Entre las pantallas y el hospital

No hay salud sin salud mental, no hay salud mental sin justicia social

 

Al filo del cierre, la salud mental se coló entre los temas de las campañas presidenciales. En la segunda ronda del debate televisivo, contra toda corrección política, la palabra “mogólico” saltó, en la intervención de Patricia Bullrich, de los chistes en las redes al límite de lo decible como descalificación. Sergio Massa, candidato a Presidente por Unión por la Patria, aprovechó la ola y en la misma semana esgrimió una propuesta de una evaluación psicotécnica de los candidatos y se reunió con un niño autista.

El 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. Este año, por primera vez, la Argentina fue sede de la Cumbre Mundial de Salud Mental, realizada en el Centro Cultural Kirchner. En el acto de apertura, la ministra Carla Vizzotti reconoció como una decisión política la asignación del 10% del presupuesto del Ministerio de Salud a la salud mental, en cumplimiento con la Ley Nacional 26.657. Enfática, Vizzotti sostuvo: “No hay salud sin salud mental. No hay salud mental sin justicia social”.

El mismo día, a pocos kilómetros del centro de CABA, en la Universidad Nacional de Lanús, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, participó de la Jornada Provincial de Salud Mental. Más allá del cumplimiento de la ley, que exige la puesta en marcha de un modelo abierto de internación, Kicillof destacó que pensar la salud mental desde una perspectiva de derechos es también atender a las demandas de atención primaria y discutir la individualización de las prácticas de atención.

Si a comienzos de la pandemia por Covid-19 se temía por la situación general de las personas mayores, con el diario del lunes los problemas a largo plazo parecen afectar principalmente a la salud mental de los niños y los jóvenes. A escala global esta situación fue rápidamente percibida y en 2021 UNICEF centró el informe del Estado Mundial de la Infancia en la salud mental. En la Argentina esta situación se combina y agrava con la crisis económica y política.

Diversos análisis de opinión pública han relevado la voz de los jóvenes, para muchos de los cuales el problema no escapa de la lectura binaria de “privilegios” y “pérdidas”. Quienes tuvieron la posibilidad de recibir asistencia profesional durante y después de la pandemia se sienten victoriosos emergentes y privilegiados. Quienes no la tuvieron reconocen su posición de desigualdad.

Un estudio realizado por el Observatorio Social de La Universidad Nacional de La Matanza en mayo de este año revela también que, a pesar de los esfuerzos que se hacen desde diversos organismos públicos, hay un gran desconocimiento sobre los centros comunitarios, y que la atención en materia de salud mental sigue siendo percibida como un servicio al que acceden quienes pueden pagar.

 

 

Tomé siete Rivos, creo que necesito ayuda

 

Mi money go dumb, tengo plata pelotuda

Tomé siete Rivo', creo que necesito ayuda

En Argentina yo y Los Ramone' en NYC

La vida es triste, lo siento, pero es así

 

Dillom es un joven cantante argentino de trap que se caracteriza por explorar una estética visual, sonora y lírica plagada de referencias al género terror. En sus canciones, lo que rima conjuga los clichés del género con una poética dislocada, cercana al sarcasmo. En la canción Pelotuda, el éxito económico pega con el consumo de la marca más reconocida de Clonazepam, un fármaco con propiedades sedantes. Fuera del registro de la ostentación, el verso remata pidiendo ayuda.

 

 

¿Es la canción de Dillom indicio de la normalización del consumo de psicofármacos entre los jóvenes? Si bien no hay datos puntuales sobre franjas etarias, el Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad de la Confederación Farmacéutica Argentina informó que en 2022 la venta de psicofármacos alcanzó el 6,7% del mercado total de venta de medicamentos y el 41% del mercado de los medicamentos que afectan el sistema nervioso central. Entre ellos, el Clonazepam es el principio activo más comercializado. En el rubro, el consumo de antidepresivos es el que más se mantiene en aumento desde 2019.

