El veto a Suecia de Turquía y Hungría
Los motivos por los cuales se resisten al ingreso del país nórdico a la OTAN
El bloqueo de Hungría al ingreso de Suecia a la OTAN acepta una explicación directa. Los partidos oficialistas Fidesz y Unión Cívica Húngara tienen como líder y primer ministro al iliberal Viktor Orbán, cuentan con mayoría en el parlamento y pretenden las disculpas oficiales del gobierno sueco. Esto, porque políticos y ministros del pasado gobierno socialdemócrata/verde de 2015 criticaron públicamente leyes húngaras contra las minorías sexuales. Y también por la postura que mantiene Orbán contra la inmigración en el ámbito de la Unión Europea (UE), desoyendo el cuoteo de Bruselas durante la ola de refugiados de Siria en 2015. El peso de la recepción estuvo a cargo de Alemania, Suecia y Holanda. Por lo menos, esta es la versión oficial del diferendo.
Es una actitud fuera de los conceptos democráticos, que se basan en el diálogo y no en la uniformidad de ideas, como pretende Hungría. “Ahora que vamos a ser aliados, debemos tenernos respeto”, reclaman.
La explicación no oficial señala que Hungría, el único amigo abierto de Rusia dentro la UE, hace todo por boicotear la presencia nórdica en la organización de defensa, por encargo de Putin.
El bloqueo de Turquía al ingreso de Suecia es más complicado, por la profunda diferencia política e ideológica entre un autócrata como Recep Tayyip Erdoğan y una democracia como la sueca.
La discrepancia se explica por lo básico. La democracia sueca, una de las más desarrolladas del mundo, tiene cuatro leyes fundamentales.
- La ley constitutiva del gobierno (objetivos y normas de la organización del Estado).
- La ley de libertad de prensa, que protege la libertad de expresión en forma impresa, hablada (radio y televisión); es la más antigua del mundo (1796).
- La ley de libertad de expresión (derecho a manifestar y a expresar las opiniones propias. Se puede ser blasfemo, por ejemplo).
- La ley de sucesión (regula la sucesión al trono real).
La libertad de expresión en el caso turco-sueco es importante, pues conlleva el derecho a expresarse sin ser vigilado ni silenciado. Tener la posibilidad de seguir las noticias sobre el país y localidad de origen es un derecho ejercido sobre todo por los inmigrantes y refugiados políticos o de guerra. Se puede participar en asociaciones y manifestarse, debatir opiniones y dirigirse por escrito a los políticos.
La excepción surge cuando esas expresiones menosprecian a otras personas o colectivos. La ley las prohíbe, y se las conoce como delitos de odio; por ejemplo, odio a los gais, a los árabes o a los judíos. Tampoco se permite proferir amenazas contra la seguridad de Suecia ni se acepta alentar actos delictivos.
Al mismo tiempo, es tan amplia la libertad de expresión, que permite la blasfemia, al punto de llegar a quemar textos sagrados como el Corán o la Biblia.
La comunidad de kurdos en Suecia es campo de expresión de esta situación. Viven refugiados tanto los kurdos kurmanchi (mayoría procedente de Turquía) como los sorani (mayoría de Irán). Hay ya una tercera generación totalmente integrada a la sociedad sueca.
Suecia, Alemania y Holanda fueron los primeros países europeos en darles refugio a estas minorías kurda (musulmana) y asiria (cristiana), eternas perdedoras de la historia del oriente medio. En sus lugares de origen, nunca les habían permitido usar sus idiomas (kurdo y arameo) Su literatura estuvo censurada e incluso prohibida. Los primeros libros en el idioma de los kurdos y de los asirios fueron publicados en Suecia y Holanda.
En mi calidad de jefe de redacción de la unidad de lenguas extranjeras de radio Suecia Internacional fui el autor de la apertura de emisiones radiales en kurdo, para beneficio de los refugiados de esa minoría.
La segunda y tercera generación son muy activas en la vida cultural y política sueca. Así, por ejemplo, la autonomía kurda en el Iraq post Saddam tiene a muchos de sus profesionales y políticos formados en las escuelas y universidad suecas.
No voy a entrar en más datos históricos, creo que son los suficientes como para entender que las diferencias entre Erdoğan y Suecia son profundas.
Es importante señalar que Suecia, como el resto de la Unión Europea, considera terroristas a los miembros de PKK, sigla del Partido de los Trabajadores Kurdos. Nacieron maoístas en los ‘60, pasaron a ser guerrilleros entre los ‘70/’80, con bases en el kurdistan iraquí, y actualmente hacen incursiones en territorio turco con métodos terroristas.
