Informe desde el ojo del huracán
La crisis de la Villa 31 y el abandono del Estado
David Lugones es integrante del Comité de Crisis del Barrio Carlos Mugica, ex villa 31, un espacio creado el 1 de abril en el contexto de la pandemia e integrada por más de 60 organizaciones vecinales. A diez días del aislamiento social y obligatorio del 20 de marzo, sabían que si el virus entraba iba a irse de cauce. Pedían ya desde entonces protocolos que siguen pendientes y articular una mesa de trabajo con Ciudad y Nación para que las respuestas sanitarias incorporen la perspectiva del barrio. Hicieron una conferencia de prensa el lunes pasado en la que declararon desde el barrio la emergencia sanitaria, alimentaria y de seguridad. Hoy, angustiados, muchos de ellos contagiados y en aislamiento, saben de la reunión del Presidente Alberto Fernández con Nacho Levy, de la Garganta Poderosa. Pero los vecinos siguen esperando esa mesa. “No tengo miedo al Covid –dice David— tenemos miedo al abandono del Estado”.
En su casa, en una pieza está su hijo de 14 años con fiebre. David está agitado y también acaba de hacerse el hisopado. Es enfermero, habitante del barrio Carlos Mugica desde hace treinta años. Su madre es una de las mujeres que luchó con el padre Carlos Mugica por los terrenos, y hoy con más de 70 años atiende un comedor del que no quiere separarse. El jueves, cuando se hizo esta entrevista, el barrio que todavía mira con éxito el primer mes de aislamiento porque no hubo contagios, tenía 1.225 casos confirmados con vecinos que deambulan ahora en las unidades febriles de los hospitales mientras sus familiares los buscan sin saber con certeza a dónde fueron derivados.
–¿Cuando se formó el Comité de crisis y por qué?
–Se formó el 1° de abril con más de 63 comedores y merenderos, organizaciones sociales y políticas, la Iglesia católica, consejeros, delegados de manzana, la coordinadora del CGP, asociaciones barriales, deportivas. Nació porque teníamos problemas con el dengue, ya estábamos con el aislamiento social, pero veíamos que el dengue estaba en el barrio y no teníamos respuestas del Gobierno de la Ciudad. Disculpas —dice, y sigue—, estoy un poco agitado… Estuvimos desde el primer momento en el Operativo Detectar y estamos teniendo algunos compañeros con síntomas, así que ahora nos estamos aislando. Yo estoy con la familia y acá, tengo un hijo con fiebre. La primera vez que hablamos públicamente de este tema había sólo dos casos en el barrio, fue hace un mes. Hoy tenemos más de 1.200 casos.
—Además del dengue, cuando se organizaron no había agua en el barrio. En el barrio hay un caño viejo, con falta de presión. Y uno nuevo que todavía no fue conectado a las casas.
–Eso viene de larga data, desde que empezaron con la urbanización que es una falsa urbanización. Más que urbanización fue un proceso de gentrificación. Para ellos, hay dos tipos de casos: lo formal y lo informal. Un ciudadano de primera y un ciudadano de segunda. Para ser formal, te tienen que poner un medidor en tu casa y pagar. Si no, te dan el caño viejo. Un caño que ellos mismos rompieron. Habilitaron el caño nuevo troncal para 1.200 viviendas. En principio, el proceso de urbanización iba a ser para 2.500 viviendas, la Ley 33.343 exigía juntar a los vecinos, armar una mesa de trabajo con la Facultad de Arquitectura y el Gobierno de la Ciudad. Pero sacaron otra Ley, a nosotros nunca nos escucharon. Pedíamos un hospital, por ejemplo, para el barrio, pero construyeron una sede del ministerio de Educación.
–Es el polo María Elena Walsh a la entrada del barrio, hoy concentra el control sanitario.
—Ese ministerio hizo que se construyan solamente 1.200 viviendas. Y metieron el ministerio y no el hospital. Ahora el tiempo nos dio la razón: hoy el operativo de salud se monta en ese ministerio que no tiene sentido. Necesitábamos un hospital público. Si nos hubiesen escuchado, el hospital estaría albergando a todos los vecinos que están deambulando por las Unidades Febriles de Capital. Hay familias enteras en estado de hacinamiento, con chicos en todos los pabellones de los hospitales. Y en plena pandemia, nos dejaron 15 días sin agua, a una población de 44.000 familias de 70.000 personas, es inhumano. Justo cuando los requisitos son tener cuidado y lavarse las manos, como para combatir este virus del Covid-19, nos dejan sin agua. Familias enteras estuvieron medio mes de abril en estas condiciones, y probablemente con contagios.
