La 125 de Milei

Baja de retenciones para aliados del gobierno

 

El ministro de Economía Luis Caputo anunció el jueves la baja temporal de los derechos de exportación para los principales cultivos que regirá desde el 27 de enero y hasta fin de junio. La soja pasará a tributar del 33 al 26%; el trigo, el maíz, el sorgo y la cebada del 12 al 9,5%, y el girasol del 7 al 5,5%. Se eliminará en forma permanente el impuesto para las economías regionales. Ante la baja de precios internacionales, la sequía y la promesa de “quitar las retenciones para siempre”, trajo el anuncio de una baja, una especie de resolución 125.

La decisión favorece a un aliado del gobierno unido por el odio al peronismo-kirchnerismo, como quedó evidenciado el viernes 17 de enero, cuando el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, mantuvo una reunión en San Pedro con dirigentes de entidades del norte de la provincia de Buenos Aires. Dijo que ni precios internacionales ni clima pueden manejar. Pero inmanejable también es su odio al kirchnerismo, eje central del encuentro, como revela su anfitrión, el presidente de la Sociedad Rural de San Pedro, Edgardo Salmoiraghi, que en diálogo con El Cohete a la Luna manifestó que los problemas actuales son culpa “del gobierno kirchnerista”, por “el robo de 17 años”.

 

 

El encuentro se llevó a cabo con una postura más anti-kirchnerista que la que caracterizó a las patronales del agro en 2008, cuando intentaron terminar con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por decidir que el impuesto por derecho de exportación fuera móvil con la resolución 125. De estar vigente la medida, sería beneficioso para el sector, porque contemplaba la suba cuando el precio internacional de la soja se incrementaba y la baja cuando disminuía. Pero los problemas actuales como la sequía parecen secundarios cuando se trata de “querer terminar” con el kirchnerismo.

Formaron parte de la reunión la Asociación de Productores Rurales de Arrecifes, la de Productores Agropecuarios de Salto, la Sociedad Rural de Rojas, la de San Antonio de Areco, la de Baradero y la local Sociedad Rural de San Pedro. A pesar de que en un comunicado de la SRA se informó que el encuentro “con productores del norte de la provincia de Buenos Aires” fue “para evaluar la situación de la producción en la región”, por la palabra de Salmoiraghi que recogió El Cohete, el eje central fue renovar su posición anti-peronista.

 

 

La presencia de Nicolás Pino en San Pedro fue claramente un intento de desviar los problemas que hay en el sector agropecuario, que se concentran en seguir siendo socios del gobierno de Milei, por más que las promesas de eliminación del impuesto, mal llamado retenciones, no se puedan cumplir. Por eso, el eje del encuentro fue señalar al kirchnerismo como el causante de todos sus males.

 

 

Ese odio

El odio del sector productivo agroexportador hacia el peronismo no es nuevo. Antes de la primera presidencia de Juan Domingo Perón, la renta agraria diferencial era captada por las empresas británicas y los grandes productores locales, que se quedaban con una parte importante de ese beneficio, lo que les permitía un derroche descomunal del que hacían gala en esa Argentina para pocos: viajar a Europa con vacas en el trasatlántico para tener leche fresca, comprar vajilla de oro y plata exclusivamente para usarla en el viaje y desecharla al mar al llegar al puerto e importar arquitectos con planos de viejos castillos feudales para construirlos en nuestro país. El castillo de los Obligado, en el partido de Ramallo, es uno de los tantos ejemplos de lo que Norberto Galasso denominó “el parasitismo oligárquico”.

Los dueños de esas tierras organizaron el modelo agroexportador. El por entonces imperio británico les creó la infraestructura necesaria: ferrocarriles en abanico con destino al puerto, bancos, compañías de seguros, transporte marítimo, frigoríficos, que constituyeron el rasgo principal de la Argentina semicolonial. Así, los empresarios ingleses no aumentaban el salario de los obreros, porque con la expoliación imperialista estaban aumentando su salario real a través de la disminución de los precios de consumo, como la carne argenta. 

En la Argentina, producir un kilo de carne cuesta mucho menos que a un productor europeo. El productor argentino gana una renta superior, diferencial, extraordinaria, que es la que ha permitido una acumulación importante de capital que no se había traducido en una Argentina industrial hasta la llegada de Perón, y que era absolutamente destinada por esa minoría enriquecida a su consumo suntuario y su vida palaciega. Entre 1945 y 1955, el gobierno de Perón —con tipos de cambios selectivos—, nacionalizando empresas y el comercio exterior, logró absorber parte de esa renta y distribuirla para la industrialización del país.

Esa idea de volver a ese país industrial seimpulsó nuevamente con el gobierno peronista de Néstor Kirchner que fue aumentando el impuesto de derechos de exportación. En noviembre de 2005 había aumentado ese impuesto del 5% al 15% y las volvió a aumentar en diciembre. El 11 de enero de 2007, el impuesto para soja pasó de 23, 5% a 27,5%; para aceite y harina de soja subió del 20% al 24%. Las patronales respondieron con desabastecimiento. Ya reinaba un odio evidente del sector con la presidencia peronista de Cristina Fernández de Kirchner. El 11 de marzo de 2008 se dictó la Resolución 125, calificada de “retenciones móviles”, dada el alza de los precios internacionales. El precio de la soja en el mercado internacional había superado el 100%. El impuesto con la resolución se incrementaba. El sector cortó rutas y provocó desabastecimiento.

