Soplar y hacer poemas
como botellas musicales
que se tocan solas
cuando las mueve
el viento del Este
que importa la buena nueva:
ha nacido Mao Tse Tung
(lo escribo así
porque soy
apegado a las tradiciones
revolucionarias).
Si Mao viviera
tendría un coro de muchachas
tirando de su casaca de seda.
Sus alpargatas serían rojas
porque el Camarada cuida
el detalle cuando escribe
sus famosos versos:
"¡Traidores los días que huyeron!
¡Maldigo las esperanzas confusas!"
Mao enfurece,
la tinta (china)
está seca
y la birome azul
borronea.
"Las aguas azotan tibios
acantilados nubosos".
El Gran Timonel se despacha
contra los reformistas:
"En este minúsculo globo
unas cuantas moscas
se golpean contra el muro."
¿No resulta raro
cómo se tejen
las hilachas
de la historia?
Creímos saber,
creímos saber saber
pero eran siluetas
del cine primitivo
de los sueños.
Alejandro cabalgó
hasta Persia
y conquistó todo a su paso
pero quedó atrapado
en los corcoveos
de un muchachito.
Ni los emperadores
ganan las batallas
ni los profetas
las pierden.
Todos los bípedos
implumes
insertan su notita
en la botella
y esperan
que la ruleta
fluctuante
revele la cifra.
No digo que escribir
amor
sea más fácil
que poner
guerra.
Sí que es más apto
para fabricar
reclutas.
Soplar
y hacer batallas
soplar
e inflar
las velas
en contraviento
soplar
y encender
las velas
para que los muertos
reposen
de la marea
de vivir.
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