Europa, sin Europa(z)

Suiza alberga una Conferencia sobre la Paz en Ucrania... ¡que excluye a Rusia!

 

Desde el sábado 15 hasta hoy domingo, Suiza alberga la Conferencia sobre la Paz en Ucrania, sin presencia rusa. La mitad de los jefes de Estado y Gobierno que participan provienen de una Europa sacudida por las recientes elecciones al Parlamento Europeo del pasado 9 de junio.

La conferencia se realiza en el centro hotelero de Bürgenstock, sobre el Lago de los Cuatro Cantones, a una veintena de kilómetros de la Ciudad de Lucerna. Un paraíso-fortaleza de difícil acceso, sobre una empinada colina, que garantiza tanto la seguridad como la discreción. Hasta el viernes habían confirmado su presencia un centenar de delegaciones gubernamentales –así como de instituciones internacionales—, la mitad de las mismas de la propia Europa.

Según el Gobierno suizo, en su calidad de anfitrión, “el objetivo de la reunión a nivel de jefes de Estado y de Gobierno es desarrollar un entendimiento común sobre un posible camino hacia una paz justa y duradera en Ucrania”. El cónclave busca proporcionar “una plataforma para el diálogo sobre caminos hacia una paz integral, justa y duradera para Ucrania sobre la base del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas; desarrollar un entendimiento común sobre un posible marco para lograr este objetivo. Se debe determinar, juntos, una hoja de ruta sobre cómo integrar a ambas partes en un futuro proceso de paz”.

El comunicado oficial explica, además, que la conferencia se basará en los debates de los últimos meses, en particular sobre la fórmula de paz ucraniana y otras propuestas basadas en la Carta de las Naciones Unidas y los principios fundamentales del derecho internacional.

Si bien en un primer momento la apuesta de Ucrania fue promover como base su propio Plan de Paz de 10 puntos, lanzado en agosto de 2023, la agenda se redujo a un número menor de temas con el objetivo de asegurar un apoyo más amplio: intercambio de prisioneros de guerras y deportados; la seguridad nuclear, especialmente en cuanto a la protección de las centrales, y la problemática de la seguridad alimentaria. Fuentes diplomáticas helvéticas informaron que un borrador del documento final había circulado y que había transitado numerosas idas y vueltas. A la víspera del inicio de la Conferencia, la noche del viernes, dicho documento de trabajo no se conocía públicamente en su integridad.

El punto clave que complica toda prognosis sobre la efectividad de la Conferencia de Bürgenstock para destrabar el conflicto y frenar la guerra es la no participación de Rusia en la misma. Las autoridades helvéticas sostienen que desde un primer momento informaron a Moscú sobre esta iniciativa. Que la primera respuesta de sus pares rusos fue de no participar. Y que luego, ante el riesgo que una posible participación de representantes rusos constituyera la causa para que Kiev no lo hiciera, priorizaron la actual fórmula de convocatoria, sin Rusia. Aseguran que, en una próxima fase, la presencia rusa será esencial para avanzar hacia una salida negociada.

La ausencia de Rusia, por otra parte, determinó que otros importantes actores mundiales –en particular del Sur Global— como Brasil y China no hubieran respondido hasta el viernes (a la hora del cierre de este artículo) a la invitación para el cónclave en Suiza. La ausencia de actores geopolíticos esenciales, así como la presencia en Bürgenstock de personalidades como el Presidente francés Emmanuel Macron o el primer ministro alemán Olaf Scholz, que acaban de ser derrotados en sus propios países en las elecciones parlamentarias europeas del pasado domingo 9, puede incidir en los resultados y efectos de la Conferencia sobre Ucrania.

 


Las elecciones desnudaron una Europa desgastada

Las elecciones parlamentarias en la Unión Europea (UE), escalonadas en cada uno de los 27 países miembros entre el 6 y el 9 de junio, ratificaron la tendencia hacia la derecha y la extrema derecha que se viene reforzando desde algunos años en buena parte del continente.

