El pozo más profundo. De acuerdo con la edición de junio de 2020 del informe “Perspectivas económicas mundiales” del Banco Mundial, esta sería la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial y la primera vez desde 1870 en que tantas economías nacionales experimentarían simultáneamente la crisis. Los grupos políticos del progresismo insisten en distintas latitudes en la necesidad de hacer más equitativo el sistema tributario.
Quién paga la crisis. En todo el mundo sectores cada vez más amplios de la representación política piden que los propietarios de las grandes fortunas realicen contribuciones excepcionales para enfrentar la emergencia sanitaria. A la vez, surgen resistencias cada vez más enconadas de esos mismos potenciales contribuyentes. En los países más desarrollados la estructura impositiva carga mayores porcentuales sobre los más ricos. En situación contraria, en América Latina los sectores menos favorecidos ven gravados sus ingresos con impuestos regresivos aportados en los consumos directos.
La crisis policial es una oportunidad. Los salarios de todos los estatales, los médicos, los docentes, son una vergüenza. No es la forma cederle a los policías porque ganan poco (en medio de una sedición y restándole a CABA el 1% es solo un paliativo). ¿De dónde vamos a sacar fondos para que haya salarios dignos para todos los estatales? Se necesita una reforma tributaria, gravando a los megamillonarios en forma permanente para otorgar salarios dignos a todos. De esta crisis no se sale si no se tocan los intereses de los que tienen las riquezas producidas por toda la sociedad especulando en sus cuentas bancarias. Sin mayor recaudación, cualquier política está condenada al fracaso. Hay que romper la maniobra de los sectores de ultraderecha que representan a los megamillonarios, queriendo manipular a los que van a padecer esta catástrofe. Hay poner la política en el puesto de mando. La riqueza está cada vez más concentrada y tenemos que terminar con eso.
Un proyecto contrariado. Se presentó ante el Congreso el proyecto de Aporte Extraordinario por única vez de las grandes fortunas. Parece contar con el apoyo de legisladores de diversos espacios políticos. Se aplicará a las personas propietarias de más de 200 millones de pesos al 31 de diciembre del 2019, y solo tendrá impacto sobre unas 12.000 familias, las más ricas del país. Considerando que para enfrentar lo que viene no habrá financiamiento externo, que habrá grandes restricciones fiscales generadas por el déficit originado por la pandemia y un 40 por ciento de pobreza, hay que afirmar que oponerse al aporte es inmoral y muy mal visto en la sociedad. Pero se resisten.
Trabajo para salir de la crisis. No hay muchas formas de paliar la crisis. La discusión que viene es cómo podemos hacer para realizar grandes inversiones estatales. Es necesario subsanar el déficit de vivienda y escuelas, desarrollar un sistema de transportes no contaminante, avanzar en ciencia y tecnología. Cómo haremos para financiar la salud pública, asegurarla con redes de agua potable y cloacas, masiva construcción de viviendas, servicios de luz, gas, telefonía e internet accesibles a toda la población. Nada de esto puede pensarse sin un salario universal para todos los argentinos que sirva para aguantar la crisis y generar una masiva reducción de la jornada laboral generando trabajo para todos.
El modelo argentino. La pregunta no es tanto qué vamos a hacer sino de dónde va a salir el dinero para hacerlo. El modelo que viene es una Argentina sin glifosato, saliendo del monocultivo sojero e integrando la agroindustria para descentralizar las grandes urbes. Realizar una transformación de nuestra industria para crear empleos sustentables y duraderos con base en la pequeña y mediana empresa. Cómo garantizar que la minería no sea contaminante. Cómo vamos a construir redes ferroviarias y camineras, canales hídricos para prevenir inundaciones y cómo dar vigilancia de los bosques ante los incendios y la deforestación.
