Etse atruíclo es beunisímo

¿Cómo funciona nuestro cerebro cuando lee?

 

Aquí abajo figura un párrafo que parece que contiene algunos errores. Léalo pensando que en realidad, no contiene ningún error y verá que usted está en condiciones de entender lo que está escrito. Acá va:

“Sgeún un eutsdio de una urinvedisad inelgsa, no imrtpoa el odern en el que las ltears etasn ersciats, la úicna csoa iptormnate es que la pmrirea y la útimla ltera etésn etcsrias en la psioción cocrrtea. El rsteo peduen etsar taotlmntee mal y aún pordás lerelo sin plobreams.

Etso es pquore no lemeos cada ltera por sí msmia sino que la paalbra es un tdoo.

Pesornamelnte me preace icrneílbe... ”

Con todo, uno podría suponer que esto sólo pasa en castellano, pero el siguiente párrafo sugiere algo distinto:

“Aoccdrnig to rscheearch at Cmabrigde Uinervtisy, it deosn’t mttaer in waht oredr the ltteers in a wrod are, the olny iprmoatnt tihng is taht the frist and lsat ltteer be at the rghit pclae. The rset can be a total mses and you can sitll raed it wouthit porbelm. Tihs is bcuseae the huamn mnid deos not raed ervey lteter by istlef, but the wrod as a wlohe. Amzanig huh?” [1]

Ahora bien: ¿cómo funciona el cerebro? ¿Cuánto del texto uno lee y cuánto anticipa lo que debería decir? Está claro que una niña o un niño que recién están aprendiendo a leer tienen un nivel de concentración totalmente diferente al de un adulto, pero una vez que uno superó ese período, es muy probable que ya les suceda lo mismo. En algún lugar, uno lee cada palabra como un todo y no usa la ‘unidad letra’ como uno podría suponer.

Esto sugiere una pregunta (que me parece inmediata): ¿sucede solamente con lo que uno lee o también con lo que uno escucha?

Me parece oportuno entonces, compartir con usted una anécdota. Yo quería comprobar en la práctica, con un ejemplo concreto, si estará bien extrapolar a la palabra hablada lo que sucede con la palabra escrita. ¿Cómo hacer? Mi sospecha es que cuando uno mantiene una conversación, no necesariamente escucha todo lo que se dice, sino que ‘rellena lo que (uno supone) que está por venir’ usando la imaginación propia. Claro, esto puede —eventualmente— traer algunos problemas. Fíjese lo que me sucedió.

Estábamos cenando en la Cantina de David (un lugar de reunión que lamentablemente ya no existe más), pero era habitual que mucha gente del ambiente del fútbol (jugadores, técnicos, periodistas, actores, dirigentes, etc) cenáramos allí. De lo que estoy seguro es que fue antes de 1998, ya que aún vivía mi querido Leon Najnudel. La mayoría era gente ligada con Ferro (Griguol, Bonini, Aimar, Marchesini, Perrone, “Cacho” Espíndola, Santiago Leyden y los dueños de la cantina, Antonio y Enzo Laregina. Pero entre otros estaban también Fernando Pacini y “Tití” Fernández. Éramos muchos. En un momento determinado, Tití se levantó para ir al baño. Cuando él ya no podía escuchar, les dije a todos los otros que prestaran atención al diálogo que yo habría de mantener con Tití cuando volviera a la mesa. Quería experimentar lo que escribí más arriba, pero para hacerlo necesitaba de la complicidad de todo el resto de los comensales.

Les advertí que era ‘casi’ seguro que “Tití” no escucharía todo lo que yo le diría y era muy posible que terminara imaginando parte del texto adjudicándome cosas que yo no diría y negando otras que sí habría de pronunciar. En alguna parte es como si uno pusiera la mente en ‘control remoto’ y se retirara a pensar por su cuenta aunque físicamente se encontrase allí. Este fue l diálogo cuando Tití volvió a la mesa.

–Decime, “Tití”:  ¿no tendrás en tu casa algún reportaje que le hubiéramos hecho a Menotti en la época de Sport 80? (Nota: Sport 80 era un programa de radio que hacíamos en la ‘vieja’ Radio Mitre cuando Víctor Hugo recién había llegado a la Argentina)

—Sí –me contestó “Tití”–. Yo creo que tengo varios cassettes en mi casa... (y se quedó pensando).

–Haceme un favor –le dije–. ¿Por qué no me los traés la semana que viene cuando cenemos acá otra vez? Yo los escucho, los borro y no te los devuelvo nunca más.

—Está bien, Adrián —me dijo sin mayores sobresaltos—. Pero no me empieces a presionar todos los días. Yo sé que los tengo, pero no recuerdo exactamente dónde. Cuando los encuentre, te los traigo.

Moraleja: ante la risa generalizada, “Tití” seguía sin poder comprender qué había pasado. En realidad había sido sólo un “conejillo de Indias” para el experimento. Yo creo que muchas veces no nos concentramos en escuchar, porque “asumimos” lo que el otro va a decir.

Cuando le pregunté si podía repetir lo que había dicho… sí, pudo… y lo que no podía creer era que si bien había escuchado todo, lo había transformado en lo que quería escuchar.

Obviamente, solo puedo describir lo que sucede pero no sabría cómo terminar de explicar las razones por las que uno ‘lee’ aunque esté mal escrito y ‘escucha’ algo que no fue dicho.

¿No es notable esto?

 

 

 

[1] According to a research at Cambridge University, it doesn’t matter in what order the letters in a word are; the only important thing is that the first and last letter be at the right place. The rest can be a total mess and you can still read it without problem. This is because the human mind does not read every letter by itself, but the word as a whole. Amazing, huh?  La traducción: “De acuerdo con una investigación de la Universidad de Cambridge, no importa el orden en el que aparezcan las letras de una palabra; lo único importante es que la primera y última letra estén en el lugar correcto. El resto puede estar totalmente alterado pero aún así, uno puede leer el texto sin problema. Esto sucede porque la mente no lee cada letra por separado, sino la palabra como un ‘todo’. Sorprendente, ¿no es así?”

 

 

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí