EL RIOBA DE LOS ESCRIBAS MOISHES

Un tour por los pagos de los escritores judíos latinoamericanos, mapa diseñado por Ricardo Feierstein

 

En la Argentina, en Latinoamérica, ¿existe la literatura judía? Tanto como la uruguaya, femenina, afgana, rubia, candombera, puntillista, corintia o de acá a la vuelta. Los mestizajes funcionan para las culturas populares y apestan a falsificación cuando se los pretende transformar en conceptos aplicados a géneros y categorías. Pues la mera empiria dicta que toda expresión artística carga sobre la giba un cacho o toda la aldea donde se han embarrado los botines y raspado las rodillas. Disfrazado, teñido, camuflado, aún fotografiado en 3D, el pago chico permanece más allá de su geografía, en la Lengua. Dentro de ese semi orden de las cosas, regulador de las palabras, enquilombador de las ideas; bestia mutante, esponja de ajenidades, a la vez solidario y sectario, bulle la creación.

 

El autor, Ricardo Feierstein.

 

De aquella pregunta inicial se derivan variantes de creciente metafísica: “¿Qué es un escritor judío?”o, peor aún, el duplicado equívoco: “¿Todo lo que escribe un autor judío pertenece a la literatura judía?” Sin esquivarle a tales intríngulis académicos, Ricardo Feierstein (Buenos Aires, 1942) los coloca en el estante de los rezagados para dar paso a las más de doscientas paginas de Memoria e identidad, título polimorfo cuya inherente inquietud se sosiega con la peripatética propuesta del subtítulo: Las avenidas del barrio judío en la ciudad literaria. En honor a su profesión de arquitecto, el autor acude a la selecta especialidad del urbanismo a fin de trazar un mapa en el que el transcurrir de los tiempos y el flechazo de los estilos pasan a reflejarse en el plano. Ni sombrías callejuelas, ni callejones sin salida ni pasajes recónditos: anchas avenidas de circunvalación que empiezan donde terminan y delimitan zonas en su seno urbano. En todo caso, al solo objeto de las indispensables colectoras, conexiones idiomáticas transversales.

 

 

 

Así, en el centro mismo del diseño, Feierstein sitúa la Plaza de los Inmigrantes pegada al gueto donde habita la Memoria Nostálgica; aquella que habitaron los pioneros llegados a estas playas hacia 1880. Primera generación de escritores “que se han criado entre estepas rusas o polacas, melodías jasídicas y estudios religiosos, gorro de piel y gastronomía posible”, por cierto “con escasas posibilidades de recorrido en la Ciudad Literaria”. Injerencia extendida hasta 1950, se aclimata en forma paulatina a medida que deja su testimonio de puente entre dos mundos en ídish, hebreo y djudesmo  — sefardí. Son los tres idiomas que hacen de nexo con la siguiente avenida, la de la Memoria Lingüística, donde circulan intercalándose con el castellano, al tiempo que incorporan modismos locales, aptos para describir las vicisitudes del trabajo y el intercambio social. En esta bidireccional circulación, el autor ubica, por ejemplo, entre otras delicias, la traducción al djudesmo del Martín Fierro realizada por el poeta Carlos Levy (Mendoza, 1942): “Aki me meto a a kantar yo/ al tanyer de la gitara/ kualo al ombre lo apanya/ un penseiro ingrandesido/ bilbiliko solitario/ kon el dizir se konsola”.

 

 

Bernardo Verbitsky.

 

 

A cada paso de esta descripción centrífuga, el autor ilustra con breves biografías y recortes textuales de distintas obras representativas de escritores muchas veces poco conocidos, cuando no ignorados. Brinda de tal modo un progresivo panorama de una literatura accesible, que de modo alguno se restringe a la producida en territorio argentino, si no extendida hacia los países vecinos. Muestrario exquisito, reproductor en paralelo de las vicisitudes propias del intercambio entre las culturas inmigrantes. Fulgor que estalla en la tercera avenida, la de la Memoria Existencial de la Condición Judía, sobre la cual emergen textos donde los escritores “imaginan (y reflejan) su identidad judía latinoamericana, en relación con la memoria del pasado inmigrante –más o menos cercano— y la recreación del mismo para posibilitar la continuidad de una condición humana siempre abierta, cambiante y cuestionada”. Circuito en el que emergen escritores de primera generación nativa que no necesariamente portaban observancia religiosa ni necesidad de transmitir la tradición, como el Bernardo Verbitsky (Buenos Aires, 1907-1979) de la novela Es difícil empezar a vivir (1941), o Germán Rozenmacher (Buenos Aires, 1936-1971) en su obra teatral Réquiem para un viernes a la  noche (1964), donde expone las contradicciones entre su generación y la de los progenitores. Sorprende en esta dialéctica la ausencia de la obra del enorme poeta  Juan Gelman (Buenos Aires, 1930-México DF, 2014), hijo de judíos ucranianos, en cuya vasta producción emergen —sin tornarse prioritarios— sus orígenes; quien, incluso, llegó a recuperar y escribir poesía en ladino.

 

Germán Rozenmacher.

 

El diseño encarado con fines didácticos en Memoria e Identidad… continúa hasta nuestros días por las rutas tangenciales de las respectivas memorias tecnológica y posmoderna, dentro de las cuales Feirestein recupera retazos y otra veces destripa sin piedad con sólidos argumentos. Estas secciones descriptivas de la Avenidas, donde proliferan vidas de escritores y fragmentos de sus obras, por su variedad y dinámica acaso sean la vía de acceso más ágil para el lector poco compenetrado con tan generosa literatura. Como refuerzo, al principio y final del libro hallará rigurosas consideraciones teóricas, históricas y sociológicas, distinciones entre mestizaje, asimilación y puntualizaciones acerca de las diferencias generacionales. Panorama que se complementa con observaciones de actualidad acerca de las discusiones presentes en el seno de la colectividad, de mediática apariencia homogénea, donde procuran convivir experiencias diversas. Sin privarse de ejercer un agudo espíritu crítico, Feirestein subraya “dos experiencias novedosas en los últimos tiempos: la expansión religiosa ortodoxa, en especial del grupo Lubavitch, que realiza una importante labor social y extiende su accionar a lugares antes impensados, aunque parece difícil imaginar al grueso de los 220.000 judíos argentinos vestidos al estilo de los condes polacos del siglo XVIII, con las mujeres caminando dos pasos detrás de sus maridos y una abrumadora cantidad de rezos cotidianos. La otra alternativa es YOK, un proyecto del Joint Distribution Comitte que, desde hace unos años, atrae buen cantidad de interesados a actividades desacartonadas, pluralistas y novedosas. Si se piensa que, según el Censo de 2006, un 61% de los judíos argentinos no concurren a  ninguna institución comunitaria, ambas experiencias deben ser bienvenidas”. Al concluir, el autor se da el gustazo de presentar un manojo de narraciones propias, en buena medida elocuentes de un recorrido prolífico en que dos —y más— tradiciones culturales dan más de lo que reciben y reciben más de lo que dan.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Memoria e Identidad, las avenidas del barrio judío en la ciudad literaria

Ricardo Feierstein

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2021

220 páginas

 

 

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