LA AMENAZA FANTASMA

La alternativa al juego de pinzas del país hecho trizas y la dolarización

 

Distintos estudios académicos encuentran coincidentemente que la tasa de interés real (tasa nominal a la que se le descuenta la inflación) promedio anual de largo plazo en las economías capitalistas orilla el 6%, con desvíos muy acotados. La tasa de interés que el Banco Central paga actualmente por las letras que coloca con vencimiento semanal, anualizada en términos reales (suponiendo 45% de inflación para el año) es alrededor de treinta veces el del promedio histórico. Esa es la distancia que separa la sinrazón de la normalidad. No obstante, a favor de la movida se argumenta que es por muy corto tiempo (¡seis meses!). Luego, dicen, bajará a un nivel aceptable. Se olvidan de aclarar que para las pocas empresas que queden en pie. Tanto ese planteo como su cometido de crecimiento cero de la base monetaria, se encuentran particularmente desafiados hasta la derrota por el viejo e inevitable conocido del interés compuesto. Atendiendo la propia lógica de este plan, si no capitalizan el dinero obtenido por el insólito rendimiento financiero, el monto ganado se vuelca al circuito y otra vez estamos en la misma. El aprendiz de brujo está tomando sus primeras lecciones.

Todo sea para que el símbolo de la cotización imparable del dólar no dé a conocer lo que verdaderamente simboliza. Lo que determina que el gatomacrismo haga esto porque no puede hacer otra cosa. Lo que le imponen su ideología (falsa consciencia) y el núcleo duro de la coalición política que lo depositó en el gobierno. Ambas necesidades sustancian la histórica idea fuerza de los liberales reaccionarios argentinos: el mercado interno (los salarios) están sobredimensionados por el atavismo populista. Es menester abatirlos. No saben hasta dónde, ni les importa.

Cuando se cruzan con la realidad, se ven obligados a endeudarse externamente porque con la apertura indiscriminada rompen un sistema de producción sin que el reemplazo acontezca. Y deberían tomar nota de que no puede aparecer, si se hicieran cargo de lo que tanto declaman sobre el predominio del mercado. El salario es el mercado. Menos salario, menos mercado. Vaciaron de contenido verídico su propio slogan para llenarlo con el deseo de la conciencia del negrero.

 

 

Lo cierto es que con las exportaciones más o menos constantes cada vez necesitan más dólares para importar lo que se ha dejado de producir. Es por eso también que siempre bregan por achicar el Estado. Menos Estado es menos gasto interno y por lo tanto menos importaciones. En ese ínterin, para aminorar un endeudamiento con perspectiva de impagable, procuran inversión externa directa (IED), pero ésta les esquiva porque librecambio e inversión externa son incompatibles. Únicamente es posible hacerlos congeniar cuando algún gran mercado por cuestiones geopolíticas acepta comprar lo que produce la eventual factoría de bajos salarios. No es nuestro caso. Más y más deuda entonces, hasta que el acreedor observe que es temerario seguir con la operación o el mercado global ofrezca rendimientos más seguros.

Ahora llegó la temporada en que la balanza de pagos acusa el golpe de las dos causas que frenan el crédito externo actuando de consuno y el mercado de cambios queda al rojo vivo. Ningún artilugio financiero puede arreglar esta encrucijada causada por importar más de lo que se exporta, aunque esto ocurra cada vez que la situación es propicia desde 1976. Antes de esa fecha los liberales se tenían que acomodar a la situación, porque el orden de Bretton Woods desde que comenzó a regir en 1944 tenía inhibido el movimiento internacional de capitales financieros privados. Ese orden cesó definitivamente en 1973. Las enseñanzas de la entreguerra, sabiamente recogidas para esa disposición inhibitoria, se perdieron en el tiempo y no se han vuelto a recuperar pese a la sucesión de crisis en la periferia. Lo que quedó es el FMI. Así vamos y estamos.

 

Dolarizar

El disparate del nivel alcanzado por la tasa de interés objetiva la gran profundidad y extensión de la crisis política por la que estamos atravesando. Seguirá hasta que la sucesión devenga ineluctable. Qué tan efectiva resulte es cosa del porvenir que nadie tiene comprado. Mientras tanto, la irrealidad campea entre medios y fines y asoma el fantasma de la hiperinflación. Llovido sobre mojado, se hace presente Domingo Felipe Cavallo para tratar de conservar lo que estropea el interés nacional. Propone en su blog recurrir a “un sistema bi-monetario” al estilo peruano, “en el cual la moneda local compite con el dólar y eventualmente le gana la batalla”.

En respaldo a su propuesta sugiere que “el gobierno preste atención a la valiosa opinión de Guillermo Calvo, quien acaba de responder un muy buen reportaje en El Mercurio de Chile.” En dicho reportaje (28/09/2018) Calvo, asesor del gobierno todavía en las sombras, manifiesta respecto del acuerdo con el FMI que "deja demasiadas dudas abiertas" y teme que el aumento del desempleo que genera “lo eleve hasta niveles que sean políticamente insostenibles”. Estima que la dolarización “es una alternativa que hay que pensar seriamente, pero a futuro“, debido a que “hoy no tendría apoyo político”. De todas formas, “la dolarización es una alternativa […] si no se puede alinear las variables de una manera más convencional". El reportaje es una explicación de por qué las variables no se pueden alinear “de una manera más convencional”. Es la única certeza que Calvo infiere de las “demasiadas dudas abiertas” por el programa del FMI.

