El test Vicentin
El préstamo multimillonario del macrismo a la empresa representa una prueba para el Frente de Todes
El gigante agroproductor y exportador Vicentin SAIC (hoy una multinacional originaria de Avellaneda) anunció una cesación de pagos total con una deuda que asciende a 1.300 millones de dólares, de los cuales más de un tercio se los debe al Banco Central, el Banco Provincia de Buenos Aires y la AFIP. La reforma agraria no, nacionalizar la banca menos, liberar el remanente de presos políticos del macrismo no aún, ¿pero asumir participación accionaria y control de la empresa cerealera más importante del país para intervenir en el mercado de producción y comercialización de granos, carnes y aceites? El Estado ya juega de tal modo en varias empresas desde la estatización de las AFJP. ¿Esto será demasiado kirchnerismo, o capitalismo en serio?
Una mancha de aceite en la frente de la democracia
Siempre que se recuerda o define a la última dictadura militar, nos afanamos en repetir cual mantra “cívico, militar y clerical”. Avanzar sobre la responsabilidad de las fuerzas armadas y de seguridad en todos sus estamentos costó y sigue costando mucho. La complicidad clerical y civil vendrían a ser el segundo capítulo si la justicia los alcanza en vida, y fue impulsada como nunca antes por Horacio Verbitsky y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) sobre finales de 2015 –tarde o cuando se pudo—, para coronarse con la creación de una Comisión Bicameral destinada a investigar la complicidad de empresas con los crímenes de lesa humanidad de la dictadura y los favores recibidos a cambio (porque no hay tome sin daca). En junio de 2016, casi un semestre después de que la derrota del Frente para la Victoria (FpV) sumiera en una fenomenal confusión y desánimo al campo nacional y popular, la periodista Ana Fiol se hacía cargo de una bandera con más adeptos que militantes y publicaba en Rosario/12 la nota “Vicentin y el terrorismo de Estado”. Allí se reseñaba el estado de las causas que tramitaban las fiscalías federales de Santa Fe y Reconquista por el secuestro de 22 obreros (14 delegados de sección) marcados por su jefe de personal, en autos cuyo combustible pagaba regularmente la empresa, que luego y en coordinación con Aeronáutica iba a cursar los telegramas de despido por abandono de tareas mientras estaban desaparecidos.
Y como nada es irónico ni casual sino historia y persistencia pura, a propósito del combustible aportado por Vicentin a los Falcon verdes nos permitimos recordar un “no-furcio” de otro cómplice civil de la dictadura:
“Gauchada viene de gaucho, porque el gaucho con su chata jamás te deja al costado del camino (…) siempre tiene un bidón de gasoil para el vecino que lo necesita” / Mauricio Macri (30/06/2016).
Macri hablaba de gauchadas como la de Vicentin, como las de Ford (que aportaba autos y delaciones), Ledesma, Acindar, Techint o Mercedes Benz.
A los Falcon, nafta, y a Cambiemos, millonarios aportes de campaña (13,5 millones de pesos), los más voluminosos y como una de las contraprestaciones por haber recibido créditos que violentaban la normativa vigente del Banco Nación y los límites de riesgo internacionalmente establecidos (20% del total de la cartera de préstamos y el 78% de la deuda bancaria), pero eran apañados por el mismísimo Macri y destrabados explícitamente por Marcos Peña y Nicolás Dujovne, con quien los directivos de Vicentin Alberto Padoán, Roberto Gianneschi y Sergio Nardelli tenían trato directo y confidencial y no generaban papeleo administrativo, gracias a lo cual parece que ninguno de los directores puso el gancho.
El hecho es que Vicentin se ha transformado en una multinacional (pues tiene socios económicos e inversores fuera del país) que tiene un peso decisivo en el producto agroindustrial de la Nación pues representa el 9% del total de las exportaciones de granos y subproductos procesados (el sexto en participación a nivel nacional) y sus plantas son las de mayor capacidad de molienda de granos y exportación de soja con valor agregado (aceite, harina, pellets, aceite desgomado y lecitina). Estos números sobran también para comprender la preocupación del gobernador Omar Perotti, quien no sólo recibe una provincia con 2.755 empresas caídas en cuatro años de socialismo neoliberal, sino que debe preservar un gigante agroindustrial que no sólo les da nombres a calles, escuelas, y teatros en el norte santafesino, sino que es el más grande empleador y del cual dependen cientos de productores, empresas asociadas y el entramado comercial de poblaciones enteras.