La inmoralidad de los ricos. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) de Paolo Rocca y Héctor Magnetto, desnuda la diferencia entre su moral y la nuestra. Mientras miles se mueren por la pandemia o están condenados al hambre, ellos tienen el coraje de llamar “impuesto confiscatorio”, al aporte extraordinario. No quieren poner un solo peso para paliar la crisis. Nuestro pensamiento es que el proyecto por única vez debe extenderse en el tiempo para sostener la remontada del país basando la inversión estatal y el equilibrio fiscal en los aportes de los megamillonarios que tienen dinero en exceso. Una buena cantidad de esos acumuladores que viven en el mundo han señalado su predisposición a pagar más impuestos. Ninguno es argentino: acá la moral empresaria no existe.
Distribución de la riqueza. El problema no es que en nuestro país la pobreza se haya extendido y consolidado durante el cuatrienio macrista y con la pandemia que estamos sufriendo. El problema no es que falten recursos, sino que la riqueza está concentrada en pocas manos. El drama argentino es el carácter parasitario de ese capital concentrado.
Emergencia sanitaria. En sus fundamentos, el proyecto de resolución presentado dice: “Atendiendo a la situación histórica de emergencia sanitaria internacional que atravesamos, causante de inmensas pérdidas en todas las economías del mundo, consideramos como un paso correcto y necesario que los costos que implican el sostenimiento de la lucha contra el Covid-19, y la posterior recuperación, sean afrontados en mayor medida por quienes disponen de las mayores riquezas del país, a través de un Impuesto Extraordinario de Emergencia, coparticipable, como modo de promover mayor equidad y justicia a la lucha colectiva nacional y federal”.
Un destino manifiesto. Se espera una recaudación de 300.000 millones de pesos, que el Gobierno tendrá en disponibilidad para la compra y producción de insumos médicos para combatir la pandemia, subsidios para las pymes, la urbanización de barrios populares, producir y envasar gas natural a través de YPF y financiar el relanzamiento del plan Progresar para estudiantes. En estas razones radica la vital importancia de esta ley. Pero tenemos que saber que con esto solo no alcanza.
Era por única vez. El impuesto a las ganancias, el IVA y el impuesto al cheque son algunos de los gravámenes que empezaron por única vez y quedaron firmes hasta el día de hoy. Los economistas Joseph Stiglitz y Thomas Piketty, este último con su libro best seller El Capital en el Siglo XXI, han señalado que la desigual distribución de la renta —entre los capitales excedentes y la pobreza estructural— es el principal problema para el mundo que viene. Existen propuestas en marcha para hacer frente a la pandemia con un gravamen especial en España, Italia, Suiza, Rusia, Brasil, entre otros países.
Europa sí lo consigue. En Italia se estudia establecer una “tasa Covid” (Covid tax) progresiva durante los años 2020 y 2021. La propuesta consiste en crear una enmienda al decreto “Cura Italia”, un plan económico de ayuda lanzado por Estado Nacional hace pocas semanas. En el caso de Alemania, el denominado impuesto complementario de solidaridad (“Soli”), es uno de los antecedentes más claros: está orientado a atender a los que menos tienen con un aporte de los que están en mejores condiciones. Al tomar a la Unión Europea, el umbral sería a partir de los dos millones de euros. Lo recaudado se dedicará al reembolso de los Eurobonos emitidos por el organismo multilateral durante la crisis generada por el Covid-19 o al financiamiento de un fondo de rescate común.
Argentina paga poco. La comparación internacional que realiza la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), muestra a la Argentina como uno de los países que menor gravamen impone a quienes poseen los mayores ingresos. En los impuestos progresivos y sobre flujos pagan más los que más ingresos tienen. En la Argentina estos impuestos pesan aproximadamente 5,3%, mientras que en países como Brasil o Chile pesan 7%. En Francia 10,9%, Israel 11,6%, Alemania 12,2%, Estados Unidos 12,4%, Italia 13,4%, Canadá 15,4%, Australia 15,9%.
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