–¿Como fueron las primeras acciones del barrio?
–Tuvimos varias reuniones en la capilla Cristo Obrero. Fuimos viendo lo que iba pasando, y pidiendo una mesa de trabajo con el Gobierno porque veíamos que esto se iba a desmadrar. Lo que estaba pensado positivamente para que los comedores funcionen en plena pandemia, podía provocar lo contrario: a los comedores no les estaban enviando insumos de limpieza, higiene, elementos de bioseguridad como lavandina, guantes, tapabocas. Nada. El 1° de abril, mandamos una nota a la Ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de CABA por los comedores. Hicimos un relevamiento: había 63, de los cuales 21 eran asistidos por el Gobierno de la Ciudad y los otros 42 lo hacían a pulmón y con algunas donaciones. Pedíamos asistencia de alimentos para todos y artículos de limpieza porque estaban en primera línea de la atención. Y hay que decirlo: en general los atienden mujeres grandes, mi mamá tiene un comedor y tiene 70 años y se me está haciendo imposible que se vaya, no la puedo convencer. Estamos todos muy asustados.
–Luego del contacto con la ministra, ¿qué paso?
–La ministra no atendió. Mandó el pedido a la Secretaría de Integración Social y Urbana que es la encargada del barrio, a cargo está Diego Fernández. La Secretaría depende de la ministra, María Migliore. El 8 de abril, nos juntamos con la Secretaría y el ministerio, vinieron Tomás Galmarini y Danilo Rossi. También estuvo Gabriel Salas de Desarrollo Humano. Escucharon. No hicieron ninguna propuesta. Seguimos insistiendo. Pedimos artículos de limpieza e higiene para los comedores. Siempre nos atendían las mismas cuatro personas como si tuvieran superpoderes, pero ellos sabían que esto los superaba. El 20 de abril tuvimos el primer caso de Covid-19. A partir de ahí, se encendió la alarma. Recién el 27 nos entregaron cosas para 8 comedores de la lista de 42. Hicieron un filtro. Dijeron que después iban a bajar para el resto, pero... ¡una cosa de locos! Lo que se pedía era comida y artículos de higiene, y recién los artículos de higiene y seguridad los entregaron el 30 de abril. El día que entregaron el kit, ya teníamos 133 casos y un muerto. Bueno, a partir del 30 de abril empezamos a presionar más porque esto se iba a desbarrancar. Cada uno de los ministerios tenía que dar soluciones porque necesitábamos además sostener la cuarentena.
–Eso todavía era clave, ustedes pensaban que lo prioritario era sostener el aislamiento.
–Es que si lo pensás, hubo un mes entero que el virus no entró al barrio. Entre el 20 de marzo y el 20 de abril, no entró porque la gente estaba en su casa, resguardada y cumpliendo la cuarentena. Por decirlo de alguna manera, la cuarentena fue un éxito porque los vecinos entendieron que la única manera de pasar esto era cuidándonos. Después, llegó un momento en el que los vecinos que son cuentapropistas, dependientes, albañiles, a muchos se les agotaron los ahorros y salieron a buscar un plato de comida. Este es un barrio de obreros, no es un barrio de clase media donde pueden cumplir la cuarentena tranquilamente con todos los servicios. No ocurre acá. Esto es lo que nosotros veníamos advirtiendo: iba a haber un momento en el que los comedores iban a colapsar. La gente empezó a circular, a buscar el plato de comida, uno es padre, madre y tiene que darle de comer a sus hijos, y va a salir a buscar la comida.
–Por eso muchos sostenían al comienzo la necesidad que el Estado garantice cuatro platos al día.
