Hijos de una misma historia

Apuntes para una historia general de la agrupación H.I.J.O.S.

 

Es a partir de 1995 que H.I.J.O.S surge con nombre propio, portando una nueva antorcha, otra manera de contar y reivindicar la historia de sus padres sin renunciar a su identidad generacional, es decir con sus propios valores y principios, no con los de sus progenitores. Allí donde el detenido desaparecido había tenido que pendular entre el estigma del subversivo y el de la víctima inocente, vaciada de contenido, el surgimiento de H.I.J.O.S. le devolvía la política: “Nuestros padres fueron militantes revolucionarios”, “Nacimos en su lucha, ellos viven en la nuestra”, dirán desde sus primeras consignas, dejando ver que la búsqueda del sueño revolucionario de la generación de sus padres constituye, puede pensarse, un punto común que sostiene los lazos.

En la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia, los hijos e hijas de desaparecidos (también ellos víctimas del terrorismo de Estado, en su absoluta singularidad y pluralidad), y a partir de un conjunto de circunstancias casuales y no tanto, se reúnen en tiempo y espacio para socializar los dolores y las historias, pero también para sentirse menos solos frente a una sociedad que todavía les daba la espalda. La voz que de allí surge es también hija de todas las particularidades de la década del ‘90, donde el campo popular se enfrentaba a la herencia neoliberal del Proceso, al ajuste salvaje del nuevo Consenso de Washington, a la obturación de la demanda de “juicio y castigo a los culpables” a partir de las leyes de Punto final y Obediencia Debida del gobierno de Alfonsín y los posteriores indultos.

La aparición de H.I.J.O.S. puede explicarse por este contexto, y porque además los que eran bebés, niños o precoces adolescentes al momento de la dictadura tuvieron la madurez necesaria, cuando comenzaban el tránsito de ser adultos, para asumir políticamente la posta, creando un lenguaje propio a su generación que les permitiera dar, públicamente, una discusión que hasta entonces les era negada.

Ser hijo de la desaparición, del asesinato, del exilio, del encarcelamiento o, acaso, de “una misma historia”, es la herida común que los hermanó desde el comienzo. Pero también es la grieta, el lugar donde se genera la potencia para apalancar la irrupción de un grito en un momento de maduración histórico y social, a sabiendas de que las condiciones de esta irrupción estaban dadas desde adentro del amplio espectro del movimiento de derechos humanos que, desde los tiempos de la dictadura, es decir desde que los hijos eran niños, los contuvo en la verdad, logrando que muchos, en el futuro, pudieran asumir su lugar en esa Historia, su historia.

Por eso la emergencia de la sigla H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio) es un mínimo consenso identitario para la gestación de una voz; el aparato conceptual intrínseco de un acrónimo que, con toda potencia, abreva el mensaje novedoso de una nueva generación que quiere –con otro tono, con otras formas– incidir sobre el espacio público. Allí donde muchos de los organismos asumían la lucha con cierta abnegación, silencio y tristeza, H.I.J.O.S. introdujo el desparpajo y la alegría, principalmente a través de la práctica del escrache, con su murga y su teatro, con sus aerosoles y sus cantitos, con sus proclamas en periódicos y folletos.

 

 

En esas formas gestadas por el propio aprendizaje, y ensayando maneras de diferenciarse de otros actores del movimiento de derechos humanos, la agrupación ha demostrado autonomía en el sustento de sus demandas históricas (que se remiten a las consignas de su fundación en 1995). Y en esto sí H.I.J.O.S. ha sido, también, hija de las Madres y las Abuelas, porque supo encontrar un modo de actuar, en línea con sus planteos iniciales, tomando esa coherencia del reclamo histórico de cada uno de los organismos, sin ser espejo y logrando establecerse, en todo caso, como actores complementarios.

