Gelatina en movimiento

Cruje más que nunca la globalización neoliberal, demolida por sus propios creadores

 

Corrida en pausa

El martes pasado se modificó el clima de pre hecatombe que se estaba conformando en los mercados cambiarios y financieros. El lunes se había observado una dramática caída de las reservas del Banco Central (más de 750 millones de dólares), ascenso del dólar blue y presión sobre los otros dólares (MEP y CCL); incremento creciente en el índice de riesgo país; recálculo al alza de los valores asignados al dólar futuro; y caída en los depósitos en dólares en los bancos.

El blue cesó su carrera ascendente, ayudado por la conmemoración de Malvinas y el oportuno viaje del Presidente y su ministro de Economía a Estados Unidos, para hacer allí gestiones directas para que el FMI les otorgue más fondos frescos, y en mejores condiciones para seguir con este esquema anti productivo.

Eso permitió regenerar en ciertos ámbitos expectativas sobre alguna solución mágica, basada en la proclamada amistad Amo-Lacayo. No pudo ser, no se pudieron encontrar, y los genios de la economía y las finanzas volvieron con las manos vacías al país que no les interesa, a soportar el mal humor social, las dudas de los mercados y el nuevo paro general de la CGT.

Les queda una esperanza un poco extraña: Mauricio Claver-Carone, enviado especial de Donald Trump para América Latina, reafirmó que Estados Unidos apoya al gobierno argentino, pero condicionó el respaldo ante el FMI a que la Argentina se distancie de China y revierta el swap de monedas que concretó con la potencia asiática, que hoy le permite mostrar reservas brutas por 25.000 millones de dólares. Sin el swap, esas reservas pasarían a mostrar magros 8.000 millones, un número psicológicamente tenebroso para la credibilidad de las afirmaciones oficiales de solidez cambiaria y financiera.

El que no se enteró de que se había declarado transitoriamente una “tregua” en el deterioro de los indicadores cambiarios y financieros fue el índice de Riesgo País, que refleja de alguna forma la mirada de los inversores financieros sobre la capacidad de la Argentina de pagar sus compromisos externos. El viernes, ese indicador arribó a los 925 puntos, lo que encarece fuertemente los intereses que tiene que pagar el país por cualquier crédito externo que quiera tomar.

Ese valor tan alto (el 9 de enero estaba en 560) se verifica en el contexto de un doble deterioro:

  1. el de la confianza en el esquema económico oficial y la durabilidad del carry trade para sostener el tipo de cambio planchado y los precios quietos; y
  2. el de la confianza en la estabilidad financiera mundial, producto de las nuevas y violentas medidas proteccionistas que lanzó el Presidente Trump, que afectaron severamente el cuadro bursátil mundial.

La movilidad ascendente del dólar “paralelo” en las últimas semanas influyó de la forma a la que estamos lamentablemente acostumbrados: llevó a remarcaciones “precautorias” de precios, que se reflejaron en la última semana de marzo en alzas en alimentos muy por arriba de lo esperado. A esas alzas, se agregaron a comienzos de abril las subas previstas de luz, gas, agua, transporte y nafta.

A pesar de todo, esa es una dinámica ligada a un mundo pasado: ahora habrá que ver cómo las oleadas de ascendentes precios internacionales, provocadas por las medidas de guerra comercial trumpistas, van arribando a nuestras costas. Serán, quizás, la perfecta excusa privada para nuevas remarcaciones, y también para que las explicaciones oficiales abunden sobre las maldades económicas de un mundo que no es liberal libertario y no comprende a los genios que gobiernan la Argentina.

 

La demolición del orden económico mundial

Luego de reiterados anuncios, amenazas y desmentidas sobre su política arancelaria, el 2 de abril Trump proclamó su “Día de la Liberación”. Según su relato, el mundo ha venido aprovechándose de la buena voluntad de los norteamericanos, trabando la llegada de bienes estadounidenses a otras economías e invadiéndolos con productos extranjeros, sin reciprocidad alguna. No importa si no tiene base alguna en la realidad histórica, porque se enuncia desde el Poder Ejecutivo de los Estados Unidos.

En base a esa argumentación, Trump lanzó un enorme paquete tarifario, que abarca a casi todo el planeta, que no muestra una línea lógica clara ni desde la política ni desde la economía. Por empezar, porque son aranceles que, salvo en el acero, el aluminio y los automóviles, no están basados en productos, sino en países.

