En Roma, el sábado 25 de noviembre pasado, la manifestación organizada por Ni Una Menos Italia (NUDM) estaba por comenzar a moverse, pero los esquemas originales habían cambiado, se esperaban unas 10.000/12.000 personas y, a las tres de la tarde, organizadores y periodistas calculaban que habían acudido al llamado unas 500.000 personas,
La convocatoria era, como todos los años, para denunciar la violencia contra la mujer y, en especial, el goteo incesante de muertes anuales que al 19 de noviembre sumaban ya 106 víctimas. Una de las razones del suceso de participación se debía a la conmoción general por el homicidio de la joven Giulia Cecchettin, de 22 años, asesinada por su ex novio, el estudiante Filippo Turetta.
Todo había comenzado con la denuncia realizada por la familia de Giulia, quien faltaba de su domicilio desde el 11 de noviembre. Giulia había acudido a un encuentro con Filippo Turetta y, a partir de ese momento, nadie la había visto. Siete días después de la desaparición se encontró el cuerpo de la muchacha, envuelto en una bolsa de plástico, escondido en el fondo de un canal en la provincia de Pordenone, en el norte de Italia.
Algunas cámaras habían registrado el paso del auto de Turetta en la frontera austríaca; finalmente fue localizado y detenido por la Policía, en Alemania, el 18 de noviembre.
Mientras la manifestación de Ni Una Menos atronaba en Roma, Milán, Turín, Messina y otras tantas ciudades, un avión proveniente de Alemania aterrizaba en Italia, devolviendo a Turetta a su país.
La fiscalía está analizando si le cabe la agravante de premeditación y crueldad, mientras que homicidio y secuestro figuran firmes ya en el legajo abierto por la fiscalía.
A medida que iban trascendiendo los detalles de esta historia de posesión y control, una ola de estupor se apoderaba del país. Una de las razones era la juventud de la víctima y de su verdugo: 22 años. La otra es que el joven Turetta responde al estereotipo de “buen chico”, lo que los italianos llaman un bravo ragazzo: un estudiante de familia de clase media en buena posición y probablemente con un futuro ya establecido. El previsible camino se interrumpió en algún momento cuando el joven tomó la decisión de asesinar a Giulia.
Evidentemente, alguna pasión lo carcomía y a veces la manifestaba: Giulia estaba por graduarse en la universidad y Turetta no soportaba ser superado; ya estaba terminada la relación y, no obstante, le pedía a Giulia que suspendiera momentáneamente los estudios para darle una mano a él en los últimos exámenes; Giulia no se plegó al requerimiento pero no pudo terminar de laurearse; la universidad anunció que se le otorgará el título post mortem.
Inesperadamente, en la dialéctica de muerte de los feminicidios en Italia se abrió una ventana: apareció Elena, la hermana de Giulia, dispuesta a no abandonarse en el dolor y el luto y a reclamar por la muerte de Giulia y por todas las otras muertes.
Su discurso fue breve y apasionado y el llamamiento inequívoco: “¡Basta! No hagamos más minutos de silencio; hagamos ruido, gritemos, no nos quedemos calladas”.
Elena se refería a las directivas del ministro de Educación para que las escuelas recordaran a Giulia con un minutito de silencio en las aulas para volver sucesivamente a las tareas habituales como si no hubiera pasado nada.
Obviamente, no fue así, las escuelas fueron sacudidas por el estruendo de la furia. Idéntica furia acompañó la manifestación de Roma.
La marea ingobernable
Sin referentes políticos ni padrinazgos, la marcha se presentó ingobernable, reivindicando su autonomía basada en el hartazgo por la ausencia de políticas de Estado para detener la ola de crímenes.
Para el movimiento siempre está vigente la frase de la arquitecta peruana Cristina Torres Cáceres de una poesía que escribió en 2011 dedicada a las mujeres asesinadas: “Si me toca a mí, quiero ser la última”.
