Ahora que Kamala Harris puede llegar a la presidencia de los Estados Unidos, pensé en los padecimientos que el racismo les impuso a millones de hombres y mujeres durante siglos (y eso no quiere decir que la situación ya esté nivelada). Volví a ver un film corto, de 19 minutos, que Duke Ellington filmó hace 95 años. Lo había visto hace mucho, pero ahora ha sido restaurado con alta calidad de imagen y sonido. Se llama Black and Tan Fantasy, que es el nombre de una composición que Ellington había estrenado dos años antes.
Comienza con Ellington, entonces de 30 años, joven y elegantísimo, ensayando al piano, junto con el trompetista Arthur Whetsel. Llegan dos peones de mudanzas negros, que son ridiculizados. Miran las puertas de las habitaciones pero es evidente que no saben leer los números, y tampoco reconocen las horas en el reloj. Sólo descubren el lugar cuando escuchan la música. Vienen a llevarse el piano porque Ellington no pagó su alquiler. En ese momento llega la bellísima Fredi Washington, que es la pareja del pianista, en la ficción y durante algún tiempo en la realidad. Cuenta que la han contratado para volver a bailar, y también a la orquesta de Ellington. En plena Ley Seca les da a los dos intrusos una botella de gin para que digan que no había nadie en la habitación. Cuando se van, Ellington le dice que no será posible que ella vuelva a bailar, por su enfermedad cardíaca. Pero Fredi le dice que se deje de embromar con su enfermedad. Es obvio que ella es la gran atracción, sin la cual no habría contrato para la orquesta.
Lo que sigue es el show musical, que vale la pena ver una y otra vez. El momento culminante es cuando Fredi baila, hasta que se desploma en el escenario. El maestro de escena ordena que la retiren de inmediato y que el show debe continuar, de lo cual se encarga un grupo de bailarinas exóticas africanas, con plumas y concheros, que enloquecían a los blancos ricos que eran la clientela exclusiva del Cotton Club, durante el Renacimiento de Harlem. Pero Duke no soporta más, interrumpe la música y corre al camarín. En la escena siguiente, Fredi recostada en la cama le pide a Duke que la orquesta toque para ella la Black and Tan Fantasy, y al concluir muere.
Fredi Washington fue corista junto a Josephine Baker, con quien integró las Happy Honeysuckles en la exitosa pieza Shuffle Along, que en 1921 fue el primer show de Broadway creado, producido e interpretado por Afroamericanos. La selección de las chicas se hacía cotejando su color con el de una bolsa de papel madera. No podía ser más oscura. Baker pasó la prueba raspando, y las demás coristas la atormentaban. En cambio Fredi, de piel muy clara y ojos verdes, parecía blanca. Sin embargo, no aceptó los papeles que le proponían, para los cuales debería negar su raza, lo que en su país se llama passing. Tengo (o tuve, vaya a saber dónde estará) un libro sobre las personas que en Estados Unidos son consideradas negras a pesar el color de su piel, dada la obsesión que esa sociedad tiene con la desigualdad social y sus signos exteriores. Durante un viaje a Europa, un millonario apasionado le propuso que se hiciera pasar por francesa, para que él pudiera estar con ella. Lo rechazó, porque hubiera implicado reconocer la inferioridad de los negros.
En 1934, Fredi Washington actuó en la película Imitation of Life. El casting pedía "una joven que debe ser de sangre negra pero absolutamente blanca". El director entrevistó a 300 actrices buscando una "tan blanca que ni su amante conociera el secreto de su nacimiento". Esa mulata que decide pasar por blanca para tener mejores oportunidades, y termina repudiando a su propia madre negra, era un papel a su medida. En una sociedad con fuerte discriminación racial legal y social, ese rol sólo le trajo problemas. Según el portal español Afroféminas, el público negro vio la lucha del personaje como un grito conmovedor por la igualdad, mientras para el público blanco era una arribista que trataba de ser blanca. Fue la primera película que sugirió, aun en forma oblicua, que en Estados Unidos había un problema racial. "Estoy orgullosa de ser negra, no creo en la superioridad blanca", dijo en una entrevista.
No le fue fácil conseguir nuevos contratos. Hollywood no aceptaba mujeres negras en papeles románticos y ella era demasiado blanca para interpretar sirvientas. Dejó de actuar pero siguió activa. Participó en la fundación del sindicato de actores y actrices negros, que exigía mejores condiciones de trabajo y papeles más dignos, y participó en la Asociación para el Progreso de las Personas de Color, la organización pionera en la lucha por los derechos civiles. También trabajó con el futuro diputado negro Adam Clayton Powell, que se casó con su hermana Isabel, y colaboró en su periódico The People's Voice. Escribió 200 críticas de teatro, cine, literatura y cuestiones sociales, fue consultora de casting para películas y producciones teatrales relacionadas con la raza y el racismo, como Carmen Jones y Porgy and Bess.
En 1944 la revista New Yorker publicó un perfil de Ellington, en un punto muy alto de su popularidad, pero todavía reacio a analizar la contradicción entre su prominencia cultural y su status legal de segunda clase. "Con el trombón podés decir todo lo que quieras, pero con las palabras debés tener cuidado", dijo.
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