Latinoamérica la sacó relativamente barata, ya que recibió casi un generalizado 10% de incremento arancelario, sin importar si eran queridos amigos o no, si tenían tratados de libre comercio o no. Sólo Venezuela sufrió un incremento del 15%, pero que no parece altamente ofensivo, teniendo en cuenta que un país mucho más apreciado por Estados Unidos, como Israel, recibió un incremento tarifario del 17%, mayor que el del denostado país chavista.

Pero puesto a discriminar, Trump no se privó de atacar a nadie: aranceles del 34% a China (que se suman al 20% que ya se le está aplicando con la excusa de la “invasión” de fentanilo a los Estados Unidos), 26% a la India (país estratégico en Asia para seducir a favor de Occidente), 20% a la Unión Europea (gran aliado en la OTAN), 24% a Japón (aliado incondicional luego de la Segunda Guerra), 32% a Taiwán (país a proteger contra la República Popular China), 25% a Corea del Sur y 10% al Reino Unido (aquí si hubo más afecto).

En síntesis: Trump desplegó una batería ofensiva para todos y todas, provocando un impacto global extraordinario. Acto seguido, los mercados bursátiles sufrieron derrumbes significativos: se evaporaron en el aire 5 millones de millones de dólares en dos días, producto de graves caídas de las cotizaciones de empresas gigantescas como Apple, Nvidia, Amazon y Meta, acompañadas por todo el panel corporativo. Otro tanto pasó en otras plazas bursátiles, mientras se empezaban a observar las primeras reacciones a nivel internacional.

Algunos países se apuraron a ofrecer bajar bruscamente los aranceles a los productos norteamericanos, para evitar la iracundia trumpista, mientras otros ya están diseñando medidas punitivas contra Estados Unidos.

China anticipó aranceles del 34% a los productos norteamericanos y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró que están diseñando un primer paquete de represalias, y que preparan uno aún mayor en caso de no llegar a ponerse de acuerdo con los norteamericanos.

China y Francia han dado instrucciones a sus empresas para que frenen cualquier proyecto de inversión en territorio norteamericano.

Muchos especulan con la posibilidad de que este esquema tan agresivo sea modificable según las negociaciones bilaterales que se efectúen y lo que le ofrezcan a cambio a la administración estadounidense.

Es aún prematuro pronosticar cómo va a quedar el cuadro comercial global luego de las medidas del 2 de abril, pero lo que ya se puede afirmar es que tendrá efectos negativos sobre la inflación norteamericana, sobre los intercambios comerciales globales –probablemente haya una reconfiguración de flujos comerciales– y sobre el nivel de actividad económica, empleo y niveles de inversión, dada la incertidumbre generada por el comportamiento caprichoso del actual mandatario norteamericano.

 

China anticipó aranceles del 34% a los productos norteamericanos.

 

 

Grandes cambios se avecinan

Para cualquier país con una dirigencia con criterio propio, es evidente que Estados Unidos se ha convertido en un país escasamente confiable, imprevisible, que agrede sin ningún problema a sus aliados más leales (como la UE, que había asumido en la guerra de Ucrania una postura de subordinación sorprendente a la estrategia norteamericana), y que la política más conveniente es ampliar en la mayor medida posible sus vínculos con otros países y regiones que ofrezcan oportunidades de crecimiento.

Algo de esto ya se empezó a prefigurar en la reunión realizada el domingo pasado entre China, Japón y Corea del Sur, para intensificar el comercio intrarregional en los próximos cinco años.

Ante la previsible suba de los aranceles norteamericanos a sus productos, los tres países de Asia Oriental que representan el 20% de la población mundial, el 24% de la economía global y el 19% del comercio mundial de mercancías decidieron fortalecer sus vínculos y protegerse mutuamente de la agresión que viene del otro lado del Pacífico.

 

Los ministros de Comercio de Corea del Sur, Japón y China, reunidos en Seúl.

 

 

Trump anunció aranceles del 25% a “todos los automóviles que no sean fabricados en Estados Unidos”, casi a medida de los gigantes asiáticos que vienen derrotando competitivamente a la industria automotriz norteamericana desde hace décadas.

En el comunicado final de la reunión, afirmaron que acelerarán las negociaciones para un acuerdo trilateral de libre comercio y que acordaron crear “un entorno previsible para el comercio y la inversión”. La palabra previsible es clave para el mundo productivo, mientras que la imprevisibilidad es el paraíso para el mundo de la timba financiera y la especulación cortoplacista.

