“Si cedemos ahora, después vendrán por la Presidencia de la Cámara”, le dijo Máximo Kirchner a Sergio Massa el martes al mediodía, cuando la sesión extraordinaria para convertir en ley el etiquetado frontal estaba a punto de fracasar. Cambiemos llegó a reclamar la aprobación de un proyecto sobre boleta única como condición para dar quórum, luego de haber corrido el arco en varias oportunidades. Incluso, el Frente de Todos tenía previsto poner sobre la mesa en labor parlamentaria la prórroga de la ley ovina pero la oposición ni siquiera la solicitó. Estaban en otro juego.
Por eso, durante las expresiones en minoría, Kirchner habló de un pliego de condiciones cuasi extorsivo que no conducía a ningún lado. La Cámara baja tampoco avanzó con una iniciativa para mejorarles las condiciones laborales a les trabajadores de la vid y otra sobre las personas en situación de calle. En el Congreso resuenan los ecos del Grupo A, la secuela parlamentaria de la 125 y el voto no positivo de Cobos.“A veces hay derrotas que son victorias”, también le comentó el jefe de la bancada del FdT a Massa, quien quería estirar las negociaciones para evitar la caída de la sesión. Una frase con alto contenido de kirchnerismo explícito. Aquel episodio de 2008 fue la partida de nacimiento del kirchnerismo.
Una de las fuertes críticas hacia el interior de la coalición gobernante es que la conducción del Poder Ejecutivo y algunos ministerios evitan convocar a la militancia para formar parte de las discusiones sobre política económica, como otrora sucedía con Precios Cuidados donde las organizaciones sociales salían a las calles a fiscalizar. “Yo no hago kirchnerismo”, fue la respuesta de Matías Kulfas cuando le propusieron fortalecer la Secretaría de Comercio interior. Después de idas y vueltas, ayer sábado se anunció que Paula Español sale de Comercio Interior reemplazada por Roberto Feletti, marcado por un perfil que juega al control estructural de los precios. Aquí podes verlo en un debate conducido por El Cohete a la Luna.
El dicho “hay derrotas que son victorias” podría funcionar, también, como un prisma que apunte a un tema de fondo que va más allá de la ley de etiquetado: la necesidad de exponer la enorme concentración empresarial en la producción de alimentos, clave para entender el proceso de pauperización social vía especulación con los precios. El simple diálogo en mesas sectoriales no sirvió para controlar y hacer retroceder a la especulación del sector privado.
El martes, si se quiere, no ganó Cambiemos sino la industria alimenticia y sus mecanismos de especulación y presión. Este exceso de lobby fue la antesala del nuevo Coloquio de IDEA que en su edición número 57 pondrá el foco en la quita de derechos laborales, escondidos detrás del eufemístico eslogan “educación para el trabajo”.
Diagnóstico
El Frente de Todos maneja una encuesta que se realizó entre 50.000 trabajadores: solo el 6% sabía que el Estado había financiado parte de los salarios durante el primer año de la pandemia. El diagnóstico es demoledor, tanto como el insistente reclamo en algunos barrios del Conurbano de alimentos para los comedores. Esto también está en juego cuando se reclama una mayor expansión fiscal.
Durante el primer año de la pandemia, el Estado volcó muchísimos recursos aunque se registraron varios ¿errores no forzados? La tarjeta AlimentAr transfiere 27.000 millones de pesos a los grandes supermercados, analizan desde el bloque de Diputados del FdT. Es decir, una suerte de subsidio encubierto a la concentración. Algo similar a lo ocurrido con los créditos a tasa cero otorgados en el marco de los ATP que terminaron en la canaleta del contado con liquidación.
Por eso, por estas horas el Ejecutivo analiza la manera de mejorar los alcances de la Tarjeta AlimentAr para que pueda utilizarse en comercios de cercanía y deje de privilegiarse a las grandes cadenas. El 20 por ciento de lxs beneficiarixs debe trasladarse a otros barrios para poder comprar, además de que quedan sujetos a los manejos especulativos de las grandes corporaciones.
Lobby feroz
La Cámara Argentina de Comercio de Estados Unidos en el país (AmCham) difundió sus críticas al proyecto del etiquetado frontal un día antes de la sesión. Básicamente, cuestionó que se utilizasen los criterios de la Organización Panamericana de Salud, la disparidad de normas dentro del Mercosur. A su juicio, la propuesta desincentivaría las nuevas inversiones de la industria para mejorar la calidad de los alimentos que se ofrecen.
