Herida pewenche

Neuquén padece el mayor incendio de bosque templado austral del que se tenga memoria

 

Vidas de cientos de años se consumen en el incendio de bosque nativo del Valle de Magdalena, muy próximo al volcán Lanín (Pijan Mawiza, montaña con conocimiento, su nombre en lengua mapuche), al pie de la cordillera de los Andes, en Neuquén. El pewen, una de las 19 especies de araucarias originarias del sur, es considerado un fósil viviente, capaz de resistir a embates medioambientales que otras especies no han podido. Sus piñones (semillas) fueron y son alimento en lo más crudo del invierno. La gente mapuche que vive en torno a su bosque se llama a sí misma pewenche, expresión del lugar vital que ocupa en el equilibrio del territorio ancestral, al punto de ser el pewen constitutivo de la identidad.

Desde el 30 de enero, en la cordillera neuquina, arde el incendio que lleva consumidas más de 22.000 hectáreas, según el último informe oficial al momento del cierre de esta nota. Esa superficie en equivalente al ejido municipal de San Carlos de Bariloche y superior a la de la ciudad de Buenos Aires.

Es el mayor incendio en zona de bosque templado austral del que se tenga memoria en la provincia, coinciden distintas fuentes. Por las altas temperaturas, los vientos del oeste, las características del terreno con cañadones y la masa combustible acumulada por varios años de sequía, sólo la acción de la naturaleza lo sofocará hacia el otoño, explican los especialistas al indicar el conjunto de factores que confluyen.

En tanto, ya devoró las pasturas naturales que debía consumir en todo el verano el ganado de dos comunidades mapuche del lugar, lo que obligó a evacuar con los animales.

 

Ahora ese ganado está en las tierras de invernada de las lof Chiuquilihuin y Linares, asentadas en las inmediaciones del incendio, lo que anticipa una severa crisis para las numerosas familias que las integran y el territorio que tradicionalmente ocupan.

El panorama del combate contra el fuego cambia minuto a minuto, regido por el comportamiento del clima, la disponibilidad de personal y recursos, así como por las decisiones técnicas y profesionales del equipo a cargo. La última semana, un brazo de fuego se desprendió de la cabeza hacia el norte, aproximándose al territorio de dos comunidades mapuche asentadas en la costa sur del lago y río Quillén. Ese mismo desplazamiento está alcanzando a pobladores criollos del paraje Pilo Lil, autoconvocados en una brigada de combatientes que informaron sobre discrecionalidad en el uso de los medios aéreos, que priorizan a las estancias y postergan las tierras fiscales. En ese lugar, el fuego alcanzó el jueves una máquina retroexcavadora.

 

 

 

El impacto sobre la naturaleza es inconmensurable; también en la vida de cientos de familias mapuche y crianceros criollos que ocupan veranadas con permisos precarios. El incendio alcanzó además tierras de estancias ganaderas cuyos propietarios integran los grupos de poder local, rol que se ve reflejado en el despliegue de recursos y actores en el terreno, con un campamento base en una estancia privada.

El perfil criminalizador que le imprimieron los gobernadores de Río Negro y Chubut a los incendios en sus provincias desplazó de la agenda al del Valle de Magdalena. A unos 65 kilómetros de Junín de los Andes, la localidad más cercana, el área bajo fuego está mayormente dentro de la jurisdicción del Parque Nacional Lanín, que tiene 412.000 hectáreas de superficie y protege un sector de 65.000 hectáreas de bosque, que incluyen estas 22.000. Sin presencia de especies exóticas, tiene áreas intactas de vegetación muy densa de raulí, ciprés de la cordillera, roble pellín, pewen, lenga, ñire, entre otras especies nativas, espacio de vida de variada fauna propia y de plantas de valor medicinal y comestibles.

Los alcances locales del calentamiento global y del desmantelamiento del Estado confluyen en Magdalena. Muchos de los héroes cotidianos son brigadistas con contratos precarios, de tres meses. El presidente de la Administración Nacional de Parques Nacionales, Cristian Larsen, evitaba llegar al lugar, al menos hasta el cierre de esta nota, asegurando desde San Martín de los Andes que este incendio fue originado por la acción humana.

 

Brigadistas en el paraje Pilo Lil.

 

Defensa del territorio

La comunidad mapuche Linares difundió los primeros videos propios que mostraron la experiencia de enfrentar el incendio desde el territorio comunitario, reclamando que su perspectiva e intereses sean tenidos en cuenta en el manejo integral diseñado e implementado desde el Estado. El Mallín de los Pozos, dentro del Valle de Magdalena, es un sector de pastoreo durante el verano, que tuvieron que dejar ante el fuego.

 

 

 

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Así es que se evacuaron las tierras de veranada afectadas directamente, unas 2.300 hectáreas en Magdalena que usa tradicionalmente Linares. Esas tierras lindan al este con el paraje Aucapán, donde están las rukas (viviendas) de las familias, espacio donde se cría a los animales durante el invierno, ya dentro de la jurisdicción de la provincia. Por prevención se evacuó otro sector de veranada, Huaca Mamuil, aproximadamente 450 hectáreas junto al lago Tromen, bien al pie de la cordillera, históricamente compartida por familias de Linares, Chiuquilihuin y Painefilú.

