Hacia dónde va Israel

La limpieza étnica como posibilidad

 

John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago, es considerado uno de los más notables pensadores de la actualidad en materia de relaciones internacionales. Es la figura más destacada de la “escuela realista”, basada en la consideración de los Estados como entes racionales que buscan maximizar su poder e influencia. Sus descarnadas valoraciones han propiciado inconsistentes acusaciones de antisemitismo, un tanto absurdas dada su condición de judío. Su obra más conocida en el mundo latino es El lobby judío, traducida al castellano hace ya algunos años. La más reciente es How States Think (Cómo piensan los Estados), basada en la tesis de que para entender la política mundial es necesario entender cómo piensan los Estados. En general, los teóricos de las relaciones internacionales parten del presupuesto de que los Estados son actores racionales, pero otra parte de la academia piensa que raramente los líderes políticos actúan de modo racional, lo que dificulta comprender y predecir el comportamiento de los Estados. John Mearsheimer sostiene que las decisiones en política internacional se basan en teorías racionales sobre cómo funciona el mundo y se adoptan en comités de expertos, por lo que, en términos generales, son racionales, aunque no siempre tienen éxito. No obstante, cuando en declaraciones recientes aborda el conflicto en Medio Oriente, no duda en calificar de incomprensible e irracional la política del Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu. 

 

La situación en Palestina

En una reciente conferencia en el Centre Independent Studies, disponible en YouTube, el profesor Mearsheimer aborda el análisis de los objetivos estratégicos que persigue el gobierno de Benjamín Netanyahu en los territorios ocupados.

 

 

Considera que Israel se encuentra ante cuatro opciones. La primera sería convertirse en un Estado democrático de derecho, terminando con el carácter teocrático que lo define como Estado judío, pero la actual composición del Parlamento, con fuerte presencia de organizaciones ultra religiosas de extrema derecha, impide pensar que se puedan producir los cambios legislativos necesarios. La segunda opción sería la conformación de dos Estados, pero Mearsheimer considera que eso ha quedado descartado a partir de los argumentos que desarrollaremos más adelante. La tercera opción sería acabar con el actual régimen de apartheid. La existencia de un régimen de apartheid se considera suficientemente probada a partir de las investigaciones realizadas por organizaciones de prestigio como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la israelí B'Tselem. Pero acabar con ese régimen supondría aceptar la posibilidad de una mayoría palestina con igualdad de derechos, lo que no está en los planes de los dirigentes sionistas. Finalmente, la última opción es la que para Mearsheimer se ha puesto en marcha. Consiste en impulsar la limpieza étnica, convirtiendo a Gaza y a Cisjordania en un hornet’s nest (nido de avispas), es decir, un territorio invivible para los palestinos. ¿Cómo se podría conseguir el objetivo de expulsar a los palestinos? Para Mearsheimer, expuesto con franca crudeza, el objetivo se persigue mediante el bombardeo incesante sobre el territorio de la franja, provocando un significativo número de muertos y sometiendo a la población al hambre y a las enfermedades. Como desde la perspectiva de la utilidad militar no tiene ningún sentido masacrar a un gran número de civiles, incluyendo en el balance a un atroz número de niños, considera que Netanyahu busca expandir el conflicto en la región tratando de involucrar al Líbano e Irán, como una forma de llevar a cabo el cometido de la limpieza étnica de un modo que quede disimulado entre el humo y el fuego de una gran conflagración. 

Para Mearsheimer, la estrategia de Netanyahu pasa por atacar a Irán y destruir sus instalaciones nucleares y las refinerías de petróleo para impedir las exportaciones de crudo. Este escenario es resistido por el momento por los Estados Unidos, dado que Biden teme que se produzca un encarecimiento del precio del petróleo que terminaría con las expectativas electorales de Kamala Harris. Irán es el séptimo productor del mundo, con cerca de cuatro millones de barriles diarios, y cualquier alteración en el suministro tendría impacto directo en el precio. Si bien Estados Unidos no importa petróleo de Irán, la alteración del precio internacional tendría repercusión en el precio interno de los carburantes. Según algunos analistas, el precio que se exhibe en las estaciones de servicio de Estados Unidos tiene mayor incidencia en las elecciones que cualquier otra variable política.

