EUROPA HACIA EL DÍA DESPUÉS
Golpeada por los efectos del Covid-19, Europa se interroga hoy cómo será mañana
Mientras que a fines de abril ciertos países como Italia y Francia mantienen todavía las medidas severas de restricción de movilidad social, otras naciones europeas, como Dinamarca, Alemania, Bélgica, Austria, Noruega y Suiza, comenzaron a recorrer un proceso tan lento como delicado de flexibilización parcial.
Lo que queda atrás no es banal. En ese escenario de un continente a varias velocidades, las cifras de la pandemia son significativas. Hasta el jueves de esta semana, casi ¾ partes de los más de 180.000 decesos a causa del Covid-19 a nivel mundial le pertenecen. Y solo entre España, Francia, Italia y Gran Bretaña, se contabilizaban ya más de 85.000 muertes. Aunque con un relativo control del pico pandémico en los tres primeros países.
Piano, piano…
La pregunta de fondo es cómo comenzar esa lenta vuelta a la normalidad sin recaer en nuevos brotes que, según el cálculo de los especialistas, constituyen una posibilidad casi certera. Con la realidad de fondo de una enfermedad “con la cual hay que aprender a convivir, como en otras regiones del mundo pasa con el dengue o el cólera”, tal como lo sentenció recientemente el doctor Laurent Kaiser, Jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Ginebra.
Esa normalización podría tardar semanas, incluso meses, y en ciertas esferas, hasta años. Todas las actividades culturales y deportivas masivas se postergaron indefinidamente. Las ligas de futbol profesional, posiblemente, retomarían escalonadamente a partir de mayo o junio, pero los partidos se harán sin público. Los equipos alemanes retomaron las prácticas a inicios de este mes, en pequeños grupos. La asociación belga y la holandesa habían pensado de dar por terminada la temporada, lo que motivó la ira a la UEFA, que el jueves pasado recomendó —si la pandemia lo permite— concluir las competiciones nacionales. Postergando hasta mayo la decisión sobre qué va a pasar con la ronda final de las dos competiciones continentales.
Italia acaba de prolongar su confinamiento hasta el 3 de mayo y Francia hasta el 11. Alemania autorizó la reapertura de algunos comercios de menos de 800 metros cuadrados, a partir del lunes 20 de abril, y proyecta para el 4 de mayo relanzar parte de sus actividades escolares. Noruega puso en funcionamiento las guarderías. España permitirá que los niños de menos de 14 puedan salir a la calle, con una reglamentación muy precisa, a partir de este domingo 27 de abril.
Suiza, que registra un descenso de casos de infecciones en las últimas dos semanas —aunque impactada por sus más de 1.500 decesos y no menos de 28.000 positivos— anunció para el último lunes de abril la apertura de peluquerías, consultorios de masajes, de fisioterapia y odontológicos, así como comercios de semillas, plantines y artículos para la reparación del interior de viviendas. Postergó el reinicio de las clases del nivel primario al 11 de mayo. Y definió el 8 de junio como fecha para anunciar, según evolucione la situación, la flexibilización de algunas de sus actividades turísticas, bares y restaurants, sector esencial de su economía pero que seguirá paralizado, en todo caso, hasta mitad de año.
El caso danés
Primer país en decretar el cierre de las escuelas a inicio de marzo pasado, Dinamarca acaba de relanzar sus escuelas primarias el lunes 20 de abril, acaparando, a manera de *laboratorio*, las miradas de todo el continente.
El desconfinamiento escolar a la danesa es progresivo. Un 50 % de los escolares del ciclo básico –unos 200.000 en más de mil centros— regresaron a clase. Se trata en esta primera etapa de niños de entre 6 y 12 años (de 1ero a 5to grado). Método que le permite liberar una mitad de la superficie edilicia, asegurando la distancia social de 2 metros entre los alumnos. Para evitar concentraciones excesivas, las terceras clases ingresan en tres grupos con horarios escalonados de media hora de diferencia cada uno.
