Esa tradición de discriminar
Intimación de la IGJ al Jockey Club para que respete la diversidad de género en su integración
“El Jockey es un club de caballeros”. La frase se repite en la boca de los socios una y otra vez. Sin querer revelar su identidad, por temor a ser sancionados y para “respetar el hermetismo” que mantiene la entidad, varios socios del Jockey Club, en diálogo con El Cohete a la Luna, justifican una realidad que data de 140 años: en el club no hay socias mujeres. Dicen que “son reglas que se mantienen desde hace años” y que “quienes asisten las aceptan porque les gusta la tradición”; que “el club no está preparado para el cambio”; que “así como las mujeres tienen sus espacios en la peluquería, nosotros tenemos estos encuentros en el club”; que “ninguna mujer se quejó hasta ahora”, ni tendrían por qué hacerlo, ya que “pueden disfrutar de las instalaciones”. Eso sí, “siempre y cuando las habilite su padre o su marido”.
Una resolución dictada el pasado 24 de junio por la Inspección General de Justicia (IGJ) cayó como desgracia en el Jockey Club de Buenos Aires, uno de los reductos más conservadores que, hasta el momento, permanecía intacto en nuestro país. Fundado por el ex Presidente Carlos Pellegrini en 1882, el club se consolidó durante décadas como un ámbito social para la elite porteña amante de las carreras de caballos, intentando emular a exclusivos clubes europeos para caballeros.
Por allí pasaron, y permanecen, miembros de las familias patricias de la Argentina y empresarios de renombre como los Blaquier, los Brown, el desarrollador inmobiliario Adolfo Sánchez Zinny, Juan Carlos Bagó o el bancario Ricardo Cavanagh. Y también varios ex Presidentes, desde Julio Argentino Roca, Hipólito Yrigoyen o Marcelo T. de Alvear, hasta Fernando de la Rúa y Mauricio Macri.
La resolución fue un golpe directo al corazón rancio de la institución. El organismo dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos intimó a la Asociación Civil Jockey Club a “respetar la diversidad de género” y a cumplir con la normativa vigente –Resolución General 34 de 2020 de la IGJ–, que establece que los órganos de administración y fiscalización de las asociaciones civiles “deberán estar integrados por la misma cantidad de miembros femeninos como masculinos”.
El club está conformado hoy por 6.000 socios activos, todos ellos varones, y las tres comisiones que lo manejan –la Directiva, la de Carrera y la de Interior– cuentan con 22 miembros, también hombres. En 2021, el Jockey pidió una excepción al cumplimiento de la resolución 34 y le fue otorgada. Lo hizo nuevamente este año, luego de que se renovaran sus autoridades, aún sin tener una sola mujer como socia activa. La respuesta de la IGJ fue otorgarle la excepción, pero además exigirle que en un plazo de 30 días “presente y reglamente” los mecanismos que faciliten el ingreso de mujeres al club. Además, lo intimó a “abstenerse de realizar cualquier práctica que importe la restricción de acceso de mujeres a la condición de asociadas de la institución".
La respuesta no se hizo esperar. Con la noticia, las redes sociales se llenaron de comentarios de hombres horrorizados por “la imposición” y en los grupos de WhatsApp de socios se acumularon las críticas y estrategias. “Es ridículo que un organismo del Estado intente decirnos qué debemos hacer dentro de nuestra institución”, dijo a este medio un abogado de una importante firma, miembro de la entidad desde hace 15 años. Mientras que otro asociado afirmó: “Vamos a apelar la medida porque no vamos a cambiar el estatuto”.
Usos y costumbres
La mayoría de los socios y de las mujeres que asisten al Jockey suponen que la restricción surge de la normativa de la institución. Sin embargo, su prohibición no está plasmada en el estatuto del club, como sí ocurría en el del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) hasta 2018, año en el que fue modificado por la asamblea y comenzaron a incorporar socias.
