversidad y el hábitat del planeta.
La contracara de estos fenómenos reside en la pérdida de control de los individuos y de los Estados nacionales sobre la seguridad alimentaria y la sustentabilidad del medio ambiente. Estas circunstancias explican el crecimiento de un movimiento de organizaciones de base, a nivel nacional e internacional, que puja por desarrollar una producción agroecológica que ponga límites al poder de los mega monopolios que controlan la producción global de alimentos, sus insumos químicos, su tecnología y su comercialización (IPES-food.org, 30/03/2021; nakedcapitalism.com, 27/04/2021).
Precios de los alimentos, crisis económica global y protesta social
La guerra comercial con China, la pandemia y la parálisis de la economía global han provocado dislocaciones en las cadenas de valor global y desatado tendencias inflacionarias a nivel global. En este contexto, la especulación con derivados (activos financieros que derivan su precio de otros activos) basados en el precio de commodities vinculados a la producción de alimentos, adquiere una importancia crucial, tanto por la acumulación sin límites de riqueza, rentas e ingresos globales que esto implica como por su incidencia sobre los conflictos sociales existentes y la propia estabilidad financiera internacional.
Jim Reid, analista del Deutsche Bank, advirtió esta semana que el índice de precios agrícolas de Bloomberg (Bloomberg Agriculture Spot Index) ha crecido un 76% en el último año, el mayor crecimiento en una década, con sólo dos episodios comparables desde el origen de la serie en 1991 (zerohedge.com, 17/12/2020 y 27 y 28/04/2021). El último episodio de suba abrupta de los precios de los alimentos ocurrió entre mediados de 2010 y principios de 2011 y coincidió con el inicio de la una protesta social que cundió como reguero de pólvora en Medio Oriente. Conocida como la “Primavera Árabe”, hoy se sabe que fue fogoneada por grupos vinculados a los servicios de inteligencia norteamericanos con el objetivo de producir “cambios de régimen” favorables a los intereses estadounidenses en la región. También se sabe que buena parte de la volatilidad de los precios de los alimentos en ese periodo se debió a la actividad especulativa con derivados basados en los precios de los commodities agrícolas. Poderosos fondos de inversión y de pensión y bancos de inversión fueron los principales protagonistas de ese desbarajuste (Food commodities speculation and food price crisis, United Nations special rapporteur on the rights for food security, septiembre 2010).
Una década después, la cantidad de transacciones vinculadas a la especulación con derivados basados en precios de los productos agrarios ha aumentado notablemente. Este tipo de especulación sigue siendo totalmente desregulada. La Reserva Federal ha asegurado que mantendrá durante los próximos dos años su política de facilitación monetaria con tasas de interés bajas, que hemos analizado en otras notas. También admite que una “inflación transitoria” puede ser aceptable. Sin embargo, poco puede hacer para corregir la desarticulación de las cadenas de valor global y la posibilidad de un desborde inflacionario generalizado. En este contexto, la suba del precio de los alimentos puede ser un problema serio, incluso para los países centrales, pues la pandemia ha provocado un gran empobrecimiento de su población. Hoy hay más de 16 millones de norteamericanos viven de los subsidios por desempleo (zerohedge.com, 28/04/2021).
Sin embargo, el problema es mucho más serio en las economías emergentes donde la pobreza ha adquirido características alarmantes. Se complica aún más en países que, como el nuestro, están seriamente endeudados y dependen de exportaciones agropecuarias y agroindustriales para conseguir las divisas necesarias a fin de saldar los compromisos de la deuda externa.
La ofensiva contra el gobierno nacional
En la Argentina, desde que asumió el gobierno nacional, la ofensiva para desestabilizarlo ha estado expuesta a plena luz del día. Con el avance de la pandemia, la misma ha aumentado en intensidad apuntando a la línea de flotación del proyecto oficial y del Frente de Todos: la salud, los precios/abastecimiento y el tipo de cambio.
El intendente de la Capital Federal sigue sin controlar las restricciones a la circulación impuestas por el gobierno nacional y continúa empecinado en mantener la escolaridad presencial, aunque las estadísticas muestren que hay cada vez mas niñxs infectadxs, y las cepas del virus con mayor circulación en su territorio son las más contagiosas y letales. Mientras los dirigentes de la oposición llaman a la desobediencia civil, el fiscal general y los jueces amigos intervienen apretando públicamente a jueces para que operen a favor de los negociados y los fines políticos del macrismo. En este contexto, pareciera que la Corte Suprema de Justicia se va a definir a favor de Horacio Rodríguez Larreta, lo cual intensificará el conflicto de poderes. El Presidente, Alberto Fernández, adelantó que enviará al Congreso un proyecto de ley para establecer “criterios científicos claros y precisos” que lo faculten a él y a los gobernadores a tomar “restricciones durante esta situación excepcional”. Trasladó así al ámbito político la disputa que Larreta llevó inicialmente a la cueva del lawfare. Parece difícil que esto atenúe el embate de la oposición, que es un monstruo que tiene varias cabezas.
Una de ellas: las corporaciones que controlan los servicios de Internet, cable y celulares, siguen en abierta rebelión aumentando a piacere las tarifas, sin acatar las directivas del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), que las desautorizó, avisando que “habrá muy pocos aumentos para los que más consumen” y que les dio 30 días para cumplir el servicio de Prestación Básica Universal (PBU) que “atiende a ciudadanos en la indigencia” (Página/12, 30/04/2021). La falta de sanciones ha enardecido un incumplimiento que viene de lejos y expone lo poco que importa la pobreza extrema en el país.
Lo mismo ocurre en el ámbito de los precios de los alimentos: se estima que han crecido 5.1% en abril. Las medidas oficiales de control de precios son saboteadas de diversas maneras. La reciente actualización del salario mínimo, vital y móvil no ha tenido en cuenta los aumentos de precios ya ocurridos y se encuentra cada vez más lejos del monto que el propio Estado reconoce como necesario para no caer en la pobreza y en la indigencia. En el primer trimestre de este año ha continuado el deterioro de salarios y jubilaciones, lo cual permite el ajuste silencioso del gasto fiscal que tanto ansía el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto, sin embargo, no ha servido para controlar la remarcación de precios. La angurria por ganancias ilimitadas continúa siendo el norte de los monopolios en el país.
El aumento fabuloso de los precios de los commodities ha inducido a los exportadores a liquidar sus divisas, pero buena parte de las mismas fueron utilizadas para contener al tipo de cambio: en lo que va del año, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) compró cerca de 3.500 millones de dólares al sector privado y sólo quedaron 800 millones de dólares en las reservas. La corrida cambiaria pende de un hilo. Únicamente la detiene la disposición de los exportadores a liquidar la cosecha de este año. Esta buena voluntad busca aprovechar rápidamente el aumento de los precios internacionales de los commodities agrícolas, pero la situación cambiará en los meses siguientes, cuando no haya más cosecha que liquidar. El gobierno, y el país, están cautivos de la voluntad de estos sectores.
Por otro lado, la renovación del contrato de gestión de la Hidrovía del río Paraná –postergada por tres meses– presenta una oportunidad única de cambiar las formas de gestión y control de una vía por la que pasa el 80% de las exportaciones del país. Mientras esto no ocurra, y no haya control de lo que sucede en los puertos privados, difícilmente se podrá evitar que el país pierda divisas y que la corrida cambiaria no esté a la vuelta de la esquina.
Hoy la vida y el hambre son los principales problemas del país, y es necesario visibilizarlos en todas las medidas que se toman. Esto permitirá generar conciencia colectiva sobre las causas del drama que vivimos y respecto al rol que cada uno juega en el mismo.
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