Con la propuesta presentada por el Ministro de Economía Martín Guzmán a los acreedores privados bajo legislación extranjera, en el año electoral de 2023 la Argentina sólo debería pagar 300 millones de dólares. En una entrevista con El Cohete a la Luna en su despacho sobre la Plaza de Mayo, Guzmán manifestó su apoyo explícito al impuesto sobre las grandes fortunas en el que están trabajando los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller. Dijo que lo había analizado en detalle, que sólo afectaría a 11.000 personas con patrimonios de por lo menos dos millones de dólares y que se avanzaría al respecto en los próximos días. También sostuvo que es imprescindible una reforma profunda del sistema financiero. Con el tono suave con que afirma las cosas más duras, reiteró que no hay margen para más austeridad y ajuste y anunció que también deberá reprogramarse la deuda con el FMI, que la Argentina no está en condiciones de pagar. Estas reformas son necesarias, dice, porque durante décadas las reglas del juego no han sido escritas por los pueblos sino por el poder financiero internacional y son funcionales a ese poder y no a las necesidades de la sociedad, donde se acentuó la desigualdad.
La carta orgánica del Banco Central enmendada en 2012, cuando su actual presidente Miguel Pesce era el vice de Mercedes Marcó del Pont, suministra herramientas regulatorias. Pero ante una pregunta específica, Guzmán no descartó que también se deba modificar la ley de entidades financieras, sancionada por el dictador Jorge Videla y su ministro José Martínez de Hoz en febrero de 1977. Esa ley fue la base del proceso de apertura, desregulación, endeudamiento masivo y valorización financiera del capital.
Al referirse a los distintos tramos de la deuda pública, Guzmán enunció una meta que podría traducirse en la pesificación del endeudamiento, dado lo nocivo de la deuda en dólares que se espiralizó durante el gobierno anterior y sostuvo la necesidad de crear activos de inversión en pesos que sean más atractivos que las letras del Banco Central. Pero descartó la posibilidad de que las provincias emitan sus quasimonedas como hace dos décadas.
La entrevista se tramitó a lo largo de la semana, con una condición: no podía ser antes del jueves, cuando el Ministro acompañaría al Presidente Alberto Fernández en la presentación de la oferta en presencia de los gobernadores. Desde el ministerio se planteó que fuera off the record, porque había cuestiones confidenciales que no podían revelarse en plena negociación, pero el Cohete no lo aceptó. Con una flexibilidad que agradecemos, Guzmán aceptó que fuera una entrevista abierta sin limitaciones. Él sería dueño de sus respuestas y de los silencios que considerara necesarios. Cuando regresé a mi casa me encontré con una nota de Alejandro Bercovich donde narraba la amenaza que Guzmán recibió del director ejecutivo de Mercados Emergentes de BlackRock, el mexicano Gerardo Rodríguez:
—Yo no sé si ustedes tienen claro con quiénes se están metiendo. Nosotros tenemos espalda y podemos sentarnos a esperar a negociar con otro gobierno que entienda a los mercados. Como los entendía el gobierno anterior, por ejemplo.
El directivo de otro fondo no fue menos claro: "Lo que nos tienen que mostrar es un sacrificio que duela", dijo, según la transcripción de Berco. Guzmán no acepta ni una cosa ni la otra.
A continuación, las cosas que el Ministro dijo on the record.
No hay contradicción
—El jueves por la mañana leí un artículo de Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, que postulan suspender los pagos de la deuda externa de los países que necesitan los recursos para otra cosa. Por la tarde ustedes presentaron la propuesta a los acreedores.