No puede sacarse ninguna conclusión de una sola canción. Pero sí vale la pena resaltar que en el remate de la estrofa (“la vida es triste, lo siento, pero es así”) se expresa una resignación que amerita ser escuchada literalmente.

En consonancia con las estadísticas nacionales y el diagnóstico de varios profesionales del ámbito privado, Natalia Shaposnik, psicóloga y coordinadora del Equipo de Niñez del Hospital Zonal General de Agudos Manuel Belgrano, del partido de San Martín, sostiene que en los últimos tiempos aumentaron las consultas y la gravedad de las situaciones. Aunque las problemáticas por las cuales se acercan parecieran no haberse modificado significativamente, “sí hay mayor gravedad de los cuadros en muchos casos. Esto también tiene relación con el deterioro social y las pocas redes con las que cuentan”, postula Shaposnik.

La búsqueda de diagnósticos específicos es una demanda recurrente que motiva a los padres a consultar por los niños y las niñas. Pero en el caso de las y los jóvenes se repiten las consultas por identidad de género, crisis de angustia, auto-lesiones e intentos de suicidio.

Según la Organización Mundial de la Salud, el suicidio es la cuarta causa de muerte entre adolescentes y jóvenes de 15 a 29 años. Mujeres y jóvenes son los más afectados en los países con menores ingresos. Entre 2018 y 2020, según el Ministerio de Salud, en la Argentina el grupo más afectado fue el de 20 a 29 años.

En el marco de la cuarentena por Covid-19, en la Provincia de Buenos Aires advirtieron que en algunos municipios las tasas locales de mortalidad por suicidio en adolescentes de entre 10 y 19 años comenzaban a crecer e incluso competían con las más altas a nivel nacional y mundial.

Esta situación llevó a la creación de una Guía para la formación de Mesas Interseccionales Locales, para la prevención y anticipación. Contrario a lo que se cree desde el sentido común, hablar de suicidio no lo alienta y, al contrario, puede ayudar a evitarlo.

 

Qué otros sean lo normal

Mientras los organismos públicos se abren al reconocimiento de las deudas pendientes en un paradigma de salud mental como derecho humano, en los feeds de las redes sociales y al servicio de algoritmos a la carta ganan espacio y visibilidad los contenidos narrados en primera persona. En la mayoría de los casos se trata de personas usuarias del sistema de salud mental que se reconocen y reclaman ser reconocidas en términos identitarios como “neurodiversas”.

Victoria Irisarri, especialista en medios digitales y docente de la cátedra Halpern de Antropología Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, sostiene que, aunque el celular está presente en la vida cotidiana de todos, no siempre ni todos lo usan de la misma forma. La pantalla del celular es fuente de información, de entretenimiento y comunicación. Y lo es todo junto y al mismo tiempo. En temas relativos a la salud, los medios digitales están redefiniendo las barreras de lo íntimo.

Irisarri señala que el consumo de contenidos sobre salud en redes tiene dinámicas propias. A diferencia del segmento o el programa en la radio y en la televisión, las redes sociales digitales no tienen corte sino que habilitan la posibilidad de la consulta permanente y permiten la reproducción de imágenes e historias traumáticas “en loop”, de manera repetitiva. Al mismo tiempo, son espacios de conformación de comunidades de sentido, de reconocimiento de síntomas y encuentro con otros que tienen los mismos padecimientos.

Entre los perfiles argentinos en Instagram que producen contenidos desde una perspectiva de la neurodiversidad se encuentran: Ilay Ventura @ilayventura (510.000 seguidores), Julieta Mor @_julietamor (38.300 seguidores), Espacio TDAH de Lucia Miri Echavarria y Norma Echavarria (65.600 seguidores) y Julia Saggini @lajuliaeva (22.700 seguidores). Como recurrencia, en la mayoría de los casos comparten ser personas con diversos grados de tránsito por la universidad, mujeres e integrantes de población LGBTQI+ que comenzaron a publicar contenidos de salud mental, al menos con estos perfiles, en el marco de la pandemia por Covid-19.

