Hagan sus apuestas

Cortes de luz, servicios por las nubes y reducción inflacionaria en duda: octubre está lejos

 

Comenzó la temporada de cortes de luz apenas subió un poco la temperatura y empezaron a registrarse los niveles térmicos habituales y previsibles de esta época del año.

Decenas de miles de personas están sin luz o fueron privadas por horas de este elemento esencial para la vida moderna. Así se presenta la temporada veraniega. La sociedad argentina está desguarnecida otra vez ante un mal servicio eléctrico que ya lleva décadas sin poder resolverse.

Es agotador sufrir los múltiples inconvenientes que generan los cortes, y es agotador vivir la reiteración de estos episodios de sufrimiento colectivo a lo largo de los años. ¿Por qué una sociedad moderna, y que cuenta con los recursos económicos necesarios y los conocimientos técnicos requeridos, no puede resolver esta cuestión elemental?

No hay secretos en el tema eléctrico. Recibir energía eléctrica suficiente y a un precio razonable sólo tiene que ver con invertir adecuadamente en los tramos de producción, transporte y distribución que así lo requieran, y con la regulación eficiente del servicio por parte del Estado o entes reguladores públicos, en la medida en que la prestación del servicio continúe en manos privadas.

Invertir parece ser en la Argentina una tarea dificultosísima, casi imposible. En la práctica de nuestra historia económica concreta, a las grandes inversiones sólo las hace el Estado, o si la hacen los privados es porque se les ofrecen rentabilidades astronómicas y garantizadas por el Estado.

A nuestro Estado nacional lo vienen bombardeando desde 1976. Le han generado erogaciones gigantes –por endeudamiento externo– que desangran sus posibilidades de invertir. La progresiva evaporación del Estado de estas funciones fundamentales, sólo tuvo un alivio transitorio en los años de los gobiernos kirchneristas.

En los '90, claros antecesores del momento económico actual, el grueso de la “inversión extranjera” se orientó a comprar activos públicos y privados ya existentes, cuyo significado no era otro que posicionarse en actividades que por sus características económicas garantizaban rentas abultadas a corto plazo.

Lo que queda claro, a más de treinta años de las privatizaciones eléctricas, es que la famosa magia privada que reemplazaría al Estado ineficiente por prestaciones modernas y más baratas no generó ninguno de los efectos mencionados.

Seguramente algún defensor de las empresas privadas sostendrá que fueron sometidas a congelamientos tarifarios o manoseos por diversas administraciones. Pero tendrá a su vez que dar cuenta de los enormes beneficios recibidos en el momento de las privatizaciones, con tasaciones muy por debajo del valor real de empresas que habían sido saneadas financieramente en el período previo, y que además gozaron de largos tiempos en el que no tuvieron ningún tipo de control real. Los entes públicos encargados de fiscalizar tanto el cumplimiento de los contratos con el Estado como la calidad de los servicios que ofrecían a los usuarios fueron colonizados por quienes debían ser sometidos a controles.

La incapacidad de la política para atacar de raíz el problema no es un tema de corrupción, sino el resultado de la declinación de los partidos políticos de su función de defender el bien común.

La pulseada política e intelectual la viene ganando el privatismo empobrecedor.

 

La inflación, mucho más que un fenómeno monetario

La inflación de diciembre, según lo informado por el INDEC, fue del 2,7%. En ese sentido, mostró un leve ascenso en relación a la del mes anterior. Vale recordar que este mismo incremento se registró en abril de 2017, abril de 2018, junio de 2019, agosto de 2020 y octubre de 2024. Como se ve, no se trata de ningún número espectacular ni excepcional.

Para hacer pronósticos sobre el futuro inminente, los economistas aconsejan observar la “inflación núcleo”, aquella despojada de efectos estacionales o manipulaciones oficiales, ya que deja de lado en el cálculo a los bienes y servicios regulados por el Estado o sujetos a variaciones de precios por su ciclo productivo. La inflación núcleo, por lo tanto, refleja una tendencia más estable, más sólida, del movimiento de los precios.