Más allá de las diferencias históricas y de las propias tensiones del campo de la memoria, a lo largo de estos 30 años el colectivo de hijos e hijas ha sabido cincelar cada una de sus demandas según la etapa vivida, conformando una verdadera red federal en casi todo el territorio argentino y también fuera del país, donde la trayectoria colectiva ha podido desplegar su presencia, coordinación y mantenimiento de una agenda, aun con las diferentes trayectorias individuales en su seno y con sus discusiones internas.

El desarrollo del contexto de su aparición pública a mediado de los ‘90, a partir de los homenajes en universidades y de los dos campamentos de 1995 en las sierras de Córdoba, en donde nacen las primeras consignas y definiciones de la agrupación, son la base de la reflexión sobre los ejes identitarios y conceptuales de la agrupación. A ello le sigue la construcción del escrache como consecuencia de una teoría y puesta en práctica de un modo de pensar la injusticia ante la mera legalidad, como una poética común del manifestarse, como impugnación axiológica, modelo a seguir, adaptarse y repetirse por parte de las regionales.

Aunque existen numerosos artículos y publicaciones sobre diversas etapas de la vida de H.I.J.O.S. y de características particulares de algunas de sus regionales, no existe hasta el momento una trama que intente dar cuenta de la historia general del colectivo a lo largo del tiempo. Sí existe, en todo caso, la biografía o autobiografía de algunos hijos o hijas que lograron ser más públicos que otros, o bien la emergencia de producciones culturales y artísticas de muchos hijos e hijas, y todo un nicho académico que se refiere a ellas.

Reitero la idea de que no hay un estudio profundo, una historia oficial de H.I.J.O.S., de su trayecto colectivo, como sí quizás la tienen las Madres o las Abuelas, de quienes se han ocupado historiadores o cronistas. Trama dispersa que se puede encontrar en algunos capítulos de libros, documentos, papers académicos, artículos periodísticos, sitios de Internet, redes sociales, registros fílmicos, producciones artísticas, archivos públicos y privados, relatos orales.

Por otro lado, resulta bastante normal que las trayectorias por H.I.J.O.S. generen distintas vivencias y relatos. Que algunos miembros tengan un recuerdo distinto que otros. Por ejemplo, de los campamentos fundacionales de 1995 o de las circunstancias de un escrache. Lo que sí es objetivo son los hitos más importantes de la agrupación en estos 30 años, los que podría resumir en cuatro apartados o etapas. Quizás la dispersión y no la unidad de archivo tenga que ver con esta diversidad de voces y opiniones. Pero esto es tan solo una conjetura.

Para una historia general de H.I.J.O.S como agrupación he pensado en varias etapas. Esto son tan solo apuntes de una historia posible.

 

1. Los antecedentes de H.I.J.O.S. (1983-1994)

Se trata de los pasos previos al surgimiento de la agrupación. Aquí aparece la cuestión de los niños y adolescentes víctimas de terrorismo de Estado, que vivieron diversas y complejas situaciones, trágicas en todos los casos, y que tuvieron que crecer en otros contextos y de manera distinta a otras infancias, además de sentir el peso social del entorno que negaba y silenciaba lo que les había pasado. Durante los últimos años de la dictadura, y con más posibilidades a partir de la recuperación democrática, son muchos los organismos que plantean “hacer algo” con la situación de estas infancias. En algunos casos se crean talleres de contención, de esparcimiento y habla. El arte y el espacio lúdico, promovido por sobrevivientes de la dictadura, profesionales de la salud y personas cercanas a los organismos, tuvieron un rol fundamental en esta etapa. A fines de los ‘80 y con el surgimiento de la nueva era política, muchas de esas infancias van a coagular en espacios comunes, pero también van a atraer a muchos otros que estaban aislados. Los homenajes realizados en las facultades de Arquitectura y de Humanidades de La Plata a mediados de los ‘90 fueron momentos bisagra para que muchos hijos se vieran la cara por primera vez y comenzaran a militar una nueva identidad. Sin descuidar el relato de otras primeras experiencias colectivas, ocurridas fuera del eje Córdoba-Buenos Aires-Santa Fe (como lo sucedido en Tucumán, con una organización de hijos e hijas conformada en 1993 y que posteriormente se nucleará en H.I.J.O.S.), este primer corte llega hasta el campamento fundacional en Río Ceballos, Córdoba, en abril de 1995, momento preciso del nacimiento de H.I.J.O.S.

