Elija su propia soga

El absurdo de lxs jubiladxs que votan gobiernos neoliberales

 

Mario Benedetti reflexionó, en El cumpleaños de Juan Ángel, que “en realidad, la realidad es la única eterna”. Esta verdad respecto de que la realidad es algo que no se puede desconocer parece ser olvidada por los jueces argentinos más de la cuenta. El 22 de agosto se cumplieron 27 años de la sanción de la reforma constitucional de 1994, y con ella de la incorporación de numerosos tratados internacionales de derechos humanos, entre ellos la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que tiene por ende jerarquía constitucional y prevé en su artículo 22 el reconocimiento de la seguridad social como un derecho humano. Pero, por lo visto, esta realidad eterna permanece aún desconocida para los jueces, los camaristas de la seguridad social y los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Para probar el comportamiento amanuense de la Corte Suprema basta recordar que tiene cajoneado desde hace más de 34 meses un amparo que presenté, pidiendo una definición sobre esta cuestión, y también que declare la inconstitucionalidad de la ignominiosa fórmula de movilidad dictada en diciembre de 2017, que les quitó a los beneficiarios de la seguridad social más del 20% de sus haberes en sólo dos años. Como puede verse, la realidad es eterna para algunos, para los más débiles, mientras que los privilegios se tornan eternos para otros.

En consecuencia, hace 27 años se incorporaban a nuestra Constitución Nacional todas las convenciones sobre derechos humanos suscriptas por la Argentina, quedando establecido que aquellas que fueran suscriptas con posterioridad y votadas como ley por el Congreso nacional tendrían el mismo status normativo. Entre las convenciones incorporadas en materia de seguridad social, existen dos que destacan por la enorme trascendencia de su contenido: una refiere al reconocimiento de la seguridad social como un derecho humano y la otra al “principio de progresividad” y su contracara, es decir, la prohibición de dictar normas regresivas en materia económica, social y cultural.

Cuando ocurrió este magno hecho, todos creímos que a partir de ese momento se escribiría una nueva historia en materia social. Ilusos de nosotros, nada de ello ocurrió. Una Justicia retrógrada, conservadora y férrea defensora de los derechos de los poderosos transformó estos principios en letra muerta. Esa Justicia sumisa a las presiones de los poderosos avaló apaciblemente las políticas regresivas –a pesar de la prohibición constitucional– impulsadas por el FMI y la complicidad de gobiernos neoliberales, cipayos y corruptos que hemos padecido. Por más que hayan pasado algunos años, todavía recuerdo con profundo dolor el congelamiento de haberes en 150 pesos y la privatización del sistema previsional de la era menemista. Y mucho más acá en el tiempo, lo acontecido en el gobierno neoliberal de Macri a partir del cambio de la ley de movilidad, que significó una pérdida de poder adquisitivo del 20,5% para más de 18 millones de beneficiarios. Por cierto, existen muchas otras decisiones menores que iban en el mismo sentido de las que ni siquiera se habla, pero no viene a cuento en este momento contar todas las atrocidades cometidas contra los más vulnerables por el neoliberalismo. Lo que intento desentrañar en esta oportunidad es por qué muchos de aquellos más perjudicados por estas políticas terminan apoyando a esos gobiernos que tanto daño les infringen.

Hace más de cien años, Vladímir Ilich Uliánov, más conocido por su nombre de guerra Lenin, decía que “los capitalistas nos venderán la soga con que los ahorcaremos”. Esa brutal frase hoy podría recrearse como que “algunos beneficiarios de la seguridad social regalan su voto a quienes están dispuestos a quitarle un plato de comida de su mesa”.

En la línea de identificar en la práctica cómo adquiere entidad la recreación de la frase insignia de Lenin, veamos qué ha pasado con la movilidad jubilatoria a lo largo de los últimos doce años:

  • Entre enero de 2009 y diciembre de 2015, los haberes previsionales crecieron en términos reales (es decir, por encima de la inflación) un 36,5%.
  • De diciembre de 2015 a diciembre de 2019 se registró una pérdida, también en términos reales, del 20,5%. Cabe mencionar que en diciembre de 2017 se modificó, a sangre y fuego, la ley de movilidad del sistema.
  • En el año 2020 se suspendió la movilidad, y a los ponchazos, pandemia de por medio, hubo un empate respecto la inflación. En ese tiempo se planteó cuál debía ser la nueva movilidad, hubo debate abierto y muchos defendimos, con vehemencia, el modelo kirchnerista que finalmente triunfó y se transformó en ley. Estos debates alrededor de la ley de movilidad pusieron las cosas en blanco sobre negro, mostrando que mientras la oposición neoliberal defendía a capa y espada la ley macrista de movilidad, el oficialismo defendía y mejoraba la vieja ley (se pasó a considerar la movilidad para los cuatro trimestres anuales en vez de los dos semestres anteriores).
  • En enero de 2021 se reimplanto la vieja ley kirchnerista de 2008, que cuenta hoy con tres trimestres de vigencia.

Un interesante estudio de la Universidad Nacional de Avellaneda indica que en lo que va de 2021 la movilidad alcanzó el 36,2% contra un 36,1% de inflación, sin considerar el impacto de los aumentos en bonos. Es decir, si bien superó levemente la inflación, a dicho valor habría que sumarle el impacto de los dos bonos de 1.500 pesos que se cobraron en abril y mayo, y el bono de 5.000 pesos cobrado en agosto. Si nos preguntamos qué hubiera pasado si en ese tiempo se aplicaba la movilidad de la etapa neoliberal de Macri, llegaríamos a la conclusión de que habría alcanzado un 33,7%, es decir un 2,5% por debajo del valor obtenido por la aplicación de la nueva ley.

Alguien podrá decir, con razón, que la movilidad actual apenas alcanza a empatarle a la inflación, pero quien así piensa debería reflexionar que si hubiera continuado el gobierno neoliberal hubiera perdido el 2,5%. Ahora imaginemos que, como decía el macrismo, su fórmula de movilidad le ganara a la inflación. Elisa Carrió aseveraba que iba a dar por encima y daba fe de ello porque decía tener planillas que lo corroboraban. Si esa fórmula hubiera sido tan milagrosa que efectivamente hubiera empatado a la inflación, eso significaría que con la nueva fórmula se le habría ganado a la inflación en un 2,5% en tan sólo nueves meses. Si ese 2,5% lo proyectáramos para todo el año, el nuevo cálculo alcanzaría casi el 3,4%. Lo más curioso es que si proyectamos este resultado a lo largo de un período gubernamental, los beneficios de la seguridad social recuperarían poder adquisitivo por un 14,03%.

Resulta fácil entender que quien tiene intereses en juego, al momento de elegir un gobierno, opte por aquel que mejor defiende esos intereses. Pero en verdad me cuesta entender cómo es que infinidad de jubilados/as y pensionados/as se inclinen a votar por aquellos que repiten una y otra vez la necesidad de hacer un ajuste, cuando todos sabemos que el ajuste siempre empieza por los beneficiarios de la seguridad social. A aquellos/as jubilados/as y pensionados/as que pertenecen a los sectores acomodados poco les importa un peso más o menos de jubilación, por ende lo que pase con el sistema previsional poco les importa. Con los sectores medios la cosa es diferente: entran a jugar cuestiones aspiracionales, creen que si votan por derecha ellos pasan a pertenecer a los sectores pudientes. Lo que me resulta increíblemente absurdo es que los sectores populares acompañen un gobierno neoliberal, ¿sabrán el daño que se hacen a ellos mismos, o estarán en condiciones de dimensionarlo?

El mayor enemigo de la seguridad social es el neoliberalismo, se llame Macri o como sea, porque nuestra historia está plagada de este tipo de personajes: Onganía/Krieger Vasena; Videla/Martínez de Hoz; Menem/Cavallo o Macri. No importa quién sea el candidato, ni el gobernante, ni siquiera cómo llegan al poder. El problema es la idea neoliberal, que lo que busca es ampliar la diferenciación social. Por ello bajaron, en su momento, el poder de compra de las jubilaciones y pensiones, y lo harían una y otra vez tal como manifiestan cada vez que tienen oportunidad, en ocasiones de manera abierta y en época electoral entre líneas.

Como contracara del neoliberalismo, los gobiernos nacionales y populares siempre han buscado mejorar la situación de los que menos tienen, los más vulnerables. Lo ocurrido con la fórmula de movilidad en estos nueve meses prueba cómo actúa un gobierno popular y lo que pretende imponer el neoliberalismo.

La única verdad sigue siendo la realidad.

 

 

 

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