GATILLO NEOLIBERAL
Coincide el intento de asesinato de Cristina con un alto grado de intervencionismo norteamericano
El jueves 1 de setiembre la lideresa del movimiento democrático, nacional y popular fue víctima de un intento de magnicidio. La violencia política retornó al país. Escribíamos en El Cohete a la Luna de hace una semana que la dictadura se había retirado pero había dejado sus marcas. Que había un intento de que los partidos políticos que otrora habían representado intereses populares adoptaran la lógica del transformismo, pasando a asumir el mismo programa de las derechas con reformas contrarrevolucionarias de carácter neoliberal iniciadas por la dictadura militar. Luego de los dos primeros años del gobierno de Alfonsín, en los que se juzgó y condenó a los altos mandos que condujeron el terrorismo de Estado y en los que el ministro Grinspun negoció duramente con el FMI, prosiguieron casi dos décadas en las que la subordinación al capital financiero y la continuidad de las reformas fueron asumidas por los partidos tradicionales que habían adoptado el ejercicio del programa del poder concentrado y del capital financiero, y que, además, coincidía con la continuidad de las reformas liberalizadoras de la economía que sucedía a la sanción de las leyes de impunidad e indultos dejando impunes a todos los participantes de la ejecución del genocidio.
Hasta que Néstor Kirchner llegó al gobierno. Al respecto, la Vicepresidenta que sufrió el atentado hace unos días escribió en su libro Sinceramente: “Recuerdo el pliego de condiciones con que el establishment, a través del diario La Nación y su director general, José Claudio Escribano, intentó condicionar nuestro gobierno. El 15 de mayo de 2003, en la casa de Alberto Fernández, Escribano le pidió a Néstor que no promoviera la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad de Obediencia Debida y Punto Final y que se alineara internacionalmente, de manera definida e incondicional, con los Estados Unidos. No participé de esa reunión, pero sí sé que Escribano criticó y mucho el discurso que Néstor había leído luego de que Menem renunciara a competir en el balotaje. Lo había escrito yo y fue la única vez que Néstor no sólo no le había cambiado ni una coma, sino que le encantó ni bien lo leyó. Escribano criticó con furia el tenor de ese discurso, porque desde las páginas de La Nación pidió 'echar a quien lo había escrito'”. Cristina dice más adelante que recién en el año 2003 se sanciónó la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa Humanidad y la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y, más tarde, señala la lideresa, la Corte Suprema dictaminó la constitucionalidad de la legislación que terminó con la impunidad. Habían pasado 27 años del inicio del genocidio. La Vicepresidenta sostiene su convicción que ningún otro candidato hubiera desarmado la impunidad que concretó los propósitos que la lucha de los organismos de derechos humanos habían mantenido vivos con su heroica y persistente reclamo de memoria, verdad y justicia.
Más adelante en el mismo libro Cristina señala que “el 15 de diciembre de 2005 Néstor anunció la cancelación de la deuda con el FMI… Trece años después el gobierno de Macri tiró por la borda el enorme esfuerzo que hicimos… para lograr el crecimiento sin endeudarnos con el mundo, a pesar de la hostilidad de los fondos buitre, ni bien asumió, les pagó más de lo que nos habían pedido a nosotros con el publicitado argumento que de esa manera la Argentina iba a conseguir más y mejor financiamiento. Sin embargo, a los dos años y medio de haber pagado sin chistar a los buitres…¡termina en el FMI por falta de financiamiento internacional!"
El kirchnerismo había abandonado el transformismo y recuperado la representación de las mayorías populares porque realizó el programa democrático de los derechos humanos y recomenzó la des-insersión en la financiarización, lo que implicaba la ruptura con el programa de la plutocracia que había cooptado a los partidos populares durante 18 años. Pero además la Argentina tenía un rol activo en el nuevo y profundo intento de Unidad Latinoamericana. El día anterior al ascenso de Cristina Fernández como Presidenta se consuma el proyecto del Banco del Sur. Néstor jugó un papel activísimo en la UNASUR, que lo lleva a ser designado su primer presidente.
