Desde el punto de vista de la economía real es claro y estrepitoso el fracaso del gobierno de Cambiemos. Los niveles de pobreza y desocupación alcanzados, el cierre de establecimientos de todo tipo, la caída del consumo, de la inversión y con ello del PIB, comunican que el único plan es el de la reprimarización y desindustrialización y con ello una inserción internacional donde se venden recursos naturales con poco valor agregado y se compra trabajo de alta complejidad del exterior. Ese es el país que quieren que seamos.
Para seguir ejecutando ese modelo de subordinación al capital internacional deben hacer interactuar la política fiscal (con un sideral ajuste del sector público), monetaria (con altas tasas de interés único camino para que se demande moneda nacional) y cambiaria (cuidando que no se produzca una corrida al dólar, al menos hasta las elecciones presidenciales).
Política fiscal
En lo que respecta al Fisco tratan de llegar a un equilibrio de los ingresos con los gastos primarios (antes del pago de los intereses de la deuda), para ello deben incrementar la recaudación tributaria (impuestos, derechos y aportes previsionales) y reducir el gasto. El problema de los ingresos es que el sistema está asentado en el consumo, de manera tal que a nivel nacional, la suma de lo recaudado por IVA, Combustible, Internos y Aranceles, representa el 60% de la recaudación impositiva y, en el caso de las provincias, el Impuesto a los Ingresos Brutos (que también paga el consumidor final) significa el 70% de los ingresos propios . Por ende el descenso de los salarios reales y del nivel de ocupación implican también la reducción sistemática de los ingresos públicos.
La reducción del gasto en obras públicas, en prestaciones sociales, en subsidios a la energía y al transporte, en salud, en educación, etc. que el mismo gobierno estima en un 2,6% del PIB para este año 2019, es de una magnitud inusitada y de difícil cumplimiento, pero es menor que el déficit financiero total esperado de 600.285,7 millones de pesos, que es el 3,2% del PIB. Por severo que sea el ajuste del gasto público, se les desmadra el déficit financiero (intereses de la deuda) y encima no van a obtener los ingresos que presupuestan.
Y siempre y cuando se cumpla el supuesto de que el dólar va a tener un valor promedio para todo el año 2019 de $ 40,10, cuando contemplan, dentro de los servicios de la deuda, obligaciones en divisas por el equivalente a 9.160 millones de dólares, que si el tipo de cambio es mayor requiere más pesos para pagar y con ello acrecienta el déficit total.
Política monetaria
Salieron de la deuda de las LEBACs (Letras del BCRA) que emitían solo y exclusivamente para absorber pesos y de esa manera contener el precio del dólar. El monto de las LEBACs al 10 de enero de 2018 ascendía a 1.160.019 millones de pesos, un 13% mayor que la Base Monetaria [1], y las cancelaron a cambio de colocar en los bancos las LELIQs (letras de liquidez del BCRA), que son letras del BCRA a 7 días a las que sólo pueden acceder los bancos. Cuando comenzó su gestión, el 25 de septiembre de 2018, Guido Sandleris le fijó una tasa del 60% anual y a mediados de enero de 2019, pasó a ser del 57,80% anual (prácticamente sin cambio). Desde enero de 2019, el Tesoro de la Nación coloca LETES (letras del Tesoro) solamente en dólares.
Es decir, salieron de las LEBACs pero con un encaje altamente remunerado a los bancos, como son las LELIQs, por un monto de 840.827 millones de pesos al 10 de enero de 2019 y transfirieron deuda del BCRA (déficit cuasi fiscal) al Tesoro y en las LETES en dólares.
Según informó el Ministro Dujovne el lunes 7 de enero de 2019, el Programa Financiero para este año contempla el vencimiento de LETES por el equivalente a 19.100 millones de dólares.
Con lo que podemos observar que el freno en el crecimiento del valor del dólar se debe a tasas fuertemente positivas para los bancos (cuando según el gobierno la inflación va a ser más de 20 puntos menor que la tasa de la LELIQs [2]) o a títulos de corto plazo (en torno a los 180 días) en dólares como son las LETES a partir de enero de este año, con el riesgo cambiario que ello implica.
Obviamente el problema es que ante una nueva corrida cambiaria se produciría una desbandada en los depósitos a plazo fijo en pesos y con ello la disminución de los encajes [3]. Los bancos, a su vez, deberían rescatar las LELIQs para pagar los depósitos, el BCRA emitiría pesos y los depositantes privados comprarían dólares, retroalimentando la corrida y el cercenamiento del crédito.
Política cambiaria
Para que no se dispare el valor del dólar en la Argentina de Macri se le paga a los “ahorristas” tasas muy por encima de la inflación esperada y los bancos las abonan captando dinero a plazo fijo para comprar LELIQs (ganan fortunas con solo hacer un pase de manos gracias al BCRA). Por supuesto, no pueden prestarle a esas tasas al sector real que incrementa sus precios vía inflación (que es menor que la tasa de interés), con lo que el sistema financiero financia fundamentalmente al Estado.
