Para ejercer cargos públicos en la Justicia, se debe gozar de la simpatía del gobierno
“El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene”. (Quién mató a Rosendo, Rodolfo Walsh.)
El ex juez Norberto Oyarbide volvió a la escena pública por algunas razones que, sumadas a las que ya conocemos, nos muestran que sus contornos explican gran parte de nuestra Justicia.
En el marco del concurso N° 375 se discute quién va a ocupar su vacante. La subcomisión B del Consejo de la Magistratura, integrada por Luis María Cabral —representante de los jueces— y por el kirchnerista Rodolfo Tailhade —representante de la Cámara de Diputados— debe proponer a los integrantes de la Comisión de Selección los postulantes que pasan a la etapa final de entrevistas personales.
En esa oportunidad, signada por la discrecionalidad, se cuela la política partidaria más seguido que lo deseable y se perfila el futuro juez. En las entrevistas personales no hay modo de medir, es la voluntad del que elige.
En esa discrecionalidad surge el primer parecido de familia con el ex juez quien, además, es objeto de una profunda investigación por enriquecimiento ilícito que llevan adelante el juez federal Sergio Torres y el fiscal Jorge Di Lello. Aparentemente, el ex magistrado habría creado una red de empresas para ocultar dinero proveniente de delitos cometidos cuando ejercía el cargo.
A su vez Oyarbide está en la mira de la fiscal bonaerense Soledad Garibaldi, quien prestó especial atención a las declaraciones del ex presidente de Independiente Javier Cantero. Hace pocos días recordó que el ex juez le pidió autorización para ingresar al club y brindar charlas a los jóvenes de las inferiores.
Según Cantero, como negó el permiso, el juez le armó una causa penal. Garibaldi citó a una declaración testimonial a Cantero que, de corroborarse y más allá de las aclaraciones que hizo Oyarbide, lo colocaría en un lugar complicado.
Partidización de la política, dinero proveniente de ilícitos, ejercicio irregular de la influencia derivada del cargo, venganzas orquestadas a partir del cargo de juez. Estos rasgos —a través de los que Oyarbide regresó a la escena pública— son elocuentes acerca del estado de la Justicia.
Por ello permiten comprender otras cuestiones. Por ejemplo, los desplazamientos y demás avatares institucionales que rodean al expediente en el que se investiga a la familia presidencial por el escándalo del Correo Argentino.
A la vuelta de Correo
El fiscal de la causa del Correo que involucra a la familia presidencial, Juan Pedro Zoni —designado de manera heterodoxa en la fiscalía federal federal N° 8 por la ex procuradora Alejandra Gils Carbó—, fue reemplazado por el fiscal Gerardo Pollicita, un hombre del riñón de Comodoro Py.
. El juicio político que se ventila en el Consejo de la Magistratura.
. E indirectamente el que lleva adelante el juez Canicoba Corral por filtración de las escuchas de Oscar Parrilli, ya que en los “pasillos político judiciales” se le atribuye la autoría de la filtración.
Muchas miradas e incertidumbres, además, se ciernen sobre la fiscal general en lo comercial Gabriela Boquín. La intensidad de su trabajo es la fuente de información de la justicia federal e incomoda al gobierno. Quizá ello explica el vencimiento de plazos procesales y la paralización del expediente tanto en el fuero penal como en el comercial.
En esas condiciones, ¿el caso del Correo es una causa judicial o uno de los tantos “tironeos” político- partidarios?
Guiño Guiño
En la Cámara Federal, el juez Eduardo Farah sería reemplazado por Pablo Bertuzzi, actual juez del Tribunal Oral en lo Federal N° 4.
En la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal ingresarían los jueces Diego Barroeteveña y Daniel Petrone.
Todos, de acuerdo a información publicada en los medios de comunicación que no fue desmentida oficialmente, comparten el mérito de la simpatía del gobierno.
Este rasgo común confirma que la idoneidad que requiere nuestra Constitución para ejercer cargos públicos debe verse complementada por un requisito que exige la cruda realidad: la simpatía con el gobierno de turno.
Si pensamos a Oyarbide como un concepto y comparamos las tres razones por las que esta semana regresó a la escena pública con las demás novedades político judiciales, podemos concluir que el “modelo Oyarbide” triunfó. Y, de ese modo, podremos comprender mejor fenómenos como el de la inseguridad y el de la impunidad.
(Publicado en el blog Dos Justicias, A24, @CatadeElia)
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