—El coronavirus afecta a todo el mundo. Pero la Argentina ya enfrentaba una carga de deuda insostenible. Necesitaba un proceso profundo de reestructuración de su deuda ya antes del coronavirus. Las urgencias se profundizan y se hace inevitable seguir el camino que estamos siguiendo. Hoy el mundo necesita todos los recursos para políticas públicas que respondan a los desafíos sin precedentes que plantea esta pandemia. Pagar deuda a los acreedores, para países que tienen fuertes restricciones de recursos no tiene sentido. Sería empeorar la situación e implicaría dejar condiciones muy nocivas para cuando termine el coronavirus. Haría muy difícil la recuperación, no sólo por la vulnerabilidad de grandes sectores de la sociedad sino también porque empieza a haber destrucción de empresas. Y se necesita preservar el saber hacer de esas empresas. A eso deben destinarse los recursos, no a hacer pagos de deuda.
—La propuesta de ustedes no es contradictoria con eso.
—No. Pero va más allá de eso. Lo que estamos planteando no es solamente no pagar por este año o el próximo, sino una reestructuración de deuda integral. La Argentina entra en unos costos de financiamiento que son prohibitivos porque ha tomado deuda a tasas que hoy no puede enfrentar. Hemos buscado la mejor combinación entre quita de capital y quita de intereses. Al fin y al cabo, lo que importa es cuánto se paga…
—… al acreedor le resulta menos complicado aceptar una quita de intereses que una quita nominal de capital…
—…eso depende del tipo de acreedor. Hay quienes prefieren una quita de capital, otros de intereses.
Los 300 millones del 2003
—¿Qué cambió en la propuesta desde que asumió el actual gobierno hasta ahora, debido a la incidencia de la enfermedad?
—La Argentina no podía pagar nada, porque estaba viviendo una crisis macroeconómica, social y de deuda muy profunda antes del coronavirus. No es que podíamos pagar algo antes y no podemos ahora. Ya no podíamos. Y estamos proponiendo no pagar nada en los próximos tres años y un cupón del 0,5% en 2023. Es lo mismo que se hubiese propuesto antes del coronavirus.
—¿A cuántos dólares equivale ese 0,5%?
—Sobre la ley de Nueva York son aproximadamente 300 millones de dólares.
—¿Qué pasaría con la deuda en pesos bajo ley nacional que se está refinanciando y con la deuda en dólares con ley argentina que fue reperfilada?
—Con la deuda en dólares bajo ley local la idea es darle un tratamiento equitativo respecto al que se le da a la deuda en dólares con ley extranjera. Con la deuda en pesos se busca que el país recupere la capacidad de tener un mercado de deuda pública en pesos, que la Argentina deje de endeudarse en dólares. Endeudarse en dólares es algo nocivo…
—… sobre todo si es para gastos corrientes en pesos y para financiar la timba.
—Exactamente. Endeudarse en dólares tiene riesgos siempre. Si los dólares se destinasen a aumentar la capacidad productiva de aquello que genera dólares, sería sostenible. Pero siempre hay un riesgo. Lo saludable es que los países tomen deuda en su propia moneda. Lo vemos con los países vecinos que también sufren el coronavirus, pero no están teniendo problemas de deuda externa. Los que tienen problema son los que se endeudaron en dólares, como Ecuador y nosotros, y ya nos pasaba antes del coronavirus. Esto es parte de un problema integral que queremos cambiar, que es la forma en que operan los bancos y el sistema financiero. Hay una situación anómala desde 2002, cuando se crearon las LEBACs, porque en un contexto de default no era posible intervenir vía deuda del Tesoro. En los últimos cuatro años se profundizó un esquema en el cual los depósitos que en un mundo normal deberían canalizarse hacia la inversión productiva, los bancos se los prestan al Banco Central, que termina emitiendo para pagar intereses altísimos, ahora por las LELIQs. No se cumple el objetivo de que los bancos canalicen el ahorro en inversión.
—El desarme de las LELIQs que intentó el Banco Central en las últimas semanas tenía justamente el objetivo de que los bancos prestaran ese dinero a las empresas. Pero lo que creció fue el Contado con Liqui. Ahí hay un problema serio con los bancos.