El funcionario chino Wang Liping advirtió que “el unilateralismo y el proteccionismo se están extendiendo” y que por lo tanto los tres países líderes industriales de la región deben asumir la responsabilidad de salvaguardar el sistema multilateral de comercio.

Unos pocos días antes, el 17 de marzo, China había puesto en marcha una red de pagos transfronterizos que utilizan el yuan digital, que tiene el potencial de desafiar al SWIFT, el sistema global de pagos bancarios organizado por los norteamericanos, en dólares, que hasta ahora debía ser utilizado necesariamente por todo el mundo que operara en el comercio y las finanzas internacionales.

En esta nueva red de pagos ya participan diez países de la ASEAN (Asociación de Naciones de Asia Sudoriental) y seis países del Medio Oriente, que sumados equivalen al 38% del comercio mundial.

Señalan los especialistas que mientras la utilización del sistema SWIFT implica demoras de tres a cinco días en la realización de pagos internacionales, el sistema digital chino es capaz de hacer las mismas operaciones en sólo siete segundos. En la primera prueba entre Hong Kong y Abu Dhabi, una empresa transfirió fondos a un proveedor de Medio Oriente sin pasar por los seis bancos requeridos por el sistema SWIFT, ahorrándose el 98% de las comisiones de los intermediarios. Tailandia, a su vez, completó su primer pago petrolero en yuan digital.

El yuan digital utiliza tecnología blockchain, lo que facilita la trazabilidad de los fondos y la ejecución automática de normas contra el lavado de dinero. Esta tecnología puede ofrecer un enorme beneficio para todos los países, ya que mejoraría su capacidad de recaudar impuestos a los sectores que realizan operaciones irregulares, eludiendo a los respectivos fiscos.

Ya hay 23 bancos centrales participando activamente en las pruebas del sistema chino de pagos en moneda digital, lo que representa un nuevo desafío para la hegemonía económica y financiera estadounidense.

El economista estrella norteamericano Thomas Friedman, gran promotor en su momento de la globalización neoliberal, ha escrito recientemente en relación a la reacción de su gobierno frente a los cambios que se están produciendo: “Algunos de nuestros senadores necesitan salir más (del país). Si eres un legislador estadounidense y quieres atacar a China, sé mi invitado, incluso puede que me una a ti para una ronda, pero al menos haz tu tarea”.

Continúa Friedman: “Hoy en día hay muy poco de eso en ambos partidos (Demócratas y Republicanos) y demasiado consenso de que el espacio políticamente seguro es machacar a Pekín, corear unas cuantas rondas de ‘U.S.A., U.S.A., U.S.A.’, emitir algunos tópicos de que las democracias siempre innovarán más que las autocracias y dar por terminado el día. Prefiero expresar mi patriotismo siendo brutalmente honesto sobre nuestras debilidades y fortalezas, las debilidades y fortalezas de China y por qué creo que el mejor futuro para ambos, en vísperas de la revolución de la inteligencia artificial, es una estrategia llamada: Hecho en Estados Unidos por trabajadores estadounidenses en asociación con el capital y la tecnología chinos”.

El periodista visitó recientemente las instalaciones del complejo de investigación científica construido por Huawei en China, con capacidad para albergar a 35.000 (SIC) investigadores, y quedó absolutamente pasmado por la potencia tecnológica que observó. “Vi el futuro”, dijo el patriota norteamericano Friedman.

 

El Centro de Investigación y Desarrollo Huawei Lake tiene forma de ciudad pero es un enorme campus para 35.000 empleados, la mayoría científicos e ingenieros.

 

Mientras hay gente que parece comprender por dónde está pasando el problema de las dificultades competitivas norteamericanas, otros se preparan a implementar las recetas de siempre. Es el caso del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, quien razonablemente señaló que los aranceles globales pueden frenar el crecimiento económico a nivel mundial y remarcó que la inflación más alta producto del gran salto arancelario podría ser persistente y no temporal.

Para quienes estudiamos el comportamiento de las autoridades monetarias norteamericanas y su forma muy limitada de entender la economía, esas declaraciones son el preanuncio de acciones monetarias anti-inflacionarias, con impacto recesivo: pensarán en aplicar un aumento de la tasa de interés en el corto plazo, que también impactará a nivel internacional.

 

Hay piloto en el avión, pero es idiota

Lo que está ocurriendo a nivel mundial es importantísimo, y no puede ser ni ignorado ni subestimado. Cruje más que nunca la globalización neoliberal, demolida por sus propios creadores, y seguramente empezarán a hacer agua todas las ideas que acompañaron esta etapa del capitalismo mundial.

