Es el Estado
Por deserción de las corporaciones, el Estado ya ha ocupado el centro político
Gracias “Cacho” Otheguy
por haber demostrado que el Estado puede.
El 10 de diciembre del 2019 el Presidente Alberto Fernández se hizo cargo del gobierno recibiendo un Estado diezmado, en el que los Ministerios de Salud, de Ciencia y Tecnología y de Trabajo habían sido eliminados y en el cual la inversión en la creación de conocimientos, tanto científicos como tecnológicos, no solo había dejado de ser prioritaria, sino que era ubicada en el capítulo de los gastos inútiles. Alberto Fernández recibió un Estado sin recursos económicos, sumergido en una deuda impagable y con índices récord de pobreza e indigencia.
Las primeras acciones simultáneas del nuevo gobierno debieron enfocarse en renegociar la deuda externa, desarrollar políticas para frenar el crecimiento de la pobreza e indigencia y reconstruir los Ministerios de Salud, de Ciencia yTecnología y de Trabajo.
A los tres meses de gobierno llegó a nuestro país la pandemia que comenzó en China y se propagó por todo el planeta a velocidad aeronáutica.
Con el Estado aún en plena reconstrucción, Alberto Fernández debe liderar la defensa de la salud y de la vida de nuestra población.
La pandemia es enfrentada por el Presidente apoyando todas sus decisiones en el conocimiento científico nacional. Alberto Fernández se rodea de los más destacados infectólogos, epidemiólogos y científicos del país y tiene el valor necesario para aplicar la dura recomendación de los científicos: el Estado establece el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Paralelamente y usando el tiempo que se está ganando con el aislamiento obligatorio, el Estado equipa aceleradamente hospitales y laboratorios. El Instituto Malbrán, que había sido severamente desfinanciado y desacreditado por el neoliberalismo, está hoy trabajando con los recursos disponibles que se incrementan diariamente. Sus científicos lograron identificar la información contenida en el genoma de las cepas del virus que circula por nuestro país, lo que será de altísima utilidad para desarrollar tests más precisos y para rastrear las rutas por las que la infección penetró. La política de apoyarse en el conocimiento científico da resultados. Se pregunta el destacado científico Alberto Kornblihtt “hasta cuándo la ciencia y los científicos argentinos deberemos seguir rindiendo examen frente al establishment. ¿No hemos ya dado prueba suficiente de que sin ciencia local, seria y rigurosa, es imposible afrontar los múltiples problemas sociales, de salud y de producción que enfrenta nuestra sociedad?”
El Estado, en el puesto de mando, prioriza la preservación de las vidas por sobre la preservación de la producción y debe enfrentar a las grandes corporaciones que están dispuestas a sacrificar vidas no solo para conservar sus ganancias actuales, sino para avanzar en el disciplinamiento de obreros y empleados y así poder aumentar en el futuro sus tasas de ganancias. En el gráfico que sigue, actualizado diariamente por Marcela Goldschmit, se presenta una variable fundamental para monitorear la pandemia: la cantidad de días que le insume al virus duplicar la cantidad de infectados. Es claro cómo este parámetro crece ininterrumpidamente a partir de que se declaró el aislamiento obligatorio y esto significa el amesetamiento en la evolución de la pandemia.
Siendo que la indigencia es el caldo de cultivo óptimo para el virus, el Estado desarrolla políticas para proveer de alimentos a grandes sectores, ya sean indigentes o cercanos a la indigencia. Transfiere dinero a los estratos más pobres de la población y para defender su poder de compra establece precios máximos y vigila su cumplimiento. Asimismo, el estado trata de amortiguar el golpe que están sufriendo las pymes, ayudándolas a sobrevivir sin despedir a sus obreros y empleados.
Pasada la pandemia habrá que reconstruir el aparato productivo con la dificultad de que todos los países estarán reconstruyendo sus aparatos productivos al mismo tiempo, por lo que la puja por recursos y mercados será durísima. Deberá ser el Estado, con la gigantesca deuda externa a cuestas, el que organice y proteja la reconstrucción productiva.
Sin embargo, esta crisis nos dará la oportunidad de cambiar y mejorar.
No especulamos con que esta crisis implicará el fin del capitalismo. El modo de producción capitalista está construido sobre una clase que consume plusvalía y otra que la produce y esto no parece que vaya a ser destruido por efecto de la pandemia. La gran hecatombe de la Primera Guerra sirvió de marco a la revolución bolchevique, pero a diferencia de la pandemia, era una hecatombe iniciada por humanos y podía terminar con un nuevo régimen político; pero la pandemia conocida como “gripe española” (1918) no produjo la expansión internacional de la revolución.
Esta crisis deberá dar lugar a un capitalismo diferente.
El capitalismo actual —neoliberal— se basa en dos instituciones: la propiedad privada de los medios de producción y los mercados competitivos. La hipótesis es que desarrollando su economía sobre estas dos instituciones, las sociedades maximizan su creación de riqueza. En los llamados “mercados competitivos” teóricamente no debiera haber “fijadores de precios” y todos los participantes debieran ser “tomadores de precios”. La observación de la realidad muestra que esto no es así. En todos los mercados de productos y servicios las grandes empresas (GEs) fijan precios y en el mercado laboral fijan salarios. En la actual etapa, la etapa de la globalización, las GEs operan sin control efectivo ni de los gobiernos ni de las sociedades. Las decisiones que afectan los destinos de millones se toman en herméticas oficinas corporativas.
