Macri intenta relanzar su alicaída candidatura por fuera de las fronteras dado que el contexto doméstico empieza a resultarle cada vez más sombrío. Un fugaz espaldarazo proveniente de los tenedores de deuda argentina, que evaluaron en términos positivos su acuerdo con el referente de la derecha peronista, Miguel Pichetto, se constituyó en una de las pocas noticias positivas de la lanzada campaña electoral. El senador PRO-justicialista ha obtenido la aprobación de los bonistas gracias a una original combinación de discursos xenófobos y reiterados gestos empáticos hacia el modelo neoliberal.
Esas buenas noticias provenientes del exterior ilusionaron a los integrantes del cuartel general electoral macrista a considerar la recuperación de la iniciativa perdida, mediante la instalación de la figura de Macri como estadista global durante los meses venideros. Dicha operación político-comunicacional se llevará a cabo en el marco de tres cónclaves internacionales: el G 20, la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y el Encuentro de Seguridad Internacional.
El primero de estos eventos se realizará en Osaka, Japón, entre el 27 y el 29 de junio. La Cancillería ya ha informado que Macri mantendrá reuniones bilaterales con Donald Trump, a quien le agradecerá el apoyo brindado a través de los créditos otorgados por el FMI. También trascendió que se reforzará durante ese encuentro el compromiso con la política de Washington, orientada a profundizar el aislamiento de Venezuela, demanda sostenida por las multinacionales petroleras, deseosas de explotar las enormes reservas de crudo caribeño.
Macri intentará disimular la concreción del acuerdo nuclear con China, que será firmado el próximo 25 de junio en Beijing. Para no generar susceptibilidades con Trump, el acuerdo con Beijing no será rubricado por el Presidente sino por su Jefe de Gabinete, Marcos Peña. Luego de más de tres años de atraso, se concretará el crédito de U$S 7900 millones (a 20 años), predispuesto para la instalación de la cuarta central nuclear a ser emplazada en Argentina. El monto crediticio había sido convenido originalmente por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en 2013, pero su consumación fue postergada de forma repetida por el gobierno del PRO, especulando con una promocionada lluvia de inversiones que nunca llegaron. El criterio original del gobierno macrista pretendía sustituir los aportes asiáticos por inversiones más occidentales y cristianas.
Los acuerdos tardíos se llevan a cabo en el marco de un debilitamiento de la autonomía soberana. Este contexto es el que explica el ruego del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, para que la Cancillería invisibilice el acuerdo en Beijing, dadas las coacciones generadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, orientadas a imponer a terceros países la guerra comercial, tecnológica y financiera contra la República Popular China. La demanda de Dujovne se encuentra asociada a una doble presión autoprovocada por el modelo neoliberal: la presión de los requerimientos del FMI, influido por Washington, y la renovación de los U$S 10.000 millones de swap chinos, concedidos al Banco Central, aportados en el marco de acuerdos que el macrismo intentó deshonrar apenas asumió en 2015.
El segundo de estos ágapes, insertos en plena campaña electoral (internacionalizada) tendrá como sede la capital de la provincia de Santa Fe, ciudad donde se llevará a cabo la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur, el próximo 25 de junio. En ese encuentro, según información de funcionarios de la Cancillería, Mauricio Macri será ensalzado en forma conjunta por los mandatarios Jair Bolsonaro y Mario Abdo, quienes invitarán al pueblo argentino a renovar su contrato político republicano con el empresario devenido en político. En esa oportunidad, como plataforma electoral del PRO se anunciarán los avances alcanzados respecto a los acuerdos entre el Mercosur y la Unión Europea, iniciados dos décadas atrás, cuya aprobación final deberá contar con la conformidad de los poderes legislativos de los 4 integrantes del bloque, dado que Venezuela ha sido suspendida en 2017 por exigencia de Estados Unidos.
El potencial Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Mercosur y la UE se sustenta en una plataforma de regionalismo abierto basada en la abdicación a los beneficios comerciales de los sectores potencialmente más dinámicos de los países de América Latina. Su debate actual se lleva a cabo flexibilizando al máximo las necesidades de los países latinoamericanos, y aceptando las cuotas y exigencias expresadas por las demandas europeas, sobre todo las francesas e irlandesas, célebres por la defensa de sus sectores agrícolas y alimenticios.
