La Argentina y el Boca-River global
El procesamiento de Paolo Rocca, simultáneo a la liberación de Mindlin
El encuentro del G20 busca elaborar consensos para un desarrollo equitativo y sustentable en el mundo. Es sin embargo la fachada burocrática e inoperante de una estructura de poder rabiosamente violenta que engendra en el mundo creciente desigualdad social y económica, corrupción, crisis de legitimidad institucional, contaminación ambiental y agotamiento de recursos no renovables indispensables para la vida humana.
A su vez, la debacle que impidió jugar la final entre Boca y River por la Copa Libertadores de América desnuda la brutalidad de un sistema represivo caóticamente ineficiente, el canibalismo entre dos rivales en búsqueda de gloria y de enormes ganancias económicas, y la existencia de una mafia corrupta y violenta enquistada en un deporte popular con abierta complicidad de los dirigentes y de las instituciones.
Estos dos eventos, simultáneos pero independientes, contribuyen a desnudar a una estructura de poder que trasciende las fronteras territoriales. Un Minotauro insaciable de poder y dinero que, utilizando la violencia descarnada, socava su laberinto, corrompe y violenta a las instituciones, las políticas y los conflictos y crea en el mundo las condiciones para una conflagración de consecuencias imprevisibles.
Ambos eventos, totalmente desconectados, ocurren casi simultáneamente en un país gestionado por el FMI y asediado por la recesión, el desempleo creciente, la inflación galopante, una política monetaria encerrada en el circulo vicioso del carry trade, la corrida cambiaria y el crecimiento exponencial de la deuda, tanto interna como externa. Este es el marco donde un gobierno incapaz de garantizar la seguridad de un partido de futbol concreta otro episodio del drama que viene protagonizando desde hace tres años. La inserción del país en el mundo, atado de pies y manos al control geopolítico de los Estados Unidos.
El FMI ha elogiado al gobierno por la aprobación en el Congreso del presupuesto del Ajuste y por los logros obtenidos en el ultimo mes con la nueva política monetaria. Sin embargo, la situación económica está lejos de haber sido controlada. Persisten las altísimas tasas de interés y la inminencia de una corrida cambiaria. Al mismo tiempo, continúa la transferencia a los precios de la devaluación y del costo de las tarifas y combustibles dolarizados. Así, la inflación no ha sido doblegada, se profundizan las demandas de los más perjudicados por estas políticas y empiezan a escucharse las voces de protesta de sectores representativos de los grupos económicos mas concentrados, tanto de la industria como del campo. Poco tiempo atrás, el presidente de la UIA advertía al gobierno respecto a los límites del apoyo de esta entidad a la política oficial (Bae.com 88 2018). Hoy su vicepresidente advierte que votar la continuidad de este gobierno en las próximas elecciones es condenarse al suicidio (Clarín.com 23 11 2018). También, hace muy poco, un exponente de uno de los grupos más concentrados del sector agropecuario condenaba sin ambages al gobierno de CFK. Hoy matiza sus criticas, solo dispara contra el entorno de CFK, critica la “mala calidad de este gobierno” y postula la posibilidad de su apoyo a un futuro gobierno K a condición de que esta tenga “un entorno de buena calidad.” (Lpo.com 24 112018)
Estos son solo algunos indicios de un clima empresario en ebullición. A esto se suma el reciente procesamiento de Paolo Rocca en la causa de los gloriosos cuadernos de la corrupción empresaria. Presidente del grupo Techint, líder mundial en la producción de caños sin costura y líder en la producción local de gas y petróleo no convencional, Rocca es seguramente el referente empresario mas importante del país. El procesamiento de Rocca echa leña al fuego de una investigación iniciada sobre las supuestas prácticas corruptas de este grupo por la Comisión Nacional del Mercado de valores de los Estados Unidos (Securities and Exchange Commission) y abre un interrogante sobre su posible derivación en sanciones financieras en ese país, en limitaciones al acceso de financiamiento internacional y en juicios de accionistas debido a la caída del valor de las acciones de las empresas de este grupo en Wall Street. Solo en el mes de noviembre el valor de una de las empresas, Tenaris, cayo en un 15.9%, mientras que otra, Ternium, cayó un 10.5%. Esto, sumado a las investigaciones iniciadas hace un tiempo en Italia y en Brasil por sobornos en la obra pública, configura un panorama de incertidumbre sobre el futuro de este grupo económico.
