FEMINISMO COMO FORMA DE VIDA

Anticapitalista, antiimperialista, antirracista y antipatriarcal

 

 

Las mujeres y los movimientos feministas marcan los ritmos de muchas de las principales movilizaciones sociales de los últimos años en buena parte de América Latina. El feminismo juega un rol preponderante, significa una entrega ilimitada y constituye una fuerza liberadora: síntesis del pensamiento de Lucila Puyol, quien integra desde su creación la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Puyol es hija de dos militantes de la década del '70: su padre está desaparecido desde diciembre de 1976 y su madre fue presa política durante casi seis años entre 1975 y 1980.

Se autodefine como feminista, militante en derechos humanos y de género. Es abogada en causas donde se juzgan delitos de lesa humanidad. En diciembre de 2019 fue designada Secretaria de Derechos Humanos y Diversidad de la provincia de Santa Fe.

—¿Cómo presentaría, muy brevemente, al movimiento feminista?

Lucila Puyol (LP): Los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM), la Campaña Nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito y el Movimiento Ni Una Menos son prueba de que las mujeres tenemos imaginación, sabemos lo que queremos y contamos con una visión estratégica. El ENM es, tal vez, una experiencia única a nivel mundial. El primero, se convocó en Buenos Aires en 1986 y hasta ahora se han realizado 35 encuentros.

 

Lucila Puyol.

 

Es interesante comprobar que, en estos años, todas las reformas legislativas que se refieren a la mujer nacieron de estos encuentros: divorcio, patria potestad compartida, el primer taller de anticoncepción y aborto, la lucha por la visibilidad de la violencia contra la mujer, el surgimiento de la Campaña Nacional por el derecho al aborto, entre otras.

En cuanto a nuestra visión, el feminismo en nuestro país —y en América Latina— es un movimiento profundamente político aunque no partidario, potente, con definiciones claras a favor de los derechos humanos.

—¿También en Argentina, como en tantos otros países, existen diversas concepciones de feminismo?

—Es cierto. No hay un solo feminismo. Junto con otros miles de mujeres, lo entendemos como un feminismo popular. Es decir, anticapitalista, antiimperialista, antirracista y profundamente antipatriarcal. Nos definimos como movimiento feminista de mujeres, lesbianas, travestis y trans. Por lo tanto, otro desafío es la ruptura del binarismo y el cuestionamiento a la heteronormatividad impuesta.

Nuestro principal desafío es abolir el patriarcado: sistema político, cultural y económico que nos somete a las mujeres, a las disidencias y a todos los sectores oprimidos desde hace siglos.

Y en ese camino, es mucho lo que nos falta todavía: la autonomía sobre nuestros cuerpos es prioritaria; la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) también es fundamental. Pero no son suficientes. La lista de reivindicaciones es extensa:  el derecho al acceso a los métodos anticonceptivos y a la educación sexual; las tareas de cuidado equitativas; la erradicación de la violencia de género y su máxima expresión: los femicidios y la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual.

No menos significativa es la disputa por el lenguaje. Es otra batalla que también estamos dando las feministas, ya que lo que no se nombra, no existe. Fue así que hace años empezamos a nombrarnos: nosotras y nosotros, todas y todos…

 


La crisis nos arrebató las calles

¿En qué medida las organizaciones de mujeres de Argentina han debido readaptar su trabajo y movilización en época de pandemia?  

 —Uno de los mayores obstáculos que impuso esta crisis sanitaria es no poder movilizarnos en la calle. Nuestro movimiento mueve miles de mujeres y disidencias en marchas, encuentros, festivales, luchas concretas.

Sin embargo, cuando en diciembre de 2020 el Parlamento Nacional trató el proyecto de la IVE, recuperamos nuevamente las calles. Con barbijos, distanciamiento, y todos los cuidados. Era esencial mostrar la fuerza del movimiento porque los grupos anti derechos –que no cumplen con las disposiciones anti pandémicas— también habían salido a la calle. 

—A nivel internacional, la lucha argentina antidictatorial y por la democracia se conoció, principalmente, a través de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.

En Argentina, y América Latina en general, el feminismo nació en las organizaciones del pueblo y al calor de las luchas de resistencia contra las dictaduras. En nuestro país está íntimamente unido al movimiento de derechos humanos.

En ese combate resaltamos el papel central de las mujeres y especialmente de nuestras Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. La irrupción de estas mujeres en el ámbito público transformó ese espacio –“la Plaza”— a partir de la lucha para encontrar sus familiares, incluyendo a los nietos y las nietas desaparecido-as.

El concepto “lo personal es político”, tal como lo definía la feminista estadounidense Kate Millet, se encarnó en estas mujeres gigantes.