–El primer caso fue el 20 de abril, el 28 teníamos 57 casos y el 30 abril teníamos 133. Se potenció el virus con el faltante de agua. Ellos decían que no pasaba nada y que sí había agua. Nosotros decíamos que no, que había sectores sin agua. Eso aceleró exponencialmente los casos. Los focos rojos de contagio estaban en el barrio San Martín, el Ferroviario y Playón Este, y ahora hablamos prácticamente de todo el barrio. Por eso digo que en un mes, logramos contener el virus con agua y la gente dentro de su casa. Los pequeños comedores, los pocos que estaban funcionando, servían para sostener el aislamiento, pero sabíamos que a medida que se iba alargando la cuarentena se iban a necesitar refuerzos porque la gente iba a gastar todos sus ahorros. Vuelvo a decir que esto es un barrio obrero, no es un barrio de clase media.
–Un problema de esos días fueron las fallas en la detección temprana. La búsqueda activa casa a casa.
–Y eso empezó porque desde el Comité hablamos con Legisladores, empezamos a hacer bastante ruido en los medios. Estaba el corte de agua. De ese momento es el video de la compañera Ramona Medina, que todos vimos: violentando todos los derechos, el agua, el alimento. Los controles (casa por casa) empezaron el 4 de mayo. Ahí nos convocan como Comité de Crisis a una reunión en conjunto con el ministerio de Salud y de Desarrollo, de Nación y de CABA. Nos hablaron del Operativo Detectar. Nosotros empezamos a trabajar, pero esto ya había salido de su cauce. O sea, tenemos más de 1.200 casos. En este momento estalló, tenemos a toda la gente con la llaga, y ahí en el Operativo nos vienen diciendo que si no tenés síntomas no vayas, que te guardes en tu casa.
–El operativo se hace en el edificio del Polo educativo. ¿Funciona?
–Hay dos camiones móviles sanitarios, uno de Ciudad y uno de Nación. Ellos testearon inicialmente a la gente con un listado que en un 75 por ciento habíamos preparado nosotros. En este momento, la curva está muy crítica. En los últimos días sigue subiendo. Y no baja de un 20 por ciento de aumento todos los días.
– ¿Qué están pidiendo ustedes como Comité de Crisis?
–Una mesa de trabajo. Nos dicen que van a armarla. Pero no lo hacen. Hablé personalmente con el ministro Fernán Quirós, le conté la situación, la verdad estamos preocupados. Hoy muchos compañeros de los que estuvimos en el minuto cero, en pleno operativo, estamos con síntomas. Me están mandando mensajes de personas que no saben dónde están sus familiares. No saben dónde están, te mandan a los hospitales, ahí te hacen esperar, no les dan los resultados en 24 horas, los tienen esperando sin saber si la persona tiene positivo o no. Hoy varios barrios de la Capital plantean lo mismo, y demuestran que lo que venimos planteando iba a suceder.
–Si la mesa hoy estuviese armada, ¿qué medidas propondría el barrio?
– Que nos den los números, por ejemplo. Porque si tenés 30 personas positivas, sabemos que hay que mirar a otros 90 casos por atrás. Por eso, desde el primer momento pedíamos los datos, pero nunca nos los daban. Recién después de ese primer Operativo, nos sentaron frente a un Powerpoint para mostrarnos cómo venía la curva, pero seguían sin escuchar a los vecinos que viven en el barrio y saben qué es mejor o dónde se originó el foco o dónde vive la gente, pero no: siguieron negados.
–¿Ustedes querían la lista para ir a buscar contactos estrechos?
–Sí, porque la demora en hacerlo generó que se disemine. Es muy rápido el virus. Fue muy rápido. Yo soy enfermero, tomé todas las medidas preventivas, tomamos las medidas de seguridad, pero a veces, con la demanda que había, estábamos en un lugar donde la gente no tenía agua y por ahí teníamos un contacto no muy cercano, pero tal vez igual circuló… Esto es algo que no nos corresponde hacer a nosotros, le corresponde a la gente de Salud, a gente con herramientas. Teníamos, por ejemplo, 16 compañeras que eran las Promotoras de Salud: de esas 16 están quedando 6, el resto está con Covid positivo. Mandan al frente a promotoras, muchas vecinas del barrio, que no tenían cobertura de obra social ni ART, vecinas que están poniendo el cuerpo.
–Vuelvo a la mesa de trabajo: ¿cómo es esa mesa que te imaginas? ¿Y qué piden?