Las Unidades de Protección Popular Kurda, una milicia de autodefensa —su sigla oficial es YPG/YPJ, la segunda sigla es por la unidad de mujeres—, son las verdaderas ganadoras de la guerra en Siria; doblegaron al Estado Islámico, fueron aliados de Trump, que luego las abandonó porque permitió a Turquía bombardear y meter tropas en territorio ajeno, para evitar que las milicias de YPG/YPJ se asienten en la frontera con Turquía.
Para Erdoğan, esas milicias son primus inter pares de los terroristas de PKK. Así se justifica que tropas turcas de intercepción los bombardeen e ingresen en territorio sirio. Se proponen evitar que nazca un Kurdistán que una a la provincia autónoma de Iraq con los kurdos del PKK, que tienen sus bases entre las montañas turco/iraquíes, y lleguen hasta el territorio sirio, controlado por las milicias de YPG/YPJ.
Los derechos de los refugiados en Suecia
En los ‘70, cuando llegaron refugiados de Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay, se organizaron en comités nacionales o en asociaciones como la sueca-chilena, por ejemplo, que sigue con vida. O los refugiados senderistas del Perú que pintaban consignas en los muros de los suburbios estocolmenses pidiendo por la vida del “presidente Gonzalo”.
Los “Seis puntistas” una fracción de los Tupamaros organizó una exposición fotográfica testimonial de la represión militar a la que asistió el mismísimo Palme, que en ese tiempo era el líder de la oposición.
En los ‘70, estaban también los refugiados de los países del “Este”: húngaros, polacos, alemanes, búlgaros, albaneses, que también hacían campañas contra los regímenes del bloque comunista.
Esta tradición sueca sigue vigente, y nunca importó el signo ideológico. Suecia practica la defensa de los derechos humanos, y por eso recibió gran cantidad de turcos escapando a la persecución de Erdoğan después del intento de golpe de 2016.
Hay acusados de terroristas solo por ser partidarios de Fethullah Gülen, líder musulmán exiliado de la Turquía de Erdoğan y refugiado en Estados Unidos. También periodistas que, al no alinearse con el gobierno, perdieron su libertad y son motejados de terroristas.
El principio sueco se basa en la defensa de la democracia y la condena a las dictaduras y/o gobiernos autoritarios. La dictadura no tiene signo ideológico para la visión sueca.
Tanto el gobierno socialdemócrata, como el actual de derecha, tomaron aliento para decir: “Turquía es una democracia”; sí, porque todavía están vigentes las elecciones.
Se buscó allanar el camino mediante el llamado Acuerdo Tripartito de Madrid. El documento fue suscrito por dos países nórdicos, Finlandia y Suecia, y por Turquía en la reunión de Madrid en junio de 2022. Suecia tenía en ese momento un gobierno socialdemócrata, aunque en minoría. Como todo texto diplomático, sirve para que unos interpreten de una manera y otros, de otra.
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, lo promulgó así: “Me complace anunciar que tenemos un acuerdo que allana el camino para que Finlandia y Suecia entren en la OTAN. Los dos países y Turquía han firmado un memorando que aborda las preocupaciones turcas, incluyendo las exportaciones de armas (Suecia y Finlandia se negaban a exportar armas a Turquía por su intervención de facto en el conflicto armado de Siria) y la lucha contra el terrorismo (kurdo)”.
En su parte saliente, el memorando afirma: “Finlandia y Suecia no prestarán apoyo a las YPG/PYD [el brazo político de las milicias kurdo-sirias] ni a la organización descrita como FETÖ en Turquía”. Es la organización del líder islámico turco, al que el gobierno de Erdoğan acusa de estar tras el fallido golpe de Estado de 2016.
Otro párrafo señala: los dos países “abordarán las solicitudes pendientes de deportación o extradición de sospechosos de terrorismo por parte de Turquía de forma rápida y exhaustiva, teniendo en cuenta la información, las pruebas y la inteligencia proporcionadas por Turquía”.
Stoltenberg aclaró que “el proceso de extradición se llevará a cabo de acuerdo con el Convenio Europeo de Extradición, respetando el Estado de derecho y los sistemas jurídicos de estos países”. En Suecia ya se efectivizó un rechazo a esas extradiciones por parte del sistema jurídico. Erdoğan ha mencionado 120 nombres, aunque en conferencias de prensa anteriores la cifra era menor.