—Hay dos cuestiones distintas. Esto es un proceso que la Argentina debe transitar. No se hace en un día. El país tiene que recuperar condiciones para que la función del sistema financiero sea canalizar el ahorro en inversión, ya sea pública o privada productiva. Lo que venía ocurriendo es que se considera a la deuda del Tesoro como riesgosa y por lo tanto se hace difícil que aquella liquidez que no absorbe el Banco Central termine yendo a la deuda del Tesoro que pueda ser utilizada para financiar políticas públicas. Hay que recuperar el mercado de deuda pública del Tesoro en pesos, y ese también es un proceso. Sobre el Contado con Liquidación, no son los bancos los que lo operan…
—…son sus clientes a través de los bancos.
Activos en moneda local
—La forma de lidiar con eso es tener activos en moneda local que tengan un incentivo sobre el Contado con Liquidación.
—En este momento esos activos no están disponibles.
—No, pero tenemos que desarrollarlos. Si por miedo al Contado con Liquidación no avanzamos en reformas necesarias para cambiar la estructura económica argentina, no vamos a sentar condiciones para un desarrollo…
—Yo por el contrario creo que este es el momento de abordar cambios de fondo. Una cosa que me preocupa es que la negociación de la deuda en pesos implica una relación estrecha con Bancos y Mercados Argentinos (BYMA), cuyo vicepresidente hasta este año fue Nicky Caputo. ¿No hay un cierto grado de ingenuidad en pensar que uno puede llevarse bien con semejantes tiburones?
—No es cuestión de llevarse bien o mal. Hay una realidad, el mercado de la deuda pública en pesos ya sufrió fuertes pérdidas. Hubo una devaluación muy fuerte, y eso hizo que junto al cepo haya habido un tratamiento duro. Es cuestión de desarrollar ese mercado porque la Argentina lo necesita, más allá de los nombres. Además, no se trata de un solo grupo. Se apunta a que haya demanda por algo que la Argentina necesita como fuente de financiamiento en su moneda, que sea una demanda más amplia, y ese es un proceso que hay que transitar.
La ley de entidades financieras
—¿Qué necesidad, posibilidad y conveniencia hay en este momento de abordar temas de fondo como la modificación de la ley de entidades financieras de 1977, para enfrentar con mayor autoridad desde el Estado la relación compleja con los bancos, que no han sido colaboradores en los momentos más difíciles para la economía argentina?
—Toca hacer y necesitamos hacer un número importante de reformas y ese es el camino que emprendimos. En cuanto a la forma y al cómo, los detalles se irán anunciando, pero efectivamente apuntamos a tener un sistema financiero que funcione de una manera distinta, con bancos que tengan otras reglas del juego, con condiciones monetarias y financieras distintas. Lo que hablábamos de las LELIQs, en que la tasa de política monetaria está tan arriba de lo que paga el Tesoro y el negocio básico de los bancos es favorecer la especulación, tiene que cambiar. Y estamos trabajando para cambiarlo.
—Para eso, ¿basta con la Carta Orgánica del Banco Central reformada en 2012 o requiere tocar también la ley de entidades financieras?
—Esos detalles, llegado el caso y con los cuidados oportunos se van a ir anunciando. Cuando se trata de medidas que requieren certidumbre las vamos comunicando por escrito. Pero efectivamente el principio básico es que tengamos un sistema financiero que canalice los ahorros de la gente en inversión y no los use para especular y generar renta financiera.
—Esto ocurrió durante las tres presidencias de Perón, justamente hasta esa ley de entidades financieras de Martínez de Hoz. Otro tema en el que has tenido intervención es el impuesto a las grandes fortunas que plantean los diputados Kirchner, Yasky y Heller. Luego de la reunión que el Presidente y vos mantuvieron con Kirchner y Heller, Alberto hizo un pronunciamiento claro de apoyo a la idea de buscar capacidad contributiva allí donde la hay. ¿Cuál es tu visión?