El mismo medio que intentó subordinar, condicionar y dirigir el gobierno de Néstor, muy articulado con el poder económico local, el capital financiero y la embajada de Estados Unidos, es el que ahora en sociedad con Macri posee un canal televisivo del mismo nombre que todo el día profiere el discurso del odio destituyente del actual gobierno. Actitud que comparte con todos los multimedios concentrados articulados con los otros dos vértices de la triple alianza, antes enunciados y apoyados por la Embajada y expresados en la política por rejuntados por el Cambio . Una fuerza política no democrática que actúa en la institucionalidad para reponer al liberalismo neo, en la que reinen los mercados y no la ciudadanía.
Proscripción, magnicidio y el activismo de la embajada
El asedio permanente sobre Cristina Fernández para condenarla y proscribirla provocó la reacción popular de solidaridad que desembocara en un dispositivo provocativo, represor e ilegal de Rodríguez Larreta en Recoleta para frustrar la movilización de solidaridad con la lideresa del movimiento nacional y popular. La movilización creció indignada por el intento proscriptivo. Derrotado el dispositivo represivo del gobierno de CABA de rejuntados por el Cambio , el día jueves se produce el atentado contra la vida de Cristina Fernández del que sale con vida milagrosamente. Otra vez los intentos destituyentes que antes se concretaban con dictaduras militares que bombardeaban poblaciones civiles y desaparecían decenas de miles de argentinos. En esta nueva etapa retoman la política proscriptiva contra partidos populares, pero ante la reacción de las movilizaciones inmensas recurren al intento de magnicidio. El magnicidio ha sido una práctica habitual en la política interna de los Estados Unidos, tanto en su vida política interna como en su lógica intervencionista en los países de la periferia.
Coincide el intento de asesinato de Cristina Fernández con un alto grado de intervencionismo norteamericano en la región. La gira de la jefa del Comando Sur con sus posteriores declaraciones amenazantes respecto a las relaciones de los países latinoamericanos con potencias extracontinentales y las declaraciones del embajador de Estados Unidos inmiscuyéndose en la política nacional, una de cuyas manifestaciones fue indicarles a los argentinos tanto “a oficialismo y oposición que 'el momento es ahora' para formar una coalición que 'ofrezca lo que el mundo necesita: energía, alimentos, minerales'".
Queda claro que la superpotencia continental quiere determinar la matriz productiva del país y presiona para un acuerdo de todas las fuerzas políticas con densidad electoral para que adopten el programa que Stanley enunció. Esa vuelta a un liberalismo neo asociado a relaciones incondicionales con los Estados Unidos supone la domesticación del peronismo que implica la destrucción de la fuerza que hoy lo hegemoniza y dinamiza, que es el kirchnerismo, para lo cual se hace necesario la destrucción de quien encarna el liderazgo del kirchnerismo, del peronismo y de todo el movimiento nacional y popular en la actualidad.
La radicalización del discurso empresarial en los últimos años, en los que la AEA levantó permanentemente la realización de un proyecto ultra-ortodoxo y neoliberal, también avasalla la democracia, porque coincidentemente con lo dicho por Marc Stanley y la comandante Laura Richardson, jefa del Comando Sur, presionan para imponer un programa único que otorgue continuidad a las reformas regresivas establecidas por Martínez de Hoz, el superministro de economía de la dictadura terrorista.
La destrucción de los fundamentos y pilares sólidos de carácter macroeconómico que dejara Cristina Fernández tras su segundo mandato, fue el objetivo primordial del gobierno de rejuntados por el cambio, y el papel del FMI fue colaborar con la construcción de un endeudamiento argentino con el organismo de una magnitud tal que impidiera una política de independencia económica, soberanía política y justicia social.