Hay, sin embargo, algo más. La imputación de Rocca se dio simultáneamente con la liberación de toda sospecha dolosa en relación a otro magnate del área energética local estrechamente asociado al presidente Macri y a su familia, Marcelo Mindlin. Estas y otras parcialidades abren un interrogante sobre los verdaderos designios de los gloriosos cuadernos de la corrupción empresaria. Un tufillo sugestivo de maniobras intencionales comienza a invadir la coyuntura política y toma cuerpo la posibilidad de una maniobra destinada a barajar y dar de nuevo en el seno de la patria contratista, en circunstancias en que la gestión económica del país esta en manos del FMI y el Estado Nacional parece cada vez más maniatado al campo geopolítico de los Estados Unidos. En este contexto, algunos de los conflictos que agitan a la coyuntura internacional, y que se expresan en el G20, contribuyen a hilvanar los acontecimientos que vive nuestro país en una trama de poder que los trasciende.
El G20 y los principales conflictos mundiales
Desde hace décadas, la expansión mundial de grandes corporaciones multinacionales norteamericanas a través de cadenas de valor global dominadas monopólicamente tuvo como consecuencia una integración de la producción y de las finanzas mundiales a niveles inéditos en la historia de la humanidad. La contracara de estos fenómenos ha sido la dislocación de los procesos productivos a nivel local y el deterioro de la autonomía de los Estados Nacionales para decidir políticas especificas dentro de sus propios territorios.
Por otra parte, este desarrollo del capitalismo global monopólico ha sido posible gracias a la fuerte intervención del Estado norteamericano en la economía impulsando una industria de guerra y la tecnología de punta asociada a la misma. Hoy este fenómeno es cada vez mas visible a través de la expansión militar norteamericana y la consolidación de un estado de guerra permanente en diversas partes del planeta, y especialmente en aquellas regiones con reservas de recursos no renovables de importancia estratégica para la acumulación del capital.
En este contexto se reúnen los jefes de Estado de las veinte naciones que en conjunto representan mas del 80% del PIB mundial. Esta reunión estará dominada por la incipiente guerra comercial entre los Estados Unidos y China, impulsada por los Estados Unidos con el fin de controlar el desarrollo de la tecnología de punta en China y su aplicación al desarrollo militar. Ocurre, sin embargo, que las principales corporaciones tecnológicas norteamericanas tienen fuerte presencia en la economía china e intentan avanzar en el control del espacio y de las finanzas de este país. La aplicación por parte de Estados Unidos de tarifas a las importaciones chinas termina eventualmente perjudicando a grandes corporaciones tecnológicas que originan en China una parte sustancial de su producción que luego es exportada como partes, componentes o productos terminados a los Estados Unidos y a otros países del mundo. La interpenetración de la economía china y la norteamericana en áreas sensibles es tan grande que ha llevado las autoridades chinas a advertir al gobierno norteamericano que la guerra comercial desatada no puede tener ganadores y conduce a la destrucción del planeta. (Reuters.com 27 11 2018 zerohedge.com 28 11 2018.) Esta advertencia china no puede ser escuchada por un gobierno que, conjuntamente con sus fuerzas armadas, está empeñado en equiparar la seguridad nacional del país con la ruptura de la dependencia de la industria de guerra norteamericana de líneas de abastecimiento y cadenas de valor estrechamente interrelacionados con la economía de un país enemigo, en este caso China. (Defense.gov executive order 13806, septiembre 2018.) A esto se suma la critica del Pentágono y del gobierno a la cooperación tecnológica de grandes corporaciones norteamericanas con empresas chinas, situación que haría posible el robo de información tecnológica.
Así, el gobierno norteamericano llega al G20 esgrimiendo una agresiva política comercial en contra de China, que no solo amenaza con distorsionar el comercio mundial, sino que amenaza también al valor de las acciones tecnológicas y por esta vía, al mercado de acciones estadounidense, y también mundial. Trump ha sumado ahora otro conflicto significativo, esta vez con dos íconos del empresariado norteamericano, General Electric y General Motors. (Zerohedge.com, 26 y 27 11 2018.) Seriamente dañadas por el peso de su deuda corporativa y el crecimiento de las tasas de interés, estas corporaciones han anunciado su reestructuración y el cierre de varias fábricas en el interior de los Estados Unidos, con la consiguiente generación de desempleo. Esto contraviene las promesas electorales en contrario de Trump y anula los beneficios otorgados a las corporaciones por su gobierno a través de la quita de impuestos y la repatriación de fondos financieros en paraísos fiscales. Esto preanuncia la multiplicación de conflictos similares, en un mundo corporativo altamente endeudado, amenazado por la implosión de las burbujas de acciones y bonos y al borde de una recesión. Como si esto fuera poco, el Trump que asiste al G20 es un presidente jaqueado por la ofensiva de un golpe blando que, con distintos motivos, intenta destituirlo. Es pues un Trump que fuga hacia adelante y a través de un endurecimiento de la política internacional busca consolidar el poder geopolítico del país y afianzarse internamente para buscar la renovación de su presidencia en 2020.