El impuesto a las mayores fortunas
—Es un proyecto que tiene nuestro apoyo, hemos estado analizándolo en detalle. Y corresponde. Es un impuesto por única vez que afecta aproximadamente a 11.000 personas, de una posición patrimonial muy fuerte, en un momento en que se necesitan recursos para financiar políticas de Estado absolutamente necesarias para lidiar con un desafío que no tiene precedentes. En esa línea se avanzará en los próximos días.
—Ya tenemos el corte numérico de las personas alcanzadas. Debe haber otro corte numérico sobre el piso de esas fortunas. ¿Cuál es?
—Eso se verá pronto. Pero estamos hablando de millones de dólares.
—Es decir, más de 2 millones de dólares.
—Correcto.
—El plural, millones, es por lo menos dos. Pero también pueden ser 15.
—Correcto. Tiene que ser mayor a uno.
¿Qué cambió de Lagarde a Georgieva?
—Hace poco tiempo, la directora gerenta del FMI, Christine Lagarde, sostenía que la deuda argentina era sustentable pero no con un alto grado de probabilidad. La actual, Kristalina Georgieva, dice que es insostenible y que la Argentina necesita un alivio de entre 55.000 y 85.000 millones de dólares en la próxima década y unos cuantos años de gracia. ¿Qué pasó para que en un año se produjera este giro copernicano?
—Pasaron unas cuantas cosas, como se ha dicho en algún momento. Es evidente que el juicio sobre la sustentabilidad de la deuda bajo la gestión de Christine Lagarde, carecía de sustento. Esa era mi visión entonces, la de muchos de quienes estamos hoy en el gobierno y de muchos analistas. La situación venía mal, empeoró, y todos los pronósticos volaron por el aire. Lo que tenemos sobre la mesa es anómalo. Durante décadas, el FMI tomó el lado de los acreedores en los procesos de reestructuración de deuda, indicando que el país debe realizar más austeridad fiscal, más ajuste, y que puede pagar más. Nunca funciona. Esto se conoce en la literatura como el síndrome del demasiado poco y demasiado tarde. Los países realizan tarde la reestructuración, logran quitas insuficientes para dar el alivio que las economías necesitan para ponerse de pie, y termina mal. La evidencia es abrumadora. Se sabe que ajustar en una recesión sólo genera más recesión y sufrimiento. Esta vez ha sido distinto. El análisis de sostenibilidad de la deuda que hizo el FMI se asemeja al que produjo la Argentina. Lo que dice ese análisis es que no puede haber más austeridad en un contexto de recesión, que debe haber un camino sostenible hacia la consolidación fiscal y que no se puede pagar ahora.
—¿Por qué cambió el Fondo? ¿Es porque quieren cobrar ellos, porque la Argentina compromete un porcentaje muy alto de los recursos prestables del Fondo?
—Es un cambio muy grande. Hay un proceso fuerte de involucramiento con el Fondo en esta primera etapa de reestructuración de la deuda con los acreedores privados. Hubo dos visitas del FMI a la Argentina. También hemos estado trabajando con la misión en Estados Unidos y en Italia. Ha habido mucho trabajo que ha generado que se entiendan las partes. Este es un camino largo, y es cierto que la Argentina tiene una deuda con el Fondo a la que no podrá hacer frente hasta 2023. También va a ser necesario que se reprograme eso. Pensamos que en este momento el Fondo lo entiende, y el análisis de sostenibilidad de la deuda que publicaron lo refleja. En estos próximos años no se le puede pagar a nadie. Un pedido que recibíamos de los bonistas era un mayor involucramiento del FMI. Lo hicimos, pero cuando el Fondo publicó su evaluación, no fue del agrado de ellos. Esta es la realidad, hay una legitimación…
—¿Los tomó de sorpresa que el auditor disparara en dirección contraria a la habitual?
—Es posible. Esto es distinto.