El BCRA paga esas tasas con déficit cuasi fiscal creciente, dado que las mismas superan la depreciación cambiaria (señoreaje de las reservas internacionales de libre disponibilidad del BCRA) [4], con lo que vemos que son los distintos estamentos del Estado, endeudándose con el FMI y con los tenedores de LELIQs y LETES, los que mantienen la renta financiera y financian (con la deuda) la fuga de capitales.
El gobierno de Cambiemos cree que fruto de la depreciación cambiaria de más del 100% en el año pasado, más la caída del nivel de actividad, mejorarán las exportaciones y disminuirán las importaciones. También espera que juegue un factor importante la buena cosecha esperada y celebra que Brasil no solo no devaluó su moneda sino que la aprecia con respecto al dólar, con lo que revertiría el déficit comercial con el hermano país. Pero aún si todas esas variables se cumplieran, no se revertiría el déficit de la cuenta corriente del Balance de Pagos, muy castigada por la suba sideral de los intereses de la deuda externa. En 2018 ese déficit fue de 31.000 millones de dólares, en torno al 6,5% del PBI. En la presentación para el road show en Davos, Suiza, el equipo económico estima recortar ese déficit en 19.000 millones de dólares y ubicarlo en torno a los 12.000 millones de dólares, el 2,5% del PIB para el corriente año 2019.
Esto es, plantean reducir el déficit en la Cuenta Corriente, pero a la vez necesitan sujetar el valor del dólar para que no se escapen los precios y se produzca, a posteriori, una corrida cambiaria ante el menor valor en pesos de la divisa.
Por otra parte, el crecimiento del endeudamiento público externo (más allá de las propias necesidades del Estado) tiene un financiamiento acotado por el monto del crédito del FMI, pero no alcanza a cubrir todos los vencimientos. Entre lo que le presta el FMI al Gobierno de Cambiemos en el año 2019 y los pagos de los servicios de la deuda total (amortización de los títulos que vencen y el pago de los intereses) este año hay un faltante de casi 25.000 millones de dólares.
De paso, podemos observar que el endeudamiento público ha sido el sostén no sólo de la acumulación de reservas internacionales, sino también del déficit del Balance de Pagos del sector privado y del sector público, en este último caso, de lograr el equilibrio primario de las cuentas públicas, por el pago de los intereses de la deuda.
No cierra
En síntesis, el modelo pergeñado por el FMI no cierra. Las principales políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria, cambiaria) hacen agua por la caída del mercado interno y el débil sector externo, que reproduce el modelo de primarización y desindustrialización. Lo que el FMI presta (y que se debe devolver a partir de 2021) condiciona la política económica para profundizar y garantizar la subordinación a los objetivos trazados por Estados Unidos en la región. De esa manera se explica que estén formalmente a cargo del Poder Ejecutivo de la Argentina Mauricio Macri y de Brasil Jair Bolsonaro y, en realidad, sea el FMI y/o profesionales al servicio del capital financiero los que aplican los programas
Donald Trump toma como un triunfo personal que la Argentina y Brasil cumplan con lo trazado por el capital financiero y por ende, profundicen la dependencia y conformen una base de apoyo de la política estadounidense en la región, de allí que utilizará todos los artilugios posibles para que Macri y Bolsonaro continúen en sus formales funciones. Eso sí, ante la protesta popular, masiva y violenta que tarde o temprano se desatará, tienen alternativas varias, que no son exactamente lo mismo: los Massa (con Roberto Lavagna incluido), los gobernadores enrolados en el Bloque Federal y hasta operadores dentro del campo popular en la política y en lo sindical, todos con el beneplácito de la embajada.
El error del campo popular es creer que esos operadores son útiles e importantes, cuando su única relevancia es por ser los quintacolumnistas del imperio.
Nuestros empresarios locales, todos afectados en mayor o menor medida por la política llevada a cabo por Cambiemos, miran inertes, sin coraje ni decisión para enfrentar la situación y rezando que no se agrave o que el capital financiero acepte seguir sacando divisas con el carry trade y, de esa manera valorizar el peso y con ello el valor en dólares de sus activos, con la esperanza de poder vender a mejor precio su empresa que saben destinada al cierre o la absorción por el capital extranjero.
Ellos tienen salida porque les comprarán sus activos. El que no tiene escapatoria es el pueblo argentino, sin trabajo o mal remunerado por la propia presión de la desocupación, por el cierre de las industrias, comercio, construcción, etc., condenados a ser parias en el país o emigrar.
La disyuntiva electoral de este año es derrotar el modelo del FMI y todas sus posibles alternativas. De otra forma sería un camino más destinado al fracaso, al continuar con el plan de ajuste y de subordinación y lo que es peor, una nueva frustración en el campo nacional y popular de las que llevan años reponerse.
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