Esta situación se da en un contexto internacional caracterizado por la competencia creciente entre países y corporaciones por la apropiación de recursos naturales no renovables (especialmente gas y petróleo) y por el control de sus líneas de abastecimiento y sus mercados. Este conflicto permea todas las relaciones internacionales y es responsable por un estado de guerra permanente en el Medio Oriente, por la proliferación de países inviables y por la continua convulsión militar en países con grandes reservas de hidrocarburos. Asimismo, este conflicto contamina la relación entre Estados Unidos, Europa y Rusia. Esta última ha emprendido la construcción de dos gasoductos que tienen por destino final distintos países europeos. Uno de estos gasoductos, el Nordstream 2 tendido por el fondo del mar Báltico, asegura la provisión gas licuado a Alemania y a Europa del norte. El otro, Turkish Stream, ha sido tendido a través del Mar Negro y une a Rusia con Turquía (país perteneciente a la OTAN). Desde allí pretende abastecer al sur de Europa. Los Estados Unidos han intentado obstaculizar estos proyectos con el objetivo de captar el mercado europeo para su propia producción de gas natural licuado. Para ello han utilizado todo tipo de presiones y sanciones contra Rusia, Alemania y otros países europeos (Wsj.com 26 11 2018, bloomberg.com 16 11 2018). Asimismo, los Estados Unidos se han valido de Ucrania, que teme perder ingresos por el tránsito de gas ruso, para acicatear a Rusia con una presión militar creciente que ha desembocado últimamente en un incidente militar y en la captura de tres barcos de Ucrania por parte de Rusia en el estrecho de Kerch.
Además de estos conflictos, existen otros que se relacionan con el rol del dólar como moneda internacional de reserva, y con el SWIFT como sistema internacional para las transacciones, un sistema dominado por los Estados Unidos, que lo utiliza para sancionar a los países, corporaciones e individuos que, ya sean aliados o enemigos, no aceptan el control norteamericano. Existen además conflictos que surgen del intento de ciertos países con gobiernos populistas de derecha de resistir políticas emanadas de los Estados Unidos y de la propia Comunidad Europea. Esta amplia gama de contradicciones y conflictos también contribuye a configurar una coyuntura mundial dinámica y conflictiva.
La Argentina frente a los principales conflictos
El gobierno de Macri ha hecho todo lo posible por atar al país de pies y manos a la esfera geopolítica de los Estados Unidos. La Argentina es un país rico en recursos naturales. Es además la segunda reserva mundial de gas no convencional y la cuarta de petróleo también no convencional. Esto, entre otras cosas, explica el interés norteamericano por aumentar su presencia en esta región y por tener participación decisiva en el desarrollo de Vaca Muerta y otras áreas vinculadas a la explotación de hidrocarburos. De ahí el financiamiento otorgado recientemente por el gobierno norteamericano a través de la OPIC (Overseas Private Corporation) para el desarrollo de inversiones destinadas a la producción y transporte de gas y petróleo no convencional en nuestro país. (Bae.com 28 11 2018.)
Sin embargo, la presencia del FMI en el país y su política de ajuste no son sostenibles en el tiempo y el gobierno que surja de las elecciones de 2019 recibirá una herencia de hierro. También tendrá la posibilidad de buscar mayor autonomía del campo norteamericano explotando las contradicciones y conflictos que prevalecen en el mundo y buscando multiplicar las alianzas con países y regiones nuevas. De ahí la importancia de articular el consenso de distintos sectores sociales en torno a la formación de un frente amplio de unidad nacional contra el ajuste y de apoyo a un proyecto de país inclusivo e integrado a nivel nacional. En este camino dos objetivos tienen que tener prioridad. Por un lado, la desarticulación del poder monopólico ejercido por distintos grupos económicos locales sobre áreas económicas de importancia estratégica para el país. Por otro, el empoderamiento del ciudadano de a pie a través de su organización y participación en la discusión de políticas y en el control de la gestión de sus representantes en todos los niveles de la actividad social. Esto implica cambiar drásticamente las reglas del juego que han prevalecido desde hace décadas en la Argentina. Implica encaminar al país en un sendero de acumulación de fuerza con el objetivo de cortar definitivamente el nudo gordiano que impidió sistemáticamente el crecimiento económico con inclusión social e integración nacional.
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