En tanto, en Calabria, los manifestantes recogen la consigna: “Si mañana no regreso, quemen todo, por Giulia, por todas”.
Las consignas cantadas retoman el motivo:
Per Giulia / per tutte/ niente silenzio / niente lutto /
grideremo forte / bruceremo tutto
(Por Giulia / por todas / nada de silencio / nada de luto / gritaremos fuerte / quemaremos todo.)
Los carteles producidos son elocuentes: “No pedimos disculpas por la molestia, nos están asesinando”.
Otra mujer avanza alzando su consigna: “He sepultado la tristeza con mis hermanas asesinadas”.
Un cartel denuncia: “Nos quieren enterradas, pero no saben que somos semillas”.
La prensa y la televisión descubren a los famosos que desfilan y los interrogan; hay de todo, artistas, deportistas, pasan los políticos, los del Movimiento 5 Estrellas, de la Izquierda Verde, el Partido Democrático acude con su secretaria, pero son rostros perdidos en una multitud a la que los representantes de los partidos no le interesan.
La sociedad patriarcal
La acusación contra la sociedad patriarcal es el motor de las denuncias de NUDM y de organizaciones afines y es rechazada de plano por el gobierno de Meloni.
Una de las estadísticas que el gobierno no quiere citar es la de los homicidios perpetrados en el seno del hogar, para la derecha italiana el hogar es sagrado y no se toca, pero la estadística canta: de las 106 mujeres muertas hasta el 19 de noviembre, 87 fueron asesinadas en ámbito familiar o afectivo, 55 por parte de parejas o ex parejas.
La respuesta del gobierno por el momento apunta al aumento de las penas por los delitos de violencia contra la mujer. Se sabe que esta medida no funciona como disuasión, pero —se insiste— hay una imposibilidad ideológica de analizar la cuestión más allá de la respuesta represiva.
La filósofa y escritora Ida Dominiani considera que la lucha de las mujeres “es la única batalla que no se ha interrumpido desde su aparición a fines del 1800. “Hemos tenido momentos de lucha, de estudio, de pausas reflexivas, pero siempre está presente”, explica.
Dominiani subraya dos puntos importantes. El primero, que la sociedad patriarcal dura desde hace milenios; el segundo es que se basaba sobre el consenso y en este momento es el consenso de la mujer el que se está retirando y esto crea perturbaciones: “los homicidios son la reacción exasperada de la sociedad patriarcal frente a una respuesta siempre más intensa y masiva”.
Existe una nueva concepción sobre la lucha por los derechos de la mujer, pero en el pasado existieron las pioneras, a veces actuando en solitario.
Franca Viola, la feminista inesperada
El caso de Franca Viola llegó a las primeras páginas de la prensa a comienzos de 1966, desnudando prácticas que poco a poco revelaban su naturaleza represiva y arcaica.
Franca Viola tenía 17 años, sus padres poseían una pequeña fracción de campo en la zona de Alcamo, Sicilia.
Un joven de nombre Filippo Melodia quería a Franca, en el sentido de poseerla. Franca —apoyada por sus padres— había rechazado las pretensiones de Melodia hasta que la muchacha fue secuestrada el 26 de diciembre de 1965 por Melodia y 12 cómplices.
El secuestro se prolongó. Franca pasó ocho días sin comer. Melodia insistió con sus pretensiones, no encontró respuesta y entonces decidió violentar a la muchacha.
Llegó la mañana de Año Nuevo, los emisarios de la familia Melodia se presentaron en el domicilio de Franca y propusieron a los padres la paciata, la paz. Esto se conseguiría gracias a la institución vigente en aquellos años del matrimonio reparador. Los padres fingieron aceptar el acuerdo mientras informaron al cuerpo de carabineros que estaba siguiendo el caso. El 2 de enero los carabineros irrumpieron en la habitación donde estaba secuestrada Franca y la liberaron.