En el artículo 23 del estatuto del Jockey, que dispone las condiciones para ingresar, no se nombra al género de los aspirantes. “Es necesario ser mayor de edad, presentar una solicitud a la Comisión Directiva y llenar los demás requisitos que esta establezca”, aclara el documento. También determina que pueden asociarse personas que tengan parentesco directo con un socio y que si se trata de alguien que no tiene vínculo filial, la cuota de entrada –una suma que suele ser exorbitante– es determinada por la Asamblea General.
Ricardo Nissen, Inspector General de Justicia, explicó a El Cohete que “como el club dice que no puede integrar sus órganos con mujeres porque no tienen socias, fuimos a estudiar el estatuto para ver qué podíamos hacer, pero no hay ninguna cláusula prohibitiva respecto al género. Entonces, le dimos un plazo para que facilite la inscripción de mujeres, para que les informen la posibilidad que tienen de ser admitidas como socias activas en igualdad con los hombres”.
Los propios presidente y secretario general de la institución, Juan Mariano Villar Urquiza y Roberto Enrique Hornos, manifestaron como respuesta a una solicitud de información que hizo la IGJ que la entidad no prohíbe el ingreso de mujeres a la condición de socias activas. La resolución nombra una nota adjuntada al expediente en la que las autoridades aseguraron que "los estatutos de la Asociación Civil Jockey Club no incluyen ninguna restricción con relación al ingreso de mujeres”. Este medio intentó comunicarse con la Comisión Directiva del club para consultar sobre los mecanismos de ingreso a la entidad, pero las solicitudes no fueron respondidas.
Resulta llamativo entonces que aunque no exista una limitación en el estatuto al acceso de las mujeres como asociadas, la entidad no cuente con afiliadas femeninas. El club se rige entonces por usos y costumbres que terminan por discriminar a las mujeres. La IGJ concluyó que “el Jockey Club consolidó a lo largo de su historia, determinados patrones socioculturales que funcionaron –y aún funcionan– como mecanismos implícitos de restricción de acceso de las mujeres al órgano de gobierno de la entidad, así como una valla para acceder a la información necesaria que les permita solicitar su inclusión en la categoría de socias activas, en iguales condiciones que los hombres”.
Nissen explicó: “Existen varios elementos que muestran que en los más de 140 años de historia del club hubo una voluntad de que no haya socias mujeres, que se cumplió a rajatabla, pero no porque el estatuto determine como requisito para incorporar socios que estos sean hombres, sino porque no quisieron, no hay voluntad de incorporar socias mujeres activas”.
¿Qué dicen ellas?
Inés escuchó la célebre frase sobre “el club de caballeros” salir de la boca de su abuelo, su papá, su marido, e inclusive de su madre, cientos de veces. Asiste al Jockey Club desde muy chica. Hasta su mayoría de edad pudo entrar por ser hija de socio, pero mientras que a los 18 su hermano Jerónimo se convirtió en socio activo, ella debió asistir como invitada hasta que pasó a estar bajo el ala de otro hombre: su marido José, quien pudo asociarse por ser yerno de un socio vitalicio. No cuestionó el enunciado, que parecía tallado en bronce en su cabeza, hasta que evidenció el trato diferencial a su hija. “Me cansé de ver que Pilar no podía pasar a ciertas zonas del club por ser mujer, de ser testigo de que tenga que dejar la cancha de tenis si un hombre deseaba usarla, y terminó de enojarme ver cómo la institución incentivaba a que mis otros dos hijos varones se asociaran, pero no tenía ningún interés en que ella lo haga”, dijo a este medio.
Ana cuenta una historia similar. Dice que iba al club cuando era chica junto a su familia, pero perdió interés cuando en la adolescencia quiso practicar esgrima –como hacían su papá y sus hermanos– y no la dejaron por ser mujer. “Yo quería ir a Alvear con mi papá, pero no me dejaban entrar. Con mi mamá nos íbamos a dar vueltas por la zona cuando ellos hacían esgrima porque no nos dejaban pasar. Cuando crecí no quise ir más a hockey, ni pasar tiempo en San Isidro. Me di cuenta que era todo muy machista”, recuerda.