—¿Este cambio puede relacionarse con el conflicto entre el Presidente Trump y los sectores de la financiarización?
—Esa sería una especulación de mi parte. Nosotros hemos trabajado en el entendimiento sobre cuál es la capacidad real de pago la Argentina y lo que se ve es que hay un reconocimiento del FMI de que se necesita una reestructuración de deuda profunda.
Los patacones del FMI
—Dentro de las medidas de alivio que contempla el Fondo para distintos países está la emisión de cantidades adicionales de Derechos Especiales de Giro. Si me perdonás un porteñismo, los DEG son los patacones del Fondo. Fueron creados como moneda virtual en 1969 en un momento en que había escasez de dólares, para agilizar el comercio internacional. Si el FMI puede emitir sus patacones, ¿no pueden hacerlo también las provincias argentinas para fluidificar el comercio exterior y sin la posibilidad de que esa moneda se vaya al dólar?
—La respuesta a la segunda pregunta es No. Los Derechos Especiales de Giro fueron una idea del economista británico John Maynard Keynes…
—Los Bancor que propuso…
—…él pensaba en otro rol y otra ideología para el FMI que la que terminó tomando por décadas. Su idea era tener una institución que pudiera actuar casi como un prestamista de última instancia en el mundo, para proveer liquidez. Esa fue una idea que terminó adoptándose tarde y en una escala diferente y no necesariamente para alcanzar los objetivos con los que se creó. Hoy está la propuesta de muchos países del mundo y por la directora gerenta del Fondo, de extender los DEG, lo cual generaría más liquidez en el mundo. En este momento lo que se observa es que hay una oposición por parte de Estados Unidos…
—…en un momento en que hay una notoria escasez de dólares físicos, tal como ocurría cuando se crearon los DEG. Ahora hay una enorme desproporción entre la deuda corporativa y el efectivo disponible.
—Así es. Por eso, cuando ocurre algo como el coronavirus, la economía mundial queda en una situación de alta fragilidad. Este crecimiento de la deuda corporativa es parte de cómo viene funcionando el mundo. Durante décadas, las reglas del juego no han sido escritas por los pueblos, sino por el poder financiero internacional y son funcionales a ese poder. Esto ha generado graves problemas en el funcionamiento de las sociedades, como la gran desigualdad y todo lo que conlleva. Volviendo al punto de las provincias, cuando emitieron quasimonedas era otra situación, existía una ley de convertibilidad en la Argentina…
—…como cuando el Fondo creó los DEG…
—…pero es distinto, porque por arriba de las provincias hay alguien que ya tiene, ya existe la moneda, y lo que tenemos que hacer es defender al peso. Necesitamos una moneda en la que haya confianza, en la que la gente quiera ahorrar. Ese es un proceso que tenemos que recuperar. Es muy importante defender al peso y toda la política para enfrentar a la pandemia tiene que ser integral y reconocer que las provincias están en problemas, pero sin matar al peso.
El plan B es ya
—¿Hay un plan de contingencia en caso de que la oferta sea rechazada?
—La Argentina ya está en una situación de virtual default.
—Me impresionó la lectura de los diarios. Es como si Alberto hubiera declarado el default en la conferencia de prensa, cuando lo que dijo es que Macrì había dejado al país en default.
—Eso es exactamente lo que dijo y lo que nosotros consideramos. Lo que estamos tratando de hacer es de resolverlo lo más rápido posible, de una manera que sea la más beneficiosa, idealmente para todas las partes. Si la oferta es aceptada se habrá resuelto un problema. En caso contrario, ya considerábamos que estamos en un virtual default, tenemos un plan para eso. La Argentina ya no está recibiendo crédito externo. No es que va a dejar de recibir. No lo está recibiendo y no pensábamos que lo iba a recibir. Como dijimos en la conferencia de prensa, hay intereses grandes en juego y las voces de los bonistas, que muestran frustración, como también la muestra la sociedad argentina por el colapso del modelo económico que se implementó en los últimos cuatro años. En ese contexto, van a patalear y harán resonar sus voces por distintos medios.
