Fórmula Monteoliva

La seguridad como una gran charla, marca de gestión de la nueva adquisición de Bullrich

 

Aunque los prenseros dejaron trascender (casi como dato publicitario) que Alejandra Monteoliva fue víctima de un secuestro por parte de las FARC en Colombia allá por 1996, en la provincia de Córdoba se la recuerda por un episodio mucho más mundano: en diciembre de 2013, apenas tres meses después de asumir como ministra de Seguridad, Monteoliva dejó que la provincia explotara sin poder evitar una revuelta policial que dejó a la ciudad capital sometida a una ola de saqueos.

En ese sentido, si la gestión de la nueva secretaria se asemeja a nivel nacional a la que tuvo como funcionaria en Córdoba, es posible esperar algunas fórmulas repetidas. Grandes anuncios publicitarios que son presentados como sesudas y novedosas políticas. Lanzamientos de fabulosos “cuerpos especiales” que se denominen con siglas siempre parecidas a FBI o CIA y, de vez en cuando, algún “gran golpe” al delito/narcotráfico, que a los meses termina siendo un golpecito.

Monteoliva fue funcionaria de la provincia por muchos años antes de llegar a ministra. Su principal tarea fue la de estar tras los escritorios diseñando políticas publicitarias y realizando encuestas de victimización que le permitían al gobernador de turno acomodar su discurso a lo que la gente esperaba escuchar. Mientras eso pasaba, los policías la consideraban “una académica preparada y permanentemente actualizada”. Los académicos, en tanto, la señalaban como una asesora en encuestas de opinión más concentrada en el diseño de discursos que en la formulación de políticas públicas.

En la práctica, cuando le tocó conducir a la Policía, simplemente no fue capaz de escuchar los reclamos de los efectivos. Su desconocimiento de la dinámica interna de la institución la convirtió en víctima de los policías más “troperos”, que terminaron siendo más hábiles que ella. Eso le demostró al propio José Manuel de la Sota (que la había designado) que era preferible el autogobierno policial antes que una conducción civil incapaz de entender la complejidad del delito y de la Policía.

 

Juramento ante De la Sota: duró tres meses en la gestión pública.

 

La historia indica que en aquella jornada en la que la Policía cordobesa se acuarteló, De la Sota se encontraba de viaje en Panamá y Monteoliva no supo qué hacer para controlar la revuelta. La causa judicial que investigó el hecho demostró que la entonces ministra ni siquiera tenía el teléfono del secretario de Seguridad de la Nación para pedir ayuda. Cuando por fin lo consiguió, el hombre que ocupaba aquel cargo (un tal Sergio Berni) no la atendió y Córdoba, por culpa de ambos, quedó a la deriva.

En la entrevista a Monteoliva que le realizó esta semana el periodista Eduardo Feinmann, le preguntaron sobre su secuestro en Colombia. Aunque la secretaria pareció quebrarse, se contuvo y prefirió “no hablar de eso”. Algo similar le dijo al periodista de Clarín que hizo referencia al mismo secuestro en la edición del domingo y a varios colegas que la llamaron durante la semana. Lamentablemente, ninguno le preguntó sobre el secuestro al que fue sometida la sociedad cordobesa aquel 3 y 4 de diciembre de 2013. Sin embargo, desde aquí podemos decir que su respuesta hubiera sido la misma. De lo que pasó en aquellos lejanos días cordobeses, Monteoliva tampoco habla.

Por lo demás, Alejandra Monteoliva pertenece a ese selecto grupo de “especialistas en seguridad” que de conferencia en conferencia y de charla en charla explican fantásticas teorías sobre el combate del delito que pocas veces logran poner en práctica.

 

 

 

 

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