Desde la experiencia personal, estos perfiles acercan propuestas sobre la gestión de las emociones que van desde recomendaciones de lecturas, estrategias de organización cotidiana, talleres y reflexiones sobre la toma de medicación. Neurodivergencia y neurodiversidad parecieran ser categorías de un movimiento identitario en formación que busca desmarcarse de la mirada normalizadora de la psiquiatría más tradicional.

Fran Castignani (@cuscusilly en Instagram) es politóloga, docente universitaria (UBA/UNPAZ), escritora transfemenina y, en sus propios términos, prefiere nombrarse como una persona que “habita el Asperger”. Por su experiencia personal, se sintió motivada a crear dispositivos de encuentro colectivo llamados “asamblea de malestares”, grupos de apoyo mutuo que funcionan como espacios de encuentro entre personas con malestares similares. En 2019 fue parte de la fundación de Orgullo Loco Buenos Aires, un incipiente grupo con expresiones similares en España, Chile, México y Perú, entre otros países.

Consultada por su acercamiento a la categoría “neurodiversidad”, explica que fue resultado de la experiencia propia con la psiquiatría y el tratamiento de la depresión. “Recurrimos a este término como una manera de hacer un llamado a la justicia social. Una manera de decir que ningún cerebro funciona igual que otro y que es necesario crear acceso y apoyo para quienes no funcionamos como el cerebro fijado como normal por la psiquiatría y las ciencias psicológicas hegemónicas”, señala. En este sentido, considera que la Ley de Salud Mental es “una ley que marca el camino, un insumo fundamental para dar discusiones al interior de las instituciones y los activismos”.

 

De las pantallas y los hospitales a las campañas

Las y los psicólogos consultados señalan que neurodiversidad no es todavía una categoría que guíe las consultas que llegan a los hospitales, atravesados principalmente por las emergencias. Pero algo de lo que esa categoría expresa, en tanto preocupación urgente con potencia identitaria, sí parece haber llegado a los bunkers de campaña y a las oficinas públicas de todos los niveles de gobierno.

La educación superior tampoco es ajena a esta situación. En la Universidad Nacional de Quilmes elaboraron un Protocolo para identificar, contener, acompañar y derivar situaciones de urgencia y emergencia en salud mental y consumos problemáticos. Es el primero en el sistema universitario nacional en tener alcance de resolución y es resultado de una necesidad advertida por profesores, estudiantes y trabajadores administrativos ante el aumento de situaciones de emergencia en los últimos años y ante la falta de mecanismos claros sobre cómo proceder.

Daniel González, director del Departamento de Ciencias Sociales de la UNQ que impulsó la redacción del protocolo, dice que la articulación con otros organismos del Estado es indispensable, pero que también se necesita “que toda nuestra comunidad no estigmatice a las personas a las que se identifica vinculadas a problemática de salud mental. Que todos sepamos de qué hablamos cuando hablamos de salud mental, y para eso necesitamos capacitarnos”.

En la jornada en la Universidad Nacional de Lanús, Kicillof mismo reconoció que asistimos a un cambio cultural en materia de tematización de la salud mental. En el marco de la recuperación de demandas, tras el retorno de las clases presenciales, “pensábamos que nos iban a venir con demandas del estado de los edificios y lo que nos pidieron todos los pibes y las pibas es que nos ocupáramos de la salud mental en las escuelas de la provincia de Buenos Aires”, señaló el gobernador.

Algunos municipios y espacios políticos han empezado a tomar nota de ese reclamo. Entre las 50 propuestas de Damián Selci para la intendencia de Hurlingham, la creación de un Centro de Salud Mental Juvenil ocupa el quinto lugar. También el candidato de Unión por la Patria en la Ciudad de Buenos Aires, Leandro Santoro, presentó un Plan Integral de Salud Mental organizado en torno a la prevención, la emergencia y la atención. Incluso en lo que tienen de oportunistas, lo que estas propuestas exponen es que en un presente marcado por el pluriempleo y salarios en picada, las preocupaciones y malestares en todos los aspectos de la vida cotidiana están haciendo temblar las bases de apoyo electoral.

 

 

 

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