—¿Cuál es el Plan B?
—No es una cuestión de Plan A o B. Ya estamos en el plan que asume que no hay crédito externo.
—Es lo que me dijo Alberto en uno de los reportajes: no estamos en el plan A, ya estamos en el plan B.
—Exacto, en todo caso resolver esta situación de virtual default abriría ventanas de oportunidad, generaría mayor estabilidad y aceleraría el proceso de recuperación. En el contexto del coronavirus, los plazos han cambiado. Nos parece insensato hacer política económica sobre la base de sueños e ilusiones. Hay que hacerlo sobre la base de la realidad. En ningún momento planteamos un plan económico que asuma que vamos a recuperar rápidamente el acceso a los mercados de crédito internacional a tasas de interés bajas. Desde el primer día empezamos a hacer política económica asumiendo que la Argentina está en una situación que es de virtual default y que no va a tener crédito externo. Y eso es lo que está ocurriendo.
—Uno de los principales acreedores de la Argentina, sino el principal es el fondo BlackRock, con el que supongo que has estado conversando en estos meses. El Presidente de Estados Unidos Donald Trump acaba de designar a BlackRock como el administrador de una parte significativa del paquete CARES. De ese paquete de 2,2 billones de dólares ('trillions', en inglés), 750.000 millones destinados a rescates corporativos, compras de acciones por parte del Estado, inicialmente se planteó que debían ser investment grade, luego se relajó esa exigencia y ya se esté negociando la compra de bonos basura, lo cual ha hecho que algunos analistas financieros en Estados Unidos digan que se estatizó el mercado de valores. Si BlackRock tiene a su cargo la gestión de un programa de 750.000 millones de dólares, ¿cómo podría incidir en la forma en que BlackRock ve la pequeña deuda argentina? ¿Nos ayuda en algo esa comparación?
—No veo que nos vaya a ayudar. Hay cuestiones confidenciales, pero sí hemos estado manteniendo conversaciones con los distintos fondos, incluido BlackRock y plantearon lo que siempre plantean: que quieren cobrar más. Piden que la Argentina haga más ajuste fiscal, que continúe en el sendero que venía siguiendo y que llevó a resultados desastrosos. Eso es algo que nosotros no vamos a hacer. Tan simple como eso.
—El proyecto que la CTA le alcanzó a Kirchner contiene un cálculo muy interesante sobre las ganancias extraordinarias de las 500 mayores empresas durante los años del macrismo, las bajas inversiones que realizaron, y el dinero que fugó al exterior, todo en el mismo lapso. Es una radiografía simple pero muy clara sobre el funcionamiento de la economía argentina realmente existente. Hay muchas mediciones sobre la fuga, pero ningún organismo internacional que haya definido esos movimientos que afectan el balance de pagos de los países como delictivos. El FMI, ¿podría avanzar por ese camino?
—¿Declararlos delictivos, como si fuese la Justicia del mundo?
—No es la Justicia del mundo, pero actúa como el gran auditor de la economía de Occidente.
—Lo que puede hacer es declarar que son indeseables esos movimientos. Lo curioso es que la Argentina liberalizó los movimientos de capital por encima de las fronteras, mucho más allá de lo que el FMI considera prudente. La resultante es la que describís. El país que nos han dejado. Es claro que liberalizar los movimientos de capital genera problemas, que resultan en una economía mucho más inestable, con posibilidad de fortalecer de modo sistemático especulaciones que van en detrimento del desarrollo de la Nación y terminan generando un tejido productivo mucho más débil. Es cierto, se podrían modificar estatutos y regulaciones, pero aquí se ha ido a un extremo que está mucho más allá de lo que se considera prudente en las instituciones que representan al poder financiero internacional.
La música que escuché mientras escribía
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