Aunque primero fue el espacio de la veranada, la invernada quedó en riesgo inmediatamente después. Cuando la amenaza del incendio avanzó, el Comité de emergencia dispuso evacuar el territorio Chiuquilihuin en dos oportunidades. Además de cuestiones técnicas de manejo del fuego y políticas de asignación de recursos, para la gente mapuche entró en juego la propia cosmovisión, el propio camino espiritual para restablecer el equilibrio roto y el lugar desde donde ejercer la defensa integral del territorio. El viernes 7 de febrero gran parte de la comunidad Chiuquilihuin se evacuó hacia Junín de los Andes, regresando el miércoles 13, cuando mejoraron las condiciones climáticas. Recién ese día arribaron recursos institucionales al paraje Nahuel Mapi, territorio Linares, hacia el este.

Roxana Paillalauquen es de las que decidió permanecer en el territorio, junto a toda su familia, respaldando al grupo más joven que interviene como voluntario en la tarea de defender el frente noroeste de la tierra de invernada. Su apellido puede interpretarse como “mirando de espalda al lago” o, tal vez, “recostada sobre el lago”, explicó en una conversación telefónica, en un alto en las tareas, poco antes de despedirse de un grupo de solidaridad que acercó ayuda desde Junín y San Martín de los Andes.

“Somos unas cien familias, por lo menos 500 personas. La mayoría se evacuaron, sobre todos los mayores y con problemas de salud. 25 familias nos quedamos. Creímos necesario hacerlo para garantizar que se combata el fuego en este sector. Entendimos que, si nos retirábamos, al regresar íbamos a encontrar todo arrasado”. Fue controvertido el pedido oficial de evacuar, irrumpiendo en medio de una ceremonia espiritual mapuche, justamente para pedir lluvia y restablecer la armonía de la naturaleza. “Necesitábamos la mirada directa y propia desde el territorio”, resumió.

Roxana tiene 46 años, hace platería y es docente de enseñanza práctica en la escuela de nivel primario de Chiuquilihuin. Su voz se percibe firme pero muy preocupada. El daño ya es enorme. Se perdió la pastura buena para las vacas, ovejas y chivos, que son el sustento económico de las familias. También el fruto del pewen, por el fuego directo o por las altas temperaturas. A la vez, sustento de la variada fauna silvestre, con muchas especies endémicas forzadas a migrar.

“Estuvo el gobernador, pero no lo vi. Estábamos en ceremonia. No hicieron un trabajo previo, hubo un abandono. El viernes fue la evacuación y al día siguiente no había nadie (del Estado). No puedo especular, no tengo pruebas. Sí vimos el abandono”, destacó.

De todos modos, las evaluaciones más ajustadas quedan para más adelante. Por ahora, en grupo ordenaban los elementos recibidos en donación, felices con las palas nuevas. “Tenemos que cuidar las fuentes de agua en la montaña”, agregó. Esta comunidad está asentada junto a la costa del río Malleo, que nace en lago Tromen y más abajo se une con el Aluminé.

Los familiares que viven en el pueblo usaron las redes sociales para difundir fotos y videos, movida que fortaleció la decisión de ir a la montaña a combatir el fuego y lograr mayor presencia institucional la última semana. Según una fuente mapuche que recorrió el lugar, están movilizados unos 30 voluntarios de Chiquiulehuin y 80 de Linares, sumándose a las labores del equipo institucional.

“Nosotrxs no tenemos las mismas posibilidades de reconstrucción. Los estancieros tienen ayuda sin pedirla”, sintetizó la zomo (mujer).

 

 

 

Las estancias

El fuego no distingue jurisdicciones, ni situación de dominio de la tierra por la que avanza. Afectó a grandes establecimientos privados y a otros los tiene bajo amenaza. La Papay, Los Remolinos y Tres Picos ya sufrieron el incendio. Mamuil Malal, emblemática estancia ubicada al pie del Lanín, viene esquivando el impacto. Allí se montó la base de operaciones del combate con por lo menos 800 personas en el lugar, un dispositivo que no parece comparable con el que actúa en El Bolsón (Río Negro) y mucho menos con lo visto durante el incendio de Epuyén (Chubut). La cancha de polo transformada en helipuerto, entre otros detalles de la infraestructura de emergencia.

La Papay y Los Remolinos son propiedad de capitales austríacos, linderos con Linares, con quien mantuvieron un conflicto territorial años atrás. Tres Pinos es de la familia Nordahl Olsen y se extiende sobre buena parte del recorrido del río Malle. Cruzando la ruta 60, que conecta con Chile, se ubica la estancia Mamuil Malal, de Bertil Grahn SAG. En más de una ocasión el fuego cruzó la ruta pero fue sofocado. En este último caso, la estancia tiene una forestación de pino exótico de algo más de 42 hectáreas, otro combustible altamente inflamable.

 

Viento(s)

El viento, los vientos. Fundamental en la vida del territorio. Pocas veces tan decisivo como durante un incendio, en contrapunto con la lluvia. En ese torbellino, algunos funcionarios públicos se apresuran a conjeturar, a operar, a presionar a los más débiles. La emergencia impone a la población local pelear su propia agenda de prioridades, que incluyen la información a tiempo y certera, la zaranda para discernir los distintos intereses en juego.

 

Cartografía: Javier Grosso, investigador y docente.

 

 

 

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