Estamos persuadidas de que la perspectiva de género y de derechos humanos debe atravesar todas las políticas públicas y todos los aspectos de la sociedad. Sólo así construiremos un mundo más humano.

—¿Ese mundo más humano del cual habla requiere una visión de feminismo bien amplia?

—El feminismo popular en el que me inscribo es profundamente revolucionario e internacionalista porque plantea un horizonte emancipatorio: vino a romper con el orden injustamente establecido, a discutir lo que quieren callar, a dar luz lo que se pretende ocultar. ¡Ya no hay vuelta atrás, a este mundo lo vamos a cambiar!

El feminismo tiene la mirada amplia: sabemos lo que es la discriminación, sabemos lo que es el maltrato y el no reconocimiento, porque los hemos sufrido por siglos. Por eso abrazamos a quienes también sufren esa discriminación y maltrato en sus cuerpos en cualquier parte del mundo. Para nosotras, el feminismo es una forma de ver la vida, de construirla y de transitarla.

 

 

 

 

La experiencia en Brasil

En Brasil, el movimiento feminista –como todo el sector popular— vive un momento de fuerte resistencia. La ofensiva neoliberal y conservadora es muy tenaz y tiene su repercusión directa, también, en las mujeres.

Significa más violencia, precariedad y sobrecarga de trabajo, afirma Renata Tica Moreno, del portal digital Capire ( https://capiremov.org/es/), militante de la Marcha Mundial de Mujeres e integrante de la coordinación nacional brasilera del Colectivo de Comunicadoras. Capire es una herramienta de comunicación que se creó en 2021 en cinco idiomas, internacionalista, con el fin de convertirse en un eco de las voces de las mujeres en movimiento. Con el objetivo de hacer visibles las luchas y los procesos de organización en los territorios; para reforzar las referencias locales e internacionales del feminismo popular, anticapitalista y antirracista.

 

Renata "Tica". Moreno.

 

Ante la situación tan compleja en Brasil, la principal tarea es “frenar la política de muerte impulsada por el gobierno de Jair Bolsonaro”, enfatiza la joven militante. Y recuerda que, para el movimiento feminista brasileño, las reivindicaciones esenciales son a favor de la autonomía, por la tierra, contra el racismo y contra todas las formas de violencia. Es decir, forma parte de las resistencias cotidianas de las mujeres en cada territorio, así como de las prácticas para organizar la vida común y para transformar la economía. Priorizando la siempre imprescindible movilización social.

La crisis sanitaria obliga a las organizaciones de mujeres a priorizar la defensa de la vida. Brasil es uno de los países del mundo con más decesos por el virus. La Marcha Mundial de Mujeres de Brasil, explica la dirigente, participa en la distribución de alimentos y de productos de higiene en diferentes regiones. Y promueve activamente la formación y el intercambio de información, incluso sobre el Covid-19 y temas de salud.

La catástrofe social es ya una realidad, constata Moreno. Y los componentes de la misma se multiplican: caída del empleo, aumentos de los precios de los productos de la canasta básica, del gas para cocinar, el hambre que se multiplica y la falta de una adecuada asistencia médica y hospitalaria.

 

Movilización del 8 de marzo del 2020 en San Pablo, Brasil.

 

Todo esto ante la mirada cómplice del gobierno, principal promotor de esta política de muerte. “Expresa una irresponsabilidad total hacia el pueblo. Subestima la pandemia (“es solo una gripecita”), reduce la asistencia de emergencia, propagandiza la cloroquina, aunque se sabe que no tiene efectos positivos. Y relativiza la importancia de las vacunas. Adicionalmente, y esto es un aspecto gravísimo, promueve la desinformación. Lo que pasó en Manaos a inicios del año fue brutal: el gobierno no hizo nada para asegurar el aprovisionamiento de oxígeno en una de las ciudades del mundo más golpeadas por el Covid-19. Miles de muertes por falta de lo esencial, insiste. 

Quedan como balance positivo —subraya la militante feminista—, los gestos diarios de solidaridad que se multiplican. Incluyendo las prácticas de agroecología y de economía feminista. Muchos de los productos distribuidos y compartidos provienen de agricultoras familiares que también deben enfrentar una situación muy difícil en el campo. Ellas se organizan para producir mascarillas y productos de higiene.

Ante esta desinformación como política dominante sobresale la creatividad para mantener y ampliar las diversas formas de comunicación popular. Por ejemplo, las radios comunitarias y las “bicicletas de sonido”, dotadas de pequeños altoparlantes a transistores para multiplicar información y orientación sanitarias. Todo en defensa de la gente y su sobrevivencia, lo que es nuestra principal tarea en esta dramática etapa pandémica. “En síntesis, como lo definimos en nuestro colectivo de comunicación, asegurar las voces feministas para cambiar el mundo”, concluye Tica Moreno.

 

 

 

 

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