Hora de despertar
Los sectores críticos del Frente de Todos deben reconocer el origen de su crisis para reorganizarse
Cuando se conoció el nombramiento de Silvina Batakis para ocupar la cartera de Economía, los comunicadores afines con el kirchnerismo elogiaron la unción para el cargo de alguien con una mayor sensibilidad política que la del ministro saliente, Martín Guzmán, sin especificar muy bien en qué consiste esto más que en entender que en la Argentina hay que satisfacer necesidades de la población. Simultáneamente, la ministra no demoró ni un día en dejar en claro que mantendría la continuidad de la praxis que adoptó su predecesor. Desde entonces, la economía no para de dar malas noticias, y se nota a los dirigentes políticos desorientados, al igual que a los analistas de diferentes especialidades.
Ante una situación cada vez más crítica, nos encontramos frente al hecho de que están dadas las condiciones para que esta coalición de gobierno finalice con un fracaso en relación a los objetivos con los que se gestó. Esto fue previsto y produjo irritación dentro de los sectores que integran el Frente de Todos. Lo que no fue posible es que estos sectores generaran la inserción de cuadros propios que propusiesen políticas económicas diferentes. Se impone reflexionar para la gestación de una alternativa política que permita reorganizar el panorama con la perspectiva de darle una opción a la sociedad argentina que hoy no existe.
La ideología que no es teoría y la praxis
La principal nota de la edición del semanario británico The Economist para la semana del 16 al 23 de julio se titula Wake up, Democrats! (¡Despiértense, Demócratas!). Se refiere al partido norteamericano, y relata que enfrenta una significativa pérdida de popularidad debido al hecho de que sus votantes perciben que mantiene un corrimiento a la izquierda, con consignas cada vez más radicales, pero que las mismas carecen de relevancia por no ponerse en práctica o no resolver ningún problema significativo de la vida cotidiana de los estadounidenses. Se citan datos del grupo de estudios políticos Manifesto Project, que detecta una acentuación desde 2010, basándose en la cantidad de propuestas de este estilo que aparece en las plataformas electorales. La consecuencia es que los votantes negros, latinos o carentes de educación formal, aparentes beneficiarios de los programas del partido Demócrata, se dirijan al partido republicano, que les otorga respuestas. Bajo la égida de Donald Trump, por retrógrado que sea, comenzó un proceso de crecimiento de los salarios reales y del nivel de ocupación antes inexistente, que continuó con Biden pero sin ninguna novedad significativa.
El fenómeno de un gobierno que disgusta a su base electoral por falta de un contenido programático lo suficientemente profundo como para modificar situaciones de malestar colectivo y realista como para ser ejecutado por personas competentes, se repite en nuestro país. La diferencia es que en Estados Unidos existe una opción, que será desagradable pero es más eficaz que la vaguedad con la que obra el partido Demócrata. En la Argentina existe lo menos malo del Frente de Todos contra lo peor de Juntos por el Cambio, que solamente resiste (y cada vez menos) por el mal recuerdo de la experiencia pasada y el buen recuerdo, aunque confuso para algunos sectores de la población, del kirchnerismo. Y es factible que el disgusto con el oficialismo sea capitalizado por una alternativa no muy racional que por esa razón finalizará tan mal como su predecesor, en una situación en la que la sociedad argentina se encontrará más pobre y violenta que hoy.
El origen de este comportamiento político en términos genéricos es el de carecer de un compromiso genuino con la transformación. Mantenerla requiere generar un medio para conocer los cimientos de la vida de la población de un país y detectar sus problemas e insuficiencias. Esto es una teoría. Ante la falta de teoría, sea por desinterés o por incapacidad, se recae en la ideología, la recurrencia en lugares comunes que están vinculados a la identificación y la pertenencia en lugar del análisis elaborado con el fin de la concreción. El contenido práctico de la teoría se disipa en las nubes cuando se adopta la ideología, que conduce al extravío.
Quienes políticamente se identifican con posiciones conservadoras recaen en la ideología, porque su objetivo es el de justificar una imposibilidad de modificar situaciones que no es tal. Es interesante ver cómo esta sintomatología se presenta en el deterioro del gobierno argentino. Los dos ministros que renunciaron expresando presuntas preocupaciones por el desarrollo argentino, Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) se expresaron de diferentes maneras contra la política económica kirchnerista antes de formar parte del gobierno, el primero en diversos escritos y en una famosa conferencia de 2016 que rememoró en mayo Horacio Verbitsky, y el segundo en su libro Los tres kirchnerismos. Las críticas convergen en que la política con la que el kirchnerismo ordenó la vida de los argentinos durante los primeros años fue meritoria, pero que transcurrida esa etapa se cometieron errores por extenderla excesivamente. En esencia, que el gasto público y los salarios crecieron demasiado, más allá de lo razonable. También se objetaba la falta de una planificación para el desarrollo, pero las ideas de ambos ex funcionarios no pasan de una serie de lugares comunes, de escasa precisión, que muchas veces contienen el rechazo de alternativas que funcionaron anteriormente o parecen soluciones lógicas con argumentos poco rigurosos, en favor de consignas vagas que al transformarse en praxis se convierten en los resultados que se observaron hasta ahora. Similarmente, el famoso posicionamiento de Guzmán sobre la reducción del déficit fiscal no tuvo la función de promover una política activa en un determinado sentido, sino la de justificar la inacción en un estado de cosas que condujo a la degradación presente. De la misma manera, los economistas aparentemente cercanos al sector político que acompaña a la coalición gobernante insisten pertinazmente en que no están dadas las condiciones para sostener el crecimiento ni mejorar la distribución del ingreso que se reclaman más o menos explícitamente en la política, lo cual es otra variante de la prédica de la inercia. Como avanzar no se puede porque es económicamente insostenible, y retroceder es indeseable, es preferible mantenerse sin alterar nada a la espera de la debacle.
