Una tormenta perfecta se cierne en el horizonte y amenaza la continuidad de la vida en el planeta. En su interior, los vientos huracanados se enroscan diabólicamente y van tomando velocidades insospechadas. Su capacidad destructiva afecta a diario todos los órdenes de la vida social. En el centro hay un ojo, un agujero que deja ver un cielo sereno y en calma. Paradójicamente, está rodeado por un anillo de paredes espesas y negras que concentran el mayor poder destructivo de la tormenta. Es, pues, un ojo engañoso: su luminosidad esconde sus turbulencias. En los tiempos que corren, sin embargo, el mundo empieza a atisbar esa violencia que brota por los poros de un relato que naturaliza la guerra.
Una invasión inminente: implicancias políticas
Tiempo atrás, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Presidencia de Estados Unidos, anunció una “invasión inminente” de Rusia a Ucrania que sería detonada por un incidente fraguado (flag operation) por Rusia en la zona ucraniana de habla rusa [1]. El pasado viernes 11 de febrero, estas acusaciones cobraron intensidad febril. Advirtiendo que la invasión se concretaría el miércoles 16, el gobierno norteamericano anunció otro crédito de miles de millones de dólares e inmediato a Ucrania para la compra de armas, aumentó su envío de material bélico a ese país y cerró su embajada. Algunos gobiernos europeos hicieron lo propio.
Desde un inicio, el gobierno ruso negó la posibilidad de una invasión a Ucrania y justificó la concentración de tropas en territorio ruso cerca de la frontera con este país y en Bielorrusia como parte de ejercicios militares planeados y anunciados desde tiempo atrás. Una vez finalizados, las tropas rusas volverían a sus cuarteles de origen. Asimismo, acusó al gobierno norteamericano de hacer “terrorismo mediático” para no dar respuesta a las demandas de seguridad nacional planteadas por Rusia que analizamos el domingo pasado en El Cohete. En paralelo, Vladimir Putin continuó negociando con el canciller alemán con el fin de hacer cumplir los acuerdos de Minsk de 2014, , en los que se reconoció el derecho a la autonomía de la región ucraniana de habla rusa.
La presión de la Casa Blanca sobre los medios de comunicación para que acepten su versión de los hechos sin pruebas concretas [2] trajo a la memoria colectiva la invasión norteamericana a Irak, fundamentada en la falsa acusación de tenencia de armas de destrucción masiva por parte del gobierno de ese país. Así, la retórica belicista empezó a desenmascarar la esencia de un relato basado en la manipulación explícita y subliminal de la información. Basándose en la naturalización de la violencia, la repetición al infinito de noticias falsas y de desinformación, el gobierno norteamericano ha buscado detonar el miedo para bloquear la oposición a su expansión militar. Este mecanismo esconde la imposición de los intereses específicos de un sector que nada tiene que ver con los de la población norteamericana. Poco a poco, la censura a la prensa y los objetivos que esta persigue empiezan a salir a la intemperie.
Esto ocurre en un contexto político marcado por una revelación suscitada el viernes 11: la posible vinculación de algunos funcionarios actualmente a cargo de la política exterior con los intentos de desestabilización del gobierno de Donald Trump (Russiagate). Esto ha colocado a la credibilidad del discurso oficial y a la legitimidad de las instituciones políticas en el centro de la escena.
Russiagate y guerra
El Russiagate fue un operativo político montado por facciones de los organismos de inteligencia, del establishment del Partido Demócrata y de neoconservadores republicanos de la era Bush, para destituir a Trump de la Presidencia por su supuesta connivencia con el gobierno ruso para ganar las elecciones de 2016. Este operativo tuvo distintas fases, se extendió a lo largo del gobierno de Trump y no pudo lograr su objetivo a causa de la oposición republicana en el Senado. Ahora, las intrincadas relaciones entre sus principales actores empiezan a estallar a plena luz del día en un marco de alta tensión geopolítica y de creciente militarización de la política internacional norteamericana.