La dolarización que Cavallo alienta se presenta como la competencia mano a mano del dólar con el peso, en la que nuestra moneda gana la partida. Para vestir su tesis, Cavallo acude al arcón geopolítico. Apunta que “el gobierno argentino debería aprovechar el objetivo de los economistas conservadores de los Estados Unidos, que predominan en el entorno de Trump, de consolidar el rol del dólar como moneda global, para convencerlos que les conviene ayudar a la Argentina a organizar un buen sistema bi-monetario”. El argumento que propone recala en la amenaza de la alternativa, puesto que “de otra forma, se corre el riesgo de que un futuro gobierno reintroduzca controles de cambios y busque el apoyo de China en lugar de seguir integrado al sistema monetario y financiero global”.

 

El Peligro Chino

La premisa de Cavallo es completamente fatua ni bien se rasca un poco la superficie de los hechos. El semanario norteamericano Politico (04/10/2018) informa que en un discurso pronunciado en el Hudson Institute, el vicepresidente Mike Pence acusó a China de “intentar socavar al presidente Donald Trump.” Asimismo, que hizo hincapié en el uso por parte de China de la "diplomacia de la deuda" para expandir su influencia, destacando los grandes préstamos que Beijing otorga a países de África, Asia y América Latina para proyectos de infraestructura.

Pence se refiere a la Iniciativa Belt and Road lanzada en 2013. Es un programa de inversión internacional que prometió destinar 8 billones de dólares en dinero chino a proyectos de infraestructura y otros proyectos de desarrollo en casi 70 países de África, Asia y Europa. El académico Daniel McDowell, en un artículo de la World Politics Review (14/08/2018), señala que “la Iniciativa Belt and Road está provocando temores de crisis de deuda en el mundo en desarrollo y el FMI puede ser llamado para limpiar el desastre.” McDowell puntualiza que a principios de este año un informe preocupante del Center for Global Development identificó ocho países donde está concentrado el mayor financiamiento chino de los proyectos de Belt and Road, entre los cuales "aumentará significativamente el riesgo de los problemas de la deuda". Tres de los ocho se encuentran actualmente en el marco de un programa de asistencia del FMI.

McDowell refiere que el secretario del Tesoro Steven Mnuchin advirtió sobre el potencial de crisis de la deuda en la periferia y sin vueltas señaló con el dedo a los "acreedores soberanos emergentes no transparentes, como China". También que el Secretario de Estado Mike Pompeo enfatizó que "no hay ninguna justificación para que […] los dólares estadounidenses que forman parte de los fondos del FMI vayan a rescatar a los tenedores de bonos chinos o a la propia China". McDowell da cuenta de que la preocupación norteamericana por el potencial de una crisis de deuda inducida por Belt and Road llevó a un grupo bipartidario de senadores a escribir recientemente una carta al gobierno de Trump instándole a usar su influencia dentro del FMI para evitar el rescate indirecto de los intereses chinos. McDowell termina preguntándose cómo hará el FMI para manejar “los desacuerdos futuros entre dos de sus miembros más poderosos e importantes”. Sin nombrarlos, se estaba interrogando qué harán los europeos. Según la nota editorial de The Economist de esta semana, la posición europea respecto de China por ahora es —para variar— indefinida.

Esta crisis se desata porque el dólar es la moneda mundial. La inyección de yuanes ahí donde es posible aumenta el gasto interno y eso aumenta las importaciones que se pagan en dólares con el mismo o menor valor de las exportaciones. Déficit comercial. Fin de la película. Por lo tanto no hay ninguna posibilidad para la supuesta amenaza que enunció Cavallo. En rigor, la Belt and Road no engloba inversiones impulsadas por los chinos por consideraciones políticas en lugar de económicas, como se suele decir. Sino que es una iniciativa en la que se mezclan las demandas de consolidación de la infraestructura para exportar con la colocación de capital excedente de una economía que para 2017 presentaba un consumo de 40% e inversión del 44%, ambos del PIB (datos FMI).

Y tan importante como esto para desmentir la amenaza es que Wall Street presiona a favor de los negocios propios y de las multinacionales norteamericanas en China. La nota del New York Times (16/09/2018) titulada “A medida que aumenta la guerra comercial de Trump, los aliados en Wall Street de China pierden influencia” deja pocas dudas al respecto. En realidad narra cómo los pesos pesados de Goldman Sachs Group, Morgan Stanley y Blackstone Group, entre otros, están buscando recuperar terreno. Subraya que China espera que Wall Street “utilice su apoyo político para calmar los ánimos en Washington”.  Cuando Pence desafía que “China quiere un Presidente estadounidense diferente” no increpa a los sínicos sino a los sectores internos contrarios al America First, entre otros”los bancos de Wall Street [los que] esperan obtener más negocios asesorando a compañías chinas en adquisiciones en los Estados Unidos, prestando dinero y vendiendo servicios financieros”, según consigna el Times. Esa es la verdadera disputa que se mueve bajo la superficie.

 

Plan LSD

La minoría reaccionaria que respalda el plan de Christine Lagarde, Guido Sandleris y Nicolás Dujovne enfrenta dos posibles resultados. En el remoto caso de que tenga éxito en sus propios términos, dejará el tendal. En el más probable de que fracase, está agazapada esperando la dolarización. Para que el país no quede atrapado en ese juego de pinzas, necesita como condición necesaria de la salida el poder político que solo emana de la unidad del movimiento nacional. A partir de ahí, el resto son medidas instrumentales tan factibles que la reacción se ve obligada a inventar amenazas inexistentes.

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