En su memorable discurso del 24 de marzo en Las Flores, la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sostuvo que los propósitos de la dictadura terrorista de Estado persiguieron la imposición de un modelo económico. Que para lograr su consecución las Fuerzas Armadas, como también lo hicieran en otros países de América Latina, utilizaron las metodologías represivas y criminales que recurrieron a la desaparición forzada de personas y a la tortura como metodología sistemática. La lideresa del Frente de Todos, en el acto de homenaje en que participo por el 45° aniversario del sangriento golpe que dio inicio a un régimen genocida en el país, expresó que la motivación del terror de Estado fue la modificación de la matriz económica que caracterizaba a la Argentina. También, el exterminio del sentido común que habitaba la conciencia, la conducta y el motor de la vida cotidiana de su pueblo. Podría leerse en la síntesis de las palabras vicepresidenciales que la reforma económica regresiva fue garantizada, desarticulando un tejido social de producción y trabajo, y debilitando la cultura de la Nación y el lazo social de su ciudadanía. Mediante la transformación económica instaurada por el neoliberalismo temprano del régimen genocida, la Argentina de la movilidad social ascendente fue cancelada brutalmente, así como interrumpidas y desarmadas las potencialidades industrializadoras de la sustitución de importaciones.
Eduardo Basualdo sigue esta línea reflexiva en Sistema Político y Modelo de Acumulación en la Argentina, afirmando que los sectores dominantes detentadores del poder real asaltaron el gobierno con el objetivo de “destruir la identidad nacional de los sectores populares que se expresa en el peronismo, arrasando con la alianza social policlasista que se había conformado durante [la referida] sustitución de importaciones” y agrega que “ la dictadura interrumpe la industrialización e impone un comportamiento nuevo que está basado en la valorización financiera”. Cristina Fernández lo confirma pedagógicamente comparando la cultura del trabajo y la producción, centrada en las preocupaciones y el esfuerzo por acceder a la vivienda digna, a la educación, al empleo y a la disposición de niveles de vida crecientes, con el modelo plutócrata que expulsó de esas posibilidades a los sectores populares. Concurrentemente las conductas productivas fueron reemplazadas por las especulativas. El dólar y su precio, el plazo fijo y la tasa de interés, fueron el nuevo eje del debate económico y la inquietud cotidiana.
El programa que nunca abandonaron
Martínez de Hoz, quien fuera el superministro de economía del gobierno de la masacre, fue el exponente emblemático de los sectores civiles y del poder económico instigadores del golpe, de la política y de la transformación económica que se llevó a cabo. Previamente había sido Presidente del CEA (Consejo Empresario Argentino) que hoy luce con la cara lavada en la institución que lo sucede, la AEA (Asociación Empresaria Argentina). En el CEA, Martínez de Hoz había concebido los instrumentos con los que diseñó la imposición de un nuevo modelo económico. La Sociedad Rural y la UIA también respaldaron a los golpistas. En 1980, en un discurso de balance de su gestión el Ministro terrorista de Estado reivindicaba doce puntos centrales de las transformaciones emprendidas:
- La libertad de precios y la eliminación de todos los controles sobre los mismos.
- La libertad de transacciones cambiarias articulada con la eliminación de los controles de cambios.
- La libertad del Comercio Exterior.
- La libertad de exportaciones, mediante la eliminación de prohibiciones y de impuestos a las exportaciones.
- La libertad de importaciones, terminando con los controles, las prohibiciones y las cuotificaciones.
- La libertad de la tasa de interés y la aplicación de una reforma financiera desreguladora de la actividad.
- La eliminación de las tarifas políticas en la fijación de los valores de los servicios públicos.
- La reducción del déficit fiscal y su financiamiento no inflacionario, acompañado por la reducción del gasto público y su racionalización.
- La eliminación de los subsidios y los proteccionismos distorsivos sobre actividades específicas.
- La libertad de contratación salarial, con el sólo límite de la existencia de un salario mínimo.
- La libertad a la Inversión extranjera.
- La privatización de empresas estatales.