Tal como lo describe un reportaje publicado el jueves pasado en el periódico suizo Le Courrier, se promueven lógicas pedagógicas y funcionales de gran creatividad. Las aulas tradicionales, para descomprimir la presión y asegurar el distanciamiento social, se desplazan a otros espacios. Las clases de matemáticas se dan en los estacionamientos escolares, aprovechando de ejercicios prácticos basados en los números de las patentes. Otras materias, como las ciencias naturales, se realizan en las áreas verdes colindantes. Desde la entrada hasta cada aula hay señalizaciones claras. Y en las pausas, con presencia de personal suplementario, se trata de asegurar que los niños se reúnan en grupos como máximo de cinco y sin mezclar las clases. Ciertos profesores con riesgos particulares han sido dispensados de su trabajo.
El desafío de la higiene de manos se convirtió en esta primera semana en una batalla instructiva de envergaduras. Cada alumno debe lavarlas durante un minuto con abundante jabón, no solo al llegar al colegio, sino cada dos horas. El saludo tradicional con contacto físico se reemplazó por un “estrechar de zapatos”, con un minúsculo contacto de la punta del calzado.
Falta mucho
A pesar de los muy tibios pasos hacia un nuevo funcionamiento social europeo, sigue pendiente el desafío de encontrar reales consensos en cuanto al programa económico definitivo que implementará la Unión Europea para la recuperación.
Si bien el 9 de abril los ministros de finanzas habían logrado, a último momento, definir un paquete de emergencia para una primera fase, de 540.000 millones de euros, la gran pregunta sigue sin respuesta. Es decir, la definición de un mecanismo para el pago de la deuda que acarreará la pandemia. Lo que lleva a un debate muy polarizado entre dos extremos, representados por Italia, que pide mayor solidaridad y comprensión y Holanda, que exige cumplimientos presupuestarios rígidos de todos los deudores.
El proyecto para la segunda fase ocupó gran parte de la agenda de la reunión por teleconferencia del Consejo de Ministros de la Unión Europea de este último jueves 23 de abril. Si bien se aceptó en términos generales un programa europeo de reconstrucción o fondo de recuperación, faltan definir en las próximas semanas los detalles del mismo.
En este marco acelerado de diversas realidades nacionales y continentales, y ante los estragos producidos por una pandemia que desbordó en su impacto las previsiones más temibles, la carrera de la ciencia por encontrar respuestas se prosigue.
A mediados de esta semana dos nuevas señales llegaron tanto de Alemania como de Gran Bretaña en la búsqueda de la vacuna contra el coronavirus. En Mainz, la empresa Biotech anunció el inicio de la fase de ensayos clínicos de lo que podría ser la solución milagrosa de futuro. Llama la atención que ese producto pudo en solo cuatro días completar el proceso de aplicación, lo que lleva normalmente semanas, sino meses.
Desde Gran Bretaña, las esperanzas vienen de la Universidad de Oxford así como el Imperial Colegio de Londres, ambos trabajando el tema. Investigaciones, ensayos con roedores, pruebas diversas se multiplican en laboratorios de muchos de los países europeos, desde Suiza a España, pasando por Francia. Con la certitud doble de que solo una vacuna puede resolver la Espada de Damocles mundial del Covid-19. Ser el primero en encontrar la vacuna puede significar una gloria científica y económica inconmensurable.
Europa parece lentamente estar pasando lo peor, es decir el pico más alto y terrorífico de la pandemia. Pero las preguntas de fondo se multiplican. Y todo indica que el continente no va a volver, por meses y años, a parecerse al de enero del 2020.
Con un turismo totalmente paralizado, espacios aéreos desde semanas sin tránsito alguno, caída brutales de las economías nacionales y del comercio continental y, por sobre todo, con comportamientos individuales y sociales postmodernos: sin abrazos ni besos, sin manos estrechadas y con sonrisas apenas descifrables detrás de las máscaras protectoras.
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