Se acercan los diez meses de la suscripción del acuerdo de Madrid y Turquía sigue bloqueando a Suecia. Finlandia ya fue ratificado por el parlamento turco, en una acción muy bien orquestada por Erdoğan, “porque ha sido más receptivo”.
El gobierno de derecha de Suecia pensó que el cumplimiento del acuerdo de Madrid sería más rápido, porque los kurdos en Suecia tienen una aproximación ideológica a la socialdemocracia, al partido de izquierda (ex comunista) y a los verdes. “Es cuestión de separar aguas con los aliados suecos de los kurdos”, se decía en baja voz en la cancillería.
Lo que no pudo evitar el gobierno del primer ministro sueco, Ulf Kristersson, fue la libertad de expresión que en Suecia tienen los kurdos y los enemigos de Erdoğan. Y además de ellos, la formación política Suecia Democrática, islamófoba y con coqueteos a Putin, originó un hecho que endureció y enojó a Erdoğan; recuérdese que Suecia Democrática tiene un acuerdo de apoyo parlamentario al gobierno conservador de Ulf Kristersson.
Rasmus Paludan, un provocador danés, que suele aparecer de cuando en cuando quemando el Corán, libro sagrado de los musulmanes, fue convocado “bajo cuerda” por un par de militantes de Suecia Democrática para quemar el Corán frente a la embajada turca en Estocolmo. Esto y unas manifestaciones de los kurdos refugiados en Suecia, que colgaron, cabeza abajo, un muñeco que representaba a Erdoğan, fueron el detonante para que Turquía reaccione por boca de su presidente. “Suecia, no te preocupes. No permitiremos que entres en la OTAN mientras tú y tus guardaespaldas (en referencia a la policía sueca) permitan quemar mi Corán”, declaró Erdoğan.
Turquía decidió finalmente separar la venia a Finlandia de la de Suecia para debilitar diplomáticamente al último país.
El centrar el problema de Turquía para avalar el ingreso sueco en el tema kurdo podría ser meramente táctico. Es que Estados Unidos bloqueó la participación de Turquía en el programa del caza de quinta generación F-35 —y de otros programas armamentísticos— por la adquisición a Rusia de sistemas de misiles de largo alcance S-400.
Turquía exige que se le levante el veto a cambio de permitir el acceso de Suecia y Finlandia a la OTAN. Estados Unidos no da su brazo a torcer. El F-35 es un recurso demasiado valioso y “Turquía ya no es un socio fiable”, se argumenta. En cambio, Estados Unidos podría conceder nuevos cazas F-16 y “paquetes” de modernización para los demás aviones de combate, según un informe publicado por The Washington Institute. Y la entrega de los F-16 que pretende Erdoğan podría garantizar su reelección en la primavera/verano de este año.
El silencio de Washington tiene una explicación: el ingreso de los F-16 a esa escena podría desestabilizar el difícil equilibrio en el Mediterráneo oriental con otro aliado de la OTAN y rival de Turquía: Grecia. Turquía y Grecia están inmersos en una escalada de tensión por la soberanía de las aguas de las islas griegas del Egeo y la presencia militar helénica en la zona. En ese contexto, la venta de F-16 a Turquía podría añadir un problema. Para equilibrar la balanza, Estados Unidos plantea vender a Grecia los F-35.
El otro actor es Putin. The Washington Institute sostiene que Rusia trata de bloquear, o al menos retrasar, el fin del veto turco todo lo que pueda. Putin trata de convencer a Erdoğan de que siga bloqueando la ampliación de la OTAN a cambio de préstamos ventajosos y beneficios financieros que permitan reducir la inflación y allanar el camino del presidente turco a su reelección.
La conclusión es que no hay hoy experto ni instituto de estudios geoestratégicos que den la razón a Erdoğan, y prima la convicción de que Suecia ingresará a la OTAN.
Turquía cederá luego de las elecciones de primavera/verano. Erdoğan puede perder (hay dos factores en su contra: la economía y el último terremoto) y si gana, aflojará igual, porque sabe que el país escandinavo es una pieza clave para la defensa, no solo del mar Báltico, sino del polo norte, que se está convirtiendo en un sitio con grandes intereses globales que incluyen a los chinos.
Los otros fantasmas que surgen en el cielo sueco son efectos de la guerra, como la inflación, los precios elevados de la alimentación, la energía y la inestabilidad bancaria.
Sin embargo, en Suecia, no hay un corrimiento electoral hacia la extrema derecha nacionalista y neonazi. El partido ganador de esta crisis, por lo menos hasta ahora, es la socialdemocracia, que aumentó al 37 %, mientras la ultraderecha bajó al 18,6 %.
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