“¡No le mientan a la gente! Quieren confrontar con Cristina Kirchner, la quieren de candidata. De esa táctica precaria de corto plazo se van a tener que hacer cargo ustedes, si la señora de Kirchner gana la elección”. Estos dichos, gritados casi al borde del alarido hacia los legisladores de La Libertad Avanza por el diputado Juan Manuel López de la Coalición Cívica en el recinto de la Cámara de Diputados en una sesión que había quedado en minoría, no hacían más que confirmar lo que todos sabemos, que la denominada ley de “Ficha Limpia” no es más que una “maniobra sucia” que pretende restablecer la herramienta de la proscripción como arma en la puja política. Lo grave es que los autores de esta aventura pretenden degradar al Parlamento llevándolo al rol de ejecutor de esa persecución. Las proscripciones en nuestro país siempre llegaron de la mano de golpes militares. Ocurrió en 1930, cuando Uriburu proscribió el radicalismo. Volvió a repetirse —por un período mucho más extenso— con la denominada Revolución Libertadora en 1955 respecto al peronismo. Y ese método se amplificó a todas las expresiones de la sociedad en 1966 con el derrocamiento de Arturo Illia y en 1976 con el advenimiento de la experiencia golpista más sangrienta de nuestra historia.
En este caso, los inspiradores del intento proscriptivo pretenden que el Congreso sancione una ley, manifiestamente inconstitucional, que contradice las normas más básicas de nuestro Estado de derecho y lleva a su máxima expresión la ajuricidad que se ha ido instalando paulatinamente en nuestro sistema institucional. Intentan pasar por encima del principio de inocencia consagrado en el art. 18 de la Constitución, que sólo cede frente a una sentencia firme de la Corte Suprema, un recorrido que no puede alterarse por un adefesio que busca con urgencia adelantar una hipotética pena para impedir la candidatura de una dirigente política frente a la inminencia de una elección. Pero los dichos de López dejaron —sólo parcialmente— a la vista de todos la intención última de esta ofensiva antipopular. El otro aspecto tiene que ver con sus ejecutores. Y aquí es donde resalta el papel de Mauricio Macri como principal, aunque no único, animador de esta anti-gesta. Encerrado en una creciente intrascendencia, sin una coalición electoral que lo sostenga y casi ya sin partido político propio, recurre, no sólo para sostener su aparente vigencia, sino su capacidad extorsiva, a fomentar la “ficha limpia” para, además de desplazar a CFK del escenario electoral, también para advertir, al mejor estilo mafioso, a sus otros enemigos e incluso a hipotéticos aliados en el futuro, que todavía conserva alguna capacidad de fuego. En este caso, la que le proporciona su influencia sobre magistrados de Comodoro Py, muchos de los cuales ubicó a dedo en los escalones más altos de la estructura judicial. Por esa razón no puede atribuirse sólo a una mera casualidad en estos días, en consonancia con el debate de la denominada “Ficha Limpia”, la reaparición en escena del partido judicial.
En una sorpresiva decisión, una Cámara de Casación de Entre Ríos decidió encarcelar, sin una sentencia firme de por medio avalada por la Corte, al ex gobernador Sergio Uribarri, aduciendo que podía fugarse en “un bote” hacia el Uruguay. Una manera de tratar de demostrar que con un doble conforme es suficiente para meter preso a una persona. Ese mismo día, el vicepresidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, y el ex ministro de Justicia Germán Garavano se estrechaban en un fuerte abrazo en el restaurante del Jockey Club con Pepín Rodríguez Simón, que volvía, precisamente, de Uruguay, de estar prófugo durante más de tres años. Más exhibición de impunidad y doble vara, imposible.
También en paralelo los diarios La Nación y Clarín se lamentaban a coro de cómo había quedado el orden de las ternas de los que obtuvieron los mejores puntajes en los concursos públicos, justamente para ocupar vacancias en cargos de las Cámaras de Casación Penal de los Tribunales de Comodoro Py. Esas mismas quejas no se escuchan respecto a jueces de Cámara, como Bruglia y Bertuzzi, que fueron llevados a dedo a sus cargos por Macri y que se han encargado sistemáticamente de “limpiar la ficha” del ex Presidente en infinidad de causas de diverso tenor. Es un ejemplo de lo que se pretende obtener con la iniciativa parlamentaria del macrismo, que se frustró por falta de quorum, que no es otra cosa que darles la facultad a los jueces amigos del titular del Pro y de los grupos mediáticos que lo acompañan en esta cruzada de decidir a quién le regalan una ficha limpia o a quién se la ensucian para proscribirlo. Por ahora pareciera que seguiremos teniendo una democracia donde la decisión está en manos de los votos de los ciudadanos y no de los votos de los jueces amigos.
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