Juntismo desunido
Se ahondan las fisuras al interior de la derecha neoliberal
La oposición no logró festejar su triunfo electoral porque se sintió frustrada por los resultados y porque se encuentra atravesada desde hace un semestre por un intento de reposicionamiento relativo de varios de los sectores que componen la alianza. La Propuesta Republicana, reducida a su sigla PRO, se encuentra dividida en tercios. A dos de los grupos que lo conforman, el macrista y el larretista, la trifecta mediática pretende instituirlos como halcones y palomas. Sin embargo comparten una cosmovisión común respecto a las políticas económicas, y sólo se diferencian en torno al modelo de acumulación política que promueven y la disposición a proteger –o abandonar a su suerte– a Mauricio Macri.
La tercer fracción en disputa es el neo-delarruísmo, que pretende renacer de sus cenizas luego de la primera alianza malograda en 2001: los seguidores del carcelero de Milagro Sala, Gerardo Morales, del neurólogo Facundo Manes y del ex gobernador mendocino Alfredo Cornejo se sienten empoderados luego de haber obtenido el triunfo en ocho provincias, el doble de las conquistadas por el PRO. Estos radicales herederos de Marcelo T. de Alvear se subdividen además en tres fracciones: los que responden a Enrique Coti Nosiglia y Martín Lousteau, que mantienen un acuerdo con el larretismo; los que respaldan a Gerardo Morales –que busca ser parte del binomio presidencial de 2023 junto a Bullrich– y los seguidores del mendocino Alfredo Cornejo, que apuestan a promover a los referentes territoriales y a Facundo Manes, y que pretenden reemplazar al cordobés Mario Negri como jefe del bloque en la Cámara de Diputados.
Luego de conocerse los resultados, Manes opinó que “la coalición que gobernó la Argentina de 2015 a 2019 ya no existe más, ya no hay dinámica de un solo color. Habrá que acostumbrarse a una coalición opositora que tenga partidos o identidades diferentes. El radicalismo va a luchar por liderar esa coalición”. Por su parte Cornejo advirtió que “el radicalismo se desdibujó mucho” durante el liderazgo macrista.
Los juntistas se habían preparado para una fiesta el 14 de noviembre. Prometieron un final de nocaut pero terminaron ganado por puntos frente a un contendiente que dio pelea y que se fortaleció de forma incremental en los últimos asaltos. El triunfo de la derecha tuvo, por esas razones, sabor a poco: luego de augurar una transición condicionada para el oficialismo hacia 2023 y de pronosticar cambios estructurales en ambas Cámaras, apenas pudieron obtener una limitación en el quorum en Senadores.
Uno de los fantasmas que más aturdió a los juntistas luego del triunfo del domingo pasado no estuvo vinculado al desempeño electoral sino al peligro de que el repunte posterior a las PASO se convirtiese en el piso de un armado pos-pandémico virtuoso. El 28 de abril de 2009, luego del lock out campero patronal, el recientemente nacido Frente Cívico y Social –antecedente del juntismo– ganaba las elecciones de medio término por sobre el Frente para la Victoria. Dos años después, Cristina Kirchner era reelegida Presidenta.
Esa aprensión difundida durante la última semana por dirigentes, consultores y propagandistas mediáticos tanto ligados al PRO como al radicalismo, contribuyó a amplificar el internismo juntista. Ese fantasma se articuló con los datos provistos por informes internacionales que insisten en explicar diversos comportamientos electorales recientes como productos anómalos de las crisis pandémicas. La inmensa mayoría de los comicios sucedidos a nivel global, desde 2020 hasta la actualidad, dieron como resultado la derrota de los oficialismos.
La explicación más consistente de los analistas respecto a esa deriva postula que los sectores menos politizados –de cada uno de los conglomerados electorales en los diferentes países– han identificado como responsables e incluso culpables de las crisis (sanitaria y económica) a quienes se hallaban circunstancialmente a cargo del gobierno. Esa hipótesis –conjeturan los analistas de diferentes países– postula una gran posibilidad de retorno a escenarios precedentes, una vez que los oficialismos logren contener las versiones más trágicas de la enfermedad y/o vacunar a la mayoría de sus respectivas poblaciones.
Conflicto a tres bandas
El lunes 15, en el local de Costa Salguero, donde Horacio Rodríguez Larreta buscó constituirse en el factótum último del triunfo, subrayaban que el Frente de Todos –con ese resultado– contaba con dos años para reconstruir el tejido social y económico resquebrajado. Esa presunción, lejos de galvanizar al juntismo, se constituyó en la línea de largada para una confrontación abierta entre las tres fracciones de cara al liderazgo de 2023. Como parte de esa discordia, se desataron las extorsiones a tres bandas: los macristas amenazaron con incorporar a los neoliberales negacionistas de Javier Milei y José Luis Espert, con el indudable objetivo de disciplinar a los radicales y a los larretistas.
Los funcionarios ligados al actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, por su parte, advirtieron que continuarán desplegando la modosa ubicuidad impertérrita –que tanto cautiva a quienes son financiados con su portentosa pauta–. Advierten, además, que continuarán enviando mensajes afables a los sectores ligados a Florencio Randazzo, Roberto Lavagna y/o seguidores del massismo.
Las diferencias entre las alianzas postuladas por el larretismo y el macrismo provocaron controversias durante la pretendida celebración del triunfo electoral, el domingo a la noche. Mientras Larreta celebraba la victoria de su lista en la Ciudad de Buenos Aires, Juan Pablo Arenaza –futuro legislador porteño perteneciente a la escudería de Bullrich– interrumpió el discurso de Larreta al grito de “con Massa no se habla”. Dicha escaramuza, que sorprendió a los presentes, fue interpretada como una respuesta directa a una situación similar ocurrida en el cierre de campaña de María Eugenia Vidal, en el que se escuchó el cántico “con Milei no se habla” mientras Bullrich se dirigía al público.
