FIN DE ÉPOCA
Un desarrollo nacional e inclusivo que termine con el endeudamiento ilimitado y la multiplicación de la pobreza
Pasan los días y las horas y el coronavirus continua al acecho. Detonando miedo a la muerte y estridencias sin gloria, ocupa el centro de nuestras pequeñas vidas. La polvareda que levanta oculta el derrumbe de la estructura de poder que embreta al mundo en un callejón sin salida. En esa oscuridad, el bramido diabólico de la guerra arroja luz sobre el engranaje militar que amenaza la continuidad de la vida humana en el planeta. Esparcido por el mundo, ajeno y distante de nuestras cosas, este engranaje se ha convertido en un fenómeno natural. Sin embargo, no lo es. Así, mientras nos desesperamos por la peste que espera a la vuelta de la esquina, la guerra y la destrucción que provoca son parte esencial pero invisible de nuestro drama cotidiano. Su amenaza, sin embargo, ilumina a veces la precariedad de nuestra existencia colectiva en un mundo impregnado de conflictos locales y geopolíticos en permanente ebullición. Estos fogonazos, esporádicos y aparentemente inconexos, conducen a las causas profundas de los males que nos aquejan. Pareciera que algo de esto ocurre por estos días.
El nuevo gobierno norteamericano ha anunciado la intención de volver a las negociaciones con Irán en torno al desarrollo de uranio enriquecido sin fines bélicos. Ante esto, y en el contexto de operaciones militares constantes en el Medio Oriente, el gobierno de Israel ha anunciado su decisión de impedir por su cuenta el desarrollo de energía nuclear en Irán, utilizando para ello cualquier medio y en el momento que lo considere necesario (zerohedge.com 6 y 7/ 3 2021). Paralelamente, y sin pedir autorización al Congreso norteamericano, el gobierno de Biden ha bombardeado Siria transformando a la guerra sucia que persigue allí el gobierno norteamericano desde hace años en una escalada abierta contra la presencia de tropas rusas en el país (zerohedge.com 5 y 6 3 2021). Estos dos incidentes muestran cómo grupos minúsculos, actuando al margen del control de las instituciones republicanas y/o internacionales, fogonean la ebullición militar en regiones candentes.
Estos hechos se suman a una nueva escalada militar contra China. El martes pasado el almirante P. Davidson, a cargo de las fuerzas norteamericanas en la región Indo-Pacifica, advirtió al Congreso norteamericano sobre una supuesta aceleración de la ambición china por “suplantar a los Estados Unidos en su rol de liderazgo y en el mantenimiento del orden internacional” en el mar de la China, Hong-Kong y Taiwán donde, contrariando proyecciones previas, el Pentágono espera ahora una posible invasión china dentro de los próximos seis años (zerohedge.com 10 3 2021). Esta advertencia fue seguida del envío al estrecho de Taiwan de buques militares portadoras de misiles con el fin de realizar allí ejercicios militares (zerohedge.om 11. 3 2021). Esto llevo al gobierno chino a acusar al Pentágono de intensificar la tensión militar con el objetivo de aumentar su presupuesto militar y expandir su presencia geopolítica violando la soberanía china (zerohedge.com 10 y 11/ 3 2021). Así desnudó el gobierno chino la cara oculta del capitalismo global monopólico: una poderosa industria de guerra que se expande a partir de las demandas originadas en una escalada militar creciente. Esto ha ocurrido en las ultimas décadas y ocurre ahora en tiempos de pandemia y contracción económica global. En el 2020, mientras la economía norteamericana cayo en la recesión, el gasto militar creció un 6.3% y hoy constituye el 40% del gasto militar global. Mientras tanto, el gasto militar chino se incrementó un 5.5% en el mismo periodo y equivale al 10.6% del gasto militar global (Institute for Strategic Studies IISS, zerohedge.com 26 2 2021).
La militarización de los conflictos globales también emerge en el ciber-espacio y se incorpora a la política interna norteamericana. Durante la reciente campaña electoral los organismos de inteligencia norteamericanos denunciaron posibles interferencias de Rusia y China en el resultado electoral. Sin embargo, nunca se aportó evidencia concreta. Asimismo, hacia fines del 2020 el jaqueo masivo de la empresa Solar Winds, utilizada por miles de compañías y agencias federales, fue atribuido inmediatamente a Rusia utilizando la sospecha como única prueba (news.antiwar.com 2 1 2021). Poco después, Solar Winds sostenía ante el Congreso norteamericano que cualquiera podría haber sido el responsable del atentado, causado por un serio lapso de seguridad en la clave de acceso (password) y su posteo desde el 2017 en un sitio de internet de acceso publico (edition.cnn.com 26 2 2021). Ahora el New York Times ha adelantado la decisión de Biden de lanzar un ciberataque masivo contra Rusia en represalia por su supuesto ataque a Solar Winds (nytimes.com 7 3 2021).
Así, el engranaje militar asoma progresivamente a la intemperie. Paradójicamente también emergen respuestas colectivas de índole nueva y en espacios inesperados. Esta semana grupos de hackers se unieron en un auto-designado “colectivo internacional de hackers” para robar un “tesoro masivo de datos recogidos por las cámaras de seguridad de la empresa Verkada” dedicada a la seguridad de corporaciones privadas y agencias federales. El objetivo de la acción fue llamar la atención de la población sobre el peligro que implica el uso del espionaje masivo. Uniendo fuerzas, estos grupos lograron penetrar al registro de Verkada y a cámaras de seguridad ubicadas al interior de hospitales, corporaciones, departamentos de policía, prisiones y hasta en una sede regional de Tesla, una de las corporaciones tecnológicas mas grandes del mundo, para luego hacer visible el espionaje masivo que, sin darnos cuenta, impregna nuestra existencia (bloomberg.com 10 3 2021).
Así poco a poco, la violencia se hace explicita y erosiona la legitimidad de una narrativa oficial empeñada en ocultar la estructura de poder que le da origen. Mientras un puñado de corporaciones que dominan los medios de comunicación y las redes sociales esparcen mentiras, fake news y artilugios subliminales, buscando concentrar el poder económico y el control social, la simbiosis del poder económico con la militarización de la vida cotidiana arroja luz sobre las causas de los problemas que nos aquejan.
Desigualdad social y económica y robotización de la economía
Un informe reciente de la Reserva Federal muestra que a diciembre del año pasado el patrimonio de las familias ascendía a 130 billones (trillions) de dólares, habiéndose incrementado en 6.93 billones (trillions) de dólares desde que se desencadeno la pandemia. Este incremento, sin embargo, fue determinado por al aumento del valor de los activos financieros en dicho periodo y beneficio directamente al 1% que posee cerca del 80% de los mismos. Paralelamente, mas del 50% de la población carece hoy de patrimonio alguno y está seriamente endeudada (zerohedge.com 11 3 2021). Este es el sector que más ha sufrido el impacto de la pandemia, y su futuro laboral se ve amenazado ahora por la creciente incorporación de tecnologías que sustituyen el empleo en todos los sectores de la economía.
La pandemia ha provocado un aceleramiento de la digitalización y robotización de la economía, acentuando una tendencia a la disminución de las oportunidades de empleo formal, cuyo origen viene de lejos. Hoy, luego de los estímulos inyectados a la economía desde marzo del 2020, el crecimiento del empleo formal es errático, difiere según los sectores y todavía faltan recuperar 9,5 millones de empleos perdidos (wolfstreet.com 5 3 2021). La cifra oficial de desempleo es hoy del 6,2%, sin embargo las autoridades de la Reserva Federal consideran que la verdadera cifra gira en torno al 10% (N Kashkari, J Powell, twitter.com 5 3 2021, zerohedge.com 9 3 2021).
Así, es altamente probable que el estimulo de 1,9 billones (trillions) de dólares aprobado por el Congreso esta semana implique un mayor impulso a la robotización de la economía. Algunos sectores tradicionales, como el de la industria automotriz, ya registran un proceso de transformación radical. A nivel global, esta industria sufre desde hace tiempo una caída de las ventas que la ha llevado a una transformación basada en la electrificación de las unidades y la generalización de nuevas pautas de consumo. Ahora la pandemia estimula un proceso de integración de las corporaciones multinacionales tradicionales y sus cadenas de valor global con un grupo muy reducido de monopolios tecnológicos. Diversos factores impulsan hacia esta fusión, entre ellos la necesidad de encontrar soluciones tecnológicas cada vez más complejas y las nuevas pautas de movilidad. El increíble valor alcanzado por las acciones de Tesla y la incursión de Apple y Google en el desarrollo de autos que no necesitan conductor, parecen augurar un futuro de la industria automotriz y de sus cadenas de valor global cada vez más dominado por un grupo muy reducido de monopolios altamente tecnológicos.