Las pretensiones de la UE, de potencial admisión por parte de los negociadores argentinos (presionados por la Cancillería para empoderar al deshilachado candidato), incluyen la posibilidad de autorizar capítulos de acuerdo sobre participación de empresas europeas en las áreas de servicios, patentes de laboratorios y adquisiciones gubernamentales. A esto se sumaría la potestad de competir (sin aranceles) en cadenas de valor industrial que supondrían la inmediata defunción de miles de firmas locales o su adquisición a precio de saldo por parte de corporaciones competitivas cuya acumulación de capital y tecnología fue solidificada durante más de un siglo. La aprobación del tratado Mercosur-UE tal cual está siendo debatido por los funcionarios, supondría una reprimarización de la economía y/o una extranjerización mayor de sus firmas potencialmente competitivas.
El tercer lanzamiento internacional del macrismo, con énfasis electoral, tendrá como sede Buenos Aires. El 18 de julio, aprovechando la conmemoración del 25 aniversario del trágico atentado terrorista de la AMIA, se realizará una Cumbre de la Seguridad Internacional de la que participará Mike Pompeo, ex director de la CIA y actual jefe del Departamento de Estado. Durante ese encuentro se brindarán homenajes a las 85 víctimas y se volverán a reutilizar la memoria de Alberto Nisman y las falacias del supuesto homicidio, e intentar de esa manera que el tema ocupe las portadas de los periódicos consustanciados con evitar la derrota del oficialismo.
Balance de un fracaso
La política exterior de Cambiemos se enmarcó en dos paradigmas ideológicos ajenos a la realidad empírica de las relaciones internacionales en las últimas dos décadas: la vuelta a los mercados y la inserción inteligente al mundo. Ambos principios estuvieron basados en un alineamiento acrítico con Washington, sustentado en la creencia ingenua de que los favores de Estados Unidos dependen de concesiones sinérgicas. Según los sesudos análisis del macrismo, la acumulación de gestos y el seguidismo insistente habrían de ser capaces, por sí solos, de incrementar las importaciones por parte de Washington y, en forma simultánea, habilitar un importante flujo de inversiones. Sin embargo, la máxima ayuda otorgada por el ansiado socio consistió en créditos multilaterales (del FMI) estrictamente orientados a evitar el default en el lapso gubernamental del macrismo.
El regreso a los mercados sólo generó un endeudamiento cercano al 100 % del PBI, con un punto de partida en 2015 del 48 % del Producto. Y la denominada inserción inteligente produjo una reducción del comercio exterior, la destrucción de la integración regional y el obvio debilitamiento de las capacidades de negociación frente a los diferentes bloques. El unilateralismo del PRO destruyó las redes institucionales regionales, desarrolladas previamente durante los gobiernos kirchneristas, que habían logrado resistir la ofensiva de las corporaciones monopólicas. Con esos principios se debilitó a la CELAC y al PARLASUR, se destruyó la UNASUR y se reconvirtió al Mercosur en una plataforma endeble de negociación, desprovista de capacidades para salvaguardar los intereses estratégicos de la región. La única alianza regional innovadora fue el Grupo de Lima, creado para hostigar a uno de los socios del Mercosur.
Los resultados han quedado a la vista en el balance de tres años y medio de política exterior: durante ese periodo, Argentina vio cómo se reducía la Inversión Extranjera Directa (IED) y la balanza comercial se hundía. A pesar de la gigantesca devaluación de la moneda, las exportaciones no se incrementaron en forma significativa. Por su parte la baja de aranceles no repercutió en los volúmenes de importación ni se observaron significativos avances en transferencias de tecnologías ni mejoras en la calidad ni la cantidad del empleo. La balanza comercial del periodo macrista muestra guarismos muy inferiores a los evidenciados por el gobierno kirchnerista, justamente en una faceta donde el mejor equipo de los últimos 50 años se ofrecía como eficiente. El superávit arrastrado de 2015 se consolidó en 2016 con un valor positivo de U$D 2.124 millones. Pero las políticas aperturistas lograron hundir la balanza comercial en 2017 con un déficit de U$D 8.471 millones. En 2018 el saldo negativo fue de U$D 3.800 millones.
Cuando el engaño empieza a descascararse y las fábulas se desploman junto con el disfraz, la farsa se presenta como desaliñada y grotesca. Todo lo que alguna vez parecía tener brillo asume el color desteñido de la apariencia y el engaño. Existe un proverbio talmúdico que indica que "con una mentira se suele ir muy lejos, pero sin esperanza de volver". Tan lejos como cuatro años. Pero sin retorno posible.
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