Qué construcción política
Que frente a tal debilidad no puedan surgir personas para afrontar la situación que luzcan a la altura de lo que se espera de ellas no se debe solamente al hermetismo del Presidente y sus allegados. No existe un grupo de referencia en lo que concierne a una gestión de la economía con miras al desarrollo económico y la inclusión social, por lo que ocupan la escena economistas que repiten el mismo tipo de argumentos ideológicos que forman parte de la crisis. Esta falencia estructural del Frente de Todos, o más precisamente del kirchnerismo, impide que se posicione como opción política plena.
La pasividad dentro de la coalición oficialista en este sentido incita a ensayar una reflexión crítica sobre sus orígenes. En el interesante libro que Diego Genoud publicó el año pasado, El Peronismo de Cristina, se recrean historias de varios dirigentes del peronismo opositores a la figura de Cristina Kirchner, justamente alienados por lo que perciben como algo radical e inviable en su práctica progresista. Lo que los caracteriza es que tienden a interesarse por la política sin buscar modificar la estructura de la sociedad, al punto tal de rechazar profundamente cualquier práctica persistentemente progresista. El autor transcribe un diálogo que mantiene con Emilio Monzó en el que esta idiosincrasia es bien reflejada: cuando se refiere a cómo considera que debiera desenvolverse la política, opina que se debe buscar el diálogo entre dirigentes de la coalición cambiante y el peronismo no kirchnerista, entre quienes no observa diferencias de fondo; y cuando se le pregunta sobre cómo ve al gobierno (la entrevista es de 2020), opina que se debe realizar un pacto nacional para realizar un ajuste necesario para revertir una crisis que el país enfrenta desde hace años.
Una consideración de tales características ante el contexto y el mandato con los que el Frente de Todos llegó al poder es sorprendente. Pero lo más remarcable es que este posicionamiento político conservador, cuyo único ofrecimiento concreto al país es que las mayorías sobrevivan como puedan sin proponer ninguna perspectiva de mejora en el corto y en el largo plazo porque siempre son inviables, mantiene una afinidad total con los economistas que argumentan que el kirchnerismo practicaba algo inconsistente, que sostuvo mientras fue posible solamente por oportunismo político. A ninguno le interesa criticar las falencias del kirchnerismo para que se pueda avanzar con mayor profundidad superándolas, sino simplemente que el populismo desenfrenado no se repita. Son todas variantes del peronismo reaccionario, tan gorila como el antiperonismo.
¿Qué es lo que hay en frente? Genoud ubica a La Cámpora como el reverso en el espectro político del peronismo de derecha al que nos referimos anteriormente. Remarca que la organización llegó al gobierno ocupando posiciones y con una dirigencia más experimentada en relación a su estado durante el segundo gobierno de CFK, manteniendo una ambición de expandirse que incluye entablar diálogos activos con sectores de peso en el empresariado nacional.
La autocrítica está presente con respecto a la incapacidad de ejercer la conducción política en el pasado, pero esto en todo caso es un avance secundario frente a lo que permanece sin resolver: la cuestión de fondo es que todavía esta organización se sostiene ideológicamente en el liderazgo de la Vicepresidenta. No en un conjunto de ideas general afines con ciertas definiciones, que en todo caso ella expresa muy bien, sino solamente en la reivindicación de su obra pasada, que sustituye a la comprensión propia.
Parece adecuado entonces despertarse como The Economist les sugiere a los demócratas norteamericanos y extraer una enseñanza de la experiencia que está por terminar, en vista de superar la situación presente. La ansiedad por ocupar el gobierno sin tener ideas ni programa es estéril. Puede dar lugar a transformaciones limitadas si la claridad de quienes conducen lo habilita, pero no a cambios duraderos. Para poder revertir el declive en el que nos encontramos y erigir un país distinto, más próspero y justo, deben tomar las riendas del Estado individuos interesados en saber cómo hacerlo. Encontrarlos y formarlos es la tarea de los sectores que todavía están comprometidos con el Frente de Todos y carecen de agenda.
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