Con certeza, resulta imposible saber cómo se interpretará en el futuro un período tan convulsivo como el que vive hoy la Argentina. ¿Cuáles serán las consecuencias, la reacción de la sociedad y los derivados históricos de un gobierno autodefinido como del “primer Presidente libertario de la historia”?
En lo inmediato, y con una mirada más corta ansiosa y realista, las expectativas e interrogantes más urgentes de la sociedad no se centran en promesas discursivas para dentro de 30 años, sino sobre el rumbo y perspectivas del gobierno de Milei en cuestiones claves que pueden marcar en los próximo meses su destino, la sustentabilidad y la reacción política, económica y social. Entre los muchos factores cuya evolución será determinante en el corto plazo, es posible destacar:
- La marcha de la inflación. Pese a la referencia optimista del ministro de Economía Luis Toto Caputo, quien destaca que viene descendiendo (25,5% en diciembre, 20,6% en enero y se espera algo más del 15% febrero), la corrida de precios ha continuado en niveles récord de este siglo desde la asunción del nuevo gobierno. La expectativa oficial en la continuidad de una curva descendente se basa centralmente en la peor forma de reducirla: una mayor recesión económica.
- La magnitud de la caída de los ingresos de la mayor parte de la población, que ya golpea la actividad económica global por la caída de la demanda interna de productos y servicios. Por cierto, los salarios ya venían en declive en 2023, pero la mayor caída se ha producido en los primeros meses del gobierno de Milei, según la propia Secretaría de Trabajo. Su indicador de Remuneración Imponible de los Trabajadores Estables (RIPTE) refirió al mes de enero que los ingresos promedio en sólo dos meses de gestión Milei habían perdido más del 20% en su poder adquisitivo. Aun sin mediciones oficiales, el deterioro viene siendo aún mayor para los trabajadores informales, en un marco de menor demanda laboral, sin capacidad de negociación y ante un gobierno decidido a no intervenir siquiera para el sostenimiento del poder de compra del salario mínimo (fijado en 202.800 pesos a partir del 1º de marzo) mientras aumentan vertiginosamente la pobreza y la indigencia.
- Los derivados de un ajuste inédito del presupuesto público nacional, cuya extensión podría amenazar el funcionamiento elemental del Estado. Los resultados, presentados llamativamente como exitosos, se han basado esencialmente en la caída de jubilaciones y pensiones (33% de descenso real a precios constantes en los dos primeros meses del año, es decir considerando el efecto de la inflación, en comparación con los mismos meses del año pasado), salarios públicos (-12,3%), subsidios económicos –que incluyen transferir a boletos y tarifas que paga la población subsidios de servicios públicos y transportes a empresas privadas– (-54,2%), programas sociales (-29,%) y las discutidas transferencias a las provincias (-73,0%).
- En forma menos evidente, pero más sustantiva y crucial por su gigantesca magnitud y fragilidad, el juego financiero puesto en marcha de anclaje cambiario, acumulación de reservas en divisas restringiendo pagos de importaciones, la transferencias de deudas del Banco Central (bonos y pases) al Tesoro Nacional, y una enorme conversión de deuda pública interna en pesos a dólares (en forma directa o en pesos ajustables por la cotización del dólar), en tanto se licúan tenencias de plazos fijos por bajas tasas de interés, perjudicando sobre todo a pequeños ahorristas. Como ha ocurrido reiteradamente en las últimas décadas con los juegos aperturistas de endeudamiento público para pocos, la altísima rentabilidad tiene límites de tiempo y deriva en corridas al agotarse el juego especulativo de súper-beneficios para dejar luego el tendal. Es la repetición de la “fiesta hoy y desastre luego” con fondos de inversión internacionales, ya vividas reiteradamente en las últimas décadas. El mismo Caputo fue actor principal del último proceso de auge y desastre financiero en el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), que derivó en el súper-crédito del FMI, hoy condicionante de todas las conductas gubernamentales. Es su especialidad.
- En tanto, la presión de aumentos de costos por inflación y caída de precios internacionales de productos agropecuarios y mineros está abriendo otro frente potencial inestable controversial: el reclamo habitual de devaluación compensadora por parte de exportadores, lo cual podría conllevar a desarticular una calma cambiaria circunstancial, sostenida por altísimas rentabilidades especulativas de corto plazo. El gobierno lo niega pero el peligro es bien conocido y causal de inflación anticipada de productos que tienen salida exportadora, como los alimentos: la vuelta de una carrera retroalimentada entre inflación y devaluación.
Extorsionar no es pactar
Es posible anticipar que en el futuro llamará la atención de historiadores y narradores de esta época la vertiginosa caída de la actividad económica y de las condiciones de vida de la mayor parte de la población en los primeros tres meses de gestión de Javier Milei.
Resaltarán seguramente de nuestro período histórico los análisis e interpretaciones de los discursos y mensajes presidenciales en redes sociales, llenos de simplificaciones, acusaciones y denigraciones personales y sociales. La paradoja que tal vez quede aún como misterio insondable es entonces cómo el primer mandatario, en la apertura de su primer período ordinario del Congreso, convocó a un Pacto Fundacional a gobernadores y dirigentes políticos acusados por él mismo de corruptos, putrefactos, avaros e inoperantes.
Milei ha puesto al descubierto su propio juego de negociación: “acepte o es mi enemigo”, típico de castas decadentes, condicionando la remisión a las provincias de recursos extorsivamente retenidos por el gobierno nacional (fondos para el pago de docentes y la realización de obras públicas, entre otros), y eventualmente nuevas prebendas, a que el Congreso apruebe la denominada Ley Bases (cuyo tratamiento fracasó en la Cámara de Diputados el mes pasado) y a la firma de un nuevo pacto de coparticipación impositiva.
Tal vez sin darse cuenta, el mismo Milei refirió esta semana a los alumnos de su ex-escuela de qué se trata una tónica “que haga tanto daño a tanta gente: se trata de un sistema planificado, se trata de lo que yo denomino el modelo de la casta”. Sin sustentabilidad parlamentaria y teniendo en cuenta que rápidamente se va diluyendo la luna de miel inicial de buena parte de la sociedad con el nuevo gobierno, lo que está haciendo ¿es muestra de necesidad de confirmar poder, de incapacidad, de desorientación? Por ahora, por actitudes, acciones, parálisis e improvisaciones, resulta evidente que es una mezcla explosiva y decadente a favor de la postración de mayorías. Juega en forma provocadora con la paciencia, la confusión y la desesperación de la sociedad.
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