Melodia y sus cómplices fueron detenidos, pero se mostraron tranquilos, no obstante la gravedad de los cargos. Los raptores pensaban confiados que habrá matrimonio reparador e impunidad.
El art. 544 del Código Penal preveía: “El matrimonio que el autor del delito contraiga con la persona ofendida extingue el delito, también el de aquellos que actúan en concurso en el mismo delito; si ha existido una condena, cesa la ejecución y los efectos penales”. O sea, delito extinguido por ley y honor reparado para la sociedad.
Y aquí aparece la anomalía: en una sociedad de valores arcaicos y fuertemente estratificada, Franca Viola no aceptó la propuesta de la familia Melodia y efectuó la denuncia por secuestro y violación. No hubo matrimonio reparador. Franca, 17 años, una humilde chica de campo, sostuvo públicamente: “No soy propiedad de nadie, el honor lo pierde quien hace ciertas cosas, no quien las sufre”.
La fiscalía solicitó 22 años de cárcel para el imputado y el tribunal lo condenó a 11. No obstante las presiones sufridas y la hostilidad social fue un triunfo para la familia Viola.
Habría que esperar 16 años para que el matrimonio reparador fuera cancelado del ordenamiento jurídico en 1981, y recién en 1996 la violación fue considerada un delito contra la persona y no contra la moral pública.
Franca Viola, en tanto, se casó en 1968 con Giuseppe Ruisi vestida de blanco. Seguidamente, la recibió el papa y en 2014 el Presidente de la república le confirió la orden del Mérito de la República Italiana “por el coraje de su gesto de rechazar el matrimonio reparador, que ha señalado una etapa fundamental en la historia de la emancipación de la mujer en este país”.
Contracción
El éxito de la manifestación del 25/11 puede alentar fáciles optimismos; se ha hablado de cambio de mentalidad, de una nueva subjetividad, etc., pero la verdad es que la estadística puesta al día no ayuda a tener esperanzas.
El profesor Enzo Risso, de la Universidad La Sapienza de Roma y director del IPSOS, ha revisado las cifras actualizadas de uno de los observatorios permanentes que estudian los comportamientos y tendencias sociales (Fragilitalia, LegaCoop-IPSOS 2023) y ha señalado una contracción en la condena y calificación de algunos actos violentos contra la mujer por parte de hombres y jóvenes de sexo masculino.
Por ejemplo:
- Amenazar físicamente a una mujer que rechaza al hombre: considerado injustificable por el 77 % de los hombres en 2021, retrocede al 72 % en 2023.
- Impedir a la mujer salir de casa: reprobado e inaceptable para el 77 % de los hombres en 2021, retrocede al 69 % en 2023.
- Controlar y limitar a la mujer en su frecuentación de amigos propios: pasa del 72 al 65 % en 2023.
- Impedir a la mujer de trabajar fuera de casa: pasa del 75 % al 66 % del 2023.
En el ámbito de los menores de 34 años y adolescentes la situación es aún más preocupante. Se ha reducido la conciencia sobre la gravedad de ciertas actitudes.
Por ejemplo:
- Dar una bofetada a una mujer: sobre 34 años es considerado injustificable por el 81 % de los entrevistados, baja a 63 % entre los jóvenes.
- Tocar, besar o acariciar una mujer sin que ella lo acepte: sobre 34 años es considerado inaceptable por el 77 % de los entrevistados, baja a 65 % entre los jóvenes.
- Enviar SMS, emails, WhatsApps sexualmente explícitos a una mujer: es considerado inaceptable para el 78 % de los entrevistados, baja a 63 % entre los jóvenes.
- Lo mismo sucede con los argumentos percibidos como causa del feminicidio: la primera causa es que el hombre considera a la mujer como un objeto de su propiedad. Entre los mayores de 34 años es rechazado al 57 %, la cifra baja a 48 % entre los jóvenes.
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