G20: SIGA PARTICIPANDO
Razones para la cortada del dólar sobrevaluado que esgrimen los norteamericanos
A la reunión del G20 en Osaka, Japón, se arribó con un debate global persistentemente embrollado con relación a la Guerra Comercial en marcha, en el que para enredarlo todavía más se entronizó la incipiente campaña presidencial norteamericana con la controversia sobre la cotización global del dólar. Por supuesto, chinos y norteamericanos siguen conversando, alentando fundadas esperanzas de que siga el parloteo y ninguna otra cosa.
En la edición del domingo 18 de junio del New York Times, Robert E. Scott, economista senior del Economic Policy Institute Policy Center —cercano a la precandidata del ala izquierda demócrata Elizabeth Warren— sostiene que la actual senadora al menos en una cosa coincide con Donald Trump: los problemas monetarios de los Estados Unidos son los que realmente están afectando a los trabajadores. Warren anunció que su programa de gobierno, entre otras cosas, contempla invertir 2 billones de dólares en industrias amigables con el clima durante una década, la creación de un Departamento de Desarrollo Económico a nivel de gabinete — novedoso para los standards norteamericanos— y el manejo del dólar para promover las exportaciones.
Es en este último ítem donde Scott ubica al derechista Trump consonando con la izquierdista Warren. Dice Scott que “sea cual sea el enfoque, ya sea el plan de Warren o la negociación impulsada por amenazas arancelarias más amplias, un dólar sobrevaluado es ahora el principal obstáculo para la competitividad global de Estados Unidos. Este problema de la moneda ha sido ignorado durante demasiado tiempo, y es un problema creciente para los trabajadores de los Estados Unidos. No se debe permitir que el interés propio de Wall Street se interponga en el camino para finalmente arreglarlo”. Y esto, debido a que “Wall Street no se opuso a que el dólar ganara valor. Permite una gran cantidad de importaciones baratas y ha generado enormes ganancias para las compañías que las venden […] También llevó a una reducción en los salarios de 80 millones de trabajadores estadounidenses, que compiten con países cuyo trabajo ha sido abaratado por estas monedas subvaluadas”.
Desde Wall Street le respondió el habitual columnista del New York Times, Ruchir Sharma, jefe de estrategia global de Morgan Stanley Investment Management, el lunes 24 de junio. Sharma señala que Warren y su patriotismo económico –el slogan de la senadora—, tan diferentes en estilo y contenido del nacionalismo económico de Donald Trump y su Estados Unidos Primero, al tener un punto en común en debilitar el dólar, también comparten “una agenda extrañamente contraproducente para los patriotas o nacionalistas de cualquier signo político”.
Sharma fundamenta su enfoque crítico de ambos en que “argumentan que China y otros rivales emergentes debilitan sus monedas para promover las exportaciones y obtener empleos, por lo tanto, ¿por qué no deberían los Estados Unidos seguir una política similar? He aquí por qué: porque los Estados Unidos no son un país emergente. Es una superpotencia financiera sin rival, una posición construida en gran parte sobre la confianza en el dólar ganada con esfuerzo, que es una fuente perdurable del poder y la prosperidad estadounidenses”.
El sólido ataque de sensatez de Sharma también hace hincapié en que “en 1985, los Estados Unidos le debían al resto del mundo 104.000 millones de dólares, una cantidad equivalente al 2,5% del PIB de los Estados Unidos, una carga muy manejable. Desde entonces, esas deudas han aumentado a 9 billones 700.000 mil millones de dólares y se acercan al 50 % del PIB”. El problema con el endeudamiento externo norteamericano aparece en la medida que los intereses en cuestión superen el déficit total de la balanza por cuenta corriente, compensado por el saldo positivo de la sub-balanza comercial. En tal caso, los norteamericanos recibirían dólares del exterior (papeles) a cambio de entregar bienes reales. De darse, es una circunstancia que termina con el exorbitante privilegio de emitir la moneda mundial. Los norteamericanos no están ni estaban ahí. En 1985 el déficit comercial superaba al de la cuenta corriente: 136.500 millones contra 114.200 de millones de dólares. En 2017: 808.000 millones de dólares contra 449.100 millones de dólares.
Sharma contabiliza que “casi el 90 % de las transacciones internacionales financiadas por bancos se realizan en dólares”, por lo que el resto del mundo debe aguantarse cuando irrumpen las amenazas de cortar el acceso al financiamiento estadounidense “ya que es casi imposible realizar negocios internacionales sin involucrar a un banco estadounidense, dado el dominio del dólar”. Pero los grandes países están intentando algunas pocas maniobras defensivas. De acuerdo a los datos del World Gold Council (WGC), la principal institución privada internacional del sector aurífero, las compras netas de oro de los bancos centrales en 2018 tocaron un máximo que no se registraba hace 50 años. En 2018 el volumen de la compras duplicó al de 2017. La tendencia parece continuar en 2019. Rusia fue nuevamente el mayor comprador, agregando 55,3t (toneladas) en el primer trimestre de 2019. Esto llevó las reservas de oro a 2.168,3t (19% del total de reservas).