En la actual etapa neoliberal del capitalismo el rol central lo ocupan las corporaciones financieras y las ganancias que estas producen exceden largamente las ganancias productivas. Esto es así incluso en empresas con grandes plantas industriales y generadoras de innovaciones tecnológica (ver Mazzucato)
Ya antes de la pandemia el capitalismo, en su versión neoliberal, no ofrecía posibilidades para un desarrollo nacional autónomo e inclusivo.
Las GEs industriales y de servicios, por lo menos desde el '76, no contribuyen al desarrollo autónomo argentino porque globalizan sus cadenas productivas y además con mecanismos legales y paralegales le impiden al país acumular las divisas imprescindibles para un desarrollo autosostenido. Los bancos privados, aún desde antes de esta crisis, se adueñan del ahorro argentino impidiendo poder aplicarlo en las pymes y así crear puestos de trabajo. Su foco está en la alquimia de producir dinero a partir del dinero; en el capitalismo neoliberal los bancos no son, como fueron en otras etapas, parte del sistema productivo, sino que compiten con este sistema por los fondos disponibles.
Cuando llegó la pandemia, la imposibilidad del modelo capitalista neoliberal para atender las necesidades de la población se tornó dramáticamente evidente.
Durante la pandemia las GEs del sector salud, que habían venido dañando sostenidamente las economías familiares, no estuvieron a la altura de lo que hubieran debido hacer y en los diferentes países, en particular en el nuestro, la salud pública desfinanciada y ninguneada por el neoliberalismo debió asumir el rol central en la defensa de la sociedad, aún con la muy preocupante falta de equipos de protección personal para médicos, médicas, enfermeros y enfermeras, tema que urge resolver. Las GEs farmacéuticas, que han construido imperios financieros utilizando los aportes directos de los Estados y estableciendo precios abusivos para los medicamentos, demostraron solo estar interesadas en aprovechar la pandemia para obtener súper-ganancias.
Las GEs industriales despiden obreros, teniendo espaldas suficientes para contribuir a que no crezca el número de argentinos en la indigencia. Los bancos privados siguen trabando los créditos a las pymes aun cuando ahora son vitales para esas empresas y para los trabajadores que de ellas dependen.
El neoliberalismo, sin embargo, no es la única versión posible del modelo de producción capitalista.
China ha desarrollado un capitalismo alternativo, el socialismo de mercado, que mantiene la institución del mercado con control gubernamental pero no la propiedad privada de los medios de producción.
Existe el llamado modelo keynesiano, el de la época de los Estados de Bienestar, en el que si bien la propiedad privada de los medios de producción se mantiene, el Estado juega un rol central en el ordenamiento del sistema productivo.
Hoy en nuestro país, por deserción de las corporaciones, el Estado ya ha ocupado el rol central en lo político, en lo sanitario, en lo económico y en lo productivo. Pasada la pandemia no se debe retroceder al neoliberalismo que no nos sirvió antes de la pandemia para desarrollarnos ni nos sirve para enfrentar la pandemia.
El desarrollo argentino debe disponer sin trabas del ahorro argentino; para esto es necesaria la nacionalización de los depósitos bancarios, lo que no significa expropiarles sus acciones a los accionistas de los bancos privados, sino obligarlos a operar bajo las directivas del estado. En el '46 y en el '73 nuestro país recorrió esta experiencia, que en ambos casos fue abortada por golpes restauradores de privilegios.
Las globalizadas GEs industriales y de servicios han recibido subsidios directos de los diferentes gobiernos y subsidios indirectos como son el sistema de salud estatal-sindical que usan sus empleados y empleadas; el sistema educativo estatal; la formación, sin costo para las GEs, de profesionales universitarios en nuestros claustros, profesionales que eventualmente serán sus empleados; las infraestructuras de caminos, energías y data, que financió históricamente el Estado y ellas utilizan pagando solamente los costos variables. Este uso privado de los bienes sociales es asimétrico, es decir: las sociedades pagan y las GEs usan. Es indispensable un mecanismo por el cual el estado controle el funcionamiento de las GEs impidiendo la continuidad de esta asimetría. Nuevamente, no estamos proponiendo la expropiación de propiedad privada: proponemos que el Estado controle variables altamente sensibles como los porcentajes de producción exportados y vendidos localmente, el comercio inter-empresas y las transferencias de divisas al exterior, el porcentaje de ganancias que se reinvierte y el que se distribuye entre los accionistas y el desarrollo local de cadenas de proveedores.
El rol de las empresas públicas debe ser, como siempre, el de impulsar las innovaciones tecnológicas locales trabajando en red con el sistema nacional de C y T y con pymes; tal como lo ha hecho históricamente INVAP bajo el lema “el conocimiento y el talento, en trabajo multidisciplinario, generan un efecto multiplicador de desarrollos. Siempre creímos que confiar en la capacidad de nuestros profesionales era la decisión más inteligente para el país”.
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