Guerra por las vacunas
Los laboratorios condicionan a los Estados y las potencias se desentienden del problema de la escasez
Esta semana tuvo lugar un nuevo encuentro del Consejo del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Allí se debatió nuevamente la propuesta de India y Sudáfrica para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual de las vacunas contra la Covid-19 hasta inmunizar a toda la población. Ambos países, al igual que Brasil, Singapur y otros, tienen una gran capacidad de producción pero no disponen del conocimiento.
La iniciativa, que viene siendo evaluada desde octubre del año pasado, ha recibido un apoyo creciente de los países miembros, la Organización Mundial de la Salud (OMS), legisladores de Estados Unidos y miembros del Parlamento Europeo. Sin embargo, los gobiernos de los países sede de los laboratorios que desarrollan la vacuna se oponen a dicha propuesta que, por el momento, parece la única salida para solucionar el cuello de botella que se ha generado en el suministro de vacunas en todo el mundo. Esta falta de suministro ocurre inclusive en la Unión Europea, que realizó las compras de las vacunas de manera conjunta para asegurar mejores precios. Los laboratorios AstraZeneca, Pfizer/BioNTech y Johnson & Johnson no han cumplido las entregas en las fechas pactadas por lo que el proceso de vacunación es lento y difícil de organizar. Algunos países se ven además amenazados por una tercera ola de contagios.
La situación en América Latina es aún más grave. Nuestra región tiene dosis para inmunizar a menos del 3% de su población pues sólo se han recibido 40 millones. La producción mundial es insuficiente y estas han sido acaparadas por los países desarrollados, que han comprado entre dos y tres veces las necesidades de su población, acción conocida como “nacionalismo de las vacunas”. Pero la compra no garantiza necesariamente la disponibilidad. Sólo a Estados Unidos, Canadá y en menor medida al Reino Unido, les sobran las vacunas.
Tampoco está funcionando el mecanismo COVAX pues las vacunas llegan a cuentagotas mientras la enfermedad avanza en la región y adquiere ribetes dramáticos en Brasil, México, Colombia y Perú. Sólo estos dos últimos han recibido 117.000 dosis, cada uno, bajo este mecanismo que ha resultado un fracaso. Así lo denunció el canciller de México, Marcelo Ebrard, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el pasado 17 de febrero.
Según un reciente estudio de The Intelligence Economist Unit (EIU), algunas regiones en el mundo no podrán vacunar a la mayoría de su población hasta 2023, aunque estima que América Latina culminaría, en promedio, a mediados de 2022. A pesar de esta realidad, no ha habido ningún intento de parte de los países desarrollados de encontrar una solución real. Sucede que aumentar la producción de vacunas, tal como busca la iniciativa, implicaría menores precios y reduciría la capacidad de los laboratorios farmacéuticos de imponer condiciones a los gobiernos, tal como lo vienen haciendo. No les importa la pandemia. Negocios son negocios. La rentabilidad en la industria farmacéutica es probablemente sólo superada por la del narcotráfico y la venta de armas.
Contratos secretos
En enero, miembros del Parlamento Europeo tuvieron acceso a un contrato de compra de vacunas firmado entre la Comisión Europea y el laboratorio alemán CureVac, considerado uno de los más transparentes. Descubrieron que no estaban fijados los precios de las dosis, ni establecido el calendario de entrega y tampoco la cantidad de dinero pagado por adelantado. Como los laboratorios son dueños de la patente –a pesar de los miles de millones de dólares que han recibido en subsidios del Estado (léase de los contribuyentes) para desarrollar la vacuna– les prohíben a estos exportarlas o donarlas sin su consentimiento.
Los gobiernos y los organismos de salud pública, en todo el mundo, han tenido que aceptar sus exigencias de mantener los detalles clave de los contratos en secreto porque sencillamente son inaceptables. Los términos les permiten manejar los plazos de las entregas sin ninguna consecuencia y canalizarlas al mejor postor.
Las demoras en la entrega de las vacunas generan una sensación de zozobra y desconfianza en la ciudadanía, puesto que las autoridades no pueden programar adecuadamente el proceso de vacunación ni informar sobre el cronograma de su llegada. Los gobiernos suelen ser calificados por el sector privado de ineficientes y presionan para que se les permita comprar directamente las vacunas a los laboratorios. Esto ocurre en Brasil, Perú y México. Probablemente piensan que los laboratorios no les pedirían garantías y que con ellos cumplirían el plazo de las entregas por ser super eficientes. Quizás suponen también que las garantías que les exigen los laboratorios a los gobiernos para eximirse de toda responsabilidad ante la probabilidad de daños causados por la vacuna, debería ponerlas el Estado, tal como ocurrió con la deuda externa privada, que tuvimos que cargar los contribuyentes durante la década de los '80.
A los brazos de China y Rusia
Así, mientras la humanidad pugna desesperadamente por las vacunas, China y Rusia han encontrado la puerta abierta para hacer diplomacia con las suyas, y tener una mayor presencia en el tablero de la geopolítica mundial. En América Latina, Chile ha vacunado al 25% de su población con una participación importante de vacunas producidas por el laboratorio chino Sinovac. La Universidad Católica de Chile participó en un ensayo clínico y el gobierno tuvo acceso preferencial a ellas. Este mismo laboratorio, Sinovac, tiene un acuerdo de transferencia de tecnología de su vacuna y participa con el Instituto Butantán de Sao Paulo en su fabricación.