La destrucción del kirchnerismo y el ataque a su lideresa es la condición política para consumar los objetivos de la oligarquía y el imperialismo, un lenguaje setentista que retorna con vigencia porque la violencia de los poderosos ha aparecido a la intemperie queriendo eliminar a Cristina. No importa si el asesino fue un sicario enviado por tal o cual, o por una secta, habrá que ver si aparece la punta del ovillo, para lo cual hay que movilizarse y exigir un esclarecimiento total de lo sucedido. Lo que sí es evidente que la vida democrática viene siendo atacada. Tanto por el discurso de AEA, como por la Embajada norteamericana, como también por la implantación de una cultura de resistencia del poder económico a las políticas redistributivas en nombre de un irrestricto derecho de propiedad privada. Unas decenas de operadores de la comunicación expresan permanentemente en los multimedios oligopólicos pos-verdades que dan falso sustento a los objetivos del bloque de poder, cumpliendo con las indicaciones de sus mandantes de conformar una opinión pública que avale políticas contrarias a los propios intereses de la mayoría de los que los escuchan, miran o leen.
Las citas mencionadas de Cristina Fernández son concluyentes respecto a que su presencia como lideresa del movimiento popular y nacional hará imposible que las minorías poderosas locales y el embajador norteamericano puedan resolver la implementación de sus pretensiones para el país.
Rejuntados por el neoliberalismo
Macri, López Murphy, Patricia Bullrich y los otros miembros de su Alianza no son demócratas. Ese conjunto político pretende la desintervención de la economía con mayor energía y profundidad que en el pasado gobierno. Ellos militan la desesperanza humana, naturalizan la polarización social, el sometimiento de la Nación al alineamiento con los Estados Unidos, la inevitabilidad de la profundización de la matriz productiva a la especialización del extractivismo de recursos naturales. Wendy Brown escribe en El pueblo sin atributos que “la racionalidad neoliberal no fue la que originó la desesperanza de la civilización. Sin embargo, su imagen de lo humano, su principio de realidad y su visión del mundo —'no hay alternativa'— consagra, vuelve más profunda y naturaliza esa desesperación sin reconocerla. Al dejar que los mercados decidan nuestro presente y nuestro futuro, el neoliberalismo abandona por completo el proyecto de dominio individual o colectivo de la existencia. La solución neoliberal a los problemas siempre es más mercados, mercados más completos, mercados más perfectos, mayor financiarización, nuevas tecnologías, nuevas maneras de monetizar. Cualquier cosa excepto la toma de decisiones humanas colaborativas y contestatarias , el control sobre las condiciones de la existencia, la planeación del futuro. Cualquier cosa excepto la construcción deliberada de la existencia a través de la discusión democrática, la ley o las políticas. Cualquier cosa excepto el conocimiento humano, la deliberación, el juicio y la acción que se asocian de modo clásico con el homo economicus… Este es el punto sin retorno de la civilización que marca la racionalidad neoliberal, su posmodernismo y su profundo antihumanismo, su rendición a una sentida condición de impotencia humana, ignorancia, fracaso e irresponsabilidad”.
Pero cuando emerge una alternativa política como el kirchnerismo, y otras experiencias de América Latina, el proyecto mercantil de la desesperanza y el inmovilismo socio-económico intenta hundirla, desaparecerla. A la disputa de proyectos la bautizan con el nombre despectivo de grieta. A su vez, al cierre de la grieta la entienden como la asimilación al “totalitarismo” del fin de la historia con la eternización del antihumanismo de una sociedad constituida por sujetos de consumo des-intelectualizado y pasivizado frente a la opresión del poder de la plutocracia cada vez más enriquecida.
Orgullo criollo
Frente al intento de magnicidio el viernes se produjo una inmensa movilización popular de un pueblo que cíclicamente se manifiesta en puebladas, con un espíritu rebelde, construido por diversos hitos en su historia, como fueron el 17 de octubre, el Cordobazo y la rebelión anti-neoliberal de 2001. La Argentina insumisa emergió y desbordó el viernes indignada por el ataque a su mayor referente, Cristina Fernández. Ese desborde se extiende a su recelo al FMI, a la lógica represiva que desplegó rejuntados por el cambio, y a los comportamientos inflacionarios del empresariado concentrado que está empobreciendo a más del 80% del pueblo.
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