La polarización política ha coincidido en la última elección con una diferenciación creciente de la población en términos del acceso al trabajo formal y a la educación profesional. La importancia creciente del “precariado”, la población afectada por los empleos efímeros y de mala calidad, explica el voto a Trump, incluyendo el de un segmento importante de votantes hispanos y negros (nymag.com 3 3 2021). En este contexto, la intervención de un grupo reducido de monopolios tecnológicos censurando el discurso de la oposición al establishment del partido Demócrata, exhibe la violencia de un autoritarismo creciente y puede detonar nuevas formas de protesta social
Proyecto de país, industrialización y crecimiento inclusivo
Esta semana el gobierno argentino oficializó el Decreto por el cual se elimina el pago de retenciones a las exportaciones de las multinacionales automotrices que este año superen los niveles de exportación logrados en 2020. En consecuencia, se mantendrá la alícuota del 4,5%, pero se desgravarán en su totalidad las “exportaciones incrementales”. Este decreto fue acompañado por un proyecto de ley de promoción de inversiones en la Industria automotriz y su cadena de valor. Según el Presidente, estas medidas son el resultado del trabajo conjunto entre empresarios, sindicatos y gobierno, y darán vuelo a “la nave insignia del país”, generando empleo, impulsando exportaciones y fomentando “una mejor inserción internacional que fortalezca el perfil exportador de la cadena y una mayor integración de autopartes” (ámbito.com 10 3 2021).
La calificación de la industria automotriz como la nave insignia del país colmó de emoción al presidente de Toyota, quien considera que “es la primera vez que un gobierno dice que la industria de los autos es estratégica” (pagina12.com 11 3 2021). Si bien el proyecto oficial intenta, entre otras cosas, promover con incentivos fiscales de distinta índole la reconversión de la producción tradicional de la industria automotriz impulsando su electrificación, la producción de baterías de litio y la explotación de este mineral estratégico, no queda claro cómo los incentivos otorgados al puñado de corporaciones multinacionales que controla a este sector logrará eliminar la histórica y creciente dependencia de importaciones de tecnología, incorporadas en insumos, bienes intermedios y de capital. Esto explica que el sector automotor haya requerido y siga requiriendo más divisas para su producción que las que produce con sus exportaciones, siendo así uno de los factores desencadenantes de la histórica y sistemática desestabilización del balance de pagos: solo en 2017 cada automóvil que se produjo en el país implicó 16.700 dólares de déficit externo. Este modelo de producción es racional desde el punto de vista de la lógica de expansión global y acumulación de ganancias de las corporaciones multinacionales que controlan esta producción y la tecnología que se utiliza en la misma. Poco tiene que ver, sin embargo, con las necesidades de un país que tiene el 40% de la población sumida en la pobreza, una economía en recesión y una matriz productiva tecnológicamente dependiente y atada a los eslabones mas frágiles de las cadenas de valor global de las corporaciones multinacionales.
Desde nuestra perspectiva, la importancia de las medidas anunciadas por el gobierno reside en que por primera vez un gobierno intenta echar un haz de luz sobre una forma de acumulación basada en una dependencia tecnológica que ha sido y sigue siendo el nódulo central del endeudamiento ilimitado. Pareciera, sin embargo, que todavía falta profundizar el análisis de este endeudamiento, un fenómeno que no solo se asocia estrechamente con la especulación financiera y la dolarización de la economía de las últimas décadas, sino que tiene su origen en un desarrollo industrial marcado por la inversión extranjera en áreas estratégicas de la industria, en condiciones de dependencia tecnológica y con una protección estatal que hizo posible la sustitución de inversiones productivas por subsidios de todo tipo. Esta forma de acumulación ha dado lugar a una matriz productiva que perpetúa la dependencia tecnológica y la esclerosis del mercado de trabajo y termina desembocando en crisis periódicas del balance de pagos y contracción de nueva deuda externa para superarla (MPR, FCE 2007; SXXI 1972).
El mundo actual y el momento que vivimos plantea la urgencia de enhebrar cada una de las medidas que se toman en un plan de mediano y largo plazo tendiente a lograr un desarrollo nacional e inclusivo que termine con el endeudamiento ilimitado y la multiplicación de la pobreza. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de bailar al compás de la música que imponen las demandas ilimitadas de los grupos monopólicos del país, muchos de ellos corporaciones multinacionales, cuyos objetivos poco y nada tienen que ver con el interés nacional y la inclusión social. Esta música se impone en diversos ámbitos: desde las exigencias de un desarrollo agroindustrial que con la excusa de cosechar dólares privilegia exenciones impositivas al infinito y termina aggiornando la primarizacion de la economía argentina a los nuevos vientos mundiales; hasta las exigencias de los formadores de precios cuyo único norte es acrecentar rentas y ganancias extraordinarias imponiendo sobreprecios que transforman a los alimentos en un bien de lujo inaccesible para el 40% de la población sumergida en la pobreza. En estas condiciones, los alimentos y las palabras se convierten en munición de guerra.
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