La Argentina y Perú realizaron ensayos clínicos con Sinopharm y, toda vez que la vacuna ya está aprobada, han recibido una primera entrega de un millón de dosis, de un acuerdo por 30 y 38 millones de dosis, respectivamente. México, con una de las tasas más altas de muertes por número de habitantes en el mundo, registró incumplimientos en la entrega de las dosis adquiridas, básicamente, a laboratorios norteamericanos. Por eso, durante una reunión virtual sostenida el 1º de marzo con el presidente Joe Biden, el Presidente López Obrador tenía proyectado pedirle a su colega compartir con México parte del suministro estadounidense de vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, antes del inicio de la reunión, se descartó que Estados Unidos estuviera considerando, al menos en esta fase, compartir las dosis con su vecino u otros países. Días después, el gobierno mexicano acordó la compra de 10 millones de dosis de Sinovac y 12 millones de Sinopharm.
La vacuna rusa Sputnik V ha sido aprobada por un número mayor de países que las chinas. En la región lo han hecho Venezuela, México, Guatemala, Paraguay, la Argentina, Nicaragua, Honduras y Bolivia. Además, a fines de febrero, el laboratorio Richmond y el Fondo Ruso de Inversión firmaron un acuerdo preliminar para fabricar esa vacuna en la Argentina.
Salvo Costa Rica, El Salvador, Panamá y Cuba –que no ha aprobado ninguna–, todos los países de la región han aprobado el uso de la vacuna rusa Sputnik V, fabricada por el laboratorio Gamaleya, o alguna de las cuatro vacunas chinas producidas por los laboratorios CanSino, Sinopharm y Sinovac. El gobierno cubano evitó caer en la guerra de las compras de vacunas y apostó por desarrollar una propia. Cuba es el único país latinoamericano que tiene dos proyectos de vacuna, desarrolladas por el Instituto Finlay de Vacunas, que se encuentran ya en la fase 3 de los ensayos clínicos.
El suministro de vacunas chinas y rusas también tiene lugar en África. Edward-Ekpu, del Instituto Milken, considera que “a pesar del escepticismo inicial, varios países africanos ya habían optado por la vacuna china Sinopharm y la rusa Sputnik debido a la falta de acceso a la vacuna occidental. Con más datos que muestren que son efectivas y seguras, combinado con el esfuerzo diplomático que están realizando Rusia y China para promover sus vacunas, más naciones africanas terminarán comprándolas a chinos y rusos tengan o no acceso a las vacunas occidentales”.
Esta presencia creciente tiene lugar en países de Asia y también de Europa. Algunos (Hungría, Servia y Bielorusia) han optado por la vacuna producida por Sinopharm, mientras que otros (Macedonia, Eslovaquia, República Checa, Boznia Herzegovina y Hungría) han aprobado el uso de la vacuna Sputnik V.
Arremetida de Estados Unidos
Era necesario relativizar ese coqueteo con las vacunas. Permitir que la faciliten tan alegremente podría ser un arma diplomática poderosa. Por eso, inmediatamente después de que terminó la reunión de la OMC se realizó una cumbre virtual de los miembros del Diálogo Cuatripartito de Seguridad (QUAD) conformado por Estados Unidos, India, Japón y Australia. Este grupo informal creado en 2004 aborda temas de cooperación, aunque mirando siempre de costado la presencia china.
En el encuentro, el Presidente Biden se comprometió a apoyar financieramente a Biological E, un importante laboratorio de vacunas de la India, con el fin de producir mil millones de dosis hacia 2022 y favorecer a las naciones de Asia-Pacífico, así como a las beneficiarias del Covax. Si bien no se dispone aún de los detalles de su propuesta, esta no parecería contemplar las urgencias del corto plazo y más bien parecería priorizar el debilitamiento de los esfuerzos diplomáticos de China por ofrecer sus vacunas y retirar a la India como protagonista y líder de los reclamos para lograr un waiver temporal de los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas en la OMC.
Biden es acusado por organizaciones internacionales defensoras de la salud de acaparar vacunas y le exigen que su administración canalice el sobre stock a las naciones que más las necesitan. Sin embargo, ha reiterado que no se desprenderá de una sola vacuna hecha en laboratorios de ese país hasta no haber vacunado a todos los ciudadanos estadounidenses.
Su reacción en el QUAD deja en claro que tendrá la rienda corta con China también en el ámbito diplomático, donde Biden se mueve como pez en el agua. El gobierno chino recordará, acaso con nostalgia, los tiempos de Trump, cuando asumió el liderazgo del multilateralismo que el rubio ex Presidente abandonó. A diferencia de Estados Unidos, que viene vacunando vertiginosamente a su población, China y Rusia han desplegado la venta de sus vacunas por el mundo, a costa de sus bajas tasas de vacunación. Si bien China –que sólo ha vacunado al 4% de su población– se puede dar ese lujo al tener la pandemia controlada, Rusia, con sólo 3,7% de vacunados, no consigue bajar la cifra de 400 muertes diarias. Es el costo de ser parte de las grandes ligas en el tablero de la geopolítica global.
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