“La discusión no pasa por ser conformista y aceptar mansamente el aparente consenso de las organizaciones ambientalistas, nutricionistas o de consumidores imponiéndose sobre el poder económico de la industria”, sostuvo la AmCham. El propio poder económico local juega a victimizarse.
“Está claro que la modalidad de los octógonos frontales tiene por finalidad no informar sino disuadir”, sostuvo Daniel Funes de Rioja, histórico dirigente de la Copal y actual titular de la Unión Industrial Argentina. Para el capo de la entidad fabril, el proyecto de ley buscaba dejar sin consumidores para los productos de la industria que él representa. Fabricación de alimentos que está altamente concentrada y de la que es muy difícil escapar, por más octógonos negros o “calaveras”, como dramatizó el propio Funes.
Es decir, hay que mirar la calidad de los alimentos pero al mismo tiempo poner la lupa en la capacidad que tiene el mismo sector de horadar el poder adquisitivo de les trabajadores vía precios y especulación. Es una encerrona que la ley de góndolas tampoco resuelve.
Concentración
La industria alimenticia teme más que la sociedad conozca sus costos y rentabilidades que a las “calaveras negras”.
El Centro de Estudios Agrarios (CEA) analizó la concentración empresarial en diferentes rubros alimenticios y las variaciones de precios desde diciembre de 2019. El trabajo devela que los aumentos superan largamente, en muchos casos, a la inflación promedio. Existe una relación entre oligopolios y aumentos de precios. ¡He ahí el verdadero poder económico del sector alimenticio!, al que Cambiemos contribuyó a robustecer con su rechazo a la ley de etiquetado frontal.
En el caso de la industria conservera de tomate, solamente 3 firmas concentran el 61,6% del mercado. La principal es Arcor (familia Pagani), con el 40% de la participación, seguido de Molto Marolio (14%) y Unilever (7,6%). Entre 2016 y 2019, el precio de las latas de tomate aumentó un 247 por ciento y desde 2020 hasta la actualidad, otro 80 por ciento.
En el caso de los lácteos, tres empresas manejan el 75% del mercado: Danone, SanCor y La Serenísima, del Grupo Arcor. Entre diciembre de 2015 y agosto de este año, el precio del litro de leche se multiplicó por cuatro. La empresa de la familia Pagani obtuvo una rentabilidad neta durante el primer trimestre de este año de 3857 millones de pesos, un 468 por ciento más que la registrada en el mismo período de 2020.
En el caso de la industria del aceite, cuatro firmas concentran el 85% de la producción: Aceitera General Deheza (28%), propiedad de Roberto Urquía y Miguel Acevedo; Cañuelas (26%), Molinos Río de la Plata (22%) y Tanoni (9%). Entre 2016 y 2019, el precio del aceite aumentó casi un 600 por ciento.
Funes de Rioja cuestionó la ley de etiquetado frontal por estigmatizar a las empresas. El tema es que, a veces, las corporaciones se estigmatizan solas. Por caso, Cañuelas solicitó un concurso preventivo de acreedores por sus desmanejos financieros durante el macrismo y Molinos Río de la Plata, del Grupo Pérez Companc, eludió el pago del Impuesto a las Ganancias sobre dividendos distribuidos tras fraguar un convenio sobre doble imposición con Chile, según un fallo reciente de la Corte Suprema de Justicia (véase La estirpe empresarial al desnudo).
En el caso del azúcar, nuevamente aparece Arcor con peso dominante, con el 22,5% del mercado. El primer puesto lo tiene Ledesma (46,7%), y el cuadro se completa con SeaBord – Chango (14,2%) y Valpafe (8,6%). Es decir que cuatro firmas concentran el 92% del mercado. Entre 2016 y 2021, el kilo de azúcar aumentó un 600%.
“Ser conscientes de qué consumimos, cómo nos alimentamos y, a nuestro entender también, que se pueda adquirir eso que se precisa consumir. Esto tiene que ver con recuperar el poder adquisitivo del salario de trabajadoras y trabajadores”, concluyó Kirchner su intervención en el recinto. De eso se trata.
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