Rusia compró 274,3t en 2018, el cuarto año consecutivo de aumentos de más de 200t, al tiempo que redujo drásticamente sus tenencias de bonos del Tesoro de los Estados Unidos, como parte de su campaña de desdolarización. (Eufemismo por: veamos cómo nos aprietan menos con el dólar.) Poco después del final del primer trimestre, Sergey Shvetsov, subjefe del banco central ruso, declaró que es necesario "aumentar aún más las reservas de oro" ante los "riesgos persistentes de sanciones". China reportó compras netas de 33 toneladas en el primer trimestre de 2019, habiendo comenzado a comprar oro nuevamente en diciembre luego de una pausa de 25 meses. Las compras netas mensuales realizadas por el banco central chino (el PBOC) han promediado 11 toneladas en los últimos cuatro meses. Las reservas totales de oro ahora se ubican en 1.885,5t, menos del 3% de las reservas totales.
En el mercado global, el oro había ganado un 10% en el precio durante junio, subiendo por encima de los 1.400 dólares la onza por primera vez desde agosto de 2013. A fines de la cuarta semana de junio el precio del oro retrocedió en respuesta a la ambigüedad de la Reserva Federal. No se sabe si va a recortar la tasa o no . El precio del mercado futuro a un año fluctúa en torno a 1418 dólares la onza. Normalmente el oro monta cuando hay inflación en puerta, no en este ambiente deflacionario. Es indicio evidente de que estamos sobrellevando tiempos interesantes.
Contramano
El diagnóstico de la manipulación del dólar no es serio. Por el lado derecho o por el izquierdo del espectro político se trata de interpelar las emociones más básicas del electorado norteamericano. Si eso le cuesta al resto de la economía mundial grandes dolores de cabeza no es algo que les quite el sueño a los norteamericanos. Sharma da por bueno —y no lo es— un punto que pone en evidencia la naturaleza de coartada de todo esto. Las exportaciones no reaccionan o reaccionan muy poco a las devaluaciones. No se exporta más porque el peso, el dólar o la rupia o la divisa que fuere se devaluén. Cuando se devalúa se vende más barato casi la misma cantidad, apenas aumentada. O sea, se pierde en los términos del intercambio (relación del precio de las exportaciones con el de las importaciones) y en el resultado comercial. Huelga considerar que como la situación corriente del capitalismo es la sobreproducción o estancamiento, lo más común es que la política económica se ocupe de vender como sea —y al precio que sea— los saldos internos. Esa es la razón de por qué es infrecuente una política destinada a vender menos cantidad y con mejores resultados por el más alto precio.
En cuanto a la supuesta conspiración para manipular las divisas y revaluar el dólar, una primera intuición alecciona acerca de que si los bancos centrales pudieran manipular a gusto y placer el mercado de cambios, los enormes problemas macroeconómicos que generan desde siempre serían un simple vicio de desatención o negligencia. Obviamente, no se trata de eso. Acercando la lente, en principio hay que tener en cuenta que la entrada neta de capital externo es, matemáticamente, igual al déficit de la cuenta corriente de los Estados Unidos. En rigor, esta identidad contable corresponde a cualquier país. Dicho de otra forma, en lo que concierne al dólar, la igualdad entre el déficit norteamericano y la acumulación de dólares foráneos no es más que un resultado macroeconómico ex post, consistente con el tipo de identidad contable señalada. Los dólares entrados simplemente restablecen el equilibrio restituyendo a la circulación interna los dólares que salieron para pagar el excedente de importaciones, enfrentando una oferta de mercancías justamente infladas por esas importaciones.
Sucede que una exportación de capital no es, en última instancia, otra cosa que una exportación de mercancías y servicios no pagados. Empero, para alcanzar el resultado macroeconómico que arroja esa identidad contable, en el recorrido hay que pasar primero por el sendero microeconómico que conduce a la misma. Esto se debe a que la entidad resto de mundo no es alguien que pueda decidir. Los que deciden son los exportadores individuales de mercancías por un lado y los exportadores de capital por el otro. Y resulta que no son los mismos y no van tras similares objetivos. Si bien la venta de los excedentes del resto del mundo constituye automáticamente un préstamo-inversión a los Estados Unidos, los vendedores de dichos excedentes no tienen las mismas motivaciones que los prestamistas-inversores. Los primeros como deben contar con fondos en moneda nacional (a fin de continuar la reproducción del capital) ofrecen en esa medida sus dólares en el mercado; los segundos los compran según la rentabilidad actual y esperada de las inversiones financieras que piensan realizar.