El Presidente Alberto Fernández acaba de expresar que “es una empresa muy importante que le da trabajo a mucha gente” y que “vamos a estudiar bien el tema”, refiriéndose a las investigaciones para deslindar responsabilidades de funcionarios del gobierno anterior y el modo en que se va a ayudar a la empresa a salir de su “estrés financiero” dibujado, más parecido a una maniobra para encubrir fuga y lavado de activos que a una crisis que amerite defaultear sus deudas. Pero el Presidente no dijo ni una palabra de estatizarla o controlar su paquete accionario ejecutando las acreencias que tiene el Estado a favor. Hay jugadores enormes (toda la oposición, la Mesa de Enlace, las cámaras empresarias del norte santafesino, la Bolsa de Comercio de Santa Fe y la de Buenos Aires y la concentración de medios de siempre y de hoy) esperando cualquier dato consistente sobre poner un pie estatal en la empresa para despotricar en cadena sobre expropiaciones chavistas, kirchnerismo stalinista y otras sandeces por el estilo. El capitalismo que les copa es aquel en el que el Estado es garante de sus privilegios abusivos, socio menor, periférico y bobo; ningún parecido con formatos al estilo Estados Unidos, Alemania, Suecia, Francia y otros faros similares. Alberto lo sabe perfectamente y Perotti espera con los dientes apretados sabiendo que el monto adeudado a los organismos del Estado es apenas un 15 por ciento de la facturación del Grupo en el último año, pero no hay salvataje sin una decisión ejecutiva del Gobierno nacional.
Párrafo aparte para la irresponsabilidad congénita del social-radicalismo, que además de dibujarle el presupuesto 2020, reprivatizar el Banco a favor de Eskenazi, renovarle a Telefónica el contrato por el 911 y a Personal la provisión de equipos y conectividad y hacer desaparecer 18.700 millones de pesos del Fondo Unificado de Cuentas Oficiales (FUCO) 11 días antes de entregar el mando, le prorrogó hasta 2.057 la concesión del puerto de Rosario a TPR, empresa que controla Vicentin, acaso también aportante de campaña del socialismo más parecido al neoliberalismo que se ha visto en los últimos 100 años.
Ahora bien, dejando de lado el debate acerca de las correlaciones de fuerzas y los humores sociales: ¿qué correspondería hacer con este escándalo en cualquier democracia capitalista de un país que merezca ser llamado tal? Debería investigarse rápido y profundo, iniciar causas a los responsables en todos sus niveles y jerarquías y –si cupiese en el caso de los funcionarios públicos— que respondan con su propio patrimonio por incumplimiento de los deberes, tráfico de influencias y otros delitos. Desde Melconián hasta González Fraga y todos los directores o miembros del gabinete que se cuidaron de marcar los dedos pero dejaron pistas por todas partes. Víctima de la “obediencia debida al revés”, mal aconsejado por sus funcionarios, Macri le puso el gancho a toda clase de desastres, no sabemos si a este también.
Y un dato no menor, hablando de la resiliencia inexplicable de funcionarios macristas en el gobierno del Frente de Todes: el gerente general del Banco Nación se llama Juan José Fragati, hombre del riñón de González Fraga con excelentes relaciones con la Comisión Gremial Interna y los gerentes regionales; uno de los que ignoró olímpicamente las advertencias de Riesgo Crediticio de la operatoria Vicentin. ¿Juicio o exilio a la sucursal Madrid donde parece que es feliz? Ampliaremos.
Entre la Oficina Antigrieta y el Ministerio de la Venganza
El Presidente lo dijo muy claro y alto en nota reciente a C5N: no le va el relato de la pesada herencia, no viene a cargarse a nadie, va a investigar hasta las últimas consecuencias y luego iremos viendo. El espacio que se agita dentro del Frente comprende lo crucial de sostener y confiar en quien conduce, pero de a ratos. Se enoja y desenfada todo el tiempo, agita las redes, el éter, los bares y pide estatización para –lejos de nacionalizar el comercio exterior o refundar una Junta Nacional granaria— pasar a incidir en el mercado cerealero desde una perspectiva nacional y popular. Un amigo revolea al aire que cuando no se tiene un horizonte utópico común y las expectativas son disímiles, no hay posibilidad de consensuar contradicciones primarias ni secundarias, y suena lógico.
Con un “atraso” de mes y medio, los más impacientes quieren convertir al caso Vicentin en un Evatest para clarificar ya mismo qué es lo que el Frente de Todes está gestando, cuánta genética kirchnerista hay en la criatura, si la mano izquierda está más desarrollada que la derecha y qué cosa gritará cuando alumbre y reciba el chirlo: “La patria es el otro” o “La patria es con todes”. No es una diferencia operativa, como el verso “combatiendo al capital” de la marchita que todes cantamos, la diferencia entre pelearse con el álbum de fotos y justipreciar la peli es clave y lo que está hoy en juego es mucho más que una decisión particular —aunque de gran potencia simbólica— y el pleno de las orgas y sueltos del Frente debiera sopesarlo permanentemente.
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