Nótese el significado que los liberales neo le otorgan a la palabra libertad, a la que deliberadamente dejan asociada a las liberalizaciones y el endiosamiento mercantil, mientras construían una sociedad represiva, con un Estado que operaba desdoblado con una cara legal y otro rostro clandestino, que violaba sistemáticamente el derecho a la vida, los derechos políticos y los económicos y sociales. En ese balance, Martínez de Hoz destacaba que la subsidiaridad del Estado y la apertura de la economía eran los pilares del nuevo modelo productivo argentino. En su libro Bases para una Argentina moderna, escrito en 1981, define que el Estado dejará de afectar la asignación de recursos abandonando sobreprotecciones arancelarias, cuotificaciones de cualquier carácter, tipos de cambio diferenciales, precios máximos y cualquier clase de regulaciones. También afirma que los conceptos de sustitución de importaciones, ahorro de divisas, fomento de las industrias de mayor valor agregado son criterios de industrialización que excluyen el parámetro fundamental de la competitividad, lamentándose que se encuentren profundamente arraigados y provocando posturas irracionales que dificultan el proceso de industrialización. El libro se lo prologó el genocida Videla, quien adjudica a los principios que enuncia Martínez de Hoz su inspiración en la defensa de la libertad, “que es el bien más preciado que Dios ha conferido al hombre”.
El cepo de la deuda externa
La política del Terrorismo de Estado condujo a un endeudamiento externo sin antecedentes. Cristina Fernández apuntó con precisión en su discurso del 24 de marzo que los instigadores y copartícipes del golpe de 1976 fueron los mismos que luego llegaron por la vía electoral al poder en el año 2015, y volvieron a lograr un nuevo récord de endeudamiento. Acompañó esta reflexión explicitando que los Estados Unidos habían sido complacientes con el golpe, que luego apoyaron al enemigo de la Argentina en la guerra de las Malvinas, y que recientemente se comprometieron en respaldar a los burócratas del FMI favoreciendo el otorgamiento de un nivel de préstamos insostenible para la Argentina, que sólo sirvió para financiar la fuga, y cuya instrumentación violó tanto la Ley argentina como el dispositivo normativo del organismo internacional.
Revisando los doce puntos expuestos como instrumentos del programa económico de la dictadura, también se encuentra una notable y profunda coincidencia con el programa llevado adelante por el gobierno de Cambiemos. La AEA hoy reivindica el mismo ideario, las mismas faenas y se pronuncia enfáticamente por esos principios. Lo mismo ocurre con la mayoría de los dirigentes de otras grandes organizaciones empresariales, coinciden con resistir la desarticulación del modelo económico impuesto por el gobierno de la masacre. Es un designio que no podrían conseguir si se lograra recuperar consolidadamente el sentido común y la cultura popular del trabajo y la producción, desplazando la lógica miserable de la especulación. La articulación de las asociaciones de los grandes empresarios con los medios de comunicación concentrados constituye una necesidad clave para evitar esa revitalización ciudadana.
Una muy grave herencia de la dictadura y del gobierno de Cambiemos es la deuda externa. En el caso del último gobierno, más pesada aún por la fuerte dependencia articulada con el FMI, una institución de la decadente arquitectura financiera internacional, que se resiste a flexibilizar plazos, tasas y montos, flexibilización imprescindible para una reestructuración de la deuda, sustentable con las posibilidades de desarrollo nacional y que aleje la amenaza de un agudo empobrecimiento de las mayorías populares.
El vocero del FMI Gerry Rice sostuvo el jueves 25 de marzo que los términos que se negocian en el acuerdo con la Argentina son los mismos que se aplican uniformemente a todos los países. Doble vara, como sostuvo Cristina Fernández el 24 de marzo, porque al momento de otorgarlo se autorizaron criterios especiales y excepcionales, con el fin de intervenir en los asuntos internos argentinos, en procura del fondeo de la reelección del gobierno del poder económico que representaba la Alianza Cambiemos.
Es que esta arquitectura financiera está constituida por organismos que han sido penetrados y luego configurados por los intereses y las lógicas de la financiarización. Lo actuado por el FMI en la Argentina tal vez sea la muestra más grosera de la crisis y decrepitud de esa arquitectura financiera, que se agravaría sino se flexibilizan las condiciones para la refinanciación de la acreencia más voluminosa que tiene el organismo. Si se la pretende enclaustrar en el diseño de un préstamo de facilidades extendidas de formato habitual, se exhibiría la falta de disposición del Fondo a evitar arrojar al país deudor a la recesión y el retroceso. Más aun, porque se sumarán a esa insustentabilidad los intentos por imponer las siempre regresivas e inconvenientes condicionalidades.
