Con la solemnidad que corresponde a tan trascendente conmemoración, el viernes 26 de abril se celebró en todo el mundo el Día Mundial del Pene. Fue elegida esa fecha porque en la ciudad japonesa de Komaki, desde el siglo XVII, las prostitutas iban a orar en esa fecha al santuario Kanamara para rogarles a los “dioses del sexo” protección contra las enfermedades. Fue formalizada como celebración de la fe sintoísta con la denominación de Kanamara Matsuri de Kawasaki, cuyas traducciones posibles son “Festival del Falo de Hierro” o “Festival del Pene de Acero”.
Todos los medios del mundo se refirieron a esta curiosa festividad e hicieron hincapié en los asuntos relacionados con el tamaño del pene. Uno de esos aspectos urbi et orbi pasó completamente desapercibido y es crucial para el crecimiento argentino.
Tatu Westling, economista de la Universidad de Helsinki y del HECER (Helsinki Center of Economic Research), plasmó un asunto tan clave para el crecimiento argentino en un paper titulado “El órgano masculino y el crecimiento económico: ¿El tamaño importa?”.
La investigación de Westling (disponible aquí) explora el vínculo entre el crecimiento económico y la longitud del pene entre 1960 y 1985. Estima un modelo basado en los conceptos del Nobel de Economía Robert Solow pero ampliado utilizando el conjunto de datos de 121 países recolectados por los economistas N. Gregory Mankiw, David Romer y David N. Weil. Con esos datos, Westling calculó que el tamaño del órgano masculino tenía una relación en forma de U inversa con el nivel del PIB en 1985.
En otras palabras, el desarrollo económico entre 1960 y 1985 está asociado negativamente con el tamaño del órgano masculino. Menos crecimiento en una nación, significa que los hombres de ese país la tienen más larga respecto de los hombres de naciones que crecen más. Se comprendería por qué justo en Japón, el único país que abandonó la periferia para constituirse en nación desarrollada después de 1945, se comenzó a celebrar la festividad de marras. Dime de que alardeas…
Westling, a decir verdad con considerables reservas, también considera que el tamaño del órgano masculino es un determinante más importante del crecimiento del PIB que el tipo de régimen político del país.
El economista analiza brevemente dos interpretaciones de los patrones que se establecen entre el órgano masculino y el crecimiento económico: el vínculo entre la longitud del pene, la testosterona y la asunción de riesgos, y la producción de autoestima. A pesar de los sólidos vínculos estadísticos, hasta que se realicen tratamientos más rigurosos sobre el tema Westling previene que la propuesta de la “hipótesis del órgano masculino” debe tomarse con sumo cuidado.
Este estudio ha realizado tres aportaciones. En primer lugar, revela el vínculo algo desconcertante entre el tamaño del órgano masculino y el crecimiento económico. Específicamente: su relación inversa. En segundo lugar, proporciona algunas interpretaciones rudimentarias que afirman que el crecimiento macroeconómico podría estar relacionado con la toma de riesgos y/o la autoestima de las poblaciones. En tercer lugar, hasta donde llega el leal saber y entender de Westling, la interacción entre el sexo y los resultados macroeconómicos es novedosa y no ha sido discutida antes en la literatura. Obviamente, la “hipótesis del órgano masculino” propuesta debería probarse con métodos y datos más elaborados. Hasta entonces, seguirá siendo un artefacto estadístico intrigante, más allá de lo alentador de la solidez de los resultados hallados para África.
Por razones obvias, Westling prudentemente señala que “la narrativa del órgano masculino produce poco en términos de recomendaciones de políticas factibles y, por lo tanto, se omite una mayor discusión”. O por razones menos obvias. Es para sopesar si con la motosierra al oficialismo –en vista del fracaso que augura el vulgar y erróneo diagnóstico de más ahorro para más crecimiento– no se le dará por pasar a valores el orgullo del macho argentino típico. Mejor no darle ideas.
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