Una de las cosa que me más me gustan de esta sección es que nunca sé de antemano de qué va a ir cada semana. Luego de la locura de viernes y sábado, escribiendo mi nota y editando no menos de veinte ajenas para la edición del domingo, el lunes me permito boludear sin urgencias, me dejo llevar por las múltiples corrientes de la web que te pueden dejar en cualquier parte. Hasta que encuentro algo que me atrae y me detengo a escuchar. Muy a menudo se trata de las cosas que me marcaron a lo largo de mi vida, sonidos de infancia, amores pasados, que pongo en las pocas palabras imprescindibles para que puedas asomarte a esas historias sin ser impúdico. Hago la selección, la subo y la voy escuchando durante toda la semana, hasta que termino de escribir.
Pero también me detengo en territorios desconocidos, porque me encanta descubrir cosas nuevas: nuevas para mí, claro, aunque puedan ser viejísimas. Me dejo llevar y te invito a que me acompañes con el deseo de que sientas el mismo placer único que a mí me produce la música.
Esta semana me topé con la rosarina Luciana Elizondo, que se perfeccionó en Italia y Suiza, con su viola da gamba, y diversos acompañantes. Creadora del conjunto Pro Música Antigua de Rosario, dirige allí desde 2008 un festival de música antigua. Aquí algunos temas seleccionados al azar, que incluyen una clase para pibes y pibas en Italia, de 7 a 9 añitos o añitas, como hay que decir ahora. La clase de Luciana te la dejo para el final, por si te embola. Pero si te la bancás completa, tiene premio: la carita de esas criaturas es conmovedora. La humanidad estará perdida, pero estos momentos son sublimes.
Peligro de digresión 1: la semana pasada, en la extraordinaria fiesta de cumple 40 años del CELS, se leyó la declaración universal de los derechos humanos en un lenguaje que más que inclusivo era exclusivo. Por ejemplo, tode persone tiene dereche, etc etc. Ni Saborido y Capusotto lo harían mejor. Fue un hit.
Peligro de digresión 2. Leyendo los apellidos de los nenes y de las nenas que estudian con Luciana en Italia, me acordé de un relato del exilio de Juan Gelman. Un compañero que debió hacer un trámite en Roma volvió alborotado a la casa organizativa. Tuvo que buscar un número en la guía telefónica y no se podía aguantar de compartir su descubrimiento: "Esto está lleno de apellidos argentinos". Con Juan nunca sabés si è vero o ben trovato, como las traducciones de Sidney West, uno de sus heterónimos.
La sonata de Domenico Zipoli no sólo es de una belleza absoluta. Además se trata de una de las primeras piezas barrocas compuestas en América. Zipoli era contemporáneo de Bach y discípulo de Scarlatti. Hizo música en las misiones jesuíticas del Paraguay y no llegó a ordenarse sacerdote porque estaba vacante la diócesis de Córdoba, donde murió en 1726, a la avanzada edad de 38 años, aún más longevo que Mozart. Qué pena, a qué edad tenían que partir. Pienso que importó la música europea a América y trato de imaginarme la impresión de sus oyentes. Después de Zipoli se me coló un trío de viola, violín y clave que no supe cómo cortar, pero podés saltártelo con un clic y pasar al video siguiente. Después del Silbador, del Cuchi Leguizamón, Jorge Marziali le canta a Manuel Castilla, con la guitarra de Juan Falú.
La inteligencia artificial de YouTube, muy superior a la mía de dotación, te propone lo que supone que te va a gustar. Si estás escuchando a Luciana, te sugiere a Esmeralda Spalding, a quien sí conocía, que toca el bajo y cantando es una chiflada pura inspiración.
Yo paro aquí para no abrumarte, pero si tenés ganas y tiempo podés ir picoteando en YouTube, y después nos contás dónde fuiste a parar.
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