El viernes 11 tomó estado público una presentación judicial del abogado John Durham (special counsel), designado en 2019 para ahondar en las “raíces profundas” de la investigación del FBI sobre la supuesta connivencia de Trump con el gobierno ruso [3]. Su labor inicial se transformó rápidamente en una investigación criminal. El 17 de septiembre de 2021 comenzó el juicio criminal contra Michael Sussmann, abogado de la campaña electoral de Hillary Clinton, por mentir ante las máximas autoridades del FBI con relación a supuestas conexiones secretas entre Trump y un banco ruso: el Alfa Bank [4]. En noviembre del mismo año acusó penalmente a Igor Danchenko [5] –miembro de la Brookings Institution y vinculado a las autoridades del Partido Demócrata– por mentir ante el FBI y fabricar con fuentes e información falsas el “Steele dossier”, uno de los pilares que sirvió de base para las acusaciones judiciales y legislativas de supuesta connivencia entre Trump y el gobierno ruso.
El 11 de febrero, Durham agregó nueva información al expediente judicial contra Sussmann que vincula a un ejecutivo de una empresa tecnológica relacionada con la campaña presidencial de Hillary Clinton (Rodney Joffe) con el espionaje de los servidores de la campaña presidencial de Trump y de la Casa Blanca, para “obtener información perjudicial sobre el Presidente Trump”. Para ello se utilizó información digital secreta de la Oficina Ejecutiva del Presidente, “obtenida a través de arreglos sensitivos” e información “privada y sensitiva”, recabada en los servidores de empresas e instituciones relacionadas con Trump. Toda esta información fue manipulada con el objetivo de fabricar una conexión con direcciones de protocolo de internet (IP) afiliadas a un proveedor ruso de teléfonos móviles y al Alfa Bank ruso. El informe producto de esta manipulación fue presentado a operativos de la CIA el 9 de febrero del 2017. En su presentación, Durham sostuvo que “no identificó ninguna evidencia” que sustancie las denuncias vinculadas a relaciones entre Trump o su campaña electoral con el servidor ruso y/o el Alfa Bank”.
Las implicancias de este expediente son enormes. Por un lado, confirma la reiterada aseveración de Trump de que tanto su campaña electoral como su gobierno “fueron espiados” en connivencia con las autoridades del Partido Demócrata. Asimismo, la nueva información vincula a Jake Sullivan con el inicio del operativo Russiagate y su posterior desarrollo. El 31 de octubre del 2016, muy poco antes de las elecciones que consagraron a Trump, Hillary Clinton tuiteó las declaraciones de Sullivan –por ese entonces su principal asesor de política internacional– en respuesta a un artículo que mencionaba el supuesto descubrimiento de una conexión secreta entre servidores de Trump , el banco ruso Alfa Bank y un servidor soviético. Según Sullivan, “este podría ser el link más directo descubierto hasta ahora que une a Trump con Moscú (….) y explica la adoración de Trump por Vladimir Putin” [6]. Este alegato, reiterado hasta el cansancio, dio origen al Russiagate. Por último, y no menos importante, la nueva información aportada por Durham vincula al Russiagate con la CIA. Este organismo, que tiene prohibidas las operaciones de inteligencia en territorio nacional, aparece ahora involucrado en el espionaje de ciudadanos norteamericanos e incluso del entonces Presidente.
Estas revelaciones cayeron como una bomba entre los republicanos en el Congreso, quienes salieron inmediatamente a denunciar un escándalo “peor que el de Watergate”, aquel que le costó la Presidencia a Richard Nixon. El propio Trump advirtió que “aquellos involucrados en este operativo y que conocían esta operación de espionaje deberían ser procesados criminalmente” [7]. El miércoles, Hillary Clinton acusó a Trump y a los republicanos de propalar fake news para distraer “del verdadero escándalo (…) cuanto más se exponen sus delitos, más mienten” [8]. Aludía así a las investigaciones sobre el rol de Trump en la instigación de los incidentes del 6 de enero del 2021 en el Capitolio, que demócratas y republicanos (neocons) impulsan en el Congreso y que podría impedir una futura candidatura del ex Presidente.
El fragor en torno a la investigación de Durham fue acompañado por un nuevo envión de la retórica belicista. El Presidente Joe Biden anunció el jueves que el riesgo de invasión rusa en Ucrania seguía siendo muy alto; su secretario de Estado advirtió ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un inminente ataque con armas químicas por parte de Rusia y el titular de la OTAN anunció el envío de más tropas a países lindantes con Rusia. A su vez, Rusia acusó al gobierno norteamericano de no contemplar sus demandas de seguridad nacional y Bielorrusia anunció su disponibilidad a emplazar armas nucleares en su territorio para impedir el avance de la OTAN [9]. Hacia el viernes, los incidentes bélicos en la Ucrania rusoparlante habían crecido en intensidad y los dirigentes de estas repúblicas anunciaban la evacuación masiva de mujeres, niños y ancianos hacia territorio ruso.
El por qué de la guerra con Rusia
El conflicto con Ucrania se inserta en una estrategia global de enfrentamiento con Rusia, que desde fines de la Guerra Fría ha servido para expandir al presupuesto bélico norteamericano, los negocios de las corporaciones que producen para la guerra y la creciente presencia militar de la OTAN en las proximidades de Rusia.
En el último año el Congreso norteamericano aprobó un presupuesto militar de 778.000 millones de dólares, que supera en 25.000 millones de dólares a lo que pedía el Pentágono. El gobierno de Biden mantuvo además las estrategias de gasto y la definición de enemigos de la era Trump [10].
Siendo tres veces superior al presupuesto militar chino y varias veces al ruso, el presupuesto militar norteamericano se alimenta de la demanda insaciable de los lobbies de las corporaciones que producen armamentos. Hoy más de la mitad de los miembros de la Comisión de Estrategia de Defensa Nacional (National Defense Strategy Comission) –dependiente del Congreso Nacional y encargada de analizar críticamente el presupuesto del Pentágono– está integrada por consultores de las corporaciones que producen armamentos y/o miembros de think tanks financiados por estas corporaciones. Entre estos últimos se cuentan los organismos especializados en relaciones internacionales, tradicional semillero de los funcionarios a cargo de la política externa [11].
Esta política anti-rusa también ha estado insertada en las luchas internas entre facciones: empresariales, de los organismos de inteligencia por el control de la política exterior norteamericana y de los partidos políticos (incluidas ONGs y think tanks asociados a los mismos). El Russiagate expresa esta puja que, ante la proximidad de las elecciones de medio término, ha entrado en una nueva fase.
La política anti-rusa y la actual retórica belicista están enraizadas en una radicalización de los conflictos internos en el marco de una profunda crisis de legitimidad institucional. Esto contribuye a erosionar aun más la credibilidad del relato oficial ante aquellos que lo votaron. Según una encuesta realizada recientemente, el 66% de los demócratas encuestados que siguen las investigaciones del consejero especial John Durham sobre el Russiagate consideran que Hillary Clinton y sus principales asesores deberían ser procesados. La proporción de republicanos e independientes es aún mayor: 91% y 65%, respectivamente [12].
Finanzas en tiempos de guerra y el FMI en la Argentina
La tensión geopolítica en torno a Ucrania ha impactado severamente a los mercados, provocando una volatilidad extrema, pérdida del valor de los activos financieros, aumento de la inflación internacional y un nuevo cimbronazo sobre las cadenas de valor global. Esta tensión geopolítica obedece a un realineamiento de fuerzas a nivel internacional y a conflictos internos que no se resuelven en el corto plazo, situación que agudiza la trampa en la que se encuentra la Reserva Federal, que no puede subir las tasas de interés para enfrentar a la inflación sin producir un estallido del altísimo endeudamiento privado y público. Hoy la economía norteamericana necesita 12 dólares de deuda para generar 1 dólar de crecimiento económico y más del 25% de sus empresas son zombies que no generan ingresos suficientes para pagar los servicios de sus deudas. Si la Reserva no hace nada, la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Haga algo o no haga nada, la recesión es inminente. Con esta perspectiva, un prestigioso estratega financiero y ex funcionario de la Reserva [13] llega a la conclusión de que “se necesita un momento Volcker” [14]. En la práctica, esto sería provocar deliberadamente un crash financiero [15]. Así, pareciera que las tensiones geopolíticas empiezan a configurar un escenario financiero que tendrá efectos devastadores sobre el mundo entero.
Sin embargo, y a pesar de las incertidumbres, se advierte que el mundo marcha hacia un mayor proteccionismo y desacople de las cadenas de valor global y a rápidos cambios de la arquitectura financiera internacional. Las tensiones geopolíticas han acelerado estos cambios. Esta semana se ha anunciado un “aceleramiento de la disposición” del FMI a firmar el acuerdo con la Argentina, que –según parece– habría sorprendido gratamente a los funcionarios argentinos [16]. Tal vez la razón de esta celeridad del board del staff técnico del Fondo para aprobar el nuevo acuerdo antes de marzo resida en la creciente precariedad financiera internacional. En este contexto, el FMI cumple un rol crucial al profundizar la dolarización y el endeudamiento creciente de los países periféricos.
El actual acuerdo es insostenible. Reproduce y profundiza al endeudamiento ilimitado, legitima una deuda odiosa e ilegítima incluso para los estándares del propio FMI. Lejos de generar un espacio para el crecimiento y la estabilidad política, agudizará la desestabilización provocada por los “factores de poder interno” sumados al macrismo, preparando así el terreno para un cambio político en 2023. Las críticas recientes del prestigioso economista Willem Buiter [17] vuelven a reafirmar la insostenibilidad de este nuevo acuerdo, que también viola los cuatro criterios de acceso excepcional que el mismo FMI estipula para los créditos que otorga.
Hoy la Argentina está en una situación de mayor vulnerabilidad respecto a la que tenía Mauricio Macri al contraer el préstamo. Más allá de los artilugios que se articulen para oscurecer el ajuste, el mismo ya se expresa en distintas medidas anunciadas, entre ellas, el fin a la concesión de nuevos planes sociales [18]. El gobierno ha puesto la credibilidad de su palabra y las promesas realizadas a sus votantes a discreción del FMI y sus imposiciones y evaluaciones trimestrales. La palabra es la esencia del relato oficial, que en su origen tuvo una clara épica. Si esta se pierde, se pierde el capital político.
[1] zerohedge.com, 04/02/2022.
[2] https://www.youtube.com/watch?v=_DTSSvtg19I&t=204s
[3] Nombrado Procurador del Estado de Pennsylvania por Trump en 2017, John Durham tenía una prestigiosa carrera de muchos años en el sistema judicial, donde a lo largo de gobiernos republicanos y demócratas investigó a las mafias de distintos estados y a operaciones delictivas ocurridas en el seno de los organismos de inteligencia (CIA, FBI).
[4] justice.gov, 16/09/2021.
[5] justice.gov, 03/11/2021.
[6] “Statement of Jake Sullivan on new report exposing Trump’s secret line of communication with Russia”, twitter.com, @HillaryClinton, 31/10/2016.
[7] pogo.org.
[8] zerohedge.com, 16/02/2022.
[9] zerohedge.com, 18/02/2022.
[10] defense.gov, 20/11/2021; responsiblestatecraft.org, 30/11/2021.
[11] pogo.org.
[12] nypost.com, 13/02/2022.
[13] Morgan Stanley, entre otros, zerohedge.com, 13/02/2022.
[14] En referencia a Paul Volcker, presidente de la Reserva que controló la inflación a principios de los '80 subiendo las tasas de interés más de un 20%.
[15] Zoltan Poszar, zerohedge.com 17/02/2022.
[16] bae.com, 18/02/2022.
[17] Willem Buihert, project-syndicate.org, 16/02/2022.
[18] infobae.com, 17/02/2022.
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