Al final del acto convocado para ser una celebración, Bullrich les señaló a los colaboradores de Larreta que “no iba a permitir que se queden con la victoria quienes buscan deshacerse de Mauricio y conspiran para invisibilizarnos”. Los delarruístas, mientras tanto, previenen que
- no admitirán formar una coalición que no los tenga como protagonistas,
- no aceptarán el ingreso de los neoliberales negacionistas, y
- deberán ser parte indefectible del futuro binomio presidencial.
Además del temor por una posible remontada del Frente de Todos de cara al 2023, los asesores del juntismo registraron algunas contingencias que predicen variados sobresaltos futuros:
- Las presidenciales suelen tener, históricamente, un 10% más de participación electoral promedio que las legislativas. Y la demografía indica que esos votos están mayormente emplazados en territorios populares donde el FdT, territorializado, tiene amplias posibilidades de articulación en situación pospandémica.
- La quimera defraudada de ver vencido y desanimado al oficialismo, sumada a las expectativas desmedidas, propagó un clima de decepción en las filas opositoras. Dicho clima fue sembrado por los propios voceros juntistas, como Miguel Ángel Pichetto y Patricia Bullrich, y se extendió a través de los propagandistas comunicacionales de la trifecta mediática, quienes hicieron pública su desilusión.
- Luego de pronosticar la defunción del oficialismo, se sorprendieron de percibirlo apenas herido y al mismo tiempo re-empoderado, augurando revanchas venideras. La oposición se sorprendió ante la convocatoria del Día de la Militancia en la Plaza de Mayo. Ese escenario supone un emblema temerario: ahí nació el peronismo y desde ese espacio se consolidaron las fuerzas políticas y sociales que, en términos electorales, fueron las más exitosas desde 1945 a la fecha, toda vez que se las liberó de proscripciones.
- Los asesores juntistas más lúcidos pronostican para el bienio que resta un desfile de dirigentes cambiemitas por estrados judiciales. Los procesos, todos en etapas de instrucción, incluyen imputaciones por defraudación –en relación con el endeudamiento con el FMI–, espionaje a los familiares de los 44 tripulantes del submarino San Juan, quiebra del Correo, Parques Eólicos y media docena de denuncias por espionajes varios. Los titulares que acompañarán a esas causas –señalan en el entorno juntista– entrañan riesgos ciertos de lesionar la imagen de la oposición. Esta es una de las razones de fondo del conflicto entre los larretistas y los macristas. Los primeros necesitan ubicar a Macri en el freezer, correrlo de la primera línea de exposición pública, para hacer control de daños. Pero, en forma simultánea, no se pueden desentender de su destino, dado que se encuentran atados a la suerte del fundador del PRO: si el naufragio del ex Presidente se extiende en términos de procesamientos varios –opinan quienes rodean a María Eugenia Vidal–, será muy difícil disimular el nexo con quien condujo la alianza en el último lustro. Esta ambivalencia que sufre el larretismo es el intersticio que utiliza la ex ministra de Seguridad para posicionarse y para –al mismo tiempo– defenestrar a sus competidores en la carrera por la candidatura presidencial.
Los une el espanto
Pero no todo es un movimiento centrípeto entre las huestes juntistas. También existen comunes denominadores que le confieren homogeneidad. Entre ellos figuran:
- Su afinidad acrítica con las orientaciones neoliberales: la austeridad fiscal, la promoción de la informalidad laboral, el fomento de la desregulación especulativo-financiera, la devoción por el extractivismo, el desprecio a la protección de la producción industrial y la supremacía del mercado por sobre el Estado.
- Una alineación ideológica y geopolítica con Washington, desinteresada tanto de la integración regional como de la promoción del multilateralismo.
- Una disposición permanente para reproducir y politizar las fragmentaciones sociales (forjadas por el propio neoliberalismo desde la dictadura genocida): patrocinio de antagonismos entre trabajadores y desocupados; entre clases medias y precarizados; entre sectores ligados a la producción industrial versus extractivistas. Esta es la razón principal por la que no existen halcones ni palomas. Todos los grupos comparten esta identidad estratégica.
- Un acuerdo consistente con las corporaciones mediáticas, cada vez más articuladas con los fondos de inversión, las trasnacionales y con los sectores extractivistas y bancarios. Según una investigación puntual realizada por la empresa Ejes de Comunicación, los referentes de la oposición duplicaron los minutos de exposición pública en radio y televisión: Patricia Bullrich, José Luis Espert, Martín Tetaz y Diego Santilli son los que acumularon mayor cantidad de minutos dejando en quinto lugar al más entrevistado del Frente de Todos.
- Un gorilismo larvado y mecanizado, trasmutado en la actualidad en odio visceral anti-kirchnerista.
En la Plaza de Mayo, el Día de la Militancia, varios manifestantes opinaban que en la Argentina dos años es una eternidad. Los acontecimientos se sucederán mientas las fuerzas sociales buscarán organizarse tras la crisis que dejó la pandemia. Si el gobierno decide desafiar a los poderes concentrados logrará mejorar la vida de las mayorías sociales y reconquistara la esperanza. De esa manera llegará a las próximas elecciones con mayores oportunidades de darle continuidad al proyecto nacional y popular interrumpido por golpes, genocidios y operaciones digitadas con ayuda de Washington. Por el contrario, si se deja amedrentar por los cantos de sirena del establishment neoliberal mediático-político, se perderá otra oportunidad de establecer, de forma vistosa, el futuro de las próximas generaciones.