Eso explica el odio de productores y sectores agroexportadores que en ese 2008 buscaron destituir al gobierno de CFK que se preguntaba: “¿Cómo se hace la distribución si no es, precisamente, sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias?”. Y sostenía: “Sin las retenciones, los argentinos verían carne sólo por televisión”. Pero todo aquello, que tuvo el acompañamiento y la estimulación de medios de comunicación con negocios en el sector agroexportador, creó la idea en la población de que la medida era un saqueo al sector, un robo, contra quienes esos medios hegemónicos denominaron ingeniosamente “el campo”.

Por más explicación que existió de que “las retenciones” eran un mecanismo que permitía también el desacople del precio de exportación y el de mercado interno, lo que posibilitaba defender la canasta básica de alimentos para todos los argentinos, quedó instalado —hasta hoy— que se trató de un intento de robo realizado por parte del gobierno kirchnerista. Así se tejió, sumando luego a otro aliado incondicional como el Poder Judicial, la idea de que CFK era sinónimo de corrupción. Esa idea está viva y está en la palabra de uno de sus representantes, como Salmoiraghi, que señaló el verdadero propósito del encuentro. 

Un análisis en frío les permitiría ver que aquella resolución 125 de retenciones móviles, rechazada por el Congreso por el voto no positivo de Julio Cleto Cobos, tenía aplicación cuando el precio internacional de la soja superaba los 600 dólares la tonelada. Actualmente, supera los 300, lo que hubiese permitido la baja si estuviera vigente, beneficiando al sector. Pero eso no se evalúa; obnubilados por el odio, siguen agitando que el mal es el kirchnerismo-peronismo con el que desean terminar.

 

 

Es la historia, estúpido

Cuando el Presidente busca un alineamiento pleno con Estados Unidos y busca parecerse al país del norte, ignora la historia de ambos y las razones que llevaron a ser a cada uno lo que son. Tanto la Argentina como Estados Unidos, de manera diferente, fueron marcados por guerras civiles: la guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires en nuestro país, y la guerra civil en Estados Unidos entre el norte y el sur racista confederado.

Tanto en la Argentina como en Estados Unidos, estaban los que militaban por una economía exportadora de materias primas, que se oponían a quienes deseaban la industrialización y el crecimiento a través del fortalecimiento del mercado interno. Ambas guerras civiles finalizaron a mediados de 1865 y definieron rumbos antagónicos.

En Estados Unidos, la burguesía industrial nordestina prevaleció ante el sur racista y esclavista partidario de seguir exportando algodón y tabaco, sin industrializar, importando la manufactura europea elaborada. En la Argentina, por el contrario, el triunfo fue de los terratenientes bonaerenses y los comerciantes porteños que constituían la oligarquía mitrista abrazada al capital inglés, de postura librecambista y partidaria de la división internacional del trabajo, que le adjudicaba a nuestra nación el rol de productora de carne y cereales baratos.

Para Estados Unidos, en la cabeza de Abraham Lincoln y los suyos, estaba la necesidad de obreros, no esclavos. Trabajadores capaces de producir camisetas con el algodón del sur y percibir un salario para ser también consumidores de esa producción y motorizar ese mercado interno. Por eso, el triunfo de la burguesía industrial del norte implicó altas tarifas aduaneras, desarrollo industrial y expansión del mercado interno, asegurando la integración y unificación del país e implantando un capitalismo desarrollado. Eso convirtió a Estados Unidos en potencia mundial.

El poder ideológico de la clase dominante argentina (Bartolomé Mitre dejó un diario de guardaespaldas) ocultó la diversidad de ambos proyectos y el camino antagónico adoptado por esos dos países. Esa antigua historia negada y no asociada cuando se realizan análisis y comparaciones, explica muchas dificultades actuales. El Presidente pretende espejarse en ese país que supo ser potencia por esa historia que decide ignorar y no imitar. Milei, representante de esa clase dominante y el capital financiero, decide que la salvación es teniendo con Estados Unidos una entrega total, que solamente servirá como alivio para su gobierno, no para al pueblo.

Por más que repitan hasta el cansancio, que el problema del país ha sido el peronismo-kirchnerismo, está claro que los problemas existentes son el gran endeudamiento externo, una cadena a la que nos sujetó el Presidente Mauricio Macri nuevamente y a la que Milei no piensa cortar, más bien, se siente exaltado por lamer sus eslabones, mientras recorta partidas que perjudican a la población para cumplir con esa deuda y las recetas del FMI de ajustar.  

Esa injerencia del Fondo Monetario Internacional es un problema para nuestra soberanía, para crecer con equidad y desarrollo industrial. Fue el Presidente Néstor Kirchner quien nos había liberado de esa cadena en 2005. Misma continuidad de soberanía económica que mantuvo la presidenta CFK. Gobiernos que crecieron brindando mayor justicia social a la población: incrementando su clase media, brindando mayores derechos y bienestar. 

Milei está dispuesto a endeudarse más, reforzar esa cadena con tal de salvar su gobierno, que no es salvar al pueblo, que seguirá padeciendo las consecuencias. El problema del país no ha sido el peronismo sino la oligarquía, como señaló en su momento el Financial Times.

 

 

 

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