Ni los unos ni los otros se preocupan por su contribución al resultado de las cuentas externas de las naciones. Al finalizar el día, los dólares no hicieron más que cambiar de manos dentro del resto del mundo, y hubo la misma cantidad de vendedores que compradores, pero según que los vendedores hayan tenido que atraer a los compradores o viceversa, la cotización del dólar habrá bajado o subido, y estas fluctuaciones no dejan de tener consecuencias sobre la economía real. Por caso, un cable de Reuter (24/06/2019) informa que a raíz de que la perspectiva de un recorte de la tasa de la Fed erosionó la demanda del dólar, esta moneda había caído a un mínimo de tres meses a esta parte frente al euro y a su nivel más débil frente al yen japonés desde principios de enero. Bastó que la Fed pusiera en duda que el recorte de tasa fuera en julio para que el índice del dólar subiera 0,19% y el euro cayera 0, 25% a 1,1369 por dólar. El yen prácticamente no varió.
Recaída
Por otra parte, existe una correlación inversa entre el déficit de la cuenta corriente y el déficit fiscal. El de los saldos externos abre el camino para el capital de los no residentes, el que financia el déficit presupuestario, en parte directamente mediante la compra de bonos del Tesoro, en parte indirectamente a través de la compra de títulos del sector privado, compra que libera un ahorro nacional correspondiente, el que en última instancia se coloca en los bonos del Tesoro. De esta cadena de financiación se infiere una suerte de condicionalidad del funcionamiento mismo de la economía norteamericana por la entrada de capitales extranjeros.
Los que como Sharma refutan a la senadora Warren y al Presidente Trump, alertan el peligro en ciernes de que los extranjeros cesen de invertir en los Estados Unidos porque han perdido la confianza en el dólar y / o en la salud de la economía de ese país, o porque el nivel tan bajo de la tasa de interés les resulta disuasivo. En tales circunstancias, la carga de financiar el déficit presupuestario recaería completamente en el ahorro local y este ahorro faltaría en el sector privado y por lo tanto en la producción. Esto es completamente falso.
El único medio del que disponen los extranjeros para no invertir sus dólares en los Estados Unidos es simplemente no ganándolos, es decir, de exportar menos a ese país, o, lo que es lo mismo, importando más made in USA. Esto significaría que la balanza de los Estados Unidos dejaría de ser deficitaria. Pero entonces la cantidad de dólares que se necesitan hoy para financiar el déficit no saldría más del espacio nacional norteamericano y se incrementaría en una cantidad exactamente igual la liquidez y, por lo tanto, el ahorro disponible dentro de este espacio. Posiblemente eso sea en lo que estratégicamente y de fondo coincidan Warren y Trump.
Lo que buscan desde posiciones políticas tan diferentes es revertir el desbordamiento del centro en el vacío de su periferia. Esta dinámica es tan añeja como el propio sistema capitalista y explica buena parte de su expansión en el tiempo y el espacio. Esta transferencia de reconfiguración a lo largo de cinco siglos, grosso modo, fue desde del norte de Italia a Holanda, desde Holanda a Inglaterra y desde Inglaterra a América del Norte donde está ahora y desde hace 80 años más o menos el núcleo de lo que el historiador francés Fernand Braudel llamaba la economía mundo que es la que maneja la economía mundial.
Estas transferencias se detuvieron el día en que al capitalismo clásico lo reemplazó la sociedad de consumo y, por lo tanto, el igualitarismo del centro comenzó a coexistir con la creciente desigualdad internacional y la explotación de la periferia por parte del centro. Luego, los capitales han podido encontrar en casa todas las ventas deseables, y las fuerzas centrípetas han sustituido los mecanismos centrífugos de antaño. El capitalismo, que parecía moribundo, pudo recuperar ganancias al beneficiarse tanto de los bajos salarios de la periferia como de los altos salarios del centro. Las devastadoras crisis del pasado con el desempleo de hasta el 30% de la población activa fueron olvidadas. Esto no significa que el sistema haya superado definitivamente sus contradicciones, pero describe la situación en la que se encontraba la economía mundo cuando cayó el Muro y los empresarios se sintieron liberados de seguir las reglas del juego que regían hasta entonces. Estropearon la distribución del ingreso de sus países, relocalizando partes muy importantes de los procesos productivos en la periferia para inflar sus ganancias. El panda chino se hizo grande y estallaron las contradicciones.
Este proceso fue acompañado por la sonería de la globalización, las cadenas de valor y tutti quanti. Bajarse de esa moto y decir que lo del libre comercio y globalización era como siempre una careta, no está en los planes del cinismo del centro. Menos cuando en el G20 se trata de subrayar la importancia de mantener los lazos de la economía mundial. Pero necesidades políticas internas son necesidades políticas y entonces nada mejor que esgrimir una buena conspiración. La realidad nunca puede arruinar las verdaderas intenciones. El gatomacrismo que no entiende cómo funciona el capitalismo, intuye como pocos y sin ningún escrúpulo la sintaxis de estas charadas.
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