Indignidad
El represor Eduardo Kalinec quiere declarar indigna a su hija para desheredarla
Desde Historias Desobedientes acompañamos a Analía Kalinec –integrante co-fundadora de este colectivo–, quien se enfrenta con una demanda interpuesta por su padre, el genocida Eduardo Kalinec (alias “Dr. K”) y sus dos hermanas menores (ambas integrantes de la Policía Federal), que tiene como finalidad quitarle la herencia de su madre, fallecida en el año 2015, bajo la figura de “indignidad” contemplada en el Código Civil y Comercial.
En los autos caratulados “Kalinec, Eduardo Emilio y otros c/ Kalinec, Analía Verónica s/exclusión de heredero”, Expediente N° 46902/2018, Eduardo Kalinec sostiene que se encuentra “en prisión preventiva sin condena firme en una penitenciaría acusado genéricamente de delitos de 'lesa humanidad'" (sic). Y que Analía “fue detectada por grupos activistas como pariente de un acusado por 'lesa humanidad'" (sic), motivo por el cual –según la lógica de pensamiento de este hombre y sus dos hijas menores– Analía se distanció de la familia y comenzó a hacer “declaraciones públicas en medios de prensa agraviantes, difamatorias y falaces”.
Eduardo Kalinec fue juzgado por su participación en el circuito ABO (Atlético-Banco-Olimpo), y condenado a la pena de prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, por ser “partícipe necesario del delito de homicidio calificado por su comisión con alevosía y con el concurso premeditado de dos o más personas, en concurso ideal con el de privación ilegítima de la libertad agravada por haber sido cometida por funcionario público con abuso de sus funciones o sin las formalidades prescriptas por la ley, por mediar violencia y amenazas, como así también por su duración de más de un mes, en concurso ideal con el de imposición de tormentos, estos últimos dos en calidad de coautor”.
En ese mismo juicio se resolvió “calificar los hechos objeto de este proceso como constitutivos de crímenes de lesa humanidad (Resoluciones 3 (I) y 95 (I) de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y lesa humanidad —aprobada por Ley 24.584— y art. 118 de la Constitución Nacional)“, conforme consta en la sentencia dictada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 21 de diciembre de 2010 por el T.O.F 2.
Analía no tiene vínculo con sus hermanas y con su padre hace años y ha venido repudiando públicamente el accionar y los crímenes de su progenitor desde el año 2009. A partir de la derogación de las leyes de Obediencia debida y Punto Final y la reapertura de los Juicios a los responsables de los crímenes perpetrados durante la dictadura, pudo enterarse del accionar de su padre en los grupos de tareas que operaban en centros clandestinos de detención y torturas en aquella época. Su padre, al igual que tantos genocidas, permaneció impune por largas décadas. En el año 2016, fue contactada por Liliana Furió y juntas comenzaron un recorrido mancomunado y comprometido en la defensa de los derechos humanos y en el repudio a los crímenes del propio padre genocida que poco después daría origen al surgimiento del colectivo Historias Desobedientes. Este colectivo es actualmente un lugar de referencia y encuentro para los familiares de genocidas que eligen el compromiso social y la lucha colectiva frente a los crímenes de lesa humanidad, los mandatos de silencio, de sumisión y la impunidad en la que muchos genocidas todavía se encuentran.
En una nueva e inédita demostración de la falta de arrepentimiento, negacionismo y ausencia de responsabilidad subjetiva, observamos el cinismo y el descaro con que se pretende penalizar a una hija en el fuero civil por distanciarse del pensamiento genocida del padre. Es importante señalar que lo que se pretende es declarar “indigna” a la hija respecto de la madre fallecida. En un intento expreso y de fuerte carácter patriarcal de “castigar” a la hija por desobedecer el mandato paterno. Castigarla por repudiar los delitos de lesa humanidad cometidos por su padre, y que no pueda ejercer su legítimo derecho de heredar a su madre fallecida. Por otro lado, se reproduce el discurso machista que desconoce el trabajo del ama de casa, sosteniendo al padre como “el dueño de todo”, incluyendo a las hijas. Esperamos y confiamos en que esta fórmula no se repita en el seno de nuestra justicia democrática.
Sostenemos que la presente demanda trasciende lo eminentemente privado para incursionar en el ámbito de lo social y de nuestra trágica historia como país. En esta causa se evidencia la vigencia y actualidad del pensamiento criminal y genocida de quieres fueron capaces de cometer los peores crímenes contra la humanidad.
Repudiar crímenes de lesa humanidad no puede ser, bajo ningún concepto, un accionar ilegítimo que acarree consecuencias patrimoniales. Repudiar tales hechos aberrantes es interpretado por los genocidas, y por quienes dentro de las familias de los genocidas no se han podido distanciar de estas lógicas de pensamiento, causa de indignidad. ¿Puede el Derecho castigar la transgresión de la ley del padre genocida, que es la ley del silencio y la sumisión, la ley de la complicidad y el negacionismo?
Desde Historias Desobedientes sostenemos que los familiares de personas involucradas en delitos de lesa humanidad tenemos el derecho y el deber moral de expresar el no consentimiento con los actos criminales perpetrados por nuestros familiares genocidas.
Insistimos en la importancia de que se dé tratamiento en el Congreso de la Nación al proyecto de Ley para modificar los artículos 178 y 242 del código Procesal Penal presentado por este colectivo, para que las hijas, hijos y familiares de genocidas podamos denunciarlos penalmente y declarar en los juicios en los que son imputados.
Como ya hemos manifestado en otros pronunciamientos públicos reiteramos que:
- Desobedecemos la incondicionalidad filiatoria hacia aquellos familiares que nos mintieron, ocultaron y defraudaron. Que fueron capaces de secuestrar, torturar, robar, violar, asesinar y desaparecer.
- Desobedecemos, por lo tanto, a la complicidad familiar.
- Desobedecemos el temor, el sometimiento, la violencia. Desobedecemos la vergüenza y el silencio. Porque no solo desobedecemos la ley del padre, también desobedecemos el mandato social que nos insta al silencio y nos identifica con el genocida y con el pensamiento genocida.
- Desobedecemos a la imposición de un discurso único y mucho más cuando lo imponen los poderosos.
- Desobedecemos al odio y el rechazo que nos inculcaron por los que piensan distinto.
- Desobedecemos al mandato de silencio porque nuestras voces que crecieron acalladas tienen mucho que decir.
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