Esa inflación, en el mes de diciembre, arrojó 3,2%, es decir que está por arriba de la reflejada en el IPC del mismo mes. Para el conglomerado geográfico del Gran Buenos Aires esa misma inflación núcleo arrojó un preocupante 3,5%, antecedente de cómo pueden seguir moviéndose los precios. No se observa ninguna tendencia al decrecimiento del índice, lo que pone en duda la continuidad de la reducción del ritmo inflacionario.

Para el acumulado del año, la inflación minorista del 2024 fue de 117,8%, sólo superada a nivel mundial por ¡Siria! –país que atravesó una guerra civil, dislocación territorial y derrocamiento del gobierno por una milicia islámica–, con el 120,4%.

Parte de este alto nivel inflacionario es atribuible al fuerte impulso alcista provocado por la devaluación decidida por Milei-Caputo en diciembre del 2023, y al libertinaje en materia de precios que fomentaron con sus declaraciones a favor de la libertad de los mercados las autoridades nacionales. Esa “libertad” en nuestro país se traduce como libertad de remarcaciones arbitrarias abusando de posiciones dominantes de mercado.

Si esa inflación anual del 117,8% se desagrega entre bienes y servicios, la inflación de bienes fue del 96,3% y la de los servicios del 189%, casi el doble.

La explicación tiene que ver con un dramático reacomodamiento de precios –y de rentabilidades– a favor del sector servicios en general y especialmente de los servicios como los alquileres, que subieron 263%, la medicina prepaga (226%), los servicios públicos de electricidad, gas y otros combustibles (un brutal 430%), el transporte público (308%) y los servicios de telefonía e internet (198%). Hasta los precios vinculados al rubro educación subieron un 164%.

 


Además de la espectacularidad del salto de cada uno de los rubros mencionados, se constata nuevamente una característica habitual de todos los experimentos neoliberales: mientras el tipo de cambio atrasado y la apertura importadora afectan los bienes que son transables con el exterior, porque las importaciones se transforman en una amenaza de muerte para la producción que compite localmente, los servicios de toda índole, no sometidos a competencia y con características muy poco competitivas, arrasan con el poder de consumo popular.

El nuevo sistema de precios relativos que surge de estos experimentos premia siempre a la producción de servicios, en general orientados al mercado interno. En cambio, desalienta la producción de bienes que podrían tener un destino exportador.

La persistencia de este sistema de señales económicas provoca un desequilibrio negativo en la balanza comercial y el arrasamiento de actividades productivas que generan mucho más empleo que las actividades extractivas con las que planean reemplazarlas.

En el 2,7% de aumento de precios de diciembre está incluido un salto en el precio del asado del 18,4%, y de otros cortes de carne vacuna del 12,5%. Los alquileres, en el Gran Buenos Aires, subieron el 9,3%, muy por arriba del promedio del IPC del mes.

Si la inflación registrada en diciembre del 2,7% se repitiera sistemáticamente durante cada mes de 2025, daría una inflación anual del 37,7%. Esa cifra sería más alta que la de cualquier año del período kirchnerista, salvo 2014.

Los “burros” que no saben nada de economía, al decir del ministro Luis Caputo, por ahora van derrotando a los Messis de las finanzas y a los futuros premios Nobel de Economía Rothbartiana en el manejo de la inflación.

 

Foto: The Walking Conurban.

 

Problemas y trampas metodológicas

No es bueno comparar el incremento de los salarios por convenio –punta a punta de 2024– con el incremento de los precios punta a punta de ese mismo año, si se quiere saber con rigor cómo le fue a los salarios reales.

La razón es sencilla: mientras los aumentos de precios fueron muy fuertes al comienzo del año y recién hacia el final empezaron a moderarse, los aumentos salariales fueron escalonados a lo largo del tiempo, y se movieron siempre después de los fuertes saltos de precios.