La histórica crisis de 1929 se inició repentinamente, por la explosión de una burbuja bursátil largamente gestada en el bullicioso capitalismo norteamericano de la década del ‘20. Este estallido repentino derivó en una enorme contracción económica generalizada, que empujó a los países en la dirección del proteccionismo y el cierre comercial. Cambió la historia mundial, generando brutales tragedias y enormes esperanzas.

Hoy, en este mundo, ocurre a la inversa: Trump inicia una guerra comercial, arancelaria, seguramente con la intención de llegar luego de sanciones y tironeos a acuerdos bilaterales mucho más favorables a los Estados Unidos. Reposicionar a su país a los trompazos económicos con el resto del mundo. Pero nunca se puede saber en qué derivarán los acontecimientos, porque no todos están dispuestos a aceptar las amenazas y los chantajes de la gran potencia del norte, y porque los mercados, especialmente los financieros, distan enormemente de cualquier sentido de racionalidad profunda.

Por lo pronto, los mercados bursátiles reaccionaron con fuertes caídas, con pérdidas patrimoniales que empiezan a ser preocupantes por su magnitud. Como lo han advertido muchos especialistas, y también algunos lúcidos hombres de negocios, hoy también hay una burbuja en las cotizaciones bursátiles e inmobiliarias, que fue alimentada por la emisión descomunal de los bancos centrales occidentales a lo largo de mucho tiempo.

De la persistencia de esa burbuja dependen infinidad de negocios, valuaciones patrimoniales, garantías de créditos y viabilidades empresarias basadas en activos ficticiamente inflados. Por lo tanto, la burbuja será defendida con gran determinación por los principales gobiernos del mundo.

El problema es que el fueguito que inició Trump en la economía mundial no se da en el contexto de 1945, donde la hegemonía norteamericana era indisputable y el diseño del régimen económico mundial buscaba el crecimiento y el pleno empleo. Ocurre en 2025, donde hay en marcha numerosos procesos políticos, económicos, culturales y tecnológicos que ponen en entredicho cualquier patronazgo sobre el sistema mundial.

Como ocurre en otros órdenes, es fácil desordenar o destruir, pero mucho más complejo edificar un nuevo orden sólido y estable. Trump empezó a demoler algo que no está en capacidad de ordenar.

La Argentina es sorprendida por esta situación, que se irá desenvolviendo como un gigantesco reality show delante de nuestros ojos, con un gobierno incapacitado para comprender la magnitud de lo que está ocurriendo, y mucho menos para actuar con sentido pragmático en función de los intereses básicos del país y de sus habitantes.

Resulta realmente aberrante contarle al mundo que nuestro país es gobernado por un ideólogo liberal libertario, explícitamente dedicado a destruir el Estado Nacional, lo que constituye una vergüenza histórica para las clases dominantes argentinas y el sistema institucional que han construido, y una demostración ilevantable de su incompetencia para liderar el país.

Hoy, en todo el mundo –no importa su ideología–, los gobiernos están estudiando y haciendo planes para enfrentar el nuevo escenario en ciernes, tratando de minimizar con inteligencia los daños potenciales de la disrupción del comercio global, y buscando relanzar sus propias economías de acuerdo a las nuevas y cambiantes reglas del juego mundial.

Frente a este escenario, es todavía más escandalosa una economía local que gira en torno al carry trade, un negocio financiero parasitario de corto vuelo, diseñado para que un gobierno neocolonial dure más tiempo y pueda engañar a más gente con el argumento paupérrimo de que “bajó la inflación”, mientras el máximo negocio es comprar y vender dólares.

La Argentina es un país con capacidades productivas enormes, que deben ser desplegadas. Para poder hacerlo tiene que sacarse se encima la opresión financiera local y externa, los gobiernos hegemonizados por sectores económicos endeudadores y fugadores, los políticos cuyo único horizonte son las próximas elecciones y los cargos a ocupar, y un aparato comunicacional que sólo predica el pensamiento neo colonial, la auto denigración colectiva, el sometimiento voluntario y la resignación a la condición del subdesarrollo eterno.

Sin embargo, este giro del orden global abre una valiosa oportunidad de replanteo político de la triste deriva nacional, que requiere el surgimiento de un proyecto colectivo potente para encarar las grandes tareas, complejas pero posibles, para salir rápidamente del atraso y la dependencia.

 

 

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