 

 

Explican parcialmente este comportamiento las grandes preocupaciones ciudadanas pendientes de resolución. Entre ellas, la caída del poder adquisitivo de la mayor parte de la población europea, cuestiones de seguridad y soluciones al complejo tema de la migración. Así como las consecuencias nefastas de la guerra Rusia-Ucrania. Todo esto en una Unión que parece desorientada —cuando no desgastada— en su propia identidad de ser uno de los polos del poder mundial.

De las urnas se desprende que el amplio espectro del centro-derecha mantiene casi integralmente su fuerza a pesar del retroceso del sector liberal; la extrema derecha da un salto hacia adelante; en tanto socialistas, izquierda radical y verdes pagan el precio de un retroceso, con escasas excepciones como en algunos países nórdicos.

Una vez concluido el conteo de los votos la radiografía electoral muestra al gran espectro de derecha (incluyendo liberales) y de la extrema derecha casi con 400 eurodiputados, sobre un total de 720, lo que representa un cómodo 55%. En tanto las fuerzas progresistas (socialistas, ecologistas, izquierda radical) logra en torno de 224 bancas, es decir el 31.11% de los votos. El resto incluye fuerzas que actualmente no participan en ningún grupo parlamentario pero que en el futuro podrían alinearse y entre las cuales prevalece la ultraderecha.

Surge la pregunta clave de si se mantendrá la actual alianza de gobierno de la Unión Europea compuesta por demócrata-cristianos (centro derecha), liberales y socialistas, es decir los sectores que sostuvieron durante el último quinquenio la presidencia de la alemana Ursula von der Leyen. O bien, como corolario de los resultados electorales, se podría producir una reorganización de las alianzas, acercando el centro-derecha a sectores de la ultraderecha. El actual bloque gubernativo de la UE se define como marcadamente pro europeo, en tanto entre las pujantes extremas derechas existen grupos euro-escépticos, lo que podría significar un freno a esa hipotética reformulación que por el momento asegura la gobernabilidad de la Unión.

El escenario para la décima legislatura a punto de comenzar se clarificará en las próximas cuatro semanas, dado que el calendario es muy preciso. Entre el 18 de junio y el 4 de julio se formarán los nuevos grupos políticos en el Parlamento Europeo, según afinidades político-ideológicas. El 16 de julio se reunirá la Eurocámara para designar sus autoridades para la primera mitad del próximo quinquenio. Previamente, el 27 y 28 de junio, se realizará la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE para consensuar nombres para los altos cargos a renovarse, entre ellos la presidencia tanto de la Comisión Europea como del Consejo Europeo.

 


Terremoto político en Francia

El Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen que llevaba como cabeza de lista a Jordan Bardella, con más del 31% de los votos, provocó una verdadera ruptura política en el país galo, relegando a la fuerza del Presidente Emmanuel Macron a un lejano segundo puesto con el 14.50% de los votantes, apenas por encima de los socialistas que alcanzaron el 13.80%.

 

Resultados electorales con predominio de la derecha.

 

Dos horas después de conocerse los resultados, la noche del mismo domingo 9 de junio, el Presidente francés anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a elecciones parlamentarias para el 30 de junio (primer turno) y el 7 de julio (segunda vuelta).

De confirmarse la actual tendencia electoral, si no se produce un cambio significativo en la política interna, el próximo 8 de julio Francia podría despertarse con Jordan Bardella como primer ministro en representación de la ultraderecha, quien cohabitaría dos años y medio, hasta las próximas elecciones presidenciales del 2027, con Emmanuel Macron, que no perderá su mandato ejecutivo.

Podrían salir al cruce de este escenario las candidaturas unitarias de todo el espectro progresista (socialistas, comunistas, verdes y Francia Insumisa). Estas fuerzas anticiparon consensualmente la formación de un Frente Popular. Todos estos sectores sumados —teniendo como referencia los resultados de las elecciones europeas— parten con un piso de 30% del electorado, con varios puntos de retaso con respecto a toda la ultraderecha unida, que llega casi al 38% si se cuentan los porcentajes del Reagrupamiento Nacional junto con los del partido Reconquista de Eric Zemmour. Por el momento no se percibe que Emmanuel Macron pueda lograr hasta fin de mes una reestructuración sustantiva de sus fuerzas como para aspirar a competir con posibilidad de victoria.