Pero no todas las mujeres del Jockey están en contra del rol que les fue designado. Alicia, esposa de un hombre de tercera generación de socios dijo: “Las reglas vienen del 1800. A la mayoría de las mujeres no nos molesta y a las que sí, se van a otro lado. A quienes vamos nos gusta que se respete la tradición y no queremos cambios”.
Las más de 3.000 mujeres –cifra estimativa– que asisten semanalmente al Jockey Club a hacer deportes o a participar de actividades sociales junto a sus familias tienen sus membresías atadas a las de un hombre, ya sea su padre o su esposo. Sus carnets dicen “esposa” o “hija”, ni siquiera “socia adherente”, como ocurre en otros clubes que también restringen su participación. Un divorcio puede hacer que las puertas se les cierren para siempre.
No son socias activas, no tienen voz ni voto, no participan de los órganos administrativos ni pueden votar a las autoridades. Tampoco pueden acceder a algunos sectores del Campo de Deportes en la sede ubicada en el Hipódromo de San Isidro, ni pisar la sede central, ubicada en la Avenida Alvear al 1300, en la Ciudad de Buenos Aires. Sólo pueden pasar al comedor junto a un socio varón. Están vedadas del gimnasio que funciona allí, del salón para hacer esgrima, del cuadrilátero de boxeo, de la pileta, la cancha de squash, del sauna y del baño turco. Sobre todo, no pueden asomarse a los suntuosos salones de muebles de roble y sillones de cuero que se usan para hacer sociales, jugar al bridge y fumar habanos.
La incorporación de mujeres como socias activas y en los órganos de poder podría cambiar por completo las dinámicas vetustas del club, lograr una apertura a nuevos grupos e inclusive resolver sus problemas para sostenerse. El Jockey lleva años incrementando su cantidad de afiliados vitalicios y necesita constantemente hacer campañas para que entren nuevos socios activos. Si se sumaran mujeres, la oferta sería más amplia.
En 2018, el Jockey sufrió un revés institucional por no incluir mujeres en su nómina. No fue elegido como una de las sedes de los Juegos Olímpicos de la Juventud porque el Comité Olímpico Internacional (COI) no aceptó un espacio que tuviera tratos discriminatorios entre sus deportistas. El entonces capitán de golf de la institución, Raúl Pizarro Posse, afirmó al diario La Nación: “No creo que la comunidad del Jockey esté dispuesta aún”.
Tras la decisión de la IGJ, el club tiene 15 días para apelar. Si lo hace, será la Justicia Civil y Comercial la que decida. “No tienen argumentos para seguir sosteniendo la no incorporación de mujeres. La decisión de la Inspección General de Justicia está en consonancia con todos los tratados internacionales en materia de igualdad de género, legitimados por la Constitución Argentina”, opinó Nissen.
Las mujeres del club no se mostraron tan optimistas. Inés afirmó: “Los hombres están furiosos. Dicen que no piensan cumplir con lo que impone el gobierno. Ni nos preguntan a nosotras si queremos ser socias”, mientras que Alicia afirmó que ya hay reuniones entre socios para que la medida no se aplique. Además, reveló que existe una preocupación más para los socios, que se charla en los salones, pero no sale del entorno del club: “¿Qué va a pasar el día que un socio se case con una persona de su mismo sexo y quiera habilitarla para que use las instalaciones del club?” Ana celebró la iniciativa del organismo estatal, aunque dijo que no tiene mucha fe en que se cumpla: “Al club lo dirigen personas muy conservadoras, que no están dispuestas a ceder espacio a las mujeres y mucho menos a las diversidades”.
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