Haciendo trampa
El poder concentrado siempre se ha negado a que el poder democrático participe de las definiciones y dirección de la actividad económica. Los organismos internacionales de crédito han buscado y bregado por debilitar a los Estados para evitar que estos pongan fin a la financiarización. Han actuado favoreciendo a los rentistas y fondos de inversión. Estimularon negocios como la privatización de las jubilaciones y de la salud, cuyas consecuencias quedaron expuestas durante la pandemia. Para promover estos objetivos poco loables han presionado denodadamente por la reducción del déficit fiscal, y para lograrlo impulsaron el achique del gasto público.
Es así que la corporación de los economistas que juegan el rol de intelectuales orgánicos de la minoría plutocrática del poder concentrado y las finanzas transnacionalizadas, se esmeran por plantear que los problemas de crisis y endeudamiento de las economías dependiente-periféricas tienen su génesis en el déficit fiscal y no el déficit externo. Así el ex ministro Hernán Lacunza, el que dispuso la rareza de defaultear deuda en moneda propia, agudizando la crisis en lugar de aliviarla, reaccionó frente al discurso de Cristina Fernández arguyendo que el déficit es la causa y la deuda la consecuencia. Profetizó que gastar es fácil y ahorrar es difícil, una verdadera desfachatez para el administrador de una política que arrojó a la pobreza a millones de argentinos, abandonando el poder con una tasa superior al 35% de la población en esa condición, cuando el coronavirus era todavía desconocido. Continúa Lacunza, ocurrente pero falseando: “La deuda la genera el que gasta más de lo que tiene, no el que la documenta”, usando la errónea homologación entre déficit en pesos y déficit en divisas, y entre la economía de una nación y la de una empresa. Las empresas no pueden crear moneda, el Estado sí puede hacerlo. El Estado argentino puede crear pesos, pero no dólares. Dos cuestiones tan simples de explicar así como tan ocultadas por la economía ortodoxa.
La idea que se repite para que el cansancio de escucharla termine por conseguir su readmisión por la ciudadanía es que el gobierno de Macri tomó la deuda externa, que culminó en su corrida en búsqueda del amparo del FMI, por la necesidad de financiar el déficit fiscal en pesos. Lacunza hace trampa. Porque el déficit en pesos el país lo puede cubrir con emisión de moneda propia. Mucho más sano que ir a buscar dólares para vendérselos a los capitales internacionales deseosos de fugar y usar los pesos de esa venta para cubrir el déficit fiscal. Si se evitan esos despropósitos y maniobras, el déficit externo es de orden estructural al subdesarrollo y no una cuestión de disciplina fiscal. Cambiar deuda en moneda soberana por deuda en divisas constituye lisa y llanamente una política que provoca dependencia en lugar de promover el desarrollo. Luciano Laspina es otro economista de la derecha opositora que dice una cosa por otra cuando afirma que Cambiemos se hizo cargo de las deudas del gobierno anterior. Toda la deuda tomada con el FMI fue dilapidada por la rauda fuga de capitales que, en connivencia con el mismo FMI, el gobierno de Macri propició.
Hablar fuerte
En el texto que Rodolfo Walsh escribió en la Carta Abierta a la Junta Militar, refiriéndose a la represión genocida expresaba: “Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada… Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%... Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales”. La herencia económica que dejó la alianza PRO-UCR, sumada a las dramáticas condiciones económico-sociales develadas y expandidas por la pandemia del Covid-19 en un mundo injusto y desigual, deben prevenir respecto a que la dramática descripción de la vida social que con precisión expuso Walsh sobre la época del Terrorismo de Estado, no se reitere con las instituciones republicanas funcionando, como consecuencia de las presiones e imposiciones de la misma plutocracia y del mismo organismo financiero internacional que determinaron la política económica de aquél período. La lideresa del Frente de Todos seguramente ha advertido ese riesgo. Por eso habló fuerte en el 45° aniversario del inicio de dolores irreparables para el pueblo argentino.
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