Pase lo que pase es evidente que el punto de partida de todas las hipótesis anti-Le Pen, parten de una situación defensiva. Desde el mismo cierre de los centros de voto el domingo pasado la ofensiva política la tiene el Reagrupamiento Nacional (RN) en tanto gran vencedor. Sin olvidar, además, que fue Jordan Bardella, joven figura ascendente de la ultraderecha de esa fuerza, quien desafió a Emmanuel Macron a tomar la decisión de disolver la Asamblea Nacional.

 

 

Futuro incierto

Analizando la dinámica de los cuatro países más poblados de la Unión Europea (Alemania, Francia, Italia y España) y sus resultados electorales, se pueden avanzar algunas hipótesis que incidirían en la marcha de la Unión Europea a corto plazo.

El eje Francia-Alemania, que constituye la columna vertebral de la Unión y locomotora económico-financiera del proyecto comunitario, sale malherido de la consulta electoral del 9 de junio. Tanto el liberal Emmanuel Macron, condenado en su país a una lejana segunda posición, como el socialdemócrata Canciller alemán Olaf Scholz, relegado a la tercera posición muy por detrás de los demo-cristianos y con dos puntos de retraso con respecto a la ultraderechista AfD (Alternativa por Alemania), pierden autoridad en el contexto nacional y europeo. Los dos principales líderes del actual proyecto de la UE se verán confrontados muy a corto plazo a redefinir roles, protagonismos y prioridades políticas en cada uno de sus países como consecuencia del último resultado electoral.

 

La disolución, apuesta extrema según el diario Libération.

 

Ambos dirigentes, en los últimos meses, se definieron además como los principales pilares comunitarios de apoyo a Volodimir Zelenski en la guerra Ucrania-Rusia. Desde el inicio del conflicto 28 meses atrás es significativo el impacto negativo del mismo en la vida cotidiana de la población europea con su componente de crisis energética, aumento de precios esenciales, tendencia inflacionista y malestar campesino –ante los beneficios otorgados por la UE a los productos agrícolas ucranianos— por citar solo algunas facetas de esta problemática.

En las últimas semanas, los dos multiplicaron anuncios de apoyos militares multimillonarios a Kiev. Ambos países decidieron autorizar, incluso, armamento ofensivo para ser utilizado desde Ucrania contra territorio ruso. Macron, incluso, anunció la posibilidad de enviar soldados franceses al campo de batalla, lo que creó un malestar significativo tanto en su país como en la UE.

Los votos de sanción contra Macron y Scholz en las elecciones europeas podrían expresar, también, el cansancio de una parte importante de la sociedad europea ante el costo ya astronómico que le implica esa guerra. Y que se multiplicará aún más en la fase de reconstrucción. Si las elecciones suelen considerarse como plebiscitos sobre políticas de gobierno, en todo caso, ni a Macron ni a Scholz la guerra de Ucrania parece haberle aportado capital político.

Los resultados electorales de las elecciones parlamentarias europeas tienen su impacto político en la Conferencia sobre Ucrania de Bürgenstock, donde la presencia europea es determinante y a la cual las dos locomotoras continentales (Alemania y Francia) llegan averiadas y a media máquina. Todo indica que la guerra que desde hace casi dos años y medio se protagoniza dentro mismo de las fronteras del Viejo Mundo, cuesta muy caro para todo el continente. Y los electores no solo lo resienten, sino que le pasan factura en las urnas. El cuestionamiento electoral a los dos principales pilares europeos del apoyo a Kiev, en señal de clave política, puede reforzar los esfuerzos reales para terminar con la guerra y lograr, a corto plazo, una salida negociada.  

 

 

 

 

 

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