–Queremos que suceda lo antes posible. Tiene que ser una mesa interdisciplinaria, que funcione en cualquier lado, una vez por semana, pero que sea de trabajo. Que no nos sienten y nos digan qué es lo que está sucediendo. La mesa tiene que tener tres patas: gente del barrio, del Comité de crisis, ministerio de Salud, Seguridad y Desarrollo de CABA y Nación. Tendríamos que poner postas, que nos den los partes diarios, queremos saber cuántos fueron positivos, y en base a eso podemos armar un mapa. Es un trabajo que no lo están haciendo, la gente llama por teléfono y le dicen: quédate en tu casa porque si no tenés síntomas no podés venir hasta el centro de testeo. El ministerio de Seguridad es importante para organizar que se cumpla el aislamiento. Que la Policía pueda caminar el barrio, que controle un poquito más a la gente. Lo cierto es que la gente sale porque necesita comer, generar sus recursos.
–Ahí hay un tema: la circulación en el barrio y el acceso a las ventanillas del Estado. Tarjetas de asistencia pero sin locales en el barrio con posnet y un sólo cajero.
–Por eso necesitamos que el Estado intervenga porque nosotros no somos el Estado, somos vecinos organizadores. Si hay un plan como el IFE o de Ciudadanía porteña o ingreso familiar, que no lo tiren a la deriva. Entendemos que se está inyectando dinero para que ruede el consumo, pero si no es organizado no sirve: hay que entender cuántos quioscos hay en el barrio habilitados para usar esas tarjetas. Y si no hay, pensar cómo habilitarlos para que la gente pueda usarlos y no ir en masa al único supermercado que ya tuvo casos positivos. O ver cuántos cajeros hay. Es un barrio enorme con un solo cajero que tiene dos cajas y funciona uno solo. Creen que el primer caso de Covid se contagió en ese cajero. Hay una serie de cosas que nosotros podemos señalar. Podemos decir que en determinado lugar hay un foco, pero necesitamos al Estado presente, que diga: bueno, a ver cuántos almacenes hay, cuánto podemos ayudar para incrementarlos y que puedan usarse las tarjetas de Ciudadanía porteña.
–¿Están articulando acciones con otros barrios populares?
–Estamos haciendo un ruidazo a las 7 de la tarde que obviamente es acá adentro, pero de a poco va haciendo ruido y la gente está muy asustada, también angustiada. Todavía no estamos articulados con otros barrios creemos que el nuestro sirvió como prueba de ensayo.
–Vos, personalmente, ¿cómo estas?
–Yo estoy un poco preocupado por los compañeros, por la familia, bancando un poco acá, porque tenemos que tomar fuerza. Mi hijo Luca tiene 14 años, es el que está con fiebre, después está Santi de 16 y mi hija mayor de 21. Y si esto es para una nota, quiero mandar un abrazo y fuerza a todas las promotoras de la salud, a los compañeros del Comité de Crisis y a todos los compañeros que les dio positivo que están en los hospitales y en los hoteles.
–¿En este momento tienen agua?
–En este momento está viniendo y no está viniendo. Hay lugares que hasta ayer no había, y hay poca presión. Dicen que no quieren abrir todas las canillas. Pero te digo, a esta altura del partido ya está, no hubo agua, y ya no les creemos. Si nos dicen que ya está el agua, nosotros no les creemos. Gastaron millones de dólares en la urbanización que, te vuelvo a decir, no sirvió: nos metieron una Ley por la ventana y ese ministerio de Educación, entonces yo a esta gente, no le creo. No les creemos, ningún vecino les cree. (Diego) Fernández es una persona nefasta. Nos puso un McDonald's. La verdad... Por eso, acá más que un proceso de urbanización, fue de gentrificación. Si buscamos en los archivos, la misma (Gabriela) Michetti dijo en una cena de Mirtha Legrand que estos terrenos son apetitosos, por eso nuestra lucha de fondo fue contra la erradicación del barrio, por las tierras, la lucha de Mugica, la de ahora. Pero no, no le tengo miedo al Covid, si le tenemos miedo al abandono.
PD: En las ultimas horas del viernes, el Ministerio de Defensa comenzaba a preparar un centro de aislamiento para el barrio en el Apostadero Naval. Es uno de los pedidos que las organizaciones hicieron hace tiempo: un lugar de aislamiento dentro del barrio para garantizar cercanía a quienes tienen miedo, también, de dejar sus casas.
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