En otros términos: si un sindicato logró que al final del año sus remuneraciones hayan crecido 117,8% –exactamente la misma cifra de la inflación oficial– eso no quiere decir que en términos de poder adquisitivo del salario sus afiliados no hayan perdido contra la inflación: fueron perdiendo en diversas proporciones a lo largo de todo el año, y sólo empataron nominalmente en el último tramo.

En los años ‘80, con una inflación mensual elevadísima, que podía oscilar entre el 10 y el 20%, los salarios se indexaban mensualmente a la tasa de inflación del mes anterior, medida por el INDEC. Mirados los números, parecía que los salarios le iban empatando mes a mes a la inflación. Sin embargo no era así. Los asalariados perdían sistemáticamente.

Lo que se estudió y se demostró en aquella época de inflación vertiginosa es que existe algo que se denomina “coeficiente de desgranamiento salarial”. Lo que trataba de captar ese coeficiente era la pérdida en el salario real, en el poder de compra del asalariado, a lo largo del mes. Un trabajador cobraba 100 a comienzos del mes, pero cada día los precios subían y los billetes que había cobrado al comienzo se depreciaban. Al inicio del nuevo mes, cuando cobraba “con aumento”, en realidad recomponía el valor real de su salario hasta que al día siguiente ya empezaba a perder nuevamente poder adquisitivo por el aumento incesante de precios.

El salario se desgranaba en sus manos, pero la estadística salarial reflejaba que siempre su salario estaba “actualizado”.

Esto es lo que ha pasado en 2024, hasta en el caso de los mejores convenios colectivos: se ha corrido detrás de la inflación. Pero muchos otros convenios salariales de sindicatos con menor capacidad de negociación quedaron permanentemente detrás del movimiento de los precios.

Por otra parte, el gobierno viene interviniendo activamente para que los sindicatos pierdan definitivamente la carrera para sostener el poder adquisitivo que tenían en 2023 los trabajadores en sus distintos estamentos. Lo ocurrido con el reciente convenio de Camioneros es todo un indicio: el sindicato reclamaba 15% de aumento, la patronal ofrecía el 8%, y el Ministerio de Trabajo sólo autorizó un 5% para homologar el convenio.

 

Ponderaciones mágicas

La segunda trampa metodológica es lo que se conoce públicamente como la falta de actualización de los ponderadores que utiliza el INDEC para el cálculo del Índice de Precios al Consumidor.

La composición de la canasta de consumo que utiliza para hacer ese cálculo no refleja el nivel de los precios relativos actuales, y por lo tanto distorsiona el impacto inflacionario de ciertos rubros, y por lo tanto resta veracidad a un dato fundamental en la distribución del ingreso.

Ese problema, del cual los técnicos del INDEC son perfectamente conscientes, y desean resolver, no se repara por razones políticas: el gobierno prefiere mostrar resultados de baja inflación, aunque no coincidan con la realidad. Lógicamente, la derecha argentina que a veces se disfraza de republicana e institucionalista no tiene ningún problema en este caso con la persistencia de esta grave irregularidad estadística.

Es muy importante entender el impacto de esta distorsión, también en relación a la idea de que hay sindicatos que “le empataron a la inflación”. En realidad, le empataron al 117,8% oficial, que es la inflación mal estimada por el problema metodológico que arrastra el INDEC.

Sin pretender resolver la cuestión, que requiere de un trabajo técnico complejo y especializado, realizamos una simulación, creando una ponderación diferente a la actual, de los distintos rubros que componen la canasta de consumo, tomada para el cálculo del IPC. Para crear esa ponderación alternativa, que intenta reflejar los precios actualizados que inciden en los rubros de consumo de las familias, tomamos como referencia el gran vuelco de los precios relativos ocurridos en 2024 a favor de los servicios.

Por ejemplo: mientras que rubros como Alimentos tuvieron un incremento anual informado del 94,7% (por debajo del promedio), el rubro Vivienda, Agua, Electricidad y Otros Combustibles subió un 248,2%. Por la tanto, este último hoy pesa más en el gasto familiar y los alimentos menos, en términos relativos.