 

 

La solución de dos Estados

Benjamin Netanyahu y su partido Likud, a diferencia del Partido Laboralista, se han opuesto siempre a la creación de un Estado palestino. La política de asentamiento constante de colonos en Cisjordania es coherente con ese objetivo. A finales de febrero de este año, Netanyahu consiguió que el Parlamento israelí rechazara por amplia mayoría el reconocimiento del Estado palestino. De 120 diputados, 99 votaron a favor de la resolución y solo nueve diputados árabes en contra. Por este y otros motivos, John Mearsheimer considera que la solución de los dos Estados, de la que era partidario en el pasado, ha dejado de ser una posibilidad realista. En su opinión, ya no existen dudas de que el gobierno israelí está decidido a crear un Gran Israel que incluye Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. El problema al que se enfrentan los israelíes es que en ese Gran Israel hay aproximadamente 7,3 millones de judíos israelíes y 7,3 millones de palestinos. Esto explicaría el número abrumador de víctimas civiles palestinas que arrojan los constantes bombardeos en Gaza. 

Las consideraciones del profesor Mearsheimer sobre el conflicto en Medio Oriente han sido respaldadas por el historiador árabe-israelí Avi Shlaim autor de conocidos libros sobre Palestina como El muro de hierro. También para Shlaim no hay duda de que el actual gobierno israelí tiene como objetivo “la limpieza étnica de Gaza y la anexión real de Cisjordania”.

Profesor emérito de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, donde reside, Shlaim forma parte del grupo de nuevos historiadores israelíes que develaron la política de limpieza étnica que tuvo lugar después de la declaración del Estado de Israel en 1948. Considera que la solución de dos Estados “está muerta porque Israel la mató con asentamientos, una barrera de seguridad y la anexión de Jerusalén Este. Además, ningún gobierno estadounidense desde 1967 ha empujado a Israel hacia una auténtica solución de dos Estados”. Para el profesor Shlaim, “el actual gobierno, encabezado por Benjamín Netanyahu, es el más derechista, xenófobo, expansionista, islamófobo y racista de la historia de Israel. Hay extremistas como Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional y líder del Partido Poder Judío, y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso, que ocupan puestos clave en el gobierno. Son mesiánicos, supremacistas judíos. Su objetivo final es la limpieza étnica de Gaza y la anexión real de Cisjordania. Las directrices políticas de este gobierno establecen que el pueblo judío tiene derecho exclusivo sobre toda la tierra de Israel”.

Ante la pregunta de cuál es el propósito que guía la política de Israel en Medio Oriente, Shlaim considera que “mientras el objetivo de Estados Unidos es contener el conflicto, el de Israel es extenderlo y escalarlo con sus oponentes. Libra una guerra por frentes en Gaza y el Líbano, contra los hutíes en Yemen y atacando objetivos en Siria. Pero ese no es el fin. Israel quiere realmente enfrentarse a Irán, abrir ese frente, porque es la clave. Durante dos décadas, Netanyahu ha estado exigiendo sin éxito la intervención estadounidense del lado de Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes. El primer ministro israelí es quien manda y su objetivo es arrastrar a Estados Unidos a una confrontación con Irán con el objetivo de destruir las instalaciones nucleares iraníes”.

 

 

La presión para la expulsión

La tesis de que Israel busca expulsar por la fuerza o al menos reducir la presencia de los palestinos en sus territorios ancestrales suena difícil de creer por las dificultades que entraña semejante empresa en pleno siglo XXI. Sin embargo, no bien se toma conocimiento de los actos que las Fuerzas de Defensa israelíes adoptan sobre el terreno, la tesis parece más verosímil. Al Jazeera  acaba de producir un documental titulado Gaza, disponible en YouTube, que es la prueba más elocuente de los crímenes de guerra que se vienen cometiendo en Gaza.

 

 

