Elecciones, racismo y milicias
Degradación social del sistema político que se proclama como paradigma global
El debate entre Donald Trump y Joe Biden del último jueves volvió a plantear la problemática de la violencia social doméstica, arraigada en la sociedad estadounidense y coherente con el militarismo de exportación promovido por Washington, cuyas víctimas prioritarias residen en América Latina, Medio Oriente y África. Las elecciones se llevarán a cabo el 3 de noviembre próximo y los ejes del último debate público se vincularon con la pandemia, la crisis económica y la racialización creciente promovida y negada desde el gobierno federal. El último cuatrienio coincide con la mayor efervescencia de actos supremacistas y neonazis en los últimos 70 años, desde el periodo macartista de la década del ’50 del siglo pasado.
Donald Trump ha empoderado a los sectores más violentos de la sociedad estadounidense y generado la proliferación de milicias supremacistas. En la última semana, una investigación llevada a cabo por el FBI y del Departamento de Seguridad Nacional produjo una serie de detenciones en distintos Estados, ligadas a la milicia autodenominada The Base, promotora de atentados terroristas contra comunidades latinas, afrodescendientes y judías. La Base contaba con campos de entrenamiento en el Estado de Washington, a pocos kilómetros de la frontera con Canadá, y coordinaba la actividad de miles de reclutas, adherentes y simpatizantes distribuidos en Europa, Australia y el norte de América. Los integrantes de La Base se comunican e interactúan a través de una red social alternativa de Twitter (Gab.com), que adopta –por definición corporativa– la circulación del lenguaje del odio, la estigmatización y la ridiculización de minorías. Gab.com se convirtió desde la asunción de Trump en la ventana discursiva de la denominada Alt-Right (derecha alternativa), eufemismo con el que la derecha supremacista busca disimular su admiración por el Ku Klux Klan.
Uno de los detenidos, Richard Tobin, había sido integrante de la Atomwaffen Division (AWD), un grupo neonazi surgido del portal Iron March, sitio de Internet que congregó –hasta su interrupción en 2017– a gran parte del entramado aceleracionista mundial. Algunos de los detenidos habían planificado el asesinato de activistas antifascistas, los mismos que Trump cataloga como potenciales terroristas por oponerse a las doctrinas policiales que detienen, golpean, encarcelan y asesinan –en forma preferente– a afrodescendientes. El aceleracionismo es la doctrina difundida por James Mason, que postula la necesidad de apresurar los tiempos de una supuesta crisis civilizatoria, para eliminar a los enemigos de la supremacía blanca. Según los informes divulgados por el Departamento de Seguridad Nacional, The Base tiene en la actualidad células autónomas en varios países del mundo, organizadas de manera desagregada e inconexa, de forma análoga al modelo las utilizado dos décadas atrás por Al Qaeda. Uno de los líderes de La Base, Rinaldo Nazzaro, definió la milicia como "una organización que no tiene jerarquía entre sus miembros. Es una red de pequeñas células subterráneas, cada una con un alto grado de autonomía". Mollie Saltskog, analista del centro de Investigación The Soufan Group (una consultora independiente de seguridad internacional), consideró que las operaciones de estos grupos están orientados a lograr una guerra racial. Las últimas investigaciones revelan que la milicia había reclutado varias centenas de milicianos entre militares de Canadá y Estados Unidos –el 20 % de ellos militares en servicio activo–, para llevar a cabo atentados en el marco de “un colapso social inminente”.
The Base y Atomwaffen han promovido además, durante los últimos tres años, el alistamiento de lobos sueltos, muletilla con la que se nomina a individuos armados con fusiles automáticos, que se deciden a disparar en espacios públicos concurridos. La publicidad de los integrantes de La Base incluyó imágenes con el epígrafe “quemá tu sinagoga más cercana”, viralizado a través de las redes sociales luego de la masacre producida por Robert G. Bowers, en octubre de 2018, cuando asesinó a 11 feligreses en el Templo de Pittsburgh. El desmantelamiento de la red terrorista se produjo mientras Donald Trump continúa su campaña de empoderamiento de los sectores supremacistas, multiplicados durante los últimos cuatro años.
Gobernadores en peligro
El último mes también fue desarticulado el Wolverine Watchmen, una milicia acusada de planificar el secuestro de dos gobernadores demócratas, Gretchen Whitmer (Michigan) y Ralph Northam (Virginia). Ambos mandatarios, según el FBI, fueron señalados por los integrantes de la milicia como refractarios a la portación de armas. Las detenciones se dieron luego de que Trump cuestionara a Whitmer por promover la restricción de la Segunda Enmienda, la disposición constitucional que le brinda cobertura a la comercialización de fusiles automáticos. La gobernadora de Michigan, por su parte, denunció al Presidente Trump por no haberse diferenciado de los grupos que promueven el odio racial, el desprecio hacia los colectivos LGTBI y las comunidades judías. “Cuando los dirigentes de Estados Unidos envalentonan o fraternizan con terroristas domésticos, legitiman sus acciones y son cómplices”, señaló la gobernadora luego de las detenciones informadas por la policía estatal.
Como respuesta, Trump cuestionó a Whitmer por las medidas de cuarentena estricta decididas durante la pandemia, y la acusó de ser desagradecida por no valorar el apoyo del FBI en la detención de los integrantes de Wolverine Watchmen: “Mi Departamento de Justicia anunció en el día de hoy que lograron frustrar un peligroso complot contra la gobernadora de Michigan. En lugar de dar las gracias, ella me llama supremacista blanco. Eso en el mismo momento que Biden y los demócratas se niegan a condenar a Antifa, los anarquistas, los saqueadores y las turbas que incendian ciudades”, señaló el Presidente. El representante por California, Jackie Speier, consideró que el objetivo de Trump es “utilizar el terrorismo para iniciar una guerra racial y colapsar a los Estados Unidos. Desencadenar el colapso social puede ser una fantasía enfermiza, pero la realidad es que el terror doméstico se ha cobrado más vidas que el terror internacional desde las Torres Gemelas”. Mientras el Tribunal Federal de Michigan solicitó penas de prisión perpetua para los seis detenidos de Wolverine vinculados al intento de secuestro, el documento del Departamento de Seguridad Nacional, de agosto de 2020, catalogó a los grupos supremacistas como la amenaza de terrorismo más peligrosa para Estados Unidos.
Los Wolverine Watchmen se consolidaron luego de que James Alex Fields atropellara con su auto a una veintena de manifestantes que se expresaban pacíficamente contra una movilización neonazi en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017. Luego del trágico episodio, el rubicundo primer mandatario solo atinó a señalar que entre los participantes supremacistas “había gente respetable y muy buenas personas”. En esa misma lógica catalogó al movimiento Blacks Lives Matter (Las Vidas de los Negros Tienen Valor) como la “expresión del odio”. Coherente con esos postulados, un grupo de seguidores de Trump, los Proud Boys, ha iniciado una campaña de hostigamiento contra posibles votantes de Joe Biden. Las autoridades policiales federales revelaron –en la última semana– un complejo dispositivo virtual de amedrentamiento a potenciales opositores de Trump en aquellos Estados donde existe mayor probabilidad de influir en el Colegio Electoral, entre ellos, el Estado de Florida.
Quienes planificaron los secuestros participaron de la marcha de Richmond, la capital de Virginia, durante el último enero, para repudiar las políticas anti armamentistas promovidas por el gobernador demócrata Ralph Northam. En septiembre se constituyeron en organizadores del desfile militar que se desarrolló frente al hipódromo Churchill Downs, en Louisville. En esa ciudad de Kentucky se realiza anualmente la carrera de caballos más famosa de los Estados Unidos, y los supremacistas decidieron utilizar esa visibilidad para publicitar su estética bélica. La novedad fue que frente a ellos se desplegó el colectivo de la NFAC, la milicia afrodescendiente. La exposición enfrentada de ambos grupos se constituyó en una representación de la desintegración social de un modelo público que se pretende exhibir como paradigma civilizatorio ante el resto del mundo.
En forma paralela a la multiplicación de las milicias armadas, se difunden teorías conspirativas basadas en supuestos riesgos inminentes, generados por monstruosos integrantes de los colectivos minoritarios. Las demonizaciones, promovidas por los grupos conocidos como QAnon, se basan en fantasías tenebrosas que incluyen el abuso y el asesinato de niños blancos y el control mundial por parte de un poder oculto. El marco teórico de esta tradición conspiranoica sostiene que el mundo blanco y occidental está sometido al peligro del gran reemplazo, consistente en la sustitución de los anglosajones por parte de los africanos, asiáticos y americanos del sur. El último 25 de septiembre, los empresarios participantes del coloquio de IDEA, en Buenos Aires, no lograron dimensionar las palabras de uno de sus invitados estrella, el multipremiado periodista del New York Times, Thomas Loren Friedman. O quizás no quisieron escucharlas porque proponían exactamente lo contrario de lo que esperaban oír: “Si gana Trump, tendremos alguna forma de guerra civil en Estados Unidos”.
Mientras tanto, en América Latina, las elites corporativas locales y sus propagandistas domésticos, autodenominados periodistas, siguen postulando al american way of life como admirada panacea imitable. Frantz Fanon advirtió a mediados del siglo pasado que el pensamiento colonizado frena la posibilidad de construir un colectivo social integrado, porque nadie puede fundar nada si se dedica en forma prioritaria a admirar lo extraño, desprecia su propia historia y pretende ser lo que no es, ni nunca podrá ser.
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