Insistimos, no se trata de un cálculo riguroso, sino que realiza una serie de aproximaciones razonables sobre los cambios que se vienen verificando en los precios y su peso en la canasta.

El resultado de esta estimación es que, a diferencia del 117,8% oficial, el IPC calculado con una ponderación más realista de los rubros tomados para el cálculo del índice de inflación arroja un 146% de aumento. Más allá de la exactitud del dato, lo que refleja es que hay un gran potencial de distorsión, que remarca la importancia de contar con datos de inflación serios.

Si fuera cierto que la inflación verdadera fue del 146%, la pérdida salarial real de los sindicatos que le “empataron” a la inflación oficial sería del 19%.

 

Tensiones en aumento en torno al dólar oficial

Milei está jugando su presente y su futuro al sostenimiento de un esquema cambiario que viene encareciendo en dólares a la economía argentina, y poniendo en entredicho su capacidad de mostrar un equilibrio sostenible en la balanza de pagos.

En estos días Milei ha tenido un entredicho con Domingo Cavallo, quien habla abiertamente de la necesidad de un salto cambiario del 20% para alejarse de una situación de desestabilización macroeconómica. Otro hombre histórico del neoliberalismo argentino, Miguel Ángel Broda, estimó recientemente que el dólar oficial debería estar en un valor de 1.350 pesos. Gabriel Rubinstein, ex mano derecha económica de Sergio Massa, cree que para poner bajo control la situación habría que fijar el tipo de cambio oficial en 2.000 pesos por dólar, pero conseguir reservas para evitar que llegue a esos niveles. En todos está flotando la idea de que hay que conseguir más dólares para las reservas, gastar menos divisas y mejorar la rentabilidad de los sectores productores de bienes transables.

Los indicadores cotidianos de carestía en dólares se multiplican, así como las quejas de turistas extranjeros por el nivel de precios local. Hay algo que está muy mal en la política cambiaria, y que Milei piensa profundizar.

Anunció que, a partir de febrero, la tasa prefijada de devaluación del tipo de cambio oficial pasará del actual 2% al 1%. De la tablita descendente de Martínez de Hoz, que provocó un serio desfasaje cambiario y estalló en 1981, el gobierno evoluciona al tipo de cambio rígido de Cavallo, que explotó en 2001.

A su vez, el Banco Central ratificó que mantendrá la tasa de interés en el 32% anual, lo que equivale aproximadamente a una tasa del 2,6% mensual.

Con un cálculo elemental, se deduce que si el tipo de cambio oficial se mueve al 1% mensual, y un depósito común devenga un interés mensual del 2,6%, la tasa de interés que se podría ganar en dólares, colocando fondos en pesos en el sistema bancario local, sería para todo el año del 23%. En el mundo no se consigue una tasa tan alta en dólares, que encierra un coeficiente de riesgo muy importante y provoca incertidumbre por su permanencia en el tiempo. Mientras tanto, las finanzas especulativas globales, y sus influyentes medios de prensa, festejan el experimento Milei.

Además, el gobierno habilitará el pago en dólares de las compras corrientes y otras transacciones de los consumidores. Esta medida, además de acostumbrar a la población a un doble sistema de precios, promoverá una mayor exteriorización de los dólares guardados por mucha gente, que eventualmente irán a reforzar por diversas vías las reservas del BCRA.

El país está más que nunca sumergido en una coyuntura extremadamente volátil e incierta, en la que toda apuesta productiva parece una alocada aventura de riesgo extremo. Varias empresas manufactureras de larga trayectoria han decidido cerrar definitivamente sus instalaciones en las últimas semanas.

A pesar de la anemia de energía y determinación que muestra la oposición, parece necesario contar con ideas y mecanismos de contingencia alternativos por si lo que ya pasó en otras oportunidades –que el experimento cortoplacista rentístico financiero colapsa– vuelve a pasar.

Octubre está aún muy lejos.

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí