Elecciones, mentiras y salud

La salud depende más de la circunstancia social que de la medicina

 

José “Pepe” Mujica, al finalizar su mandato presidencial, comentó: “No tuve problemas con las cosas, tuve problemas con los cosos”. Hablaremos entonces de “las cosas”, pero más de “los cosos” y su relación con las propuestas electorales que se avecinan sobre la atención de la enfermedad y la salud. En general se observa que las grandes diferencias ideológicas entre los partidos se reducen significativamente en sus plataformas electorales cuando se refieren al campo de la salud y tienden a parecerse mucho más de lo imaginado entre sí, como si se produjera una pasteurización de lo social. Así, en general, las propuestas se enfocan en los hospitales, fortaleciendo el sentido común que sostiene que más camas es más salud y que menos camas es menos salud. Esas ideas parecen desconocer que el incremento en el número de hospitales viene siendo abandonado en las políticas sanitarias, como puede observarse en países como Holanda, Francia, Inglaterra y Croacia. Por ejemplo, en EE.UU., a pesar de ser el paradigma de la medicina como mercancía, la cantidad de hospitales se redujo: entre los años 2016 y 2017 su número fue menor a los que existían en 1930, y disminuyeron casi el 50% en relación con los existentes entre 1973 y 1975.

¿Por qué es necesario formular políticas que incrementen significativamente el número de centros de salud y no de hospitales? Por la dificultad que impone el hospital para realizar un trato humanizado y personalizado, por el alto costo que representa su funcionamiento modelizado bajo el paradigma de la fábrica y el trabajo industrial, y porque un alto porcentaje de la población que acude, lo hace por consultas de muy baja complejidad que podrían resolverse en un centro de salud, donde sí es posible establecer una relación humanizada, basada en un proceso de trabajo artesanal y no industrial. Lo anterior pone en discusión la centralidad de la institucionalidad en el campo de la salud entre hospitales (dominio de la internación) y los centros de salud (dominio de los colectivos sociales y sus padecimientos), discusión que tiene antecedentes en la Inglaterra de 1930 en el informe Dawson, pero que fue omitida por la subordinación del campo de la salud ante la lógica del campo económico, ya que el hospital representa un mejor aliado para la expansión del mercado que el centro de salud.

Al hablar de “los cosos” no podemos desconocer que, a pesar del aumento del número de facultades de medicina en el país, en las últimas décadas se asiste al incremento de un viejo problema: la concentración de los profesionales en las grandes ciudades. A esto se han sumado dos conductas preocupantes: la de los profesionales jóvenes que desisten de hacer residencias, dejando la duda de cuál será la calidad de sus prácticas, y la tendencia de no pocas especialidades a corporizarse en asociaciones para ejercer poder de lobby sobre los financiadores, siguiendo los pasos de la tristemente célebre Asociación Argentina de Anestesia (AAA), que tiene en jaque desde hace décadas a todos los sistemas públicos del país desde una práctica monopólica, que define hasta el número de residentes que se pueden formar en los sistemas públicos a los fines de regular la fuerza de trabajo y asegurar el monopolio de las prestaciones anestésicas, lo que afecta el número de cirugías que pueden realizarse. Algunos grupos de cirujanos, traumatólogos, neonatólogos y pediatras fantasean con seguir esos pasos, o han iniciado procesos embrionarios, que seguramente traerán graves consecuencias para los servicios públicos de atención médica.
A favor de “los cosos” diremos que las condiciones de trabajo de las residencias distan de ser ideales, situación extensiva a los profesionales que trabajan en el ámbito público. Algunos compensan esas deficiencias reduciendo el horario de trabajo de 8 a 11 de la mañana, transformando una dedicación de 40 horas semanales en una dedicación de 15 horas semanales, situación de anomia que pone en crisis al propio sistema público, dado que para el desarrollo de una nueva institucionalidad basada en centros de salud se requeriría de al menos 12 horas de funcionamiento diario, en beneficio de la accesibilidad de la población.

En ese marco, por cierto no muy optimista, hay que recordar que el país destina casi el 10% del PBI a “salud”. Parte de ese porcentaje representa un gasto (para decirlo de una manera educada) y no una inversión, ya que corresponde a prácticas innecesarias (iatrogenia médica), corruptas (implant files), medicalizantes (transforman en problemas médicos situaciones normales propias de la vida de las personas, desde la infancia hasta los adultos mayores, y/o problemas sociales en los cuales el saber médico no tiene capacidades resolutivas). Detrás de todas estas situaciones se encuentra el Complejo Médico Industrial que, en el año 1980, fue denunciado en EE.UU. por Arnold Relman, editor jefe del New England Journal of Medicine. Desde entonces su expansión y crecimiento ha sido tan grande como grave. Debemos recordar que con algunos de esos puntos del PBI se podría tener un fuerte impacto en la reducción de la exclusión social que sufre un número muy importante de personas en Argentina.

¿Y la salud? Poco tiene que ver con la medicina, sino con otros puntos de las plataformas políticas, en los que sí aparecen las diferencias ideológicas y políticas. La salud de los pueblos depende mucho más de la forma en que se trabaja, de los alimentos que se consumen, de la educación a la que se accede, del medio ambiente en el que se vive, de la disponibilidad de servicios básicos y en definitiva de la ampliación de derechos, más que de la cantidad de hospitales.

La gravedad del problema exige una discusión que tenga en cuenta qué entendemos por salud, cuál es el impacto de las desigualdades sociales en las formas de enfermar y de morir, cuál es la institucionalidad sobre la cual pensar las políticas del campo de la salud, y cómo es concebida la atención de la enfermedad: como un derecho o como una mercancía. Todos problemas más de “los cosos” que de “las cosas”.

 

 

 

  •  Director del Instituto de Salud ColectivaUniversidad Nacional de Lanús

 

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