El documental incorpora muchos videos que han sido realizados por los propios militares perpetradores de estos crímenes, que los suben luego a las redes sociales. Filman a los palestinos detenidos desnudos, tirados en el suelo, pistoleados y humillados, en una muestra de indiferencia e impunidad. El otro dato revelador es la destrucción innecesaria de edificios civiles que tienen lugar con cargas desde tierra y que no pueden ser considerados objetivos militares desde el momento en que permanecen vacíos. Israel no sólo está matando e hiriendo a un gran número de palestinos, sino que también está destruyendo sistemáticamente sus viviendas, así como infraestructuras críticas, como mezquitas, escuelas, bibliotecas, universidades, edificios gubernamentales y hospitales. Se calcula que el 60% de las viviendas de Gaza han quedado ya reducidas a escombros. A esto se debe sumar el castigo colectivo infligido a la población palestina en Gaza al limitar el ingreso de alimentos, combustible, medicamentos y agua, lo que también puede ser entendido como una forma de presión para que abandonen el territorio. La declaración del ministro de Defensa Gallant, realizada el 9 de octubre del año pasado, al inicio del conflicto, es toda una manifestación de intenciones que se han visto sobradamente confirmadas por los hechos posteriores: “He ordenado el asedio total de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. Si bien Israel se ha visto obligado luego a permitir la entrada de algunos suministros por la presión internacional, han sido mínimos e insuficientes. Como ha dejado claro el Presidente israelí, Isaac Herzog, para Israel todos los palestinos son responsables, no sólo Hamás. De allí que, como informa el New York Times, forme parte del discurso normal de la prensa israelí pedir que Gaza sea “arrasada”, “borrada” o “destruida”. 

Aunque la mayor atención de los medios está puesta en Gaza, la situación en Cisjordania empeora cada día. La existencia de una política de colonización de estos territorios, que nunca se ha detenido desde 1967, muestra la clara vocación por ir sentando las bases del Gran Israel. Los colonos israelíes, en estrecha colaboración con las FDI, siguen matando a palestinos y apropiándose de sus tierras. Para muchos de estos colonos, que pertenecen a organizaciones religiosas ultraortodoxas, todo está justificado por el hecho de que “Dios prometió esta tierra a los judíos, y sólo a ellos”. Son ya más de 700 los palestinos abatidos por colonos y las FDI desde el 7 de octubre de 2023. Según Amnistía Internacional, hay pruebas considerables de que los palestinos hechos prisioneros en Cisjordania son sometidos a tratos degradantes y muchos han sido torturados. 

 

 

El apoyo de Estados Unidos

No deja de sorprender que, pese a las claras violaciones de los derechos humanos en Gaza y Cisjordania, la administración Biden haya venido prestando un apoyo incondicional a Israel. Estados Unidos ha vetado las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exigían un alto el fuego inmediato en Gaza, pero la ayuda más importante es la militar, al proporcionar las bombas necesarias para llevar a cabo las mortíferas operaciones aéreas sobre Gaza. ¿Qué impulsa esta relación especial? ¿Cuál es su causa? En opinión de Mearsheimer, la única explicación que cabe por la indiferencia de la administración Biden frente a los indicios de genocidio en Gaza es la influencia del poderoso lobby israelí en Estados Unidos.El lobby israelí, que es un grupo de interés extremadamente poderoso en Estados Unidos, trabaja a lo largo del tiempo para impulsar la política exterior estadounidense, de forma que apoye a Israel en todo momento”. Según Mearsheimer, “no se puede sostener que apoyar incondicionalmente a Israel redunde en el interés estratégico o moral de los Estados Unidos”. Añade que “desde el 7 de octubre, abundan las pruebas de que los grupos de presión juegan duro con los políticos y las figuras públicas que critican a Israel; esto también se ve en los campus universitarios, donde los grupos de presión hacen todo lo posible por disciplinar y castigar a cualquiera que se atreva a criticar a Israel”.

Es indudable que la sociedad israelí, conmocionada por los atentados del 7 de octubre, viene prestando un apoyo incondicional al gobierno de Netanyahu. Solo voces aisladas, como la del intelectual Yuval Harari, advierten sobre las consecuencias últimas de la estrategia del gobierno extremista de Israel. En una columna publicada en el diario Haaretz, Harari sostiene que “las generaciones más jóvenes de todo el mundo ven ahora a Israel como un país racista y violento que expulsa a millones de sus hogares, mata de hambre a poblaciones enteras y mata a muchos miles de civiles sin mejor motivo que la venganza. Los resultados se sentirán no sólo en los próximos días y meses, sino durante décadas en el futuro”. 

El intelectual israelí considera que “durante muchos años, Netanyahu y sus socios políticos cultivaron una visión del mundo racista que acostumbró a demasiados israelíes a ignorar el valor de las vidas palestinas”. En su opinión, si Israel no se guía por una brújula moral diferente, que ponga fin a la crisis humanitaria en Gaza y cambie la política hacia los palestinos, “nuestro fin será como el de Sansón, quien en un ataque de ira impotente derribó la casa sobre las cabezas de todos”.

 

 

 

 

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