 

2. El mito del origen de H.I.J.O.S. (1995-1998)

La segunda etapa comprende las manifestaciones públicas, la constitución de la red a nivel nacional, la sigla H.I.J.O.S. y su significado en un proceso de construcción de identidad frente a un contexto de impunidad e imperio público de la teoría de los dos demonios, alentada desde los medios de comunicación y el poder político. Ante la herencia económica del Proceso en el nuevo Consenso de Washington, que significará nuevas formas de lucha, analizamos cómo se inserta la agrupación en esas líneas de protesta y acción colectiva, cómo se plantearon las consignas iniciales, los eslóganes más conocidos y las discusiones sobre la conformación interna: familismo, membresía, los cuatro orígenes (hijos de desaparecidos, de asesinados, de exiliados y de presos políticos). Aquí aparece “la socialización de la hermandad en grupo”: es decir, cómo se socializa la historia en los espacios internos de bienvenida de nuevos miembros y cómo se va dando la horizontalidad (“tu historia es distinta pero semejante a la mía”). Lo que incluye las distintas estrategias que se despliegan para dar con otros hijos, las formas de captación, la aparición en los medios de comunicación de H.I.J.O.S. y el llamado a formar parte de la nueva experiencia.

Desmarcarse de la teoría de los dos demonios supone, asimismo, reflexionar sobre el fenómeno de la violencia política, y con ello dimensionar el concepto de “Revolución” y de lucha armada y revolucionaria de las décadas del ‘60 y ‘70. Aparece aquí la cuestión de las lecturas iniciáticas de H.I.J.O.S. y la revisión compartida de una bibliografía sobre los procesos políticos del pasado. ¿Qué estaban leyendo los primeros miembros de la agrupación en sus primeros pasos, para reconstruir la historia de sus viejos?

El libro Ni el flaco perdón de Dios, escrito por Juan Gelman y Mara Lamadrid durante 1995 y 1996, y publicado por Planeta en 1997, es también un momento de aparición pública de H.I.J.O.S. en tanto se trata del primer libro de una editorial importante que recepta la voz y las consignas de la agrupación, y donde el resto de los organismos de derechos humanos, a través de sus referentes, le hacen un lugar asumiendo su diferenciación como nuevo actor y legitimando su aparición pública. El libro es un testimonio ineludible y lleva prólogo de Horacio Verbitsky, cuya investigación sobre Adolfo Scilingo y los vuelos de la muerte terminó con las dos versiones sobre lo ocurrido, porque un represor confirmaba lo que habían denunciado los sobrevivientes, y obró como un permiso para que la nueva generación se animara a la luz pública, sin temores ni vergüenza. En este punto, es importante hacer referencia al posicionamiento de H.I.J.O.S. como agrupación, sus mecanismos internos de decisión horizontal, de tipo asamblearia, sin perjuicio de la trayectoria de liderazgos naturales que nunca fueron formales, y con ello la independencia institucional y partidaria que caracterizó al colectivo desde sus inicios. Me refiero al posicionamiento de H.I.J.O.S. frente al resto de los organismos de derechos humanos y a partidos políticos.

 

3. Teoría y práctica del escrache (1998-2004)

 

Escrache a Antonio Domingo Bussi en 1998.

 

En esta etapa aparece con fuerza la construcción de las demandas de Justicia de H.I.J.O.S. y el contexto de impunidad que las precede. La cuestión axiológica resulta fundamental desde el inicio de la conformación de la agrupación, en tanto el sentimiento de orfandad e injusticia ante lo ocurrido con sus padres; se trata sin duda de un ethos compartido sobre el que giran todas las demás demandas políticas. Allí se advierte un sentimiento que se profundiza a medida que los jóvenes van creciendo y entienden que el Estado, perpetrador de los crímenes, obtura el proceso de descubrimiento de la verdad, la memoria y la justicia desde un punto de vista formal. Serán las leyes de Obediencia debida y Punto final y, finalmente –durante el Menemismo–, los indultos, puntos de agotamiento que se combinarán con la aparición en escena de represores justificando su accionar, mintiendo descaradamente, hablando de “excesos” y hasta confesando sus crímenes. Ese agotamiento moral es la antesala que unge la voz de H.I.J.O.S. y, como veremos, emerge primero como natural indignación, luego como denuncia, y finalmente bajo la forma del escrache.

La definición del eslogan “Si no hay justicia, hay escrache” demarcará una experiencia y necesidad de practicar un modo de acción colectiva característico de la agrupación. Y con ello, tal como veremos, un modo de apreciar aquello que se considera justo y legal, lo que debe estar dentro de los juicios, lo que puede ser reparado y lo que no. El escrache como estrategia política es un encuentro con el lugar del arte en H.I.J.O.S., algo que ya estaba insinuado, una década atrás, en los talleres de contención. En este capítulo haremos referencia al “sentimiento de alegría” en la forma de protesta, a los límites del escrache con la violencia y el arte de injuriar, y a la construcción del mapa de los represores en todo el país por parte de la red de H.I.J.O.S.

La idea de marcar los cuerpos, marcar la calle, marcar el domicilio, son gestos de inscripción simbólica del espacio público con la intención de que la sociedad civil tenga conocimiento de que convive cotidianamente con el pasado y el terror. Aquí nos interesa detallar la importancia que H.I.J.O.S. le dio, en el escrache, a la interpelación de los “lugares del olvido”, que le permitieron a los responsables del terror poder esconderse entre los visillos de la vida civil, en su vecindad, el barrio y su comunidad, sin que la sociedad se diera cuenta del papel que cumplieron durante la dictadura. La agrupación marca y pone bajo la luz aquello que estaba oculto en la oscuridad. Se crean las “comisiones de escrache” como espacios institucionales internos que profundizan la práctica y la encaminan hacia la construcción de una metodología planificada.

 

4. H.I.J.O.S. y las políticas de Memoria, Verdad y Justicia (2004-2015)

El surgimiento e impulso de los Juicios por la verdad y la postura de la agrupación frente a esos procesos hacen que, sin interrumpir los escraches, la agrupación comience a dimensionar un nuevo rol en las estrategias judiciales de cara a la demanda de “juicio y castiga a todos los culpables”.

En diciembre del 2001 se da el agotamiento de una etapa política y social; H.I.J.O.S. ocupó un lugar en ese proceso, cercano al movimiento piquetero y la criminalización del campo popular, donde muchos de sus miembros fueron detenidos por protestar. Y, finalmente, el cambio que representó la asunción del gobierno de Néstor Kirchner en el año 2003. Es decir, el giro copernicano en materia de derechos humanos que reposicionó a los organismos y a H.I.J.O.S.

 

“Soy Wado, de H.I.J.O.S.”, grita Eduardo de Pedro mientras lo detienen, en diciembre de 2001. Foto: Damián Neustadt.

 

 

El 24 de marzo de 2004 fue un momento bisagra; fue allí cuando H.I.J.O.S. comienza una suerte de estrategia de doble perfilamiento, adentro y afuera del Estado, entre la gestión y el sostenimiento de tradicionales prácticas de la agrupación, y donde comienza a desarrollar un activismo judicial en la organización de futuras querellas.

La inconstitucionalidad de los indultos y de las leyes de impunidad, decretada en 2005, abre la escena para los juicios de lesa humanidad en todo el país, e H.I.J.O.S. será un actor fundamental para mantener el impulso de las presentaciones de las querellas. Muchos de sus miembros que estudiaron abogacía pasarán a formar parte de las comisiones de legales, de las secretarías de derechos humanos, áreas de archivo, sitios de memoria, etcétera. En este sentido, el desbloqueo judicial le abre a H.I.J.O.S. un nuevo panorama, en el cual el escrache como estrategia política queda en un segundo plano, aunque no se pierde y mantiene en algunos momentos su vigencia. En esta etapa aparece la figura de los hijos como testigos en los estrados, la preparación de los alegatos en los juicios, la investigación de las complicidades civiles, el impedimento o control de las domiciliarias a represores, el cumplimiento de las condenas en una cárcel común; todos aspectos nuevos y complejos que pasan a ser pensados por la organización como parte de una nueva etapa.

 

El presente

La última etapa se corresponde con la actual, y es la de las interrupciones negacionistas (2015-2019; 2023-2025), donde aparecen los despidos y recortes, el cierre de archivos, y se plantean nuevos fenómenos para el proceso de memoria, verdad y justicia; de allí que H.I.J.O.S. deba buscar nuevas estrategias y respuestas para seguir sosteniendo sus consignas históricas, en tanto retroceso intenso de las políticas iniciadas a partir de 2004. Y todo eso es el presente.

 

En busca de una generación hacedora de la Historia

Por lo demás, debe analizarse un plano que trasciende a cada una de las etapas mencionadas, y tiene que ver con el registro de la expresión política y cultural. Me refiero a H.I.J.O.S, arte y memoria; o bien H.I.J.O.S como parte de una generación, donde aparecen sí las singularidades y nombres de algunos hijos e hijas de desparecidos (hasta acá intenté una historia anónima), y no los hitos objetivos históricos de la agrupación.

Me refiero a las producciones y expresiones culturales individuales o grupales (poemas, películas, novelas, fotografías, pinturas, teatro, etc.), pero también a algunas trayectorias políticas reconocidas y hasta públicas. Todos y todas forman parte –o son– expresiones de una identidad generacional mayor, portadora de ciertos imaginarios y tópicos semejantes que los hacen hablar bajo una misma modulación programática epocal (por el hecho de pertenecer a un mismo tiempo, a una cercanía, a una filiación).

 

¿Qué es y qué ha sido H.I.J.O.S. a 30 años vista?

Quizás sea una pregunta por el sujeto político o lo que esté más allá de su espinosa entidad, una pregunta por su capacidad, una pregunta sobre la actualidad y prepotencia de quienes fueron atravesados o afectados por una época que los nucleó como agrupación en la juventud, a sabiendas de que la juventud (aquella característica que también homologó a sus padres en el momento de participar en política) es algo preciado que se pierde y que no se puede mantener eternamente, como desea Dorian Gray, el personaje de la novela de Oscar Wilde. Una pregunta, al fin y al cabo, por el legado a las nuevas generaciones, teniendo en cuenta la finitud de las Madres y de las Abuelas, pero también de los represores y sus cómplices.

En sus orígenes existió una fuerte discusión, en el seno de la organización, sobre el tipo de población que conformaría la pertenencia a H.I.J.O.S. (si sólo la integrarían los hijos desaparecidos y asesinados, si entrarían los hijos de los exiliados, si los hijos de los presos políticos, etcétera) En la categoría más bastarda, la última y más abierta para pertenecer a la agrupación, sólo tenías que sentirte parte (“hijos de una misma historia”, se decía). Quizás el legado vaya por allí, un espejo donde una generación completa puede mirarse la cara después de 30 años, y vea anunciar el momento del pase generacional (que tantas veces se anunció y nunca ocurrió, sea porque la derecha se interpuso o porque el viejo peronismo lo obturó). Me refiero a la hora de dejar dudar cual un Hamlet generacional. La hora de subir a un tren que se va, y te invita a subir. Porque ese tren no volverá a pasar. Asumir, de una vez, las riendas de la Historia Argentina.

 

* Agradezco a Emilio Crenzel, que invitándome a dar